jueves, 28 de noviembre de 2019

Hasta luego grupos, forever edition.

En la actualidad, uno, sin más opción, es agregado a un grupo, ya sea de la chamba, de los cuates de tu jodidísima generación de bachillerato -en donde te siguen considerando el imberbe que se le alborotaba la libido con las piernas de la teacher de inglés-, o de los colegas de la escuela en donde intercambias memes del director y abuchean a alguien en especial, además, las precarias alternativas de elección son dos: quedarte o salirte mientras todos los integrantes reprueban cualquiera de tus decisiones o simplemente te bloquean, hay que aceptarlo, uno no es monedita de oro, además, en esos grupos no es bueno el que ayuda, sino el que no jode y es más importante una duda que la mismísima razón.

Si eres de los que mientras cargas tu celular lo apagas con tal de que sea más rápido, es probable que cuando lo enciendas en los diez grupos de WhatsApp que tienes sumen cuarenta mensajes sin leer y acumulándose mientras no abras la aplicación, ¡no manches, eso es una cascada de datos para tu anticuado aparato! Indudablemente su funcionamiento será tan lento como una tortuga practicando Taichí. Tristemente descubres que con silenciarlos no se evita el recibir tal aluvión.

¡Despídete de las engorrosas cadenas y de los saluditos con la imagen de Winnie Pooh! Así como infomercial, les paso un truco para deshacerse de los tediosos grupos en el WhatsApp. “No pueden dejar pasar una oportunidad así”. Con tan solo sustituir el nombre del grupo por el de “Child Porn”, ¡Click! Inmediatamente serás expulsado sin que aparezca la leyenda de que lo has abandonado. “Llame ya, no pierda más tiempo, cambie su vida”. “Si no le gusta, le devolvemos su dinero”, ¡Pero de la bloqueada para siempre de tu número telefónico en la famosa aplicación no nos hacemos responsables!

jueves, 21 de noviembre de 2019

Aprender a caer

Dicen que a la escuela se va a aprender, a educar, pero también se debe enseñar a asimilar las equivocaciones, a aceptar los errores, a experimentarlos como una especie de trampolín y no como un columpio, a dejar de verlos como defectos de individuos imperfectos, sí, dejando de ser como esos que han crecido en un mundo en donde la gente intenta hacer las cosas de forma perfecta y que no admite en su lógica perfeccionista a los que no las hacen correctas.

Uno como profesor debe concientizar a los estudiantes que existen más oportunidades si en varias se han fallado, porque no hay que olvidar que lo del todo perfecto no existe, que los fracasos son parte de la vida misma. Por lo tanto, los alumnos durante su estancia en las aulas deberán formarse con la convicción de que no es una tragedia ni una catástrofe equivocarse, que errar es humano. En el arte de la educación, es mucho más importante saber cómo reponerse a los fallos, aprender a levantarse y seguir, es mejor reprobar un examen, que reprobar en la vida.

No ha nacido el genio que nunca fracase en algo, lo malo es cuando por el afán de perfección se rompe una vocación, gracias a la estúpida presión de terceros; para no castrar las aspiraciones de los jóvenes, enseñémosle que antes de aprender a volar, tienen que aprender a caer.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Los gatos fantásticos

La memoria miope que tengo a veces es como los cajones del ropero que mi jefecita compró en abonos y que religiosamente el cobrador de la moto iba cada quince días por la lana, los abría para encontrar cosas interesantes, así llegan recuerdos que mis sentidos perciben en la actualidad y me remontan al pasado, como escuchar aquella canción de Air Supply con la que iniciaba el cassette comprado en el tianguisPancho Villa” que le regalé a una chica a la que nunca me le declaré, pasar por la dulcería “La Esmeralda” y ubicarme a los seis años caminando con mi padre comiendo alfajor de coco; observar por el tejado a algún gato que me arranca un suspiro de nostalgia por todos los que he tenido.

Por si no lo saben, para mí, los gatos son la neta del planeta, desde que mi abuela Ramona me leyó El gato con botas publicado por EdiPre en los cómics Clásicos Infantiles, surgió un nexo sentimental por los felinos, es más, encontraba similitudes entre el hijo menor del molinero conmigo. Así que, a partir de ello, comencé a presionar, mi madre hipotecó sus escrúpulos y se dio a la tarea de conseguírmelo, una vez que los obtenía les embarraba manteca en las patas para que nunca se fueran del hogar. En lo que llevo de vida he tenido gatos de mil colores, pardos de noche y de día, amarillos, uno negro al que vimos morir atropellado y que después de un mes de su deceso regresó a casa lambiéndose las patas, convivió todo ese día con nosotros y a la mañana siguiente ya no lo volvimos a ver.

Hoy mi madre, a sus 82 años, me pidió un gato -¿para qué lo quieres?- Ella con su tierna voz respondió: Para que me acompañe cuando esté triste, escuchar sus maullidos, que brinque a mi regazo, tenerlo sobre las piernas y mientras le acaricio escuchar su ronroneó, verlo cómo observa absorto y desconfiado cualquier movimiento ocasionado por el viento, volver a experimentar su necesidad de cariño limitado, acuérdate que ellos saben cuál es la medida exacta de afecto e independencia -¡tantos que tuve y nunca he aprendido a amar como ellos!-; ahora tenemos uno blanco, con sus arañazos y caminito infinito de pelos sobre el sofá, lo novedad es que éste, además de atrapar cucarachas, moscas y besuconas, mata alacranes y continua como si nada, bueno mientras le duran las siete vidas.

jueves, 7 de noviembre de 2019

Nihil novum sub sole

Desde que en el film Spectre (2015) pusieron el ejemplo de cómo realizar un desfile al estilo de la alegría brasilera pero con marionetas y alebrijes gigantes de calaveras, el “Día de Muertos” en la Ciudad de México es celebrado tal cual como uno lo vio a través del celuloide mientras James Bond se la rifaba para detener a los criminales, de continuar así, las generaciones futuras olvidarán que la vigesimocuarta película del 007 fue quien fomento la tradición de esta procesión, creyendo que ha sido un rito ancestral.

Como lo dijo el rey Salomón: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y no hay nada nuevo bajo el sol”, es decir, todo tiene un precedente, por ejemplo, las frases con que he enamorado son de Neruda o Baudelaire, las argucias de atraer a la persona amada se las aprendí a Giacomo Girolamo Casanova -si no me creen para muestra ahí tienen al agente secreto de Ian Fleming, citado en el párrafo anterior–, mis celos son una absurda imitación del Otelo de Shakespeare o del Barba Azul de Charles Perrault, en fin, un amasijo de ideas ajenas que en lugar de vivir mi vida, vivo las de otros.

Entonces, no nos sorprenda que nuestros estudiantes se cuelguen el cartelito de innovadores -creo que somos nosotros quienes así los consideramos, debido a nuestra ignorancia-, si en realidad fue gracias a ese tutorial de YouTube con que realizaron lo que les solicitamos hacer a través del emprendedor instrumento de evaluación que de “RubiStar!” copiamos, es decir, no hay nada nuevo bajo el sol, al igual que este texto que tal vez lo pueda reclamar un tal Víctor Manuel como ideas tomadas de una de sus canciones.

Horario de invierno

Amigos, les comparto el gusto con que amanecí este domingo con el cambio de horario, éste es mi favorito, además, es como la película Back to the future, pues regresamos una hora en el tiempo -y sin el Delorean con el condensador de flujo, simplemente con los deditos-, esta vez mi cuerpo ni lo reciente, es más, lo agradece, ¡dormir una hora extra es de reyes! En lo único que sé extraña es que se modifican las horas de los atracones de comida, y es que una hora antes de los sagrados alimentos mi panza ya los pide.

Por seis meses o creo que son menos de este horario, me olvido de ajustar el ritmo de vida en aras de la ciencia como lo he venido haciendo desde hace 26 años con el detestable horario de verano, la neta, cuando entra en vigencia tengo que mentalizarme de que en realidad voy a gozar de más horas de luz solar -¡ay no manches!- y que vamos a ahorrar, wee suena a los descuentos que perifonean en el supermercado; por cierto, siempre me he preguntado cómo tiznados le hacen para igualar las zonas horarias en todo el país.

Como marketing, lueguito de escuchar invierno viene a la cabeza, las personas disfrazadas de panditas del Día de Muertos, perdón, calaveritas, los rifadísimos caldos calientitos aliviana crudas de las desveladas, los changarros de tamales con el olorcito a manteca que se desprende de las cubetas afuera de Catedral en el docenario de nuestra Lupita y los infaltables fonditos -¿qué esperaban? ¡Frozen!- de las botellas que se van rezagando de las borracheras. “Ve por los hielos, ¿no?” Que para encontrar un pretexto para pachanguear, nos pintamos solitos, pues sabemos que con el cambio de horario a la vuelta de la esquina ya está el Maratón Guadalupe-Reyes.