jueves, 14 de diciembre de 2023

Entren santos…


Llega esta época en la que las neuronas de muchos se distraen con interrogantes tan existenciales como esa de ¿cuándo será la posada de la chamba? ¿Me irá a tocar en la rifa del intercambio el pinche huevón de Narciso? Son tiempos de esa dinámica de “El Amigo Secreto”, a pesar de que los 11 meses anteriores ni se soportaban y ahora sí, hasta buscan la taza que identifique al “amigo”, los calcetines de Dragon Ball que tanto le gustan y no puede faltar la ropa interior en color amarillo pa’ que no le falte el dinero o la roja pa’ que ese compañero o compañera que ni en kermés se casa, por fin lo haga. A quien firma lo que escribe, ni la va ni viene lo de las posadas, pues desde la infancia aprendió que los festejos no eran eventos de gran trascendencia ni mucho menos vitales, es más, ni eso de los cumpleaños, tan así, que a la edad de 6 años llegué decirle a mi madre, que los acaudalados que celebran sus años de vida están peor que nosotros, pues ellos acumulan años y nosotros no.

En nuestro país las posadas – ¡las originales, no esa pachangona etílica que se está imaginando! -, son de gran tradición, significan el preludio de la celebración de la fecha en que se supone nació el hijo del Dios de los cristianos, esas festividades que inician el 16 y concluyen la noche del 24 de diciembre. ¿Sabían ustedes que, durante este mismo mes los aztecas festejaban la llegada del Dios Huitzilopochtli?, nada más que para ellos, el mes de diciembre se llamaba Panquetzaliztli, la celebración comprendía 20 días, en los cuales colocaban banderitas en árboles frutales, estandartes en el templo principal, se escenificaba la tranquiza que la citada deidad les propinó a los 400 huitznáhua y la Coyolxauhqui, en fin, era un abridero de pechos para extirparles el corazón y ofrendárselos al Sol. (ideas mal tomadas del hermoso texto del Boletín Informativo UAEH No. 717, Dirección de Comunicación Social, 20/Diciembre/2022).

Los horrorizados españoles cambiaron esa tradición por las llamadas “misas de aguinaldo”, que fueron mutando hasta romper la piñata, tomar ponche de frutas con pasas adulteradas, recibir unas bolsitas llenas de colación de dulces y frutas, no sin antes cantar esa rolita de: “Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, que, aunque es pobre la morada, la morada, os la doy de corazón”. Pero creo que hoy, a alguien se le ocurrió decir que su casa no es mesón, los santos peregrinos se siguieron adelante, y le abrieron al temido tunante que cambió estos canticos y las velitas por unas cuantas canciones reguetoneras con todo y perreo al calor de las micheladas. Mas noleaunque, mientras en mi interior escuche a la conciencia decir: “Una bella pastorcita, que camina por el río y como bella rosita va cubierta de rocío”.

jueves, 7 de diciembre de 2023

Words.


En 1983, saltaba a la fama el cantante de origen francés F. R. David con la canción de “Words”, esa que en su desafortunado intento por ser una rolita del High Energy, terminó identificándose como una balada por ese tiznadísimo romanticismo de los mexicanos, y que cuya letra de su primera estrofa alude: “words don’t come easy to me”, y es que a mí me sucede algo similar, pues desde la infancia se me hacía difícil y divertido a la vez escuchar el lenguaje coloquial de la gente con la que convivía -palabras de ellos que siempre he respetado-, y cuando mis hermanos que iban a la escuela, intentaban reprenderles todo ese palabrerío con lo que en la escuela sus profes les decían que era lo políticamente correcto del lenguaje nuestro, pues la neta entraba en una paradoja del escaso diccionario que ese entonces poseía.

En una entrevista realizada en el programa español El Hormiguero, Arturo Pérez-Reverte dijo que en la Real Academia Española existe también una división, entre los que pugnan por conservar el español antiguo contra quienes quieren agregar las palabras comunes de las nuevas generaciones, el caso está que en la nueva versión de su diccionario ya serán incluidas palabras como: Pixelar, Big data, Sexting, Var, Perreo, Machirulo, Crack, Criptonita -sin el “K”- y Chundachunda. Esa misma institución que 1992, incluyó en su diccionario “cantinflear” como un verbo intransitivo que define a ese modo de hablar sin comunicar nada útil o con frases incoherentes y absurdas, basados en la forma de expresarse del personaje de Mario Moreno, Cantinflas.

Agradezco que las nuevas palabras sean acuñadas, pues así logro comprender la jerga de las actuales generaciones, como la de “hypeado”, esa que a veces he utilizado para verme bien “chavorruco” al indicar que algo me alucina, y ya que escribo “chavorruco”, es la traducción de kidult, que en el idioma de Shakespeare o Chespier -de ahí, ese apodo de Roberto Gómez Bolaños, Chespirito-, hace alusión al comportamiento infantil de una persona adulta, sin la intención de que rimara con la palabra de origen cubana Seboruco, que significa persona que da muestra de poca inteligencia, pero también la utilizan para nombrar a una piedra preciosa.

Si la “chamacada” de hoy tiene un titipuchal de palabras, por qué de “wey” o “goee” no pasan, es más, hasta de especie de coma la emplean. Y si de palabras antigüitas se trata, uno de mis entretenimientos que resulta de aprendizaje es ver películas del Cine de Oro Mexicano, en donde he descubierto que un tal Joaquín Pardavé en su papel de Don Zacarías Martínez, en la cinta La virtud desnuda, expresó: “esta comida es de una palatabilidad elocuente”; mientras que, en el largometraje Casi casados, el actor Carlos Riquelme, en su papel de juez de paz, se refiere al personaje que interpreta Mauricio Garcés como “un individuo que utiliza otra personalidad para, impunemente, vejar, ofender y zaherir a terceros, sin otra estimulación más que la de vituperar, vilipendiar y escarnecer la dignidad de una dama”. Lector, si, alguna de estas palabras no las comprende, consulte un diccionario y así, su vocabulario se lo agradecerá.

viernes, 1 de diciembre de 2023

Senectud en éxtasis.


Ayer después de casi 5 años, por fin me correspondió ser sinodal de un examen escrito, sí, de esos que llevan instrucciones, en donde los sustentantes tienen que utilizar aquel utensilio de origen alemán inventado por Conrad Von Gesner en el año 1565, llamado lápiz, y que después de que se cercioraron que el humano no es un ser perfecto, Edwar Nairne en 1770, comercializa el descubrimiento de Joseph Priestley, unos bloques de caucho a los que llamo borradores.

Ese día, mientras el estudiantado silenciosamente se dedicaba a responder las preguntas del examen, acomodados en sus sillas, en el interior de un aula o salón, que, por cierto, tal sinergia tiene su origen en el oscurantismo medieval en aquellos establecimientos eclesiásticos -aún no cambiaban la ética por la estética-, en donde al igual que hoy, se respiraba un ambiente relajado, paz que repentinamente se quebrantó con el primer sustentante que a los 20 minutos me lo entregaba, generando con ello la angustia de los demás.

Poco a poco el aula se fue desalojando, la chamacada atrás dejaba el mobiliario, los enormes carteles, esos que inocentemente muchos siguen creyendo que alguien los leerá o lo más patético, que así se concientiza a la población; mientras acomodo cada examen para entregárselos al profesor de la asignatura evaluada, me llena de satisfacción de que aún en esta escuela, la tercera evaluación parcial no la han convertido en periodo de evaluación ordinaria, y así no experimento nostalgia por el alumnado, pero no me hagan caso, estoy en plena senectud en éxtasis.

jueves, 23 de noviembre de 2023

Dime con quién hablas y te diré quien eres.


Siempre he pensado que las cosas que consumimos durante la infancia y la adolescencia nos dejan marcados en toda nuestra vida, las canciones que escuchábamos, las golosinas que comíamos, los programas de televisión, de radio, etc., quien firma lo que escribe guarda muchos de esos mementos -palabra de origen latín utilizada por la psicología para hacer alusión a todo aquello que nos recuerda algo aún más que a las personas-; hoy, que las nuevas generaciones están acostumbradas a ver pequeños fragmentos de videos -¡entiéndelo Martin Scorsese!-, además, en lugar de abecedario expresan sus emociones o ideas a través de gráficos, siguen los consejos, hábitos de consumo y aceptan a ciegas las opiniones de los llamados influencers.

Razón por la cual, ahora a la chaviza la observamos haciendo vídeos para TikTok, Shorts de YouTube, “Instagram Stories”, en donde comparten momentos de ellos o fotografías de otros, que los personalizan con texto, dibujos y emojis, dejando ver lo vulnerable que son, si por ello los demás no se los aprueban. Quienes los observamos, nos vamos con la finta de que quieren sus 15 minutos de popularidad, si eso que suben a diario llegará a convertirse en tendencia que les facture fama y éxito, pero no, cuando en realidad lo hacen porque se sienten solos y faltos de cariño.

En mi época, que no es la cuaternaria como dicen mis discentes, los teléfonos se utilizaban al igual que hoy, para comunicarnos, pero casi siempre esas llamadas eran de forma privada, es más, hasta existían cabinas en donde por una monedita -¡cómo extraño los teléfonos veinteros!-, disfrutabas de hasta 60 minutos de “guaguarear”, así evitabas que tú sacrosanta jefecita te saliera con aquel fragmento de la canción de Pandora: “Y mi madre me dice que el teléfono es caro ¡Qué me dejen en paz!” Ahora no, pues la costumbre de responder a una llamada es hacerlo con el altavoz, donde todos nos enteramos de las pláticas, que a veces están de la tiznada lo que uno sin querer queriendo escucha.

Digo, a uno que chin…tolos le importa que, si María se hizo la rinoplastia y le quedo aquello como la de Michael Jackson, que Felipe por fin salió del clóset, que a Juan lo cacharon copiando en pleno examen de Historia y entre tanto chisme de barrio, resulta que quien realiza de esa forma la llamada se siente muy importante, sin importarle que a su interlocutor lo esté balconeando, y ya ni les cuento cuando voy en el democrático camión repleto de pasajeros, pero varios de ellos sentados con su WhatsApp abierto, ventilan las mejores novelas que ni Yolanda Vargas Dulché en la revista Lágrimas, Risas y Amor escribió, es más, dan ganas de decirles, “regrésate tantito que no alcance a leer lo de tú pareja”.

Volviendo a los mementos, creo que para las actuales generaciones serán como los mismísimos videos rápidos de hasta 60 segundos que subieron a sus chats individuales o grupales, evocarán su feed para ver las historias de su Facebook mental, a diferencia de mi lento y borroso videocasete.

jueves, 16 de noviembre de 2023

El otro, el mismo.



Durante los preparativos del concurso de Declamación, me encontré con un asunto que llegué a pensar que ya estaba superado, ese que en mis años de alumno de la… creo que mejor no menciono el nombre de la facultad, no vaya a ser que a alguien incomode, y tal vez diga: ¡Cómo de esa prestigiosa institución egreso un tipo así!

En aquellos años, gracias a mi amistad con un integrante de Los Espesos -dícese de un grupo de escritores amateurs que se reunían para intercambiar textos en alguna casona de Colima-, conocí la literatura de Jorge Luis Borges, alucinado empecé a intercambiar mis vales de libros que recibía a cambio de las colaboraciones en el suplemento cultural Cartapacios, del periódico Ecos de la Costa, por algunos títulos de Georgie, como así le decían sus familiares a aquel chamaquito que a los 6 años les comentó a sus progenitores que iba a ser escritor.

No satisfecho con los libros, en la naciente Internet de aquel entonces, busqué entrevistas, anécdotas y textos diversos sobre Borges, y fue ahí que leí uno llamado “Instantes”, que lo distribuían como el último del Bonaerense Universal, pero que resultó ser un fake -sí, desde aquellos años ya existían-, engaño que en mayo de 1989, la revista Plural difundió, y que en el libro de “Todo México” de Elena Poniatowska a principios del año 1990 se le continúo atribuyendo también, y para rematar el investigador Miguel Capistran lo incluyo en su compilación “Borges y México” de 1999.

La verdad de quién escribió este texto, continúa siendo un misterio, es decir, sin una fuente fidedigna, pues se le concede la autoría al humorista y caricaturista estadounidense Don Herold y a Nadine Stair, con fechas de publicación distintas, para el primero se dice que fue en el año de 1935 y para la segunda en 1975.

Luego Bono, sí, él mismísimo de U2, en un conocido programa de televisión nacional de 2017, leyó un fragmento de “Instantes”, del chileno Jorge Luis Borges, ya se imaginarán el mitote que esto causó, y si a ello le agregamos las pifias de algunos de nuestros mandatarios, como llamarlo “José Luis Borges”, “José Luis Borgues” o aludir que también a él como a Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias y Gabriel García Márquez, recibió el Nobel de Literatura, hacen que este escritor argentino sea el más citado y el menos leído, ese mismo, que cuando supo que iba a perder la vista debido a una patología congénita decidió leer todos los libros de la biblioteca de Buenos Aires.

jueves, 9 de noviembre de 2023

Misantropía “Godín”



Existe un adagio popular que dice: “Si estás dando frutos, prepárate para las pedradas”. Lo más probable es que en tu vida de oficina, habrás conocido a más de algún Godín que demuestra su desprecio por quien tranquilamente saca su chamba a tiempo, se la rifa haciéndola bien y aún le queda tiempo para socializar, consultar sus redes sociales y disfruta de sus sagrados alimentos en menos de los 30 minutos reglamentarios. Bueno, pues esas personas de pobreza intelectual son incapaces de reconocer como válidas las ideas de sus compañeros, pues creen que los están humillando, y nel, lo único es que, en sus desamuebladas cabecitas, con tanta rigidez y uniformidad, las personas que le echan fibra al empleo no son compatibles entre sus finas amistades, ¡la verdad es que, con esos tipos de compañeros, uno ni necesita enemigos!

A veces me preguntó, ¿por qué se les cae el mundo oficinista por cualquier cosa? Y pior aún, si no está bajo su control, neta que es una pena verlos de capa caída, todo agüitados, pero sin dar su brazo a torcer, pues fingen compartir los éxitos y logros de los demás, aunque por dentro se los esté llevando el chamuco del narcisismo por la envidia de observar las felicitaciones que el jefe hace. Esa terquedad de siempre pensar que ese compañero es una amenaza, que sus intenciones buscan desacreditarlo o ponerlo en ridículo en público gracias a lo cumplido que es con las labores encomendadas; es muy probable que se crea empático e intente fomentar el trabajo en equipo, hable de tolerancia, haga la mimesis de que escucha ideas, mientras su ego las juzga, mas ni siquiera dedica tiempo en saber qué quieren decirle a los demás.

No pueden ser lobos vestidos de cordero, pues los lamentables sentimientos de inseguridad y desconfianza que experimentan ante los compañeros de la chamba que les va bien, los hacen considerarse inferiores, razón por la cual buscan de cualquier forma coartar la creatividad y potencialidad de los otros. Así de tóxicos son, pues como ya te habrás dado color, a pesar de que sean peras o manzanas, no experimentan la empatía por quienes sí la arman chido en sus labores, por eso optan en juzgarlos como si se tratasen de golpes de suerte.

Híjole, con esta lectura creo que ya les has puesto nombres y apellidos a tus cuates de la chamba que presentan tan estólidas características. ¡Calmantes montes, alicantes pintos y pájaros cantantes! Pueque tú podrías ser uno de ellos tambor.

jueves, 26 de octubre de 2023

Las canciones de mi madre.



Gracias a mi jefecita, surgió el enorme gusto que tengo por la música, ella desde nuestra infancia, para dormirnos o calmar nuestras inquietudes, cuando la acompañábamos al río a lavar la ropa de nosotros y de varios vecinos, nos cantaba un titipuchal de rolitas, igual cuando cocinaba y estaba en la máquina de coser confeccionado el vestuario a la medida de su clientela. Ese repertorio era algo ecléctico, desde Leo Dan, Julio Iglesias, Lola Beltrán, Rocío Dúrcal, Javier Solís, hasta su amigo de la niñez y paisano, David Záizar. Ya en la tercera edad, cuando la vida cobró factura en su cuerpo por lo trabajado, con su andar cansado se metía al cuarto de los discos y me pedía que le pusiera mi discman, aquel mismo que en la adolescencia me infectaba de frenesís, ahora a ella con su sordera le era útil.

En esos últimos años, sus canciones favoritas eran 2, la primera, aquella que en 1971 se volvió internacional, debido a la cantante folclórica argentina, Mercedes Sosa, “Gracias a la vida”, cuya letra poética es de la autoría de la chilena Violeta Parra, en la cual hace un repaso de lo que para ella significó lo más importante que la vida le dio. Violeta, la artista que aseguraba que cada ser humano era quien podía decidir el momento de su muerte, bajo esa idea fue que ella en 1967 puso punto final a su existir. Cuenta María Nieves Alonso, en un texto publicado por la Universidad Nacional de Chile, que cuando su paisano Pablo Neruda se enteró de tan trágica noticia, consternado escribió: “De cantar a lo humano y a lo divino, voluntariosa hiciste tu silencio, sin otra enfermedad que la tristeza”.

Mi madre a esta canción la consideraba una oración, un agradecimiento al Creador por lo que ella fue, imagino que si la hubiera escuchado cuando tenía bajo su guía el grupo bíblico de la Colonia Magisterial, la habría incluido en las alabanzas que cantaban entre una lectura y otra, tal como lo hizo con “Amor eterno” de Juan Gabriel y “Los sonidos del silencio” de Simon and Garfunkel.

La segunda canción, es de esas que al igual que la anterior, alcanzó el dominio popular mucho antes de que existiera la Globalización -por cierto, León Gieco dice que, en este tipo de sistema, olvidaron que en algún momento los globos de tanto aire se revientan-, de nuevo la interprete era “La Negra”, Mercedes Sosa, quien con esa “Voz de la Tierra Mecha”, interpreta bellísimo ese poema que hace alusión a quienes han bajado a las heladas tinieblas del dolor, como lo hizo Alfonsina Stormi, quien buscó mitigar su incansable sed de ternura en las aguas del Mar de La Plata hasta mitigarla, envolviendo las lágrimas con la espuma del mar, hasta perder la vida, y que gracias a la pluma de los argentinos Ariel Ramírez y Félix Luna, quedó inmortalizada en una hermosa zamba, llamada: “Alfonsina y el mar”.

Recuerdo que cuando le explique a mamá la historia de esta rola, ella se limitó a decirme: “Morir no es la peor tragedia, lo trágico es morir por adentro mientras se está vivo”. Hoy mi jefecita ya no se encuentra conmigo, lo más seguro es que esté en Albanta, observando pastar al Unicornio Azul, mientras yo rodeado de gente nefasta sueño con serpientes entre la civilización de la Playa Girón, con la esperanza de algún día irle a visitar y justificarle que pasaba por aquí, ningún teléfono cerca y no lo pude resistir.

jueves, 19 de octubre de 2023

¡Sálvate!



Octubre, mes de series de terror, que la verdad, este género nunca me ha gustado, es que esos repetitivos temas de los espíritus -que no son chocarreros-, zombis -que tampoco son de Sahuayo-, asesinos o tramas psicológicas muy rebuscadas y profundas, que están bien de
 pinche hueva, y, además de los avistamientos de ovnis en el cielo mexicano, descubrimiento de presencias extraterrestres entre nosotros, sumémosle los extraños huracanes con nombres de lista de cualquier escuela de por acá: Adrián, Beatriz, Norma, Calvin, Otis, Dora, Pilar, Eugene, Ramón, Fernanda, Salma, Greg, Todd, Hilary, Verónica, Irwin, Wiley, Jova, Xina, Kenneth, York, Lidia y Zelda.

Todo ese sinfín de sorpresas que este octubre nos hace vivir, no se compara al miedo que se distribuye de forma gratuita en las redes sociales, con sus vídeos que erizan los vellos, mensajes de audio tipo pódcast con acentos de “El Monje Loco” o “La Mano Peluda” y esos larguísimos textos sobre catástrofes que se avecinan. Por ejemplo, si un huracán o tormenta tropical se acerca, el primer aluvión que nos inunda los Gigabytes del teléfono son esos amarillistas mensajes que de tantos, con tan solo ver caer las primeras gotas ya queremos poner distancia de por medio, tal como sucedió la vez pasada, que antes de concluir la jornada laboral, mientras disfrutaba de mis sagrados alimentos en una de las diversas cafeterías que pululan, a mi lado pasa una secretaria corriendo con zapatillas en mano, segundos después varios del personal de servicios del turno vespertino raudos con rostros angustiados a tropel se abren paso, era una estampida en donde mis compañeros trabajadores huían al cataclismo que se avecinaba, choques de coches en el estacionamiento, personas cargadas de bolsas con comida y hasta con 10 paquetes de palomitas de Rigo; enormes filas en los checadores.

Era como si estuviera viviendo una escena de aquella película del director alemán Roland Emmerich, “2012”, pues se escuchaban gritos de ¡Apúrate! ¡Ay, cómo se tardan en apagar sus computadoras! Jefes que abandonan las instalaciones antes que sus subalternos, para no tener responsabilidad alguna les dejan las llaves pa’ que dejen bien cerrada la oficina y al final, en esta ocasión como dijera Chava Flores en su canción “ni un chisguete”, pero eso sí, por la tarde volvimos a los saldos de series de Netflix. Tiempo después, pero ahora con chubasco intermitente se repitió el caos, las prisas por irse, largas filas en los checadores, líos en el estacionamiento por intentar salir al mismo tiempo, y en mi desordenada cabeza surgió la pregunta, ¿la prisa era por salvarse o temían que los regresarán?



jueves, 12 de octubre de 2023

El que domina la mente, lo domina todo.

Durante la infancia me alucinaba un buen con los cuentos de Kaliman y sus extraordinarios poderes, como telepatía, telequinesis y levitación, por cierto, la frase más perrona de él, que aún la llevo grabada es: “El que domina la mente, lo domina todo”; ¡híjole! Cuando a través del programa “Para gente grande” que conducía Ricardo Rocha estuvo de invitado Uri Geller quien con su tacto doblaba cubiertos, terminé bien hypeado, igual cuando Luke Skywalke, estirando su mano movía los objetos sin tenerlos que tocar, era la neta.

¿A qué voy con todo esto? Resulta que hace unos días tuve la fortuna de probar esa frase tan chingona de Kaliman. Ustedes no están para saberlo, ni yo para contárselos, pero este artículo tiene su antecedente, pues por varios meses, al salir de casa para dirigir mis humildes pasos hacia la chamba, todas las mañanas encontraba excremento de perro a un lado de la puerta del cancel de su casa, que es la mía – ¿creo que la frase es al revés? -, entonces, un sábado decidí a espiar para descubrir que la mascota era de mis vecinos, quienes le abrían su domicilio, el animal, este muy ufano salía, hacía sus necesidades fisiológicas afuera de mi cancel, la señora le volvía a abrir para que regresara a su casa y ellos muy a gusto, mientras que a mí me tocaba limpiar las inmundicias.

Fue cuando recordé esas infalibles enseñanzas de mi abuela materna, como aquella vez que llovía a cantaros y con una sinfonía de rayos a tope, nos enseñó que con las toallas tipo turbantes en la cabeza evitábamos atraer las descargas eléctricas de La Madre Naturaleza hacia nosotros. Esta vez, ella, la mujer anciana que lavaba ajeno, a quien yo le ayudaba  llevando la ropa a entregar a las amas de casa de la colonia Magisterial por una Coca-Cola y la bolsita de Pizzerolas de Sabritas, me develo uno de los misterios de la humanidad más ancestrales y poderosos, que simplemente consiste en enganchar ambos dedos índices de la mano y hacer fuerza para que un perro no haga caca, y ahí estaba la mascota de mis vecinos caminando como charro con las patas arqueadas y sin salir nada por su esfínter, mientras sus ladridos se asemejaban a los maullidos de aquel pobre gato viudo -gracias Chava Flores, por el texto-, mientras mi vecina echándome su mirada de refrescar la memoria de mi Santa Jefecita, balbuceaba que me iba a demandar por maltrato animal.

¿Cuál maltrato? ¡Si ni siquiera lo había tocado ni insultado! Pero en el interior de mi desordenada cabeza, se escuchaba la voz del Hombre Increíble, ataviado con su casaca de seda, turbante con una piedra rubí al centro decirme: “El que domina la mente, lo domina todo”, mientras mi abuela allá en el barrio que hay detrás de las estrellas, orgullosa les presumía a los ángeles y serafines la proeza de su nieto.

jueves, 5 de octubre de 2023

Incluso en esos tiempos.



Los abuelos de mi generación eran además de sabios, todos unos farmacéuticos, recuerdo que cuando estaba mal de la panza y me llegaba “él corre que te alcanza”, inmediatamente mi abuela, compraba una gaseosa sabor limón que le echaba 3 cucharadas de almidón de maíz o preparaba un brebaje al que llamaba “Limonate”, que incluía café molido, jugo de 2 limones, granitos de sal y agua, ¡vóytelas! Santo remedio. Y es que los bolillos con mantequilla repletos de azúcar eran la neta, al igual que los churros con chocolate en agua, así como “Los Machitos” con chile de molcajete -por cierto, ningún colectivo se incomodaba-; es más, algunos sexagenarios premiaban a sus nietecillos bien portados o que le iba bien en la primaria con una copita de vino tinto o rompope.

Cuando nos llegaba muy caro el recibo del cobro por el uso de la energía eléctrica, la abuela colocaba un vaso con agua sobre el medidor para que el próximo ya nos llegará más tolerable al bolsillo; con la seguridad de la bendición de nuestra jefecita íbamos a la playa tres adelante y cuatro en el asiento de atrás del coche, en esa época era común que hasta cuatro se subían en las motos para transportarse, los automóviles se podían estacionar en cualquier lugar a cualquier hora del día, y lo mejor, circulaban con menos prisa que hasta te podías echar una cascarita de fútbol o jugar al Changarais en la calle, con el único riesgo de que la pelota te la ponchara la vecina porque cayó en su casa y en el pior de los casos que al lanzar un palo del citado juego de origen filipino rompieras el cristal de alguna ventana.

Eran tiempos en los cuales ni las resorteras ni las ligas que tiraban cascaras de naranja o de lima se consideraban armas peligrosas. Disfrutabas las tardes lluviosas de agosto -sí, incluso en esos tiempos llovía, hoy no-, sentado alrededor de la silla mecedora cuando la abuelita te platicaba historias inverosímiles y como no existía Google, se las creíamos, las puertas y ventanas durante el día podían permanecer abiertas sin el miedo de que se metiera alguien a robar, uno podía salir de casa y estar incomunicado sin teléfono durante horas y horas sin que nadie te molestará, se jubilaban a los 30 años laborables, eran amigos de sus nietos, ahora no y, lo más lamentable, los han convertido en patéticas pilmamas.

jueves, 28 de septiembre de 2023

Mi historia entre tus redes.



Muchas veces lo he pensado, y más cuando entró en plan filosófico – ¡Ajá, brincos diera! -, de dejar de publicar en Facebook, porque me parce una incordia eso de que los demás piensen que con colocar un emoji ya interactuaron conmigo, y más ahora que en un pinche estudio realizado por una universidad “equis” extranjera, dice que si cambias una vez por semana la foto de perfil estás proyectando inseguridad, que si eres de esos que le encanta escribir Frases Famosas, es simplemente para justificar tus decisiones o que si escribes indirectas a tus contactos -chequen bien, no amigos, pues a varios que tienes agregados a veces ni los conoces-, simplemente estás demostrando tú cobardía al no encarar alguna situación y “lo pior”, que aquellos que les encanta colocar Memes, simplemente son personas que evidencian su propia falta de humor.

Ya ni la amuelan, en mi época los investigadores de las universidades, generaban cosas interesantes por ejemplo lentes de contacto que se disuelven en minutos en el ojo, identificaron proteínas que ayudan al diagnóstico temprano del glaucoma, un popote de bioplástico a partir de cáscaras de mango y baba de nopal, hasta un antibiótico contra la tuberculosis. Mientras que los actuales parecen que con sus descubrimientos se asemejan a los artículos de aquella revista de los 80’s llamada Eres: ¿qué tipo de Barbie o Ken eres según la foto de tú perfil?; ¡Aprende a colocar tu rostro con IA en una película de Bruce Willis!; Las 10 posturas preferidas por las chicas, la número 7 las vuelve locas; y uno imbécilmente le da clic y con eso les regalamos las direcciones de nuestros contactos, ojo, no amigos, jajajaja, lo repetí a propósito por puro sarcasmo viral.

Mientras que el hermano menor del Feis, siiiií, el WhatsApp va por el mismo camino, de entrada, el avatar que te ofrece ni se parece a uno, luego aquellos usuarios que cuelgan las palabritas de “ocupado, estoy durmiendo o en la escuela”, ¡weeee, si en realidad estuvieras así, no deberías estar leyendo lo que te envían! Neta que eso me convierte en un misántropo.

Si por alguna razón en sus muros o comentarios ven que les he puesto corazones, es que la verdad me da flojera quejarme. En conclusión, cuando tus contactos -no amigos, jajajaja- te sigan respondiendo con emojis, no te engañes, la neta es que les da hueva escribirte algo, mejor diles que te apliquen la de “Dejar de seguir”, o ya de plano tú mismo dale la función a lo que posteaste de “Esconder la publicación” y santo remedio.

jueves, 21 de septiembre de 2023

Testofobia.



El enemigo de los mexicanos, además de los penales y sus propios compatriotas, son los exámenes, ya sea escrito, impreso o digital, el examen es un rival fuerte que, con tan solo escucharlo, se nos pone la piel chinita o como vulgarmente se conoce, “de gallina”, ni se diga cuando lo estamos tratando de resolver, nos invade la transpiración en todos los recovecos anatómicos, de pronto se nos acaba el oxígeno, ocurre un accidente vial entre la sístole y la diástole, se bloquea el cerebro – ¡otra vez! -, se nos empieza a mover el mundo, y es que a nosotros los mexicanos, desde la infancia nos ha tocado bailar con la más fea, pues con tal de amedrentar esos ímpetus berrinchudos, los progenitores recurrían a la filosofía del miedo y nos asustaban con El Coco, El Robachicos, El Señor Tlacuache o El Ropavejero – ¡pinche Cri-Crí! -, las brujas, entre otras abominaciones basadas en personajes de relatos que hoy se consideran patrimonio nacional de la educación doméstica de nuestro país.

Y si a ello le agregamos que quienes ejercemos la profesión de la docencia, muchas de las veces elaboramos preguntas -bueno, si es que las sabemos plantear- que no seriamos capaces de responderlas ni nosotros mismos, además, algunos como saben del pánico que cunde entre el alumnado sobre el examen, pues lo utilizan al igual que los monstruos de los progenitores pa’ infundir miedo.  

Ese miedo a realizar exámenes a cualquier edad, es consecuencia del trinomio éxito-fracaso y competencia, que genera inseguridad. Uno piensa que vence al enemigo memorizando los contenidos a evaluar, obviamente si lograrás superarlo y obtendrás una calificación hasta de 10, pero de aprendizaje nada te quedará, lo que don Carlos de la Isla en su tiempo denominó como “Educación de Loros”, en donde el ave repite las palabras que escucha sin saber sus significados. 

En sí, los monstruos no crean el miedo, sino que el miedo es quien crea a los monstruos, basta con hacer memoria de cuántas mamás mexicanas con tal de que sus chamacos malcriados dejarán de serlo los amenazaban con regalárselos al Ropavejero. Imagino que por ello es que en el Himalaya existe el Yeti, en Escocia Nessi y en los mares el Kraken, todas fantasías creadas por el ser humano para tener al rebaño perplejo, pero los exámenes si existen, no le saque y aprenda bien antes de realizarlos y comprobaras que la testofobia, ese temor a los exámenes es tan solo parte de tus inseguridades.

jueves, 14 de septiembre de 2023

¡Por los buenos (y rucos) tiempos!



Si eres de los que de niño se “fumaban” un cigarrito de chocolate, de esos que en la punta sobresalía el celofán rojo como si fuera lumbre o de aquellos adolescentes cuya jefecita les cachó en el baño con una revista de ñoras en traje de Eva -sí, la de Adán-, ¡no lo niegues! Hoy la neta no comprendo por qué se te erizan los pelos o pones cara de confusión cada vez que en la cafetería escuchas a uno de tus alumnos decir que para copular sin riesgo a un embarazo no deseado se realizará la vasectomía y ya cuando sea grande se la quita.

¡No te agüites! Admite que, a su edad, y en una época menos tensa que la de ellos, tuviste el sueño guajiro de ser un rebelde social y lamentablemente fuiste la absurda mimesis Alpha de tu generación; hoy ese morro mal portado de plena efervescencia hormonal, con 2 dedos de frente que fuiste es tan solo una botarga godinezca y hasta con 5 dedos de frente, que se pasa horas nalgas cultivando hemorroides en una oficina, ese mismo que ya no se puede ir de pinta, pues tiene que checar, ni apreciar la belleza de féminas al estilo James Bond -me refiero al original de Ian Fleming, no él que nos vendieron en la última película-, pues chance y hasta… si ya te las sábanas, para qué cobijas.

Si no soportas esos corridos tumbados que utilizan palabras relacionadas con actos violentos, armas, etc. y el reguetón​ con sus letras misóginas que a la chaviza de ahora les gustan, pero, si tú a su misma edad te pedían que le bajaras al volumen cuando sintiéndote todo un heavie escuchabas We’re Not Gonna Take It de Twisted Sister y te enchilaba cuando alguien les decía payasos rockeros a Kiss, ¡aliviánate! Fuma la pipa de la paz con el “aborrecente”, perdón, adolescente insoportable que llevas dentro, sí, ese que estaba lo bastante crecidito como pa’ir al bachi; es hora de poner las barbas a remojar y sacar tú actualización 2.0, invade las redes sociales con las “nangueras” que en tu edad de la punzada -si un tal Xavier Velasco, reclama esta frase como propia, pos… muchas gracias, si es de él- te hacían correr por las venas aquella fértil adrenalina, hasta escribir: ¡por los buenos (y rucos) tiempos!

jueves, 7 de septiembre de 2023

Semos mexicanos.


Entradito septiembre, con tan solo observar esa mixtura de escarcha y luces por el centro histórico alusivo a las fiestas patrias, como que reflexiono sobre qué nos hace ser mexicanos, digo, si de entrada uno con nacer en este país ya lo es, creo que no es necesario que únicamente te sientas del 1 al 16 de septiembre, ni porque tus colegas de la chamba te lo refresquen con su fiesta dizque nacionalista y todo se resuma a degustar comida, que a veces el menú ni al caso de patriótico es.

Somos mexicanos, porque a los seleccionados de futbol, de pendejos no los bajamos cuando pierden en los penales y cuando ganan nos solidarizamos con ellos diciendo que “ganamos”; somos mexicanos porque le decimos Merlina a Wednesday Addams, también, porque a Choo-Choo, ese gato rosado de Don Gato, además de hacerlo yucateco le identificamos como Cucho, mientras que por culpa de Editorial Novaro a las identidades secretas de Batman y Robin las conocemos como Bruno Díaz y Ricardo Tapia.

Somos mexicanos porque la comida sin chile no nos sabe rica, porque no contamos las tortillas, simplemente las comemos, igual, porque el limón es el mejor remedio contra todas las enfermedades y el más chingón antiséptico; somos mexicanos, porque sin que nadie nos invite a una pachanga, vamos y cuando nos invitan llevamos a más invitados nuestros. Somos mexicanos porque nos encanta regatear la orfebrería a nuestros autóctonos artesanos y presumir ese carísimo iPhone que aún no hemos terminado de pagar en la finísima tienda departamental.

Somos mexicanos porque cuando algún familiar se va a las “Europas”, queremos que todo México se entere, subiendo fotos al feis de estos visitando museos de allá y ni siquiera los de acá conocen, somos mexicanos porque sin tener ninguna influencia del país nipón, inventamos los cacahuates japoneses y las enchiladas suizas sin ser europeos, somos mexicanos porque nos la rifamos con esas invenciones gastronómicas de la torta de tamal, el pambazo relleno de enchilada o guajalota y la concha de chocolate repleta de frijoles fritos. ¿Entonces pa’ que limitar la mexicanidad a un mes? Si semos mexicanos siempre.

jueves, 24 de agosto de 2023

Animalitos.



En memoria de Toncho, ese miztli que fue tan chido.

Años atrás no comprendía las causas de porqué mi madre les lloró a las 2 palomas que murieron o cómo se despidió de Periquín con un beso en el pico cuando lo enterramos cerca del rosal que se ubica en la cochera, ni cuánto extrañaba a sus 3 perritos que las pinches enfermedades se los habían arrebatado, de cómo nos pidió en actitud berrinchuda que le consiguiéramos otro gato cuando la Litzy se murió, y cuando ella en el hospital donde la perdí, horas antes me heredaba los cuidados de Toncho, un felino blanco como las nubes del cielo, quien al no volver a verla regresar a casa, de tristeza dejó de comer por varias semanas, haciendo que cumpliera mi promesa de cuidarlo, internándolo en aquella veterinaria, y que gracias a las habilidades de la médica Ivonne, lo reintegró a nuestro mundo por 5 años más, pero que la mañana de este lunes una móndriga neumonía, le causó la muerte mientras permanecía en la incubadora de la veterinaria, creo que la única vez cuando un michi te rompe el corazón, es cuando el suyo deja de latir.

Esas mascotas que socializamos los seres humanos, nosotros, los llamados homo sapiens, los seres inteligentes y civilizados, que de acuerdo a la historia misma, hasta la fecha no se ha visto que lo demuestren al 100%; es que nos creemos tan superiores, cuando despojamos de su condición humana a los asesinos, terroristas y violadores, y los equiparamos con los animales, pero, los animales no inventaron las armas, ni la silla eléctrica, ni la bomba atómica, ni la cámara de gases, tampoco declaran la guerra ni matan por ambición o por hacer daño, y ni se pelean con sus semejantes por ideología o porque le van al equipo de futbol contrario.

Mi gato, era incapaz de hacerme daño, solo se limitaba a dejar una estela de pelos por toda la casa, se arrimaba para que le acariciara el lomo y la cabeza, ronroneaba mientras veíamos la televisión, me recibía al llegar a casa, con el interés de que le diera su alimento. Ahora que ya no lo tengo comprendo el aprecio de mamá por sus animalitos, imagino que por eso el escultor británico Hywel Brân Pratley, a la efigie de bronce que hará de más de 2 metros bañada en bronce conmemorativa a la Reina Isabel II, la diseñó para dejarla inmortalizada junto a sus perros corgi.

jueves, 17 de agosto de 2023

Basurita coquetona.


Ya lo escribió Julio Cortázar, en ese mi libro fetiche de
 Rayuela: “cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo”, y es que uno no es que sea antisocial, simplemente hice de mi casa mi propio patíbulo -mero parafraseó de ese Canto XIII de El Infierno, extracto de La Divina Comedia de Dante Alighieri, donde se castigan a los violentos contra sí mismos-, y es que en el hogar conservó todo lo que me gusta, “basurita coquetona” que los millennials desconocen, cds, vinilos, casetes, cómics, así como juguetes Lilí-Ledy y Ensueño; además, estar en lugares donde uno no desea permanecer, como que es de mala suerte, y no es que sea supersticioso, pero la neta, el saber de antemano que uno pasará un mal rato al no tener nada que hacer de provecho será una profecía autocumplida.

Mientras que los juguetes no son de adultos, más bien, aquellos monitos que en mi infancia hacían volar la imaginación, por cierto, era todo un alucine esa canción de Francisco Gabilondo Soler –Cri-Crí para la raza-, llamada “El Baile de los Muñecos”, en la cual se anticipa a Pixar con su Toy Story, cantándonos la historia de unos juguetitos que todos los días a las 3 de la mañana se avientan un bailongo o de esos guateques que concluyen hasta el alba, y ahí me tienen, cuando el pis a deshoras de la noche me despertaba, esperaba con curiosidad ver echarse un zapateado al Kid Acero con la Mujer Biónica.

A los cómics les guardo mucho aprecio, con ellos nació el gusto por la lectura, es más, a los 6 años le pedí a mi madre que me enseñara a leer, para así comprender lo que decían los dibujos, ahí me tienen haciendo sonidos guturales mientras practicaba gracias a la pedagogía de El Silabario de San Miguel -pequeño folleto de 8 hojas, impreso en rústico papel revolución-; mientras que la música, pues nos hay nada como escucharla en sus formatos originales que resaltan los 24bits/192KHz de la grabación, olvídense de esos datos en streming austeros y comprimidos de malísima calidad de audio, que por cierto, con la llegada de MP3, Apple Music, Deezer y Spotify, se acabaron aquellas joyas de los conciertos grabados, entre mis preferidos resalta el “101”, de Depeche Mode, grabado en 1989.

Dirán que todo es pura cuerda, ¡yo ni le hago eso! Pues quien cuerda te da ahorcado te quiere ver, más, existen quienes piensan en la actualidad que, al colocar emoticones en el WhatsApp, los que los reciben experimentan las emociones expresadas, pos no, date de santos que de perdida fuiste leído, o sea, si se te pusieron en azul las palomitas, pues sino, lo más seguro es que te genere un desconchinfle nervioso. Espero que antes de llegar al punto final del texto le sigan puntos suspensivos existenciales, de esos que afloran la diástole del núcleo de mi pecho, y ahora me comprendan más que antes, en fin, yo soy Marcial, y, ustedes no.

jueves, 10 de agosto de 2023

Senectud en éxtasis.


Llegar a la edad… ¿cómo le puedo llamar sin ofender a alguien? En la época que contaba con 2 dedos de frente -¡sí, en algún momento de mi mocedad tuve abundante cabello!- les decíamos viejitos, ahora las voces más típicas les llaman adultos mayores o de la tercera edad, es decir, descartamos esos términos tipo conductor de noticias en horario prime time como el de personas de edad avanzada, población mayor, ancianos, seniles o señores, mientras las y los nietos sin ningún complejo les continuaran diciendo abuelos o abuelas. De acuerdo a cifras de la Organización Mundial de la Salud, en el año 2050, el 22% de los habitantes del planeta serán mayores de 60 años.

Nuestros viejecitos, que a esa edad guardan en sus memorias los sabores y los saberes, ellos, quienes desean ser acompañados y escuchados como alimento que les nutre el alma, en donde reposa aquello que les adorna el altar de la memoria y las remembranzas que iluminan las veladoras que llevan escrito cada uno de los nombres de sus familiares. Una calurosa mañana de este verano infernal, lo volví a encontrar con su pantalón bien planchado, de esos que señalan el doblezpli, ataviado de una guayabera pulcra, sin arrugas ni lamparones, con más de 80 años encima, oliendo a jabón de tocador, sentado en la banca del jardín; individuo que tres cuartos de su vida los dedicó a trabajar hasta generar una empresa con la cual obtuvo buenas ganancias.

En esta ciudad de todos y de nadie, si ya no caben los muertos en El Camposanto, menos los vivos en las casas, este hombre senil, con 4 hijos que ya no quieren responsabilizarse de él, y, que, en su búsqueda por la perpetuidad hogareña, ya no la encuentra ni en casa, si a ello le agregan su feroz resistencia a la tecnología, situación que le ocasiona que sus vástagos lo lleguen a considera un estorbo.

Al verme pasar, me saluda y de su bien amueblada memoria, me dice: “¿te acuerdas que iba a ir a preguntar sobre la estancia en un asilo?” – ¡Ah, neta! ¿Qué le dijeron? En su argumento, comentó estar agüitado por mí, pues en esa casa hogar para ancianos -cuyo nombre reservaré para su morbosidad apreciado lector-, las mensualidades por estancia están divididas en 32 mil, 16 mil y 8 mil, o sea, por categorías, que para un ser tan ordinario como quien firma lo que escribe, pues no alcanzaría más que pa´ la última. ¡Pinches estereotipos!

Estaba entusiasmado y triste a la vez, pues ahí se encontró con varios de sus amigos, que por lo avanzado de la edad ya no lo reconocieron, además, no vio ninguna enfermera que le subiera la fiebre; pero que tranquilamente esperará a que le suceda lo mismo que a sus conocidos, ya no se acuerda de algunas cosas, y cuando olvide por completo quién es, lo más seguro es que comenzará a vivir la senectud en éxtasis.

jueves, 3 de agosto de 2023

La gran familia Robinson.


En 1719, Daniel Defoe publicó la primera novela inglesa, llamada La vida e increíbles aventuras de Robinson Crusoe, que con la popularización todo mundo la conocemos como Robinson Crusoe, en donde se describe la autobiografía ficticia del protagonista, un náufrago inglés que pasa 28 años en una remota isla desierta, y que con el paso del tiempo se adapta a la soledad, una soledad que le hace apreciarla, de darse cuenta que la ausencia a veces vale la pena.

Así como la soledad acompañada que a diario observo, novios sentados en las oxidadas bancas del oscuro jardín, que ya no buscan las tinieblas para darle rienda suelta a sus instintos carnales, sino, para estar cada quien sumergidos en las pantallas de sus teléfonos celulares; hortera soledad de ese desayuno familiar en lujoso restaurante, en donde cada integrante ausente de la situación, pero presentes en el WhatsApp. Clases, charlas o presentaciones en donde el interlocutor solo es escuchado por su propia conciencia a punto de la renuncia a su auditorio cautivo de la telefonía.

Ya no importa, es más, ni siquiera existe, ese antropófago civilizado llamado Viernes, ahora se trata de un dispositivo o aparato telefónico, portátil, que con el cual ya casi nadie realiza llamadas, o sea, su verdadera esencia, ahora se ha convertido en ese balón de voleibol con quien hablaba otro náufrago, de nombre “Wilson”, que nos hace formar parte de la gran familia Robinson a quienes habitamos esta isla desierta conocida como planeta Tierra.