miércoles, 28 de noviembre de 2007

Ruido en el aire

Los medios masivos de comunicación mediante satélites, fibra óptica y microondas han sido y serán el eje vital para unir fronteras, colaborar y mantener informado al género humano. Actualmente no existe sujeto alguno que niegue tener un televisor o radio en su hogar, empleo o negocio; es obvio que el individuo no puede resistirse al vértigo de la comunicación o ya de plano sentir que alguien lo acompaña en su obligada soledad, pero además de noticias los medios en sus diferentes ámbitos se dedican a fomentar formas de vida y costumbres que se transforman en spots publicitarios, los que a su vez se vuelven influjos culturales que decididamente convierten el futuro del país y en consecuencia la ideología individual de las futuras generaciones.

El esfuerzo de la escuela por introducir un sistema de pensamiento ha sido a veces destituido por los medios de comunicación, ya que estos proponen a sus receptores un programa mental donde se combina la cultura de masas y la mercadotecnia; entonces si un indicador del retraso en la población es el bajo índice de lectura, un buen ratings se define en la mayoría de personas que ven televisión, escuchan radio o están conectados al espacio virtual.

Por otro lado en los últimos años la televisión ha entrado a una fase de tremenda decadencia debido a la serie de trastornos que trajo consigo la disputa entre las dos cadenas más importantes de televisión nacional, originando que la gente recurra al radio, a la prensa o a la Internet para informarse de “verdad”.

Bajo esta perspectiva la radio ocupa el segundo lugar de preferencia entre los distintos medios, adquiriendo un cariz de cotidianeidad que de hecho se puede constatar observando en las oficinas como las secretarias la utilizan para analgesia del trabajo, al igual que los albañiles, pintores y chóferes, transformándose de ese modo en la banda sonora de una película llamada vida.

Desde aquel histórico 24 de diciembre de 1906, cuando por vez primera se emitían a través de la radio música y voz, hasta nuestros días como preámbulo diáfano la radio deja escapar sobre la superficie abrupta una serie de efectos, explosiones, rayones, puentes musicales, coros de canciones y voces afectadas, con el firme propósito de atraer la atención del público, recuérdese como gracias a este aparato Orson Welles alcanzo la celebridad mediante una versión radiofónica de la novela “La Guerra de los Mundos” de H.G. Wells, la cual causó sensación y simultáneamente pánico en la ciudad de Nueva York en 1938.

Hoy en día desde el interior de la radio se cronometra el ritmo de vida y se analizan infinidad de temáticas, mismas que van desde política y nota roja hasta astrología y esotérica, tornándose en un vehículo amarillista que curiosamente se vuelve un espejo de los demás medios y por lo tanto vocero de la jodidez urbana.

Una cabina de audio difunde la información que ciertas veces no es la original, pues al pasar por el locutor, este le imprime algunas alteraciones producto de su dicción y de la diacrítica forma de emitir las palabras; si a ellos se le agrega que en su soliloquio los locutores envían una serie de frases camufladas que los radioescuchas decodifican haciéndolas suyas. Tales contenidos verbales no siempre actúan particularmente en su significación literal, sino como punta de decodificación simbólica de carácter colectivo, es decir de una forma u otra en ese trueque lingüístico nuestro castellano se prostituye con anglicismos que al pasar de los años se integra al lenguaje coloquial de la juventud, olvidando por completo la idea de promover una cultura nacional y dando paso a reproducir formas de pensamiento extranjero.

Pese a lo anterior la radio en su ardua tarea publicitaria y por alcanzar una mayor audiencia se atreve a fomentar una serie de eventos que irónicamente son aceptados socialmente; por ejemplo concursos en los que se convoca a participar a las escuela para que inviten a sus estudiantes a enviar mensajes de texto para tener la posibilidad de ganar la organización completa de una kermesse, recibir en la explanada cívica del plantel a un grupo musical, y lo más risible ofrecer una cirugía estética de busto a la dama que resulte agraciada. Como ustedes saben tales situaciones poco a poco se integraran a la serie de valores que se inculcan de forma extraclase llegándolos a convertir en hábitos.

El futuro de la radio tiene dos caminos; el primero se encuentra en las universidades, ello implica reinventarla en un sentido académico que conjugue lo experiencia obtenida a lo largo de los años con las ideas frescas de los universitarios, además de regresar al salón de clases a los antiguos locutores para que se de el intercambio de experiencias con aquellos estudiantes de comunicación, lo que dará un matiz diferente a la programación y un estilo alternativo a la producción de espacios radiofónicos donde se rescate lo mejor de este medio.

Y por último esta el Podcast, que consiste en una pequeña capsula tipo radiofónica en formato mp3, donde se abordan infinidad de temas, éstos pueden ser escuchados en diversos sitios de Internet. Por utilizar el ciberespacio este medio en algunos de sus materiales se llega a abusar de la libertad, en muchas de las ocasiones esa ilegalidad suele ser beneficiosa para quienes lo escuchan, pues al no tener alguien que lo censure existe mayor credibilidad en sus aportes.

La otra vía consiste en revalorizar al equipo actual de cada una de las estaciones que dan vida a la radio, con el propósito de conjuntar lo ya existente con lo que hace falta, para demostrar con ello que a pesar de sus carencias la radio aún tiene mucho que ofrecer con calidad.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La importancia de la lectura en la educación

Si la mayoría de los profesores disfrutaran de la lectura como ver la televisión, o seguir las jugadas de un encuentro futbolístico, el quehacer académico en las aulas sería otra cosa; ya no habría improvisaciones en clases, el tiempo de trabajo se disfrutaría y no caerían en el tedio que actualmente predomina.

El esfuerzo por llevar la cultura escrita a los habitantes de este planeta son muchos, se organizan concursos de lectura, elaboración de ensayos, cada 23 de abril es celebrado el día mundial del libro; y la respuesta esta ahí en las desérticas bibliotecas, las librerías que solamente reciben altas ventas en épocas de transición escolar; la culpa no está en los estudiantes pues son ellos quienes viven del ejemplo, primero en su educación informal donde sus padres y madres rara vez se les ve disfrutando de un libro ya sea por el pretexto de las múltiples labores que exige la actividad doméstica o el ejercicio laboral de sus respectivas profesiones y el único espacio disponible para ello se destina a contemplar un capitulo más de su telenovela familiar o el encuentro de titanes del deporte.

Por su parte la educación formal, a pesar de ser el lugar propicio para fomentar la lectura, no ha sido así; en la educación básica el libro de texto se ha convertido en algo parecido al catecismo donde el leer es una prueba de habilidad que se valora sin percatarse del proceso que implica la comprensión de la misma; la Secretaría de Educación Pública hace un esfuerzo por seleccionar en cada tomo de lecturas lo mejor de los literatos hispanoamericanos, que de seguro hasta los mismos profesores de ese nivel ignoran gran parte de sus obras.

El libro de texto gratuito en la mayoría de las escuelas primarias es el receso de la actividad docente, pues el papel de guía del aprendizaje que supuestamente debe de poseer se ha olvidado, haciéndolo parecer como un instrumento autodidacta de los propios alumnos, frases como éstas se escuchan a diario en las aulas: “Lean y luego respondan de su libro de Español, las páginas 104, 105 y 107, voy a salir a la dirección, luego vuelvo"; de que se trata por favor, una cosa es que el estudiante tenga actualmente un vocabulario tomado de sus personajes de la televisión y otra que sepa resolver problemas de lecto-escritura, sin la guía o supervisión del profesor.

En el nivel medio superior, los docentes culpan a sus camaradas del nivel básico por egresar alumnos sin las habilidades académicas necesarias, y la pregunta es, ¿Qué hacen ellos por corregir o mejorar este defecto? Si es en este nivel donde se debe preparar al alumno para que se enfrente a los retos que en un futuro le impondrá el nivel superior o en su caso el campo laboral; de igual forma como efecto dominó los profesores del nivel superior acusan a sus homólogos del mismo defecto y esto como reflejo en las aulas no exonera a los alumnos de cargar con este mal por el resto de su vida escolar.

Los pretextos por disimular las limitantes del mentor son muchas, tal parece como si el conocimiento llegado a cierta edad tiene fecha de caducidad y no se considera como una simple cuestión de actitud que permea la labor docente de todos los niveles. En realidad la mayoría de los profesores no son asiduos al conocimiento debido a que la lectura no es una actividad que sea de su total agrado, pues si se tiene que informar de algún acontecimiento de índole político, tecnológico o cultural, recurre al televisor olvidándose por completo del periódico.

Cuando se trata de algún aspecto académico el medio más socorrido es la Internet, descartando la idea de que actualmente cualquiera que sepa el manejo de las herramientas informáticas puede crear un website lleno de embustes y charlatanerías que por ser parte de este medio se le otorga una validez oficial que esta exenta de la aprobación de la SEP, a diferencia de los libros y publicaciones escritas que circulan en el país las cuales son supervisadas por esta secretaría.

Resulta irónico que profesores de lengua y literatura en su vida hayan leído otros libros que no fueran los que sus profesores les obligaban a leer, y peor aún que se limiten a seguir un programa académico donde se recomienda una bibliografía, de la cual cuando mucho conocen la sinopsis de los textos como efecto placebo de su didáctica.

De igual forma resulta inexplicable que durante los cursos de capacitación y actualización docente que ofrecen algunas instituciones académicas a sus profesores, éstos se muestren angustiados por que aún no se les ha otorgado el libro que ciertas compañías editorial les promueven con fines de lucro para sus estudiantes y que ellos en forma de engaño hacia los representantes de estas casas editoriales fingen interés con el propósito de obtenerlo gratuitamente y al final los engañados resultan ellos mismos, pues el ejemplar terminara llenando el espacio estético de su librero, ignorando por completo su contenido.

Finalmente cabe aclarar que la lectura no es la panacea de la comunidad docente, más si es un medio a través del cual se enriquece el vocabulario, se corrige la cacofonía, acrecienta la capacidad imaginativa y maravillosamente desaparecen esas molestas muletillas que inconscientemente los profesores poseen.

¿Cómo ser estudiante y no morir en el intento?

A todos los alumnos que me han enseñado
el oficio de la docencia.

Hablar sobre la labor estudiantil dentro del aula es analizar un aspecto del individuo como si se tratara de una dualidad biológica, es decir, una vida doble, pues al término de una jornada escolar, el sujeto llega a su hogar quitándose el uniforme y con ello la actitud discente, atrás quedan los salones, las prácticas de laboratorio, el difícil arte de escuchar la homilía docente y saborear la eucaristía académica.

Es como si la escuela fuera tan terrible que no da cabida a sinónimos de hogar y albergue; los alumnos se debaten entre el sarcasmo de los profesores y las burlas de sus compañeros, han convertido la inteligencia en pecado de omisión; son unos verdaderos activistas ecológicos que se manifiestan en contra del sacrificio de tanto árbol que ha dado origen a la creación de libros. Si llegan a fastidiar al profesor éste sin lugar a dudas lo expulsará y para el estudiante equivaldrá a libertad bajo palabra, pero si no quieren ser "libres" a su modo, simplemente demuestran una obediencia cargada de tintes hipócritas y serviles hacia su profesor; el laboratorio de informática por su parte se transforma en embajada del "chat" internacional que los internautas utilizan en sus vastas conquistas sentimentales, y ahora con el uso de la computadora portatil, pues también el salón de clases , si el profesor es aburrido.

En épocas de evaluación se da una encarnizada batalla por sacar los mejores promedios, sin medir las consecuencias de a quién se aplasta; esto obliga a los muchachos a estudiar arduamente en la semana que se programan los exámenes, rompiendo con el letargo que semanas atrás les había llenado el televisor, la discoteca y los bares noctívagos en los que se daban charlas tan interesantes sobre canibalismo y escatofagia informativa del prójimo; es por ello que en los días de exámenes se les puede ver estudiando por doquier, en la parada del colectivo, por los pasillos de la escuela y hasta en el interior de los baños, memorizando información que recitarán como un loro a la hora del examen, y transcurridos los días se convertirá en amnesia pura.

La presión de las pruebas parciales les retribuye problemas gástricos e incesantes dolores musculares, tal parece que en cada evaluación parcial el médico y el psiquiatra recibieran sus mesadas; bajo esta situación no hay mejor remedio que solicitar la analgésica ayuda del instrumento norteño de Don Ramón Ayala, "el acordeón", el cual puede adoptar múltiples formas desde una pequeñísima hoja, hasta el respaldo del compañero de enfrente, en fin todo sea por no defraudar a sus familiares con una calificación reprobatoria; después de dos semanas todo vuelve a la aparente normalidad, con la misma rapidez que se asimiló la información en unos cuantos días, así de rápido se olvida.

La peor fase del estudiante se presenta cuando ya está a punto de concluir su formación escolar y se va a enfrentar con la difícil elección de carrera; precisamente en esas fechas en su cabeza comienza a gestarse un dilema o encrucijada vocacional, por un lado está la presión familiar y por otro el orgullo de no quedarse atrás de sus compañeros en el avance académico, y si a ello le sumamos la escasez del bolsillo que muchas veces no les permite ingresar al área formativa de su preferencia. En esos momentos su ego se siente doblegado y la circunstancias le obligan a pedir ayuda; requiriendo de alguien que lo oriente sobre su futuro, el cual desde su óptica se parece más al cobrador de abonos de un comercio al que hay que escondérsele.

Hasta aquí surgen una serie de interrogantes que como docentes nos planteamos, ¿qué hacer ante esta situación del alumno, si no tenemos las herramientas profesionales necesarias? ¿cómo ayudarle en su orientación vocacional y evitarle caer en una disonancia? Esas y otras preguntas quedan a la reflexión de quien se interesó en la lectura de este artículo.

Crónica de un examen anunciado

Para robarle una sonrisa a la Chachis.

Son casi las siete de la mañana, las instalaciones de la escuela preparatoria “Monte Bello” comienzan a recibir a los primeros profesores que se autodenominan “el clan de las siete”; los intendentes recogen la basura y el polvo de la jornada anterior; los alumnos con sus rostro abotagado del descanso nocturno y espavilandose el sueño como autómatas dirigen sus pasos humildemente hacia el interior de las aulas; el coordinador académico del plantel muy servicial y esbozando su peculiar sonrisa les da los buenos días a sus madrugadores docentes y les abre la puerta de la dirección; como todas las mañanas les invita el aromático café que amablemente prepara para deleite de ellos.

Es periodo de exámenes y la tensión de los jóvenes se deja entrever, manos sudorosas a pesar del clima frío repasan los cuadernos escolares una y otra vez tratando de enganchar la mayor información posible, que como carbonato repetirán en defensa de su examen. Las sillas se acomodan estratégicamente procurando siempre quedar a un lado del “cerebrito”, al cual le podrán sustraer toda la savia intelectual desde lejos haciendo ojos de cangrejo o vista de halcón según la situación.

El profesor sinodal faltando cinco a las siete entra al salón, bajo el brazo trae el fajo de exámenes, y el termómetro de presión cardiovascular registra el máximo; los barullos se dejan escuchar y el docente como toque de diana comienza a acomodarlos de acuerdo a su modo de percibir la astucia de éstos; el pase de lista reglamentario comienza, posterior a esto se reparten uno a uno por filas los materiales mediante los cuales demostrarán sus habilidades y destrezas adquiridas a lo largo de tres meses en las clases.

Los primeros treinta minutos de un examen son de concentración absoluta, infinidad de ideas invaden el ansia por responder cada una de las intrincadas preguntas, que curiosamente conforme avanza el tiempo se empiezan a poner cada vez más escabrosas; de forma extraña los alumnos empiezan a padecer una serie de enfermedades vírales como sinusitis, estornudos violentos, humedad nasal, ataques de tos y posibles alergias gripales. Transcurrida la hora comienza la amnesia, y la desesperación invade aquel recinto que horas atrás fuera un campo de concertación del camuflaje y la estrategia del copiado; en esos momentos de tensión en los cuales transcurre el examen surgen los deseos de comparar las respuestas con las de los demás o simplemente con las del genio orador de las clases.

Precisamente en ese lapso de tiempo, alguien de la “concentrada concurrencia”, cuestiona los planteamientos argumentados por su profesor en la estructura de una pregunta y esto se comienza a diseminar entre todos los alumnos como sombra de la duda; espacio temporal que es aprovechado por los más hábiles plagiadores de exámenes que sin miedo a las leyes que existen sobre el derecho de autor, se apropian transcribiendo con algo de sinécdoque las respuestas de sus inteligentes colegas, alivio que es casi comparado al de poseer la llave que abre la caja de pandora.
A la hora con veinte minutos algunos chicos entran en un profundo letargo que resignadamente les dicta que su capacidad intelectual ya no da para más, entrando a lo que se podría denominar estreñimiento cerebral; otros en estado de vigilia esperan como si se tratara de un concurso a obtener algún premio de consolación. Enormes explosiones de compañeros que se descongestionan sus fosas nasales, intercambio de gomas para borrar y saca puntas de lápices, son una fuente del trueque de la fluida información que secretamente se suscita.

Chicos atónitos mirando al techo del aula, como plegaria al dios de las respuestas buscan abrir el desván de su mente para tratar de sacudir aquellos contenidos académicos que el polvo de la televisión, las revistas de la farándula y el ruido de las discotecas oxidaron. Como eslogan de un comercial chocolatero sienten un hueco en su estomago aunado al del cerebro que lentamente clava la estaca de la incertidumbre; con ojos tristes los que permanecen en su silla ven alejarse a sus colegas, y el fantasma del morbo por saber que respuestas escribieron los demás ronda por su pensamiento, y da inicio el bocifereo en los pasillos de los que ya terminaron, entre burlas, tristeza y enojo es recordado aquel fatídico día, como preámbulo al holocausto estudiantil que se avecina cuando se les de a conocer sus resultados.

Rostros de jubilo y decepción se dejan entrever, como si fuera la final de un encuentro deportivo de las olimpiadas. Los que se quedan al final siempre dejarán una duda al sinodal, o son los más inteligentes y responsables o se quedan por la inercia de copiar; afuera los muchachos ya tranquilos les invade una hambre y sed terrible que los hace dirigirse a la cafetería del plantel, pues lo difícil ya ha pasado, y para el examen de mañana todavía falta mucho.

viernes, 16 de noviembre de 2007

¿Quién educa al educador?

Navegando por internet me encontré un artículo interesante del Mtro. Alfredo L. Fernández titulado El valor de educar y la evaluación educativa; de las múltiples ideas que en él se redactan existe una en particular que me llamó la atención, “la vocación del hombre consiste en ser hombre”. En esta frase su discurso alude cómo el formador de seres humanos tiene una ardua tarea al transmitir sus conocimientos, habilidades y destrezas a otros que se cree las ignora; lo que remite entonces a reflexionar si la vocación de la educación tiene como finalidad educar a los hombres, porque existen docentes que hacen de sus clases una pletórica alegoría a Morfeo, el ritmo de sus cátedras es comparable a la velocidad de un caracol practicando TaiChi, entre otros elementos atribuibles al desempeño de tal actividad.

En el nivel medio superior de nuestra Alma Mater existen aproximadamente quinientos profesores, los hay desde los que cuentan con casi veinticinco años de experiencia en la enseñanza y los de recién ingreso; la antigüedad docente es un asunto que podría ser tratado en otro artículo, lo que hoy preocupa es lo siguiente, si la Dirección General de Educación Media Superior entre sus programas que desarrolla tiene uno dedicado exclusivamente a la capacitación y actualización de los profesores, ¿Por qué siempre o casi siempre asisten los mismos? ¡Si, como las estampitas de álbum de colección! En cada curso que se organiza los mismos rostros, es más, ya parecen un gueto académico.

Renglón aparte merece la vorágine de profesionales que gracias a la difícil situación que impera en el mercado laboral se han visto en la necesidad de ofrecer sus servicios a la docencia y esto indudablemente ha repercutido en los estudiantes, en la actualidad es común encontrarse con personas expertas en el ramo de la construcción dando cursos de física, matemáticas y hasta química, egresados de licenciaturas en derecho, trabajo social y psicología impartiendo clases de taller de lectura y redacción, incluso hasta pedagogos dando cátedras de economía; a estos cuerpos docentes alguna vez Alfredo L. Fernández denominó como “educologos”, gracias a la característica antes mencionada. La D.G.E.M.S. ha diseñado cursos exclusivos a estos profesores con el propósito de fomentar habilidades didácticas y pedagógicas.

A pesar de los esfuerzos que ello implica, tal actividad parece el cuento de nunca empezar, pues los asistentes continúan siendo el grupo de profesores omnipresentes, y para los que fue dirigido, ni el polvo de ellos se vislumbra. Esta aberración más del folclore docente no es particular de este grupo de docentes, también sucede con los de recién ingreso, los que fallaron en sus aptitudes pedagógicas, etc.

Ante tal situación, ¿Qué se puede hacer para invitar a nuestros colegas a sumarse a la capacitación en los cursos de formación del profesorado? Tomar una actitud perniciosa y a la vez perversa enviándoles oficios de extrañamiento, obligarlos a asistir a punta de descuentos salariales y omisiones en la programación de cursos a futuro. Como ustedes saben los incentivos negativos erradican las motivaciones negativas para quienes las ponen en práctica ya no lo hagan y los que intenten imitarlas se abstengan de hacerlo. Estos ostracismos la verdad sólo conducen a una desarticulación en el buen funcionamiento del sistema y merman las relaciones de carácter laboral en las instituciones

A raíz de lo expuesto sólo queda recordar lo que una vez dijo Gandhi: “Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio”. Para cambiar estas ideas en mis congéneres se necesita de la ayuda de Freud, Einstein, Rousseau, la Madre Teresa y más, bien vale la pena el intento.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Adictos al Messenger

El otro día fui a buscar a una persona en cierto departamento de los que existen en nuestro entorno, y al llegar obviamente que me dirigí a la atenta secretaria para saber sobre el paradero de tan ínclito personaje; cual no sería mi sorpresa que antes de darme respuesta la amable mujer miró a su monitor de computadora y me respondió: “Parece que está desocupado”. Es decir, ni siquiera tomó el teléfono o se puso de pie para cerciorarse, sólo se limitó a observar en la pantalla el pequeño programa de Messenger que en esos momentos activó y en cuestión de segundos supo si el sujeto de mi interés se encontraba disponible.

Como es sabido por todos, el Messenger o “MSN” es un programa de mensajería instantánea que permite fluir la “información” entre las gentes que lo utilizan; en la actualidad son tantos los usuarios de este programa que, gracias a su rentabilidad, diversas compañías se diputan la supremacía en servicios; por la sencillez de su uso cualquiera puede utilizarlo, esto ha multiplicado día con día a los clientes, pues como su slogan comercial señala: “Escribe, habla o demuestra cómo eres a los demás”, y al parecer ha tenido efectos comerciales positivos en el inconsciente colectivo. En las oficinas es común ver a la mayoría de las personas combinando su trabajo cotidiano con la charla en línea que ofrece el uso del MSN, ¡la verdad yo no sé cómo le hacen para lograr concentrarse en ambas actividades! No quiero imaginar la clase de productos que elaboran a raíz de tal mixtura.

Entre los contertulios al programa se intenta denotar el rasgo de la personalidad del usuario, existen quienes a través de su “nick” o pseudónimo pretenden hacer alusión a la actividad que en ese momento desempeñan, entonces si están ocupados, ¿Por qué se mantienen en línea? Otros pretenden demostrar el estado de ánimo en el que se encuentran ese día, su nivel de intelectualidad, el grado cultural y gustos por la vida; así encontramos a individuos que con alegórica presunción escriben el título del libro que acaban de leer, la música que los inspira, incluso hasta el enojo o rompimiento sentimental con su pareja, en fin todo sea pro de la “comunicación”.

Recuerdo que alguna vez un conocido funcionario de forma apocalíptica anunció que no era necesario que todas las computadoras tuvieran conexión a la Internet y fue tachado tal comentario como una actitud deleznable por la voz popular de los diversos empleados; y es que es tan necesario contar con un equipo informático conectado a la red y más aún que tenga instalada la versión más moderna del Messenger.

Por lo pronto no hay que preocuparse por que nos quitaran tan útil programa, lo más urgente es completar la lista de contactos que deberán recibir el correo electrónico que con ello evitará nos cobre Microsoft por el uso del MSN.

El blues del minibús

En los últimos meses formo parte de los más de quinientos usuarios que a diario utilizan los vehículos que ofertan sus servicios en el Estado, y obvio que el más recurrido y a la vez económico es el transporte colectivo urbano, -claro que me refiero a las personas que en apariencia no tenemos ninguna capacidad especial, pues las personas que utilizan sillas con ruedas les sería imposible abordarlos y muy riesgoso- si esos raudos camiones o minibuses que siempre circulan de prisa y con su clásica descortesía ponen de mal humor a los demás automovilistas que transitan a su lado. En mi papel de cliente distinguido disfruto en la comodidad de sus asientos los éxitos gruperos del momento, el repertorio musical completo de los “Temerarios, Bukis y Yonics”; y adicional a ello a partir de las 14 horas este medio de transporte se convierte en una sala de sauna que incluye sesión de aromaterapia, que como ingrediente extra en las horas pico, o sea, cuando el camión viene a tope de personas uno pude recibir o dar un relajante masaje corporal a quien más le guste o como dice Chespirito “sin querer queriendo”.

Desde que recurro al uso de este servicio ya no veo por la televisión los programas de “Cantando por un sueño” y “Desafío de Estrellas”, pues aquí se ofrece al pasajero un desfile de cantantes, los cuales reciben la aprobación o no del pasajero dependiendo de la captación en monedas; el deleite auditivo no se hace esperar entre un repertorio caótico de canciones, que van desde la trova hasta el corrido ranchero y lo mejor de todo sus desentonaciones que de forma acústica se escuchan a lo largo del vehículo, -ahora que trato este asunto- no se si los integrantes del dúo “Sin Bandera” y Nicho Hinojosa antes de ser famosos se dedicaban a este mismo oficio, pues hasta cantan igualito que algunos de ellos, o será que en los medios comerciales de la música ya existe un género denominado estilo camionero. Es común ver a promotores de instituciones dedicadas a la atención y rehabilitación de personas que ya no les gusto estar conscientes del mundo en que viven y prefieren sumergirse en los alucinantes paisajes que propician los estupefacientes tratando de convertir nuestro lado regiomontano en filantropía obligada, a través de su mini conferencia podemos constatar los avatares que sufren en su altruista tarea de redimir masas encefálicas a la sociedad contribuyente.

Para qué ir a las ferias regionales a subirse a los juegos mecánicos si usted puede disfrutar por su recorrido a lo largo de nuestra ciudad en el transporte urbano de las sacudidas al frenar cada vez que alguien solicite el descenso, las vibraciones por todo el cuerpo al funcionar el dispositivo de las balatas y qué decir del rechinido agudo que se escucha cuando el conductor oprime con su pie el pedal del freno, es como si los “Trípodes” de la película de Spielberg “La Guerra de los Mundos” nos fueran persiguiendo, ¡Que tal! Esa si es adrenalina pura, no olvidemos las altas velocidades, giros y demás acciones que se incluyen en este grandioso paquete; y si a ello le agregamos que además de divertido el viaje puede resultar didáctico, por ejemplo cuando llega el momento del descenso y el medio de transporte sigue en marcha es fácil comprobar en los demás usuarios y en usted que las Leyes de Newton tienen aplicabilidad, entonces las visitas al “Vagón de las Ciencias” están por demás.

Ya que se ha descrito las maravillas de este medio de transporte, es importante hacer un paréntesis y denotar su lado oscuro. Un punto indignante de todo esto y que además da pena, es el trato que nuestros alumnos reciben al presentar su boleto de estudiante ante el conductor de la unidad, es como si ellos les estuvieran pidiendo una limosna, pero creo que ya ni ese sentimiento les despiertan, pues como es posible que un cantante o promotor de algún centro antidrogas los dejen saltarse el rehilete y a un muchacho que sí pago la mitad de su pasaje al comprar el boleto no lo dejen pasar por el simple hecho de no presentar su credencial que lo identifica como afiliado a la Federación de Estudiantes Colimenses; si se está dudando que es estudiante pues que lo demuestre con otra credencial que lo acredite como tal, por ejemplo la que año con año se expiden en nuestra Alma Mater bien podría servir.

Hace unos días alguien me dijo que en los artículos no propongo, sólo crítico, bueno, ya que hay tanta insistencia en ello mi generosa propuesta es que se manden a pedir a Inglaterra los “Routemaster”, esos autobuses londinenses rojos de dos pisos que ya no circulan por allá, para que exista cupo para más personas, y con ello se mejoren varias dificultades, podríamos tener así, un piso de primera para los que pagan su boleto completo y otro de segunda para aquellos que sólo pagan la mitad; se le agregarían rampas para que nuestros conocidos, con capacidades diferentes puedan ascender con todo y sus sillas de ruedas; y por último agregar a cada asiento su equipo de paracaídas con su pomada para las caídas.

Ingratitud Estudiantil

Hace unos días vinieron a visitarme un grupo de exalumnos del bachillerato donde me dedico a ejercer mis labores como profesor, sinceramente y poniendo de manifiesto cierta egolatría, siempre es un placer recibir tan grata visitas y más aun cuando uno se da cuenta que ellos todavía lo recuerdan; la platica transcurrió entre banalidades y claro ésta sobre su entorno, haciéndoles notar que para mi, ellos son el ombligo académico del mundo, lo funesto de nuestra conversación llego cuando les pregunte: ¿Cómo les va en la licenciatura? a lo que ellos respondieron que estar en el nivel superior es algo serio.

¿Cómo que ahora si es en serio? ¡De que se trata! O sea, que durante seis semestres mis colegas profesores y yo nos la pasamos jugando a la escuelita con ellos. De que sirvieron las horas invertidas en preparar e impartir una clase cada día, pues de nada, simplemente se fueron por el resumidero de la mediocridad; la botarga de profesor erudito de botica que según yo use a diario para tratar de aparentar cierto dejo de inteligencia paso desapercibida, fui otro patético con dotes de engreído; el sarcasmo empleado como amonestaciones para tratar de amedrentar sus ímpetus ni siquiera les permeó en su carácter disciplinario, pues seguirán siendo las mismas personas. Para que califique y corregí errores ortográficos en los exámenes que durante cada periodo de evaluación presentaron, si al final se trato de una mimesis del proceso enseñanza-aprendizaje.

Es precisamente ahora cuando comprendo porque algunos compañeros docentes se preocupaban más por evaluar si sus discípulos sabían escribir correctamente sus datos personales que la efectividad de sus respuestas ante las pruebas; pues al final lo único que van a utilizar en la mayoría de las actividades más cotidianas es su nombre y ese hay que escribirlo sin ningún error, Motivo por el cual ciertos colegas optan por hacer un lado toda esa modernez que impera hoy en día en la docencia, que según algunos la hace lucir ante los pupilos como algo nuevo y enriquecedor, pero al mismo tiempo dura y alborotadora del cortijo; y es que sin lugar a dudas para ellos es más fácil aprenderse las canciones de “Rebelde” que la letra del Himno Nacional, gracias a la cultura del ocio o como popularmente se dice de “hueva” que como pandemia se disemina entre los muchachos de hoy. Es un alivio que en nuestro estado no exista un hipódromo pues los chamacos desertores y tesoneros de un grado escolar sentirían pena que los raudos corceles concluyeran su carrera y ellos no.

Bajo esta óptica la labor docente bien podría considerarse como una especie de desgaste intelectual -digo desgaste porque debemos releer los libros que les recomendamos para no incurrir en errores- las horas que uno invierte en dejarles leer libros, si al fin de cuentas van a seguir odiando la lectura; –y eso que yo no los torturé, como un profesor en mis años de estudiante lo hizo conmigo, obligándome a leer “Juventud en éxtasis”, que lo único rescatable fue el onanismo que me inspiró el imaginarme a la voluptuosa Johann que en ella se describe.- además con el paso de un nivel a otro se irán convirtiendo en lo que atinadamente Alfonso Reyes llamó “desalfabetizados voluntarios”, es decir, una vez graduados de cualquier nivel se olvidarán de los textos y sus contenidos; para que cuando lleguen al nivel inmediato superior los profesores se quejen de que no están al cien porciento en su formación, que dejamos un brecha educativa indeleble entre lo que en realidad ellos necesitan para subsistir académicamente y lo que les “instruimos”.
¿Qué se desea? Estudiantes programados para facilitar la enseñanza o una especie de rebaño inmerso en las condiciones y mediaciones sociales, culturales, económicas, políticas y además mediatizados por un reglamento institucional; como va ha ser posible tales hechos si para algunos discípulos la experiencia que tienen en la producción de conocimiento, bien cabría en un tríptico, y probablemente quede especio.

Es una lastima que tal expresión haya calado tan hondo en mi ser a tal grado que una vez que ellos se retiran, empero en sus palabras y después me prometo a mi mismo que este nuevo semestre no voy a disfrazarme de joven en mis clases para que se identifiquen con mi materia. Así como intentare no apelar a la “demagogia” escénica o al mesianismo de decirles ¿Existe alguna duda? Y esperar el silencio sepulcral que motiva la frase
Ahora bien, si a raíz de lo antes argumentado creen que me considero un buen docente, pues la verdad siento defraudarlos, pues la vida, así como la validez que le otorga y certifica mi fracaso en las aulas hace de mi un mal profesor, aunque con esta afirmación no quiero ofender a los que también se lo han ganado por mérito propio o a pulso. Más vale aceptar que se es malo en el arte de la enseñanza y no incurrir en actos que lo comprueben.