miércoles, 11 de diciembre de 2019

Vísperas y consecuencias

Los seres humanos nos caracterizamos en tratar de hacer una precuela de nuestros actos cuando pensamos planear para el futuro, motivados tal vez por el miedo a lo desconocido que es pensar en lo que mañana acontecerá, por lo tanto, nos la rifamos en escenificar acontecimientos, por ejemplo, festejos decembrinos que planeamos desde noviembre, los rituales de fin de año pa´que nos vaya chingón el que viene, lecturas del tarot para saber si vamos a casarnos y con quién, analizar trailer de películas antes de que se estrenen, es decir, la expectativa siempre supera a la realidad.

Pinche manía de hacer alarde de los acontecimientos antes de que sucedan, pues ya que pasan los ignoramos, es más, creo una vez que acontecen como que hay decepción, melancolía y hasta tristeza, me atrevo a decir que se pierden los ánimos, algo así como si la realidad no fuera cierta, ¡malditas especulaciones!

Somos tan dramáticos, si se te pierde el alambrito del pan Bimbo, si los pistaches te salen cerrados, si las palomitas no se hacen en su totalidad en el micro y si te rompió la liga de las tostadas Aguilar, es por culpa del Karma, ¡ay! Ya ni la amuelas y mejor ponte a vivir el presente.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Ley Antichancla

En el cómic de Memín Pinguín, doña Eufrosina, la venerable madre del personaje, le castigaba las travesuras a su hijo con una tabla a nalga al aire, ya entrados en materia racista del México de mis ayeres, otro afromexicano a quien Cri-Crí describe que por deslenguado su tía le dará una paliza mientras el Grillito Cantor, con libreta en mano, tomará nota de cada golpe haciéndole guasa, mención particular y en letra colorada sobre el maltrato infantil, es Chabelo a quien los golpes le llovían de quien sea, es más, hasta la pájara Peggy le daba sus guamazos. Con tan claros ejemplos nuestra personalidad fue forjada a través de la maestría de los cuerazos.

En la actualidad tales acciones para que escarmiente la chaviza pasarán a ser un mito, pues el Senado de la República sumara al Artículo 44 de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, el texto siguiente: “Queda prohibido el uso del castigo corporal en todos los ámbitos como método correctivo o disciplinario a niños, niñas y adolescentes”. Después de leer lo anterior, lo más seguro es que la tía estricta -tipo señorita Rottenmeier de Heidi-, alzara la mano en señal de protesta, pero… de acuerdo a psicólogos, los golpes para enmendar malas actitudes, ni un tantito se aproximan a la óptima educación de los chamacos.

Estimado lector, váyase acostumbrando a que únicamente en la memoria quedarán esos azotes con el sermón correctivo en sílabas, los coscorrones y reglazos del profesor en la primaria, los pellizcos a discreción en las reuniones familiares mientras la jefa se mordía los labios y entre dientes te advertía de que si corrías o te reías te iba a ir pior, así como las esquivadas del chancletazo al estilo Neo de The Matrix.

jueves, 28 de noviembre de 2019

Hasta luego grupos, forever edition.

En la actualidad, uno, sin más opción, es agregado a un grupo, ya sea de la chamba, de los cuates de tu jodidísima generación de bachillerato -en donde te siguen considerando el imberbe que se le alborotaba la libido con las piernas de la teacher de inglés-, o de los colegas de la escuela en donde intercambias memes del director y abuchean a alguien en especial, además, las precarias alternativas de elección son dos: quedarte o salirte mientras todos los integrantes reprueban cualquiera de tus decisiones o simplemente te bloquean, hay que aceptarlo, uno no es monedita de oro, además, en esos grupos no es bueno el que ayuda, sino el que no jode y es más importante una duda que la mismísima razón.

Si eres de los que mientras cargas tu celular lo apagas con tal de que sea más rápido, es probable que cuando lo enciendas en los diez grupos de WhatsApp que tienes sumen cuarenta mensajes sin leer y acumulándose mientras no abras la aplicación, ¡no manches, eso es una cascada de datos para tu anticuado aparato! Indudablemente su funcionamiento será tan lento como una tortuga practicando Taichí. Tristemente descubres que con silenciarlos no se evita el recibir tal aluvión.

¡Despídete de las engorrosas cadenas y de los saluditos con la imagen de Winnie Pooh! Así como infomercial, les paso un truco para deshacerse de los tediosos grupos en el WhatsApp. “No pueden dejar pasar una oportunidad así”. Con tan solo sustituir el nombre del grupo por el de “Child Porn”, ¡Click! Inmediatamente serás expulsado sin que aparezca la leyenda de que lo has abandonado. “Llame ya, no pierda más tiempo, cambie su vida”. “Si no le gusta, le devolvemos su dinero”, ¡Pero de la bloqueada para siempre de tu número telefónico en la famosa aplicación no nos hacemos responsables!

jueves, 21 de noviembre de 2019

Aprender a caer

Dicen que a la escuela se va a aprender, a educar, pero también se debe enseñar a asimilar las equivocaciones, a aceptar los errores, a experimentarlos como una especie de trampolín y no como un columpio, a dejar de verlos como defectos de individuos imperfectos, sí, dejando de ser como esos que han crecido en un mundo en donde la gente intenta hacer las cosas de forma perfecta y que no admite en su lógica perfeccionista a los que no las hacen correctas.

Uno como profesor debe concientizar a los estudiantes que existen más oportunidades si en varias se han fallado, porque no hay que olvidar que lo del todo perfecto no existe, que los fracasos son parte de la vida misma. Por lo tanto, los alumnos durante su estancia en las aulas deberán formarse con la convicción de que no es una tragedia ni una catástrofe equivocarse, que errar es humano. En el arte de la educación, es mucho más importante saber cómo reponerse a los fallos, aprender a levantarse y seguir, es mejor reprobar un examen, que reprobar en la vida.

No ha nacido el genio que nunca fracase en algo, lo malo es cuando por el afán de perfección se rompe una vocación, gracias a la estúpida presión de terceros; para no castrar las aspiraciones de los jóvenes, enseñémosle que antes de aprender a volar, tienen que aprender a caer.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Los gatos fantásticos

La memoria miope que tengo a veces es como los cajones del ropero que mi jefecita compró en abonos y que religiosamente el cobrador de la moto iba cada quince días por la lana, los abría para encontrar cosas interesantes, así llegan recuerdos que mis sentidos perciben en la actualidad y me remontan al pasado, como escuchar aquella canción de Air Supply con la que iniciaba el cassette comprado en el tianguisPancho Villa” que le regalé a una chica a la que nunca me le declaré, pasar por la dulcería “La Esmeralda” y ubicarme a los seis años caminando con mi padre comiendo alfajor de coco; observar por el tejado a algún gato que me arranca un suspiro de nostalgia por todos los que he tenido.

Por si no lo saben, para mí, los gatos son la neta del planeta, desde que mi abuela Ramona me leyó El gato con botas publicado por EdiPre en los cómics Clásicos Infantiles, surgió un nexo sentimental por los felinos, es más, encontraba similitudes entre el hijo menor del molinero conmigo. Así que, a partir de ello, comencé a presionar, mi madre hipotecó sus escrúpulos y se dio a la tarea de conseguírmelo, una vez que los obtenía les embarraba manteca en las patas para que nunca se fueran del hogar. En lo que llevo de vida he tenido gatos de mil colores, pardos de noche y de día, amarillos, uno negro al que vimos morir atropellado y que después de un mes de su deceso regresó a casa lambiéndose las patas, convivió todo ese día con nosotros y a la mañana siguiente ya no lo volvimos a ver.

Hoy mi madre, a sus 82 años, me pidió un gato -¿para qué lo quieres?- Ella con su tierna voz respondió: Para que me acompañe cuando esté triste, escuchar sus maullidos, que brinque a mi regazo, tenerlo sobre las piernas y mientras le acaricio escuchar su ronroneó, verlo cómo observa absorto y desconfiado cualquier movimiento ocasionado por el viento, volver a experimentar su necesidad de cariño limitado, acuérdate que ellos saben cuál es la medida exacta de afecto e independencia -¡tantos que tuve y nunca he aprendido a amar como ellos!-; ahora tenemos uno blanco, con sus arañazos y caminito infinito de pelos sobre el sofá, lo novedad es que éste, además de atrapar cucarachas, moscas y besuconas, mata alacranes y continua como si nada, bueno mientras le duran las siete vidas.

jueves, 7 de noviembre de 2019

Nihil novum sub sole

Desde que en el film Spectre (2015) pusieron el ejemplo de cómo realizar un desfile al estilo de la alegría brasilera pero con marionetas y alebrijes gigantes de calaveras, el “Día de Muertos” en la Ciudad de México es celebrado tal cual como uno lo vio a través del celuloide mientras James Bond se la rifaba para detener a los criminales, de continuar así, las generaciones futuras olvidarán que la vigesimocuarta película del 007 fue quien fomento la tradición de esta procesión, creyendo que ha sido un rito ancestral.

Como lo dijo el rey Salomón: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y no hay nada nuevo bajo el sol”, es decir, todo tiene un precedente, por ejemplo, las frases con que he enamorado son de Neruda o Baudelaire, las argucias de atraer a la persona amada se las aprendí a Giacomo Girolamo Casanova -si no me creen para muestra ahí tienen al agente secreto de Ian Fleming, citado en el párrafo anterior–, mis celos son una absurda imitación del Otelo de Shakespeare o del Barba Azul de Charles Perrault, en fin, un amasijo de ideas ajenas que en lugar de vivir mi vida, vivo las de otros.

Entonces, no nos sorprenda que nuestros estudiantes se cuelguen el cartelito de innovadores -creo que somos nosotros quienes así los consideramos, debido a nuestra ignorancia-, si en realidad fue gracias a ese tutorial de YouTube con que realizaron lo que les solicitamos hacer a través del emprendedor instrumento de evaluación que de “RubiStar!” copiamos, es decir, no hay nada nuevo bajo el sol, al igual que este texto que tal vez lo pueda reclamar un tal Víctor Manuel como ideas tomadas de una de sus canciones.

Horario de invierno

Amigos, les comparto el gusto con que amanecí este domingo con el cambio de horario, éste es mi favorito, además, es como la película Back to the future, pues regresamos una hora en el tiempo -y sin el Delorean con el condensador de flujo, simplemente con los deditos-, esta vez mi cuerpo ni lo reciente, es más, lo agradece, ¡dormir una hora extra es de reyes! En lo único que sé extraña es que se modifican las horas de los atracones de comida, y es que una hora antes de los sagrados alimentos mi panza ya los pide.

Por seis meses o creo que son menos de este horario, me olvido de ajustar el ritmo de vida en aras de la ciencia como lo he venido haciendo desde hace 26 años con el detestable horario de verano, la neta, cuando entra en vigencia tengo que mentalizarme de que en realidad voy a gozar de más horas de luz solar -¡ay no manches!- y que vamos a ahorrar, wee suena a los descuentos que perifonean en el supermercado; por cierto, siempre me he preguntado cómo tiznados le hacen para igualar las zonas horarias en todo el país.

Como marketing, lueguito de escuchar invierno viene a la cabeza, las personas disfrazadas de panditas del Día de Muertos, perdón, calaveritas, los rifadísimos caldos calientitos aliviana crudas de las desveladas, los changarros de tamales con el olorcito a manteca que se desprende de las cubetas afuera de Catedral en el docenario de nuestra Lupita y los infaltables fonditos -¿qué esperaban? ¡Frozen!- de las botellas que se van rezagando de las borracheras. “Ve por los hielos, ¿no?” Que para encontrar un pretexto para pachanguear, nos pintamos solitos, pues sabemos que con el cambio de horario a la vuelta de la esquina ya está el Maratón Guadalupe-Reyes.

jueves, 24 de octubre de 2019

Reciclando

Una parvada de pichones neuróticos picotean el asfalto como si de las piedras del añejo chapopote sacaran alimento, ahí estoy con las suelas desgastadas sobre el filo del machuelo con caries de la vieja banqueta, se escuchan cláxones y rechinar de llantas, la pared que tengo a mi espalda es un imán de grafiti catártico. Pasa uno y le chiflo cual pastor al rebaño, se detiene y, como siempre, al abordar un taxi, me preocupan dos situaciones, la clásica estafa con su tarifa de cobrar según la cara de nango que uno ponga, y la otra es lo veloz que conduzca el chófer con tal de llevarte en el menor tiempo posible, para lueguito subir otro pasaje, bueno, sino te lo suben cuando aún no te has bajado, ¡grrrrrrh!

Era en el transitar kamikaze de las 2 de la tarde cuando íbamos por el carril derecho, cual película de acción, por unos escasos centímetros casi chocamos con un coche que de pronto salió como alma que lleva el chamuco. Gracias a la pericia del taxista quien alcanzó a frenar, ocasionando que el vehículo se derrapará y por poquito le pegamos al auto que quedó frente al nuestro. Para acabarla de amolar, el tipo que ocasionó el incidente, sacando las manos por la ventanilla, nos refrescó la memoria de nuestra venerable jefecita. Entre lo apendejado del susto casi entro shock al observar un milagro… sí, un suceso celestial, el taxista en lugar de responder los improperios, de forma parsimoniosa le ofreció una disculpa.

Confundido le pregunté de su actitud, él respondió argumentando que muchas personas van como los camiones recolectores de basura, llenos de sentimientos caducos como la frustración, rabia, envidia y decepción, necesitan, por lo tanto, buscar un depósito dónde arrojar toda esa inmundicia y si uno también anda con su basura, entonces le topas descargándola hasta ver quién es el que se llena más rápido, por lo tanto, como eso ya lo sé, prefiero no ser recolector, ni depósito, opto por quedar como ecologista y reciclar la experiencia de tal forma que me permita cambiar la forma de pensar negativa en positiva. Amigo, tú, ¿qué prefieres, depositar o reciclar? ¡Glup!

jueves, 17 de octubre de 2019

Hacer reír a los “normales”

Entre las charlas de los estudiantes, que uno como profesor escucha durante los rituales de acomodar los accesorios para transmitir la clase, durante la algarabía por el evento alusivo al “Día de Muertos”, hubo un comentario que llamó mi atención, el del alumno ciego -la verdad, tengo miedo en si lo llamé de la forma políticamente correcta-, quien dijo se presentaría disfrazado de atleta paraolímpico zombie, todos sus compañeros rieron a carcajadas menos yo, es más, creo que hasta percibí esa incontenible hilaridad como bullying, pero al joven parecía no importarle, se notaba ufano, como quien disfruta de hacer un chascarrillo de sí mismo, algo así como lo que en Comedy Central realizan los standuperos Ojitos de Huevo, El Cojo Feliz y Kike Vázquez alias El Bien Parado, quienes crean comedia a partir de sus discapacidades.

Parte de la clase continúe incómodo por lo acontecido, y más cuando pensaba que está por demás tanta concientización para referirnos con términos adecuados a las personas con alguna discapacidad, si a la mera hora nos salen que el stand up comedy está de moda en nuestro país e imitar a patrones televisivos es lo aceptable y que la tragedia se puede volver cómico. A raíz de lo anterior descubrí mi discapacidad de no entender que los “limites” del humor los define el contexto: quién, cómo, cuándo y dónde, que los prejuicios contribuyen a que se perciba gracioso, así como una disminución en la brecha de la discriminación al llamado sector vulnerable de la sociedad.

Pero gracias al chamaco aprendí que es posible convertir lo que uno llega a creer como causal de dolo, discriminación y estigmatización en risas que crean conciencia de la adaptación del individuo al mundo de los “normales”, sí, entre comillas, que ya de por sí es absurda la palabra.

jueves, 10 de octubre de 2019

Inventor del amor.

Ayer, el chafirete de la ruta 10 cambió las rolas de Espinoza Paz por las del Príncipe de la Canción, y todos los pasajeros las iban cantando al unísono, ¡Chidísimo! México sigue de luto nacional por la pérdida de ese personaje de la cultura popular en lo que va de estos últimos cincuenta años, el príncipe entrañable que a través de sus canciones fue la encarnación de las guerras que perdimos en el amor, y que al escucharlo se convertía en la analgesia de ese ingrato dolor de muelas del corazón. Seguro estoy que ahora con su muerte más de alguno estará de acuerdo en mandarle cartas al Papa Francisco para que nos lo canonice y se integre a la Santísima Trinidad junto con Camilo Sesto y Juan Gabriel.

Sus canciones han sido tributadas por un titipuchal de géneros musicales, roqueros, gruperos, rancheros y hasta baladistas que dejaron de pertenecer a la nómina de cierta empresa mexicana de medios de comunicación, me atrevo asegurar de que no hay adolorido que mientras buscaba en el fondo del vaso el consuelo a su mal de amores, saboreaba las amarguras sin pedir compasión ni piedad, mientras sus oídos alentaban el bajón de autoestima tarareando: “Lo que no fue no será”, para luego despertar y cerciorase que ella ya no estaba, solo está la almohada. Pedagogo que contribuyó a nuestra educación romántica, indeleble esa cátedra de que amar y querer no es igual, amar es sufrir, querer es gozar.

Frank Sinatra no pudo resistirse a sus interpretaciones y lo invitó a cantar en una de sus fiestas, hasta le regaló uno de sus anillos, no se le hizo el dueto con los Bee Gees, por lo ojete de su representante artístico. El crepúsculo que lo envolvía, tipo maldición de los que alcanzan la cumbre gracias a su talento, siempre rodeado de escándalos, perseguido del alcohol y estupefacientes, para mí, bien podría ser considerado como uno de los poetas malditos de manufactura nacional, claro, él no escribió ninguno de sus éxitos, pero estoy seguro de que inventó el amor, y gracias a la magia de la tecnología, en unos diez o quince años más como nuestro apreciado Pedro Infante va a cantar cada vez mejor.

jueves, 3 de octubre de 2019

¡¿Signos?!

Tenemos que hablar muy seriamente de este fenómeno, porque es una aberración, casi casi una catástrofe que no se abran ni signos de exclamación ni de interrogación en las conversaciones de WhatsApp, y no es culpa de la aplicación, pues en el teclado sí existen, creo que los responsables de tal descarrío son los usuarios de nuestro país, ya que en México siempre, al expresarnos de forma escrita, redactamos un signo de apertura y otro de cierre para determinar el sentido de la expresión, y sucede que durante toda una charla -¿se le puede llamar así, a lo que hacemos con esa aplicación?-, concluyen la intervención con cualquiera de los dos signos, entonces uno no logra adivinar desde el inicio la intención del diálogo.

La consecuencia de todo esto es que los millennials llegan a creer que el signo de exclamación de apertura es el que lleva el puntito para abajo -aquí debiera de ir el emoji que se tapa las orejas-, entonces, cuando en la escuela les pides un texto de cinco párrafos, pues hacen de sus mensajes todo un desgarriate. Caso especial son las tildes, las pobres, si se incluyen las colocan en la vocal equivocada o de plano ni se acuerdan de ellas; la hache, no sé si por ser muda, esa sí que ni existe a pesar de estar en el teclado, pues la excluyen al principio y ni se acuerdan de ella en las palabras donde va intercalada, pero eso sí, según ellos, para las carcajadas cometen el anglicismo: “hahahaha”, en lugar del “jajajajaja” tan nuestro. De los signos de puntuación ni hablar, solo se abusan de ellos cuando son tres puntos suspensivos seguidos de unas cuántas palabras, y cerrando con otros tres o de plano tapizando el texto de ellos… ¡ya ni la amuelan!

En fin, sabemos que a través de WhatsApp prolifera una especie de redacción que erradica las reglas gramaticales y ortográficas del español, pero si hacemos un mínimo esfuerzo de ir corrigiendo esos errores cada vez que lo utilicemos, tengo la esperanza que a lo mejor algún día recuperemos la escritura correcta, no se preocupen, me sentaré para no cansarme y más aún con tal de que no me tizne la ciática.

jueves, 26 de septiembre de 2019

Se remata la honradez. Ya no es requerida.

Ya pasó la época de exámenes, la chaviza por fin regresa a la calma habitual -a su despapaye-, los que sacaron diez, lo más seguro que en las próximas tres semanas olvidarán toda esa teoría y fórmulas que machetearon hasta en el camión, otros, en cambio, despuesito de cada evaluación, así como la sentencia del mensaje que se autodestruirá en equis segundos de la película “Misión imposible”, rompían los acordeones que les ayudaron a mejorar sus calificaciones, evitando así el castigo de sus progenitores.

Creo, que sin utilizar ninguna rúbrica ni lista de cotejo, en hacer chanchulla obtenemos las más altas calificaciones y lo peor, sin ni siquiera profesor ocupar, pues de tan común que es, se ha vuelto una costumbre. Además, no es exclusivo de las aulas, pues donde sea se realizan, por ejemplo el ama de casa que del chivo de cada quincena se aparta unos cuantos billetucos; el marido que no le dice a su esposa cuánto gana de verdad, el morrito que en lugar de un kilo de tortillas compra tres cuartos pa´que le quede algo o se hace como aquel entrenador de la selección en la Copa Mundial de 1994 que se guardó los cambios; la operación hormiga del material de oficina -¡pinche obsesión!- en la chamba. Igual quienes se hacen de la vista chiquita con los reglamentos, la mordida al agente vial para que nos deje ir, la cerveza bautizada en agua con tal de que rindan más vasos en el antro, entre otras que ya no citaré para no caerles más gordo de lo que estoy.

Dicen que quienes son honrados siempre estarán en desventajas frente a los tramposos, es por ello por lo que bajo presión en el intento de alcanzar ciertas metas se ven obligados también a ser deshonestos, si a ello le agregamos la ayuda de la tecnología con la cual es fácil y rápido intercambiar cualquier tipo de información que agilizara el serlo, igual si a través de los medios nos enteramos que quienes son modelos de conducta cometen fraudes, las personas llegamos a creer que hacer trampa es lo correcto, lo que nos hace rematar la honradez, como si ya no fuera necesaria con tal de obtener ventaja en una situación competitiva.

jueves, 19 de septiembre de 2019

Corn Fakes News

Ahora, con los grupos de WhatsApp es muy rápido generar pánico y psicosis entre la población, y pior si se trata de esas ñoras que solitas se prestan para atemorizar. No sé, a veces hasta llego a pensar -claro güé, uno también piensa no nada más tú, digo, no dé en balde estoy pelón- que es orgásmico para ellas el fomento de las llamadas Fake News o noticias falsas, porque la neta, en si la mayoría de audios y textos con cierto estilo periodístico son puros embustes: que si el tesoro desenterrado en el antiguo inmueble, que si los robachicas de la camioneta gris con placas de California -creo que eso último es de una canción de los Tigres del Norte, no le aunque, se complementó chingón, además, ni Donald Trump, la puede parar… ¡Ajúa!-, entre otras.

Lo que sí está más terrible son los que se las creen y enseguida se las pasan a sus contactos, lueguito otros de ellos las reenvían y así se hace la cadena de mentiras que en su mayoría, quienes las reciben, llegan a considerarlas verdad; digo, si han llegado a admitir ciertas el titipuchal de veces que han matado a don Chente Fernandez y al Komander, o sea, lo que se trata es de incendiar los ánimos, hasta el grado de que algunos usuarios se atreven a preguntar a la policía sobre la veracidad de lo que están recibiendo. Ellos insisten a pesar de que se les confirmó que se trataba de un rumor, porque ahora hasta sus primos les continúan enviando la misma noticia.

A todos los usuarios del Guatsap -¡uy, que son un titipuchal!-, por piedad, cuando les lleguen mensajes de contenido dudoso y de insegura procedencia o de la tía esa que experimenta placer tipo adolescente con revista de caballeros en mano, no los reenvíen a lo bestia, tomen en cuenta de que esas personas son como una caja de cereal con empaque atractivo pero de contenido nutricional incierto, entonces digan no al Corn Fakes News.

jueves, 12 de septiembre de 2019

La raza de bronce

Estamos a unos cuántos días de iniciar el primer puente etílico de este nuevo calendario escolar, el motivo todos lo sabemos, sí, desde el primero hemos sido bombardeados por el márquetin de la mexicanidad, banderitas, moños tricolores, estandartes por el centro histórico, coches con sobrero, bigotes y zarape que nos programa para que por dieciséis días seamos bien mexicanos, sí, de esos que siempre estamos buscando un pretexto para encontrar rivales entre nosotros mismos, los que le van al América, los que profesan una religión diferente a la nuestra, los que siempre lucen una sonrisa y no tienen ni en qué caerse muertos, luego nos escandalizamos por la discriminación hacia el humilde cobrador de la tienda departamental que nunca le abre la puerta el ingrato vecino a pesar de que sabemos que ahí está.

Los mexicanos tendemos mucho a la discriminación, para muestra ahí están los individuos que por el simple hecho de contar con un apellido extranjero, ¡uy, ya se sienten la divina garza! Ya ni la amuelan, lo más seguro es que su ascendencia francesa sea de esos que hace un titipuchal de años se asentaron en los Altos de Jalisco, o sea, no es para que nos quieran opacar si semos de la mesma especie; aquellos que creen que festejando el cumple del chamaco en equis cadena de restaurantes de comida rápida de franquicia estadounidense ya los hace nice, pos la neta no. Mis primos de los yunaites dicen que allá a esos lugares asisten los indigentes y las personas que son segregadas por los mismos gringos, acá igual, entra uno al local y lo miran como preguntándose, ¿a este wey, quién lo invito? ¡Chale, así o más OGT! Esto me recuerda a los profesores de inglés que entre ellos charlan en el idioma de Shakespeare, con tal de que no se enteren los demás o las secretarias que sin importarles las personas a su alrededor cuchichean. Cosas como esas te dejan haciendo el Mannequin Challenge.

Por más que intento no ser así, es más, ni siquiera pensar en serlo, pues consciente estoy de lo ridículo que uno se ve, a veces no puedo evitarlo y como todo un idiota caigo, pues a pesar de que este texto no va dirigido a ustedes, puede que sí, en el sentido de que es anti-ustedes, haciéndome un sujeto que discrimina también, ya lo dijo el ínclito periodista mexicano Miguel Ángel Granados Chapa: “El problema es que México no puede resucitar porque no está muerto. Pero que le hace falta una resurrección no hay quien lo dude.” Entonces, para que conste, soy también de la raza de bronce y no puedo evadir mis jodidos prejuicios raciales, creo que ni volviendo a nacer.

jueves, 5 de septiembre de 2019

En Internet, todos los gadgets son pardos

A todos los que me mandan solicitud y nunca los acepté.

De las toneladas de basura que uno se encuentra en las redes sociales, creo que no hay peor estupidez que creer en lo que algunos postean, me refiero en el plan de aquellos fatalistas incomprendidos, de esos que se columpian
de sus problemas en lugar de convertirlos en trampolín -si güé, consciente estoy que ni mía es esta idea, se la birlé a Jorge Cuevas de su libro ¡Se buscan locos!-, cuando piensan que al ventilar sus penas logran una especie de exorcismo y lo más lamentable, patético y hasta divertido, son las personas que se solidarizan con sus broncas hasta formar parte de ellas, ¡oye si con las series de Netflix ya tienen de sobra, tomar las de otros está de la patada!

Igual de gacho es observar a todos aquellos que depositan su confianza en los cerebritos mal informados y un titipuchal desubicados que se sienten “autoridades” -sí… entrecomillas- en cualquier tema, individuos que deberían relajarse un poco y no estar haciéndola de tos de cualquier situación donde su supuesta sabiduría les permite externar su “modesta” opinión -claro que entrecomilla, pues es lo que más les hace falta-, dándoselas de muy chipocludos que de tanto se pasan de gandallez.

En redes sociales cuando uno piensa que ya nada puede empeorar, te encuentras con la solicitud de amistad del tipo que de entrada uno cree que es primerizo en eso de sacarse la foto para el perfil, pues se le mira en pose tipo Romeo Santos con camisa hawaiana y la barba hípster, para quien conozca a este mozalbete, pues igual se ríe y lo acepta, pero uno que ni siquiera sabe quién es, miras la foto unos segundos… la neta sí da miedo, y más cuando te das cuenta de que la camisa se encuentra desabrochada tres botones abajo del cuello, no les digo, bajo el anonimato de la internet, es rete fácil disimular cualquier intención, ocultar los defectos bajo un color pardo como el de los hábitos de los monjes.

jueves, 29 de agosto de 2019

El que se mueve no sale.

Para Arnoldo Medina Soto, el cronista gráfico.

Ahora todos somos fotógrafos, me da risa observar en los pasillos de la escuela a la chaviza sacarse una selfi – ¿aún se utilizan? lamentablemente- cada que creen sentirse guapos, haciendo la mirada magnum tipo Zoolander. Por su parte, las chicas sacan la lengua a la izquierda, así como muy YOLO, ¿qué pensaría Gene Simmons de esa otra forma de ventilar el órgano muscular? ¡Si güé, el de Kiss! Cada rincón de la escuela es trasformado en estudio fotográfico, la cafetería, las jardineras, el prohibidísimo césped y sin faltar el cotizadísimo espejo de los baños, sí, con su peculiar buqué.

Cuando las fotografías son en grupo, más de uno sale con las manos haciendo señas, la verdad es de muy mal gusto que unos tipos la arruinen con los cuernitos metaleros -no se hagan, bien sabemos que les gusta el reguetón-, en plan de salgamos como si estuviera chido el desmadre del salón, claro, dentro de veinte años muchos se la van a creer, pero ahora se miran bien nefastos. Desde cuando empezó a sentirse satánica la raza, a ciencia cierta ni se sabe, pero ellos piensan que haciendo los cuernos metalhead son ya contestatarios, y no, nada más están alejados de la realidad, lo que es pior, es igual de OGT como el que saca la lengua y pone ojos de asesino serial, con la señal de “Peace & Love”.

En serio a mí como profesor me da pena eso y prefiero ni salir en la foto, opto por abrirlos como bolillo, además, si acepto por lo bien portado de los chamacos, lueguito mola la tiznada vanidad, obligándome a ocultar la panza que millón y medio de platillos la han mantenido así, disfrazar la papada de guajolote y sacar pecho tipo superhéroe, en pocas palabras soy un poquito más de nefasteishon que ellos para las fotografías.

jueves, 22 de agosto de 2019

Entre creerse escritor e intentar querer serlo.

Algunos de los que posan sus glóbulos oculares sobre este trozo de texto que religiosamente redacto cada jueves, me han preguntado las intenciones del mismo, que si lo hago por ego, es decir, pa´que me tomen en cuenta, ¡naaaaaah! Escribo simplemente por compartir con ustedes, los que me leen y también para aquellos que les dijeron, ¡órale, ya leíste lo que escribió este wee! Conozco a otros que en sus redes sociales intentan expresarse subiendo fotos de lo que comen -respetable, pero no le veo lo atractivo a unas enchiladas con coca sudada-, los que se van de viaje no nada más a Los Amiales, sino a otros países, son una exageración cómo cubren cada metro de su paseo con imágenes, sí, ya sé que conocen muchos lugares paradisiacos, pero… ¿ellos se conocerán así mismo?

Además de lograr expresarme, lo que más importa es compartir las ideas, si a ustedes les gusta, pues qué bueno, pero si no les agrada, espero que no molen mucho. Digo, no crean que uno lo hace esperando el beneplácito de TODOS, además, quien firma lo que escribe ya está acostumbrado a ver jetas, y nunca me ha gustado rogar amabilidad, pues escribo lo que vivo, a veces positivo otras negativo- ¡chale! Esa frase ni es mía, es de Jovanotti, pero le escribo sin comillas, pues de tanto escuchar la rolita ya forma parte de mi programación. Lo importante es escribirlo y el disfrute que ocasiona hacerlo, si quienes lo llegan a leer están en plan de divas y se sienten agredidos, pos honestamente es su problema.

Ya que está hecho el texto, como ahora que lo están leyendo, su aprobación y desaprobación es bienvenida, no esperen que después les brinde alguna explicación, si no le doy explicaciones ni a mi jefecita… imagínate a alguien que se siente aludido o que piensa que lo escribí pensando en él -ni que fuera canción de amor-, neta que no, lo hice con el propósito de compartir mi opinión y no el sentir de los demás, hagan de cuenta que es mi forma de platicar con ustedes, y como ya saben hay con quienes se puede platicar, así como hay con quienes ni ganas dan de entablar una charla.

jueves, 15 de agosto de 2019

El teléfono descompuesto

Cuando intentamos comunicarnos de forma verbal o escrita -que de esta manera no debiera existir ningún enredo-, entre tanta palabra, hacemos un laberinto y no toda la información llega como la pensamos, es decir, se pierde o ignora. Haga un recuento de cuántas veces en plena charla con su pioresnada sucede algo así: -Cariño, ¿me pongo vestido o falda? A lo que tú simplemente contestas – ¡Ajá! Entonces ella arremete colérica: ¿Sí qué? ¡Pareces nango o te haces! Dando origen a posibles argumentos que se convertirán en causantes de divorcio. Lamentablemente tu mujer intentó hacer llegar el mensaje, ella quiso que la información se trasmitiera, pero desgraciadamente el mensaje no se descifró al cien por ciento, es más, hasta se tergiversó por ti.

Algo semejante acontece cuando en plena reunión laboral recibes un mensaje así: ¿Para cenar sándwich o ensalada? Al término de la reunión lo miras y ahora te encuentras veinte mensajes llenos de reproches, a los cinco minutos llega otro con: ¡Estás mudo o qué!

En la actualidad la información que uno recibe tiende a la entropía, donde de un conjunto de mensajes o ideas que el emisor cree enviar, solo uno es captado, y pior, de forma incompleta, debido tal vez al medio ambiente o la influencia de otros factores, que bien pudiera ser estar en la lela.

Igual a veces uno por la ansiedad de trasmitir el mensaje dice menos de lo que cree comunicar o por la infinidad de cosas que nos distraen equivocamos o captamos erróneamente el mensaje: -Bebé, estoy solita, vente a la casa. – ¡Órale, que bien! ¿Llevo algo para langarear? -Tonto, a lo mejor ni tiempo tenemos para comer. – ¿Vamos a hacerlo? – ¡Octavio, eres un puerco! Solo piensas en eso, ¡qué asco! Uno puede pensar bien lo que se va a decir, pero el medio donde se recibe ese mensaje llega a influir en su distorsión. Entonces vienen las rencillas, los malentendidos, las palomitas en azul sin respuesta, los mensajes de WhatsApp del mero chiplocudo de la chamba que se pierden con todas esas respuestas de “recibido”, en pocas palabras, nuestra forma de comunicarnos es el reflejo de lo que hacemos y lo que pensamos o simplemente seguimos jugando al teléfono descompuesto.

jueves, 8 de agosto de 2019

¡Perdónalos Nietzsche, porque no saben lo que hacen!

Cuando a Nietzsche -¡Ah! ¿Fue conocido tuyo o qué?-, le preguntaban por qué únicamente la escritora rusa Lou Andreas-Salome había sido amiga, crítica y consejera, en lugar de su pareja, -pues como ustedes saben, ella se unió a Paul Rée-, éste respondía con el aforismo: “En el momento de casarse debemos plantearnos esta pregunta: ¿Crees poder conversar con tu mujer hasta que seas viejo? Todo lo demás del matrimonio es transitorio, pues la mayor parte de la vida común está dedicada a la conversación”.

Eso lo decía Nietzsche -¿era tu cuate o cómo?-, simplemente porque fue un sujeto enamoradizo que se rendía ante el género femenino fácilmente, obvio que no por todas era bien correspondido, para olvidar amargos momentos se inventó el misógino aforismo: “El hombre ama dos cosas: el peligro y el juego. Por eso ama a la mujer, el más peligroso de los juegos”. Frase que se la adjudicó a Zaratustra, tal vez porque no quería que sus poemas que frecuentemente escribía perdieran credibilidad, recuerden que es considerado de los mejores en su lengua natal.

Entonces no es de extrañar que en el lenguaje de pareja, uno de los dos recurra para entablar comunicación a diálogos como: No, estoy bien, solo estoy cansado, justo iba a llamarte, nunca llegó tu mensaje mi amor, en un ratito llego, ahorita te contesto, sigo en reunión, eres única y especial -como todas las demás-, etc., con tal de continuar juntos, y si ya no tiene a alguien, lo más seguro es que al buen San Antonio lo tengan mollera al suelo, ¡perdónalos Nietzsche, porque no saben lo que hacen!

jueves, 11 de julio de 2019

En la red social más antigua.

Salgo de esa reunión de profesores atolondrado más que otras veces, pues como es sabido por ustedes, la magnitud de los asuntos abordados en ella son inversamente proporcionales a la escasez de acuerdos del cuórum, así como sorprendido de que ahora mis colegas para mantener vigente sus diálogos tengan que recurrir a lo que se escribe en algunos memes, por ejemplo, rematar una frase lapidaria con: “se tenía que decir y se dijo”, sí, ese donde el pollito Kiiroitori azota su ala contra una mesa. La verdad, en un adolescente se le justifica por lo reducido de su lenguaje limitado a lo que lee a través de las redes sociales, pero a un académico, que mínimo leyó los textos obligados durante sus estudios, pues como que no.

Después de bajar de la ruta, mientras dirijo humildemente los pasos sobre esa antediluviana red social, o sea, la calle -que por cierto, está en riesgo de extinción y no quiero que se pierda en el olvido como el MetroFLOG y MySpace-, me aproximo al jardín de la colonia, cuando de pronto detengo el andar para observar a varias señoras ataviadas en mallas practicar zumba a ritmo de Farandulera, dándome la impresión de que las ahí presentes ni atención ponen al “quieren que entiendan que bailando la ponga en posición”, ellas bailan al ritmo de letras machistas que cosifican a las mujeres, tal vez para algunos, con ello sepulten el esfuerzo de quienes han luchado por la igualdad de género y sea una falta de respeto al feminismo.

No soy nadie para censurarlas, además, la liberación femenina implica que como todo ser humano, hagan de sus cuerpos lo que se les antoje y si deciden perder la grasa ejercitándolo mediante canciones de lenguaje sexista y misógino, pues es su gusto y punto, si con ello reafirmen su libertad y autonomía. Aprovecho también, desde acá, para pedirles que no dejemos de utilizar esa red social que es la vía pública, sigamos haciendo de forma artesanal grupos de chat en cualquier acera o esquina, salgamos a la calle a vernos las caras y constatar que con quien hablamos denota sentimientos a través de sus gesticulaciones al charlar y no mediante un frío emoji.

jueves, 4 de julio de 2019

Barro.

Una mañana cualquiera de cierto país, en su elegante oficina el diplomático de agricultura de esa región recibió a un ingeniero cuyo nombre no mencionaré con tal de evitar ofender a alguien que se llame igual -como sabemos, gracias a la Biblia y a las telenovelas muchos tienen el mismo nombre a pesar de no ser idénticos-, con la intención de presentar un estudio minucioso sobre lo que consideraba que los mercados rurales requerían.

Él lo miró y le dijo: No lo voy a leer hasta que no vea barro. ¿Qué barro?, preguntó el ingeniero. El barro en sus botas de recorrer todos esos campos, le respondió. Es más, no quiero oír nada de usted sobre los mercados rurales hasta que no pueda decirme qué clase de cerveza beben esos agricultores, qué hacen sus hijos después de la escuela y de qué hablan cuando están en el almuerzo durante el receso de la jornada laboral.

Pero este informe está basado en una investigación muy documentada, le replicó el agrónomo. Barro, quiero ver barro en sus botas, reiteró el diplomático. Oiga, ¿tiene por casualidad un par de botas? No, respondió con timidez el profesional. Enérgicamente el funcionario le pidió que se retirara de su oficina y no volviera hasta que no hubiera hecho lo que le dijo.

A veces nuestros conocimientos se limitan a fuentes documentales que enriquecen nuestro vocabulario como si fuéramos eruditas en el ámbito de cualquier ciencia, pero si las suelas de nuestros zapatos no se embarran de esa ciencia con la acción de intercambiar experiencias en el lugar donde se manifiestan, entonces aprendimos teorías tan perfectas que no tienen nada que ver con la realidad, son ideas de escritorio, individuos atornillados a sus sillas que no ven más allá de su monitor del computador.

jueves, 27 de junio de 2019

Suerte.

Gracias a un lector, por fin me cayó el veinte de que no a todas las personas les importan esas cosas que rondan por mi cabeza, ¡neta, es que a todos les vale un carajo lo que escribo! Creo que esta vibra enojona que traigo ha hecho que la gente empiece a alejarse de mí, es más, hasta mi pareja está cansándose de eso y ya ni le caigo bien cuando sonrío. De nada sirvió ir a la pirámide de El Chanal durante el equinoccio de primavera a llenarme de energía positiva, si un comentario iba a atrofiar mis torpes intentos de articulista, creo que ya es momento de quitar esos ajos con el moño rojo y el borreguito detrás de la puerta, para atraer la fortuna y alejar la energía negativa.

Salí corriendo al mercado “Manuel Álvarez” en busca de un Pajarito de la Suerte, esas aves que salían de sus jaulitas coloridas para sacar con su pico de una caja cierto papelito al azar con el destino astrológico escrito a cambio de una dotación de alpiste, para mi desgracia los locatarios aseguran que desde hace más de veinte años que ni se ve ninguno, ya se imaginarán por qué la profesión de estas aves desapareció; le pido al yerbero un trébol de cuatro hojas, sale con el cuento de que se le acabaron. En un fallido intento por tocarle la cabeza al pelirrojo carnicero, éste se molesta al grado de refrescarme la memoria de mi santa jefecita; voy a la casa esotérica de al lado en busca de una herradura con colorines incrustados que tampoco encuentro y el administrador se encabrona cuando en mi desesperación intento sobarle la panza a la efigie del Buda de la entrada, para colmo en el restaurant chino se terminaron las galletas de la suerte, además, los muy ojetes no quisieron venderme ese gato dorado tipo cerámico que mueve la manita.

Ahora comprendo por qué esos aspirantes a licenciatura el pasado jueves, antes de realizar el Examen Nacional de Ingreso, se deseaban suerte, y quien firma lo que escribe en su terco escepticismo se admiró de escucharlos, pensando: ¡No manches, basta con estudiar bien! Siempre he creído que si un pájaro hace sus necesidades fisiológicas sobre la cabeza de alguien es pura casualidad, si me toca el corte de caja en el súper o la fila es larga para realizar algún pago es por culpa del destino, igual también cuando me estoy haciendo del baño y la persona que se encuentra adentro no sale. Suerte, ¿dónde andas ahora que tanto te necesito? ¡Buaaaa!

jueves, 20 de junio de 2019

¡Se robaron mi idea!

Por mucho tiempo llegué a creer que ese cuento de que el Himno Nacional se encontraba registrado en los Yunaites Esteits era una leyenda urbana, hasta que en páginas del libro Más pendejadas célebres en la historia de México, su autor Antonio Garci, con los pelos de la burra en mano, muestra una fotocopia en la cual se lee que nuestro Masiosare fue registrado en la editora BMI, a nombre del gringo Edward B. Marks, quien además, el muy gandalla, también registró los himnos de Cuba, Colombia, Venezuela, Argentina, Chile, Francia, Camboya y Japón. ¡Lo bueno que no juimos los únicos torcidos! Ya lo veo después de los días quince y dieciséis de cada septiembre cobrando sus regalías.

Imagino que la musa inspiradora de este fulano fue su paisa Joel Roberts Poinsett, primer ministro de los Estados Unidos en México, en tiempos de la Independencia, quien registró a su nombre y comercializó por toda Gringolandia y Europa nuestra flor Cuetlaxóchitl (flor de cuero o que se marchita), pastora o flor de Nochebuena pa´la raza, pero que en algunas partes del mundo se conoce como Poinsettia, ¡y tú que pensabas que era el nombre científico! Na’ que ver, en fin, otro que se birla una idea nuestra.

Ahora sí que me preocupé, imagínense cuántas existen sin documentar, pues éstas son apenas dos. Entonces, apreciado lector, hagamos changuitos con los dedos para que solo sea mito urbano eso de que un chino patentizó la imagen de nuestra Lupita.

jueves, 13 de junio de 2019

¡Eureka, puras fotostáticas!*

El concepto de originalidad está muy pervertido por el mito novelesco del artista que crea de la nada, el genio que de repente se le ocurre algo, ¡Eureka! Y entonces se vuelve una originalidad, la neta eso no existe en la era moderna, funcionó en su tiempo, allá por los siglos 18 y 19 -¡sí, en arábigo, porque soy bien pinche original!–; pero, vamos a analizarlo, ha pasado el tiempo y las nuevas generaciones que reenvían y vuelven a reenviar memes, stickers, GIF, sin importarles la leyenda de “Reenviado”, les vale un comino si alguien los va a reconocer como ingeniosos, o sea, basta ya de tanta mamarrachada y de considerar al artista como la persona que se le ocurren las cosas como generación espontánea y de repente es el primero en hacer algo, o sea, de su cerebro surge algo bien chido.

En la década de los ochentas, cuando el acné retocaba mi nariz de chile relleno tipo bruja de Blanca Nieves -¡sí, escrito por separado, porque soy rete pinche original!-, me di cuenta de que todo era copia de copia, pues tantas canciones pop italianas que nos hicieron creer Yuri, Daniela Romo y Verónica Castro que eran de su cosecha y pos no wey, mientras un cubanito llamado Franco y nuestro Emmanuel versionaban “Toda la vida” (Tutta la vita) de Lucio Dalla, por su parte, Laureano Brizuela, Menudo y Miguel Mateos invadían las frecuencias de A.M., con la misma rolita: “Cuando seas grande”, ¡oye wey, qué padre canción! En los setenta era la onda que todos al hablar utilizaran el “chido”, en los ochenta escuchar que todo era “padre” hacia original un lenguaje y en los noventa las comas fueron sustituida por el “wey” y en el dos mil, un “o sea” daba ese retoque de autenticidad al habla.

En conclusión, la creatividad es hacer lo mismo siempre pero que parezca que se hizo por vez primera, es decir, fingir las veces que sea hasta que te salga de verdad, entonces, imitar y copiar es la única forma de empezar a hacer cosas auténticas, genuinas wey. ¡Si no me creen! Basta darse una vuelta a la cafetería de la escuela y encontrarse con infinidad de Daddy Yankee, Maluma, Miley Cyrus y Becky G, pues como ustedes saben se copia lo que gusta, así es como aprendemos de niños los hábitos, las costumbres, ya lo decía Picasso: “Los buenos artistas copian, los genios roban”.

*Basado en las chidísimas ideas de Juan Ignacio Delgado Alemany y algunos números de la revista Algarabía, o sea, wey, es una copia de copia, pero bien padriuris.

jueves, 6 de junio de 2019

El fruto prohibido.

Es el fruto prohibido del pecado original, algunos le adjudican propiedades que mejoran el organismo, pues contiene potasio, fósforo, fibra, calcio, sodio, magnesio, hidratos de carbono, hierro y vitaminas A, B, C y E, su nombre también se utiliza para denominar al espacio urbano destinado a la edificación, generalmente cuadrangular, que está delimitado por calles. El suizo Guillermo Tell la sacrificó por salvar la vida de su hijo, de no ser por ella que golpeó el cráneo de sir Isaac Newton, la fuerza de gravedad no tuviera explicación sencilla a los imberbes bachilleres en las tediosas clases de física.

Hércules las birló del jardín de las Hespérides con tal de completar sus doce trabajos, fue el nombre de la empresa discográfica que se convirtió en la pesadilla de The Beatles, y que ahora los mileniall la identifican como el sello corporativo de una marca tecnológica, se ha utilizado su nombre para llamar así a la protuberancia o abultamiento ubicada en la parte delantera del cuello y formada por la articulación de las dos láminas del cartílago tiroides que rodea la laringe.

La malvada madrastra la dio a morder a Blancanieves para causar la sintomatología de la muerte dormida, haciéndonos aficionados a despertar a nuestras parejas de su letargo mediático de WhatsApp con un ósculo de amor -¡Muac!-, mientras que el humano promedio hasta los seis meses de nacido la puede consumir en papilla. El origen de su palabra en latín, tal vez sea la causante de su difusión negativa y que se le adjudique al árbol de la sabiduría que la inocente Eva de su fruto ofreció a Adán, es decir, el malum, que se traduce como “malo” y que alguien en un descuido confundió en la traducción del Génesis con Mãlum, palabra latina tomada del griego que significa manzana.

jueves, 30 de mayo de 2019

Platillos mexicanizados

Dice mi primo que un sábado sin pozole, pos no es sábado, es cuando los colimenses comilones secuestramos las cenadurías desde las 12 del día con tal de echarnos uno de espinazo, trompa y oreja durante la comida. Siempre he dicho que para saborear un delicioso pozole, como el de Colima ninguno, no es igual a todos los de colores que abundan a lo largo y ancho del país, el de acá con su cebolla finamente picada, col rebanada, rodajas de rábano, aderezado con reteharto chile y su limón que cura todos los males, entonces, es por obvias razones que corta los efectos del picante sobre mi gastritis. Así como yo, en materia pozolera igual han de decir los de Jalisco y los de Guerrero del propio, y les parecerá nada atractivo al paladar uno blanco.

Ahora imaginen qué dirán los italianos al probar una pizza con longaniza de Cihuatlán, salsa de molcajete y frijoles de la olla, la neta, se los dejo de tarea; también los nacidos en la Tierra del Sol Naciente se admirarían de encontrar en nuestro país cacahuates japoneses, de entrada el maní es oriundo del continente americano, pero de que forme parte de la dieta japonesa, pues no, la verdad es que es un invento de cierto inmigrante japonés en México.

Gracias a los inmigrantes ahora es motivo de orgullo nacional ese sushi que el ingenioso chef le agregó aguacate, con sus chiles serranos toreados y nadando en salsa de soya pa´ no perder el origen asiático; desde cocinas gringas hemos naturalizado las hamburguesas de arrachera con sus rajas de chile jalapeño y papas a la francesa bañadas de salsa Tamazula, ¡hágame usté el favor! No pierdo la esperanza de que un día de la Candelaria disfrute con ahínco ese tamal de chop suey con el jarro de calpico, ¡Mmmm!

jueves, 23 de mayo de 2019

Una piedra en el camino.

En la infancia quería ser de adulto como John Davison Rockefeller, el empresario petrolero gringo que se decía era un millonario, claro que a esa edad uno alucina con todo, además, creo que efectivamente quien firma lo que escribe de niño era millonario, pero de lombrices, piojos y liendres. Hubo una historia de este personaje que me cautivó, la cual leí en una hoja de periódico justo antes de que mi entrañable tía Cecilia la pegara con engrudo sobre el diseño de sus clásicas piñatas del Pato Donald.

La prensa en ese entonces le dedicaba notas sobre sus inversiones, actos filantrópicos y una que otra excentricidad, esta vez narraban que un día Rockefeller mandó a colocar una enorme piedra obstaculizando el camino a su mansión. Acto seguido se escondió y miró a sus empleados arribar en espera de que alguno la quitara.

Pasaron todos, después les siguieron los comerciantes, socios, amistades, y lo único que hacían era darle la vuelta. Muchos de ellos culparon al acaudalado de no mantener los caminos despejados, pero nadie hizo algo por moverla. Entonces un campesino, cuyas tierras se encontraban cerca de la lujosa casa, vio la roca, descendió de su carcacha, sacó una cuerda de la parte trasera del asiento, la ató al enorme mineral, luego con la fuerza de su vehículo la movió.

Entonces, por el espejo retrovisor observó que en el espacio despejado justo donde estaba el obstáculo había una cartera, la cual contenía medio millón de dólares y una nota del mismísimo magnate indicando que ese dinero era para la persona que la removiera. Ese día el campesino aprendió lo que otros nunca entendieron. Cada obstáculo presenta una oportunidad para mejorar la condición de uno.

jueves, 16 de mayo de 2019

¡Al cliente lo que pida!

El sábado, al pasar por el jardín “La Corregidora”, cerca de la fuente había un grupo de individuos haciendo una especie de u, al centro una persona quien al parecer era el instructor, les hablaba sobre la prioridad del cliente, al acercarme pude ver algunos rostros conocidos, ahí estaba ese que maneja en bermudas rebasando los límites de velocidad, también aquel que habla y escucha improperios en el radio CB sin importarle el pasaje y el que lleva tipo perifoneo el audio del estéreo, o sea, personas que en una o varias ocasiones he intercambiado palabras, conductores de taxis.

Inmediatamente llegó a mi cerebro esa frase de Bill Gates: “tu cliente más insatisfecho es tu mejor fuente de aprendizaje”, experimentando unas enormes ganas de regresarme y participar, pero como no es de mi agrado ir a donde no me invitan, simplemente me puse histórico recordando cómo a algunos de los conductores debemos de pagarles el servicio con dinero exacto, pues si entregas billete de cincuenta, te arriesgas a que se cobren a lo chino, estableciendo su propia tarifa, hablando de ello, con el incremento de la gasolina cada unidad aumenta las cuotas a su antojo, o sea, el rendimiento por litro equivale a cinco o diez pesitos más de lo establecido.

En algunos municipios este servicio de transporte es colectivo -que para los taxistas de la ciudad es una idiotez cobrar tan poquito y recorrer una gran distancia-, en Colima y Villa de Álvarez también cuenta con la colectividad, nada más que acá se cobra por destino a cada usuario, haciéndose de la vista gorda el seguro de pasajero. Además, ahora compiten con los foráneos, pues cada vez es más común verlos chafireteando por algunos municipios.

La verdad es que ya no importa si son “piratas” o si tienen placas regulares, antes de poner un pie dentro del vehículo, además de tomar nota de las placas, número de unidad y nombre del conductor, datos que se encuentra en el tarjetón, el cual debe de estar visible, y si quien conduce no se parece al de la foto, entonces es un posturero, ¡aguas! Ellos en unas cuantas horas quieren obtener un titipuchal de centavos y lo más seguro es que te cobrarán por encima de la tarifa a donde te lleve.

No es culpa suya que alguien decida que usted sea una probable víctima. No hay algo malo en usted. Ni la hora o su ropa. Ni si bebió o no. Ni la distancia en recorrer, el caso es que sí, los chóferes aprenden de sus clientes, pues saben a quiénes estafar y cómo alegar a favor con los que les echen en cara sus transas.

jueves, 9 de mayo de 2019

Mother, did it need to be so high.

La Ciudad de las Palmeras cuenta con la Madre Patria allá por la calle España, un Garibaldi con su titipuchal de mariachis en el barrio Agua Fría, por la Xicoténcatl, no podía faltar Asia en la colonia Oriental y Guanatos es la pintoresca colonia Guadalajarita, en cuyo jardín se ubica el monumento “Madre”, dedicado a la autora de nuestros días, esculpida por el maestro Ramón Villalobos Castillo, Tijelino para la raza. Tal vez para algunos sea más piedra y poca madre, pero de que le rinde culto, es obvio que sí, pues a veces ni nos acordamos que ahí se encuentra, pero siempre ella está al tanto de nuestro trajinar, mientras ingratamente ni la tomamos en cuenta, como algunos lo hacemos en la realidad.

Durante mi infancia hubo momentos en que llegue a creer tener la mamá más ojete, mientras que otros chavos comían dulces en el desayuno, en casa comíamos cereal, huevos cocidos y leche. En la escuela durante el recreo mis compañeros de clase compraban golosinas anunciadas por Chabelo, uno se conformaba con el bolillo relleno de jamón, un jugo de naranja -cuando la economía mermaba agua fresca de Jamaica, arroz o piña– y la fruta de temporada.

Mi jefa quería saber dónde estábamos y quiénes eran nuestros cuates, así como lo que hacíamos cuando estábamos con ellos. Además, teníamos que regresar a casa a la hora que habíamos dicho, ¡pinche reloj! Es más, llegué a pensar que hasta le valía wilson las leyes contra el trabajo infantil, pues nos hacía lavar los trastes, tender la cama, aprender a cocinar, barrer y trapear, quitarle la línea de óxido a los calzones de la marca que usaba Zague y Alfredo Adame, sacar la basura, en fin, una serie de trabajos inhumanos para mi pequeña edad.

En la adolescencia martirizaba con que le teníamos que decir siempre la verdad, a veces daba la impresión de que ella podía leer la mente, ¡qué ñañaras! Los demás jóvenes empezaron a salir de noche a partir de los 12 o 14 años, en cambio, mis hermanos y yo nos dejó salir hasta cumplidos los 18, y a las diez se nos acababa el encanto, ya ni a la Cenicienta se la aplicaron tan injustamente.

Hoy muchos con los que conviví están presos, internados en centros de rehabilitación, hasta sepultados, es cuando agradezco a mi cabecita de algodón que debido a sus exagerados cuidados no he tenido que vivir esas experiencias, pues ella sabía que lo que me jugaba era mi futuro.

jueves, 2 de mayo de 2019

Huele a humano

Como cada sábado religiosamente acudo a los mercados Manuel Álvarez y Francisco Villa con el propósito de comprar los alimentos y abarrotes que durante la semana habremos de consumir, o sea, no le buigo a ese eslogan mamerto de “vas al súper o a la comer”, es más, ni soy totalmente palacio que acá ni existe, pero estar entre los locatarios y convivir con ellos la hora pasadita de compras es todo un lujo.

Esta vez la seño del menudo le indicaba al pescadero que bien podía suprimir la palabra “aquí”, pues se sobreentendía que en su local se vendía pescado. El robusto hombre siguió el consejo y eliminó el adverbio de la pizarra. El carnicero le comentó que sobraba el adjetivo “fresco”, de otra manera no habría razón para venderlo. Aceptando la sugerencia lo borro.

Minutos seguidos, la pollera -quien vende pollo lavado, no la que te pasa a los yunaites con una feria- le dijo que no tenía sentido indicar “se vende”, pues si es un establecimiento abierto al público y lueguito se miran las tilapias, los guachinangos y róbalos, está claro que son para venderlos, y no se trata de un acuario. También lo eliminó.

Por último, el chicharronero le preguntó por qué anunciaba que ahí había pescado. “¡Quítalo! ¡No hace falta! ¡Si huele a pescado desde media cuadra!” El pescadero entonces me pregunta: ¿Profe, y tú qué opinas? Mirándolos a todos respondí, ¡creo que huele a humanos!

jueves, 11 de abril de 2019

La vidente

Cada vez que viene a mi recuerdo veo a la abuela Ramona en el lavadero de la enorme pila que había en casa, junto a las montañas de ropa multicolor, agitando sus gruesos brazos al tallar con tal de sacarle la grasa pegada y lamparones ocasionados por la comida a las camisas, mientras que en el lavatrastos mi madre le ayudaba con la ropa íntima de esa clientela que de lunes a sábado hacía llegar las tinas a tope y que quien firma lo que escribe las acarreaba con el apoyo del patín del diablo -scooters, para los millennials.

Al final de esas jornadas era lo chido, cuando me enviaban por las cocas bien frías, que combinábamos con bolillo relleno de frijoles fritos, galletas pan crema o cacahuates – ¡ah, neta que extraño echarle al refresco los maní y rifársela para degustar el último!-; nos sentábamos en las sillas de otate mientras mi abuela contaba anécdotas de su entrañable Tamazula de Gordiano, una de esas trae a mi borrosa memoria lo que les redacto a continuación: A un usurero que casi a media población lo tenía endeudado con sus préstamos y que nunca terminaban de pagarle, pues iban acumulando redito tras otro, llegó a sus oídos las capacidades de una anciana vidente.

Como siempre, inseguro de todo, mandó traerla para solicitar sus favores, pero con la desconfianza de que tal vez la vieja esa fuera una charlatana que le timará su precioso dinero, teniéndola enfrente le dijo: Mira, para empezar te voy a pedir algo que yo únicamente sé, si aciertas te pagaré lo que me pidas, es sencillo si es verdad lo que dicen de ti, la próxima vez que Dios te hable dile que te revele mis pecados, tú sabes, él tan poderoso los debe de conocer.

A los tres días volvió la ancianita y el tacaño le preguntó si pudo dialogar con el Creador, ella asintió con su cabecita de algodón. -¿Y le pediste lo que te ordené?- ¡Sí, lo hice! ¿Qué te dijo? Haciendo una breve pausa la tierna mujer comentó: Dile al avaro que he olvidado sus pecados. Eso es perdonar de verdad, olvidar sin escupirle en la cara al que te debe algo su ofensa o deuda. Mudo y cabizbajo el hombre con una señal hizo que uno de sus mozos le pagara los servicios a la pitonisa. Gracias a tal experiencia a partir de esa fecha dejó de presionar a quienes le debían e incluso bajo el porcentaje de sus réditos.

jueves, 4 de abril de 2019

Lealtad en el siglo XXI

Lealtad es un concepto tan desgastado en este siglo, sí, el siglo XXI, ese en el que la inteligencia se mide por la capacidad de datos que procesa un teléfono celular, la puntualidad es tan antigua que ya nadie la practica, es más, a veces da la impresión de que ni existiera, además las habilidades y destrezas de las personas están resumidas en una App; para mí, ser leal, de acuerdo con la teoría de la época en que me desarrollé, es ese sentimiento de respeto y fidelidad a los propios principios morales, a los compromisos establecidos o hacia una persona.

El futuro de los valores, las buenas costumbres y de la paz está en manos de quienes tengamos leyes y seamos fieles a ellas, las respetemos, las acatemos y las sigamos al pie de la letra, pues de nada sirve argumentar que tenemos distintos tipos de reglamentos y estatutos si los ignoramos, si nos hacemos de la vista gorda por ser la primera vez, si sacamos provecho de los demás favoreciéndolos al no implicárselos o por quedar bien con alguien, luego nos asombramos de que los jóvenes digan: “Si obedeces todas las reglas, te perderás toda la diversión”.

La neta no se vale que ahora la luz amarilla de los semáforos se interprete como “acelera, porque te quedas en la pendeja con el rojo”, que los políticos se vuelvan chapulines con el pretexto de que en el partido que militaban todo era corrupción, mientras ellos al hacer eso violan sus propios estatutos, que se respalde más a quienes se creen que llegarán a ocupar puestos importantes en la escala laboral que a los que en este momento los ocupan, o sea, es como tener tu propia alcancía a la que más adelante le romperás el cochinito y sacarás un titipuchal de monedas. Es triste respirar ese pinche estrés que genera el ambiente donde cada quien espera su rebanada de queso, mientras otros prefieren huir de la ratonera, faltando al respeto a las leyes, lo cual se traduce en una lamentable pérdida de la lealtad.

viernes, 29 de marzo de 2019

Clavando.

Muchas veces decimos lo que pensamos sin pensar lo que decimos, ¡huy, más aun cuando estamos encabronados! Pior ahora que de tocho hacemos un pancho, esto trae a mi cochambrosa memoria a un chamaco que tenía el carácter de la tiznada, cierto día su papá le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera los estribos, a consecuencia de su descontrolada furia -llámese berrinches-, debería clavar uno en la cerca de madera del frente de casa.

El primer día bien manchado el tipo, pues clavó veinte. Pero poco a poco descubrió que con tan semejante terapia se calmaba. Al final de un tiempo ya no tan fácil se irritaba con cualquier babosada, motivado por ello se lo informó a su padre, entonces el papá le sugirió que por cada día que controlara su agresividad debía sacar uno.

Los días pasaron y el muchacho pudo finalmente comunicarle a su progenitor que ya había sacado todos, fue cuando éste le dijo: Mira m´hijo has hecho lo correcto, pero fíjate bien cómo quedó la cerca, llena de agujeros, es más, ni siquiera es la misma de cuando empezaste, así pasa al decir o hacer cosas con coraje a los demás, les dejas una cicatriz como cada portillo en la madera. Es como hundir un cuchillo a alguien, aunque lo saques y ofrezcas primeros auxilios, la herida ya quedo hecha. No importa cuántas veces te disculpes, las heridas están ahí, entonces el joven comprendió que es tan grave una herida verbal como una física.

jueves, 21 de marzo de 2019

El Nepente

Existen algunas situaciones que se nos escabullen como agua entre los dedos y no sabemos qué hacer, nos invade la desesperación -ahora sí que valimos Wilson- hasta turbar la poca inteligencia que hasta el momento ejercíamos. Víctimas de la angustia, muchos optan por recurrir a quienes pretenden brindarles soluciones mágicas a los problemas con aplicaciones para el celular, hechizos, amuletos, pociones y hasta brebajes.

La verdad sería chidísimo conseguir alguna pócima que, por ejemplo, nos permita tener siempre la felicidad o que existiera el Nepente, que era un remedio que, según los antiguos griegos, curaba los males del espíritu, como la tristeza, la melancolía, la angustia y que además producía olvido, algo así como la borrachera, las drogas de diseño, el WhatsApp y el coito. ¡No se me emocionen! El Nepente con esas propiedades ni existe, –aquí pones el emoji triste. En cambio, el abatimiento, la infelicidad, la angustia, la melancolía, sí existen y de adeveras las muy ojetes, peor aún, en la actualidad lamentablemente parecen cobrar más fuerza.

A pesar de que las personas ponen un titipuchal de fe, hacen su luchita -gastándose una feria- para cumplir a rajatabla las indicaciones del gurú o chaman, es casi seguro, que no obtendrán ningún resultado favorable para ellos, pero eso sí, la cartera del hechicero repleta de billetes quedará.

Otro gallo cantaría si esa misma fe y enjundia pusieran en conseguir la solución a través de un método real, tangible, con los pies en el suelo, seguramente obtendrían los resultados esperados, pero de verdad. Si bien los brebajes, filtros y pociones mágicas no existen, hay otras cosas que no lo son, pero parecen: el amor, la familia y la amistad sincera. Sin ser gurú uno sabe que ellos son la receta de pastillas de la neta, ¡cuidémoslos!

jueves, 14 de marzo de 2019

La culpa la tiene Bond… James Bond

Desde la infancia siempre aluciné con los gadgets que el 007 sacaba en sus películas, es más, en la secundaria hice un reloj que ocultaba en su interior el acordeón para aprobar con diez el examen -¡Ah, no manches! ¿Copiabas? ¡No que muy cerebrito!-; en el bachillerato nunca intenté cortejar a ninguna de mis compañeras, en cambio, copiando – ¡Ya ves! Se te quedó la costumbrita- el estilo de masculinidad que el celuloide nos programaba de James Bond, inútilmente intentaba seducir a mis profesoras.

¿A qué voy con todo este cuento? Resulta que el fin de semana, uno de mis conocidos que se las da de muy enamorado, casi tan narcisista, frívolo e infiel como el personaje de Ian Fleming, nada más que región 4, se quejaba amargamente de que las técnicas de seducir aprendidas gracias al histrionismo de Sean Connery, Roger Moore y Pierce Brosnan -¿dónde quedaron las Daniel Craig?- en la actualidad están fallando, o será que la edad le ha ganado en años, lo que lo desarticuló de la mujer del Siglo XXI.

Debido a lo marchito de su ego, cosa rara en él, que se las da muy canalla y esteta, hipoteco el orgullo al confesarme de que en los antros las damas aceptan las bebidas que les invita, incluso su compañía, pero cuando éste empieza con el truco de resaltar los rasgos que las embellecen, simplemente lo abren como bolillo, dejándolo más solo que dios, o sea, pasa a ser un individuo genérico.

Amigo, piensa que un buen elogio a veces significa burlarse de otras mujeres, tal vez te lo agradezcan, pero neta, tú insultaste primero, entonces no te pongas mamón, cuando ellas no acepten continuar contigo, también borra de tu mente que al invitarles una bebida, implica que exista el compromiso de ser tus compañeras por esa noche. Así que no insistas, pior, no le salgas con la invención de que cuando se vaya la escoltarás porque las mujeres no deben de andar solas afuera debido al peligro de la noche, neta que continuarás cajeteándola al decirle eso, ¡buey, no juegues con el miedo! Suenas hasta amenazador cabrón.

Si tu desamueblada cabeza sigue creyendo que está cañón conquistar a una mujer en tiempos feministas, ¡no seas nango! El machista eres tú, ella solo exige respeto, comprende que a veces uno confunde conquistar con acosar, y la culpa no la tiene James Bond, la tienes tú de tan frívolo que eres.

jueves, 7 de marzo de 2019

Partes públicas

Es irónico nuestro desasosiego por salvaguardar la privacidad de los datos personales que hasta el directorio telefónico se ha puesto a dieta con tal de omitir de sus ediciones impresas y digital la información concerniente a sus clientes, también los del Instituto Nacional Electoral antes de emitir la credencial que para muchos organismos es la identificación oficial, pregunta al empadronado si desea que en esta aparezca el domicilio, dejando a su albedrío si desea hacerlo público.

Aquí viene la parte irónica, creo que hasta ridícula, pues si en nuestro país existe una Ley de Protección de Datos, muchos de los usuarios de dispositivos electrónicos para acceder y utilizar servicios de las redes informáticas con tal de bajar una aplicación o integrarse a ciertas redes sociales proporcionan sus datos privados, ¡no manches, hasta el tipo de sangre o domicilios de los abuelitos! Luego esa información alcanza elevados precios en cierto mercado, además, a través de los likes y los retweet, quienes poseen el dominio de esas redes sociales llegan a conocer nuestros gustos, aficiones, miedos, aversiones y prejuicios que los utilizan para manipularnos.

Regalamos la vida a unos desconocidos, si tan solo reflexionáramos que WhatsApp e Instagram pertenecen a la misma empresa, nos cayera el veinte que la información que proporcionamos en ambas se entrelaza con el meritito papá, o sea, Facebook para los cuates, luego esa información se cruza con la geolocalización de Google y peor aún, si eres de los que accede a estas redes sociales a través del celular, pueque hasta ya se sepan el caminito a la aplicación de la banca móvil que ahí tienes.

Las compañías que venden aplicaciones para que desde tu móvil escuches las mejores rolitas -la neta no pienso especificar el género de música, porque luego me meto en pedos con los gustos de ustedes-, así como tú oyes las canciones, tiznas y tiznas cada rato a tus conocidos con tus pésimos gustos en materia musical, pues la compañía también te escucha a ti, ya que existe en enlace de su app con el micrófono de tu celular, entonces ese cachondeo y las veces que has despotricado en contra de tu jefe, pos… a lo mejor hasta ya sepa la calidad de sujeto que trabaja para él.

Si ya vendiste tu vida al chamuco proporcionándole tus datos particulares, trata de evadirlos tantito quitando la pinche geolocalización, si compras en internet, hazlo a través de alguna tienda de cadena comercial, pero con la tarjeta, ¡ni maíz paloma! Cambia de nombre en las redes sociales y si eres de los que se sacan selfis en paños menores para subirlas ahí, está consiente de que lo que uno sube, ya no es propiedad nuestra, es de todos, entonces no te me agüites si hicieron una guasa de ello, mejor apechuga y calladito te ves más chulo.

jueves, 28 de febrero de 2019

Zapote macho

Los hijos que no tuvimos, se esconden en las cloacas”, dice el cantautor Luis Eduardo Aute en su canción “Al Alba”, fragmento que viene a mi pensamiento cada vez que las señoras del barrio con cierto acento recriminatorio evidencian por qué con 50 años aún no he procreado, diciéndome: “No estás aprovechando tu tiempo”, “no has sabido lo que es la vida”, o sea, como si vivir consistiera exclusivamente en tener hijos y completar el padrón electoral del 2037; la otra cara de la moneda sería si como conejo hubiese procreado cinco chamacos -¡wee, no manches ya es un equipo de baloncesto! Además, si tienes cinco, lo más probable es que los dos últimos ni siquiera los conozcas-, de seguro saldrían con sus consejos: “Oye, no se te hace que ya le cierres” o “te recomiendo utilices este método anticonceptivo”.

Creo que ha llegado el momento de que se descubra el lado oscuro de la paternidad, y no quiero que después de que lo lean decidan no tener bebés y se extinga nuestra especie. Muchos van a decir, ¡este idiota cómo se pone a escribir sobre paternidad si nunca ha engendrado! Es cierto, pero en la adolescencia ayudé a mi jefecita con el cuidado de mis sobrinos desde meses de nacidos, es decir, he tenido más contacto con ellos que sus propios padres, es más, sino me creen lo que uno aprende sobre puericultura, pregúntenle a las asistentes de la guardería donde llevan a sus retoños, ellas sí los conocen mejor que ustedes.

Por ejemplo, si vives por una zona atascada de tránsito, obviamente que le refrescarás la memoria de su santa madre a todos esos cláxones, al igual que a los coches que perifonean desde la venta de sandía fresca hasta pomadas milagrosas, pues lo más seguro es que despertarán al bebé y tanto pinche rato que invertiste en dormirlo. Luego, uno sabe si llora porque tiene hambre, caca, pis o simplemente por llamar tu atención, hay que aprender a descubrir los tipos de llantos e interpretarlos, eso es chingón, si en el inglés fuiste un asno, en esta nueva lengua adicional al castellano debes de ser un genio.

El tema de los residuos de alimento que el organismo elimina como producto final de la digestión, la verdad es muy lamentable, uno llega a creer que desechan su propio tamaño, incluso a veces da la impresión que el cuerpo de un pequeñuelo genera más desechos de lo que le entra por la boca. Cuando solo toma leche, no hay tanto problema con el olor, lo malo es cuando llega la papilla, ahí sí su aroma es tan insoportable como la de cualquier adulto. Objetivamente los niños son preciosos, pero lo que desechan es insoportable. Gracias a esas experiencias, como dijo la más anciana de mis vecinas, prefiero seguir de zapote macho*.

*En mi tierra, así le dicen al árbol de la papaya o lechosa masculina debido a que no da frutos, razón por la cual lo comparan con el soltero maduro que nunca ha tenido hijos.