jueves, 14 de diciembre de 2023

Entren santos…


Llega esta época en la que las neuronas de muchos se distraen con interrogantes tan existenciales como esa de ¿cuándo será la posada de la chamba? ¿Me irá a tocar en la rifa del intercambio el pinche huevón de Narciso? Son tiempos de esa dinámica de “El Amigo Secreto”, a pesar de que los 11 meses anteriores ni se soportaban y ahora sí, hasta buscan la taza que identifique al “amigo”, los calcetines de Dragon Ball que tanto le gustan y no puede faltar la ropa interior en color amarillo pa’ que no le falte el dinero o la roja pa’ que ese compañero o compañera que ni en kermés se casa, por fin lo haga. A quien firma lo que escribe, ni la va ni viene lo de las posadas, pues desde la infancia aprendió que los festejos no eran eventos de gran trascendencia ni mucho menos vitales, es más, ni eso de los cumpleaños, tan así, que a la edad de 6 años llegué decirle a mi madre, que los acaudalados que celebran sus años de vida están peor que nosotros, pues ellos acumulan años y nosotros no.

En nuestro país las posadas – ¡las originales, no esa pachangona etílica que se está imaginando! -, son de gran tradición, significan el preludio de la celebración de la fecha en que se supone nació el hijo del Dios de los cristianos, esas festividades que inician el 16 y concluyen la noche del 24 de diciembre. ¿Sabían ustedes que, durante este mismo mes los aztecas festejaban la llegada del Dios Huitzilopochtli?, nada más que para ellos, el mes de diciembre se llamaba Panquetzaliztli, la celebración comprendía 20 días, en los cuales colocaban banderitas en árboles frutales, estandartes en el templo principal, se escenificaba la tranquiza que la citada deidad les propinó a los 400 huitznáhua y la Coyolxauhqui, en fin, era un abridero de pechos para extirparles el corazón y ofrendárselos al Sol. (ideas mal tomadas del hermoso texto del Boletín Informativo UAEH No. 717, Dirección de Comunicación Social, 20/Diciembre/2022).

Los horrorizados españoles cambiaron esa tradición por las llamadas “misas de aguinaldo”, que fueron mutando hasta romper la piñata, tomar ponche de frutas con pasas adulteradas, recibir unas bolsitas llenas de colación de dulces y frutas, no sin antes cantar esa rolita de: “Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, que, aunque es pobre la morada, la morada, os la doy de corazón”. Pero creo que hoy, a alguien se le ocurrió decir que su casa no es mesón, los santos peregrinos se siguieron adelante, y le abrieron al temido tunante que cambió estos canticos y las velitas por unas cuantas canciones reguetoneras con todo y perreo al calor de las micheladas. Mas noleaunque, mientras en mi interior escuche a la conciencia decir: “Una bella pastorcita, que camina por el río y como bella rosita va cubierta de rocío”.

jueves, 7 de diciembre de 2023

Words.


En 1983, saltaba a la fama el cantante de origen francés F. R. David con la canción de “Words”, esa que en su desafortunado intento por ser una rolita del High Energy, terminó identificándose como una balada por ese tiznadísimo romanticismo de los mexicanos, y que cuya letra de su primera estrofa alude: “words don’t come easy to me”, y es que a mí me sucede algo similar, pues desde la infancia se me hacía difícil y divertido a la vez escuchar el lenguaje coloquial de la gente con la que convivía -palabras de ellos que siempre he respetado-, y cuando mis hermanos que iban a la escuela, intentaban reprenderles todo ese palabrerío con lo que en la escuela sus profes les decían que era lo políticamente correcto del lenguaje nuestro, pues la neta entraba en una paradoja del escaso diccionario que ese entonces poseía.

En una entrevista realizada en el programa español El Hormiguero, Arturo Pérez-Reverte dijo que en la Real Academia Española existe también una división, entre los que pugnan por conservar el español antiguo contra quienes quieren agregar las palabras comunes de las nuevas generaciones, el caso está que en la nueva versión de su diccionario ya serán incluidas palabras como: Pixelar, Big data, Sexting, Var, Perreo, Machirulo, Crack, Criptonita -sin el “K”- y Chundachunda. Esa misma institución que 1992, incluyó en su diccionario “cantinflear” como un verbo intransitivo que define a ese modo de hablar sin comunicar nada útil o con frases incoherentes y absurdas, basados en la forma de expresarse del personaje de Mario Moreno, Cantinflas.

Agradezco que las nuevas palabras sean acuñadas, pues así logro comprender la jerga de las actuales generaciones, como la de “hypeado”, esa que a veces he utilizado para verme bien “chavorruco” al indicar que algo me alucina, y ya que escribo “chavorruco”, es la traducción de kidult, que en el idioma de Shakespeare o Chespier -de ahí, ese apodo de Roberto Gómez Bolaños, Chespirito-, hace alusión al comportamiento infantil de una persona adulta, sin la intención de que rimara con la palabra de origen cubana Seboruco, que significa persona que da muestra de poca inteligencia, pero también la utilizan para nombrar a una piedra preciosa.

Si la “chamacada” de hoy tiene un titipuchal de palabras, por qué de “wey” o “goee” no pasan, es más, hasta de especie de coma la emplean. Y si de palabras antigüitas se trata, uno de mis entretenimientos que resulta de aprendizaje es ver películas del Cine de Oro Mexicano, en donde he descubierto que un tal Joaquín Pardavé en su papel de Don Zacarías Martínez, en la cinta La virtud desnuda, expresó: “esta comida es de una palatabilidad elocuente”; mientras que, en el largometraje Casi casados, el actor Carlos Riquelme, en su papel de juez de paz, se refiere al personaje que interpreta Mauricio Garcés como “un individuo que utiliza otra personalidad para, impunemente, vejar, ofender y zaherir a terceros, sin otra estimulación más que la de vituperar, vilipendiar y escarnecer la dignidad de una dama”. Lector, si, alguna de estas palabras no las comprende, consulte un diccionario y así, su vocabulario se lo agradecerá.

viernes, 1 de diciembre de 2023

Senectud en éxtasis.


Ayer después de casi 5 años, por fin me correspondió ser sinodal de un examen escrito, sí, de esos que llevan instrucciones, en donde los sustentantes tienen que utilizar aquel utensilio de origen alemán inventado por Conrad Von Gesner en el año 1565, llamado lápiz, y que después de que se cercioraron que el humano no es un ser perfecto, Edwar Nairne en 1770, comercializa el descubrimiento de Joseph Priestley, unos bloques de caucho a los que llamo borradores.

Ese día, mientras el estudiantado silenciosamente se dedicaba a responder las preguntas del examen, acomodados en sus sillas, en el interior de un aula o salón, que, por cierto, tal sinergia tiene su origen en el oscurantismo medieval en aquellos establecimientos eclesiásticos -aún no cambiaban la ética por la estética-, en donde al igual que hoy, se respiraba un ambiente relajado, paz que repentinamente se quebrantó con el primer sustentante que a los 20 minutos me lo entregaba, generando con ello la angustia de los demás.

Poco a poco el aula se fue desalojando, la chamacada atrás dejaba el mobiliario, los enormes carteles, esos que inocentemente muchos siguen creyendo que alguien los leerá o lo más patético, que así se concientiza a la población; mientras acomodo cada examen para entregárselos al profesor de la asignatura evaluada, me llena de satisfacción de que aún en esta escuela, la tercera evaluación parcial no la han convertido en periodo de evaluación ordinaria, y así no experimento nostalgia por el alumnado, pero no me hagan caso, estoy en plena senectud en éxtasis.