miércoles, 18 de diciembre de 2013

Pachangas decembrinas

Se acercan las fiestas de fin de año, esos festejos que todo mundo le atora, los mentados guateques conocidos como Guadalupe-Reyes, la verdad para mí a veces son divertidas y otras no tanto; para las personas que laboramos en instituciones, donde cumplimos un horario, ocupamos escritorios –algunos con montañas de papeles y rodeados mil un chucherías­, que siendo honesto a veces estorban–, reglamentos interiores de trabajo o estatutos de conducta laboral, con viernes y sábados de casual o informal, donde algunos hasta de bermuda y chancleta surf se presentan a la chamba (¡qué poca seriedad! ¡Qué mal ejemplo!), con salida temprano –para los que no checan, pues los que sí, ¡se aguantan! Ja, ja, ja, por no decirlo de otra censurable manera.

Ahora que se aproximan las fiestas decembrinas, la empresa o institución no puede quedarse quieta, aquí me resultan curioso los colegas que con ansias las esperan, es común escucharlos decir “oye, cuándo y dónde va a ser la fiesta”, “¡que no sea hasta al último, porque para entonces va estar de hueva ir!”, “que nos digan ya para ir a comprar ropa a Liverpulgas”.

Ante tal ansiedad encuentro dos hipótesis, la primera es que en estos agasajos las bebidas embriagantes como son gratis, la borrachera inyecta ciertos ánimos para decirle a la bien dotada secretaria tus sexosas intenciones sobre su voluptuoso cuerpo, efectivamente esa damita de excelentes curvas que tus pupilas enloquecen cuando la ven partir y que la han estado siguiendo desde la primavera. La segunda hipótesis, es que ese estado etílico en el que te encontrarás te va a dar el valor suficiente para ir a decirle en plena jeta al compañero que te cae mal lo que sientes –el tipo que toda la jornada está poniendo música guapachosa tipo congal a tope de volumen y habla a gritos para que todos nos enteremos de sus proezas– o plantearle la neta a tu jefe, ese sujeto que sólo cuando requiere algo de ti, te hace sentir que existes.

A veces da la impresión que muchos compañeros durante los once meses previos a estos eventos estuvieron en ayunas, pues a la hora de servir los bocadillos y la cena le entran tan desesperados cual niño de Biafra, las pupilas se les ensanchan cuando observan pasar a los meseros con las charolas humeantes, es más, hay personas que hasta les dan propina para que les sirvan primero todo lo habido por engullir, otros llevan su trastecito para guardar en ellas las sobras o los platos que nadie se comió para el recalentado de mañana.

Un hecho naquísimo, es la encarnizada pelea entre colegas por el centro de mesa, esa velita en color rojo o azul adornada con esferas y su flor de noche buena polvoreada de dorado, al cual están muchas miradas puestas en él, para ver quien se lo llevará, como siempre el más gandalla es quien lo obtendrá, terminando como adorno del tanque del escusado.

Se supone que por las fechas que son, tales eventos deben de fomentar la fraternidad, el compañerismo, la armonía, la paz y el amor, todo ello prevalece en el sentir de los asistentes hasta que no llega la rifa de las canastas navideñas, pues quien resulta agraciado, se vuelve un desgraciado ante los ojos de los envidiosos, que inmediatamente empiezan a decir “¡cómo que se la sacó ése, si ni necesidad tiene!”, “el muerto de hambre de siempre es el ganón”, “espero que así ya no ande de llorón pidiendo prestado y de perdida la venda”; igual sucede con el intercambio de regalos entre “compañeros”, pues al final la mayoría lo considera injusto por lo que dieron y lo recibido.

Cada víspera de la navidad en cualquier lugar donde se aglomeren personas y crean en el argot comercial navideño de que un árbol adornado de esferas y luces multicolores representan el espíritu de esas festividades, lo más probable es que sea el mismo cuento repetido.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

#YOLO = #m3v4l3m4dr3

A los extranjeros les causa simpatía escuchar en labios de nuestros adolescentes al saludar la expresión “¡qué onda!”. Dicen que se les hace muy mexicana, algo semejante nos ocurre con el “chévere” de los venezolanos y puertorriqueños, no sabemos su significado pero nos causa gracia; es curioso como en la adolescencia el diccionario verbal de cada chico se reduce a la simple repetición de unas cuantas palabras, por ejemplo wey o we´ –imagino que esta palabra es un difuso intento por hacer alusión al macho bovino castrado, dedicado específicamente al engorde y sacrificio–, es utilizado como comas al intentar comunicarse seguido de un centenar de improperios.

Ahora con las redes sociales y su vorágine de ideas, los jóvenes se apropian de palabras distintas, tanto nacionales como de otros países; cierto día sentado sobre la jardinera de uno de los pasillos del bachillerato dos alumnas discutían sobre equis tema, de pronto una de ellas dijo “si, ya sé que tiene novia, YOLO”. ¿Qué dijo al último? Después supe que se trata de un acrónimo de origen gringo que significa “You only live once”, que al castellanizarse equivale a “sólo se vive una vez”, el cual se utiliza como especie de justificación ante ciertos actos audaces o para evadir responsabilidades en perversas acciones que se ha incurrido de forma relajada y despreocupada.

Es sorprendente como este acrónimo se ha vuelto una especie de filosofía entre la chamacada, ahora cuando comentan algo que saben es incorrecto para los adultos, salen con discursos como “me pase el semáforo en rojo, YOLO”, “mira mami, reprobé, pero equis, tú sabes somos la chaviza YOLO”, “Profe, no traje la tarea, pus…estaba mejor el argüende en el feis, usted sabe YOLO”. Mientras los abnegados mayores creen que están hablando un lenguaje distinto y no los entienden –bueno, si es que les pusieron atención–, si esa misma momiza que en su juventud también recurrió a siglas o frases raras para intentar justificarse.

Así como la que algunos grandecitos hoy utilizan, y que la verdad es bien naquísimo, pues ni siquiera es una cita del libro de Miguel de Cervantes, me refiero a la tan utilizada, “ladran, Sancho, señal que cabalgamos”, la cual se emplea igual que la de los jovencitos, sólo que aquí el que la dice, además de justificarse, se muestra ufano, pues cree que al hacerlo le otorga cierto aire de intelectualidad, mas lo único que está evidenciando es que el Quijote sea erróneamente muy citado y poco leído. Gracias a esa supuesta cita hemos escuchado argumentos como “papá, dicen en la escuela que organizas viajes de estudio para cachondear con mis compañeras. Ladran m´hija, señal de que cabalgamos”, “mujer, las vecinas comentan que en tu oficina te acuestas con el jefe. Ladran mi amor, voy cabalgando”.

Ahora que los adultos son jinetes y la juventud sabe que únicamente una vez tendrá su oportunidad, es bueno considerar que si uno se apropia de lemas o palabras que ni son nuestras, pues hay que tener el cuidado de investigar su significado, procedencia e intenciones, no solamente porque la escuchó por ahí, y a ese alguien se le oyó bien, se va a empoderar de ella, que tal si en lugar de YOLO, se tratase de YODO (no me estoy refiriendo al elemento químico cuyo número atómico es 53 y que se sitúa en el grupo 17 de los halógenos en la tabla periódica de los elementos­), sino al “You Only Die Once”, transformando ese acto de rebeldía, coraje o valentía en lo último que se haría, pero en fin se trata de una frase más que se suma a lo eclético de nuestro lenguaje.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Capados

“Veo tantas chicas castradas
y tantos tontos que al fin
yo no sé si vivir tanto les cuesta”. Charly García


En la antigüedad existía una estirpe de hombres conocidos como Eunucos, cuya característica principal era estar cercenados de su miembro viril y del tejido testicular, para desempeñar la función de servidores o vigilantes de las reinas, del harén y de las demás concubinas del monarca o emperador. Gracias a ese puesto dentro de la realeza, algunas veces se convertían en consejeros del mandatario, quien pensando que conocían sobre la vida de las mujeres y de la sociedad aceptaba sus ideas, razón por la cual muchas de las decisiones que se aplicaban a los súbditos eran producto del ingenio de unos capados.

No es sorpresa que en pleno siglo veintiuno continúen existiendo personas que no están castradas de sus genitales, están carentes de iniciativa, se les pide hacer algo y buscan a otros para que les ayuden o más bien hagan la actividad por ellos; procuran sacar lo más aprisa su trabajo con el apoyo de los demás, para estar sin ninguna preocupación haciendo alarde de eficientes; muchas de las veces por esa prisa de “hacer” todo rápido echan a perder lo que debiera estar bien; la verdad cuando conozco a alguien así, prefiero ignorarlo y fingir que no existe, digo, para qué hago corajes con sujetos que no tienen ni siquiera razón de ocupar su puesto laboral.

Los profesores también hemos llegado a transformar en eunucos a los estudiantes, primero cuando nos hacemos de la vista gorda a sabiendas que ese alumno carente de habilidades académicas nos entrega la tarea o el trabajo escolar copiado de otros o sacado de forma fiel de la Internet, hasta con los hipervínculos, de igual forma cuando el estudiante autodidacta nos hace preguntas que no somos capaces de responder o complementa el tema visto en clase e incluso llega a superarnos en información y salimos con la guarrada de “¡ah, si eres tan chingón, pues da tú la clase!” o “joven, por favor no diga pendejadas” a sabiendas de que tienen la razón.

Qué decir de aquellos que gracias a lisonjas, ocupan puestos importantes dentro de la escala laboral, pero de sus capacidades para desempeñarlos están castradísimos, más no es de preocuparse, para eso tienen a todos sus subalternos que le harán la chamba. Peligroso resulta ese eunuco que da consejos, se cree experto y expresa recomendaciones sobre diversos temas que considera domina, pero en realidad ni siquiera posee un ápice de experiencia o sabiduría.

Estimado lector, no se deje apantallar por estos, haga las cosas que deba de realizar como si fueran para usted, no de consejos si ni siquiera los aplica para sí mismo, deje que los demás expresen sus ideas, no intente aparentar que es el que lo sabe todo, por favor no sea un capón o tal vez sobrado de eso que creemos que no tiene.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

En el jardín de San Pancho

Hace varios años, en aquellos tiempos en que las horas de los días nadie las movía para robarnos una de sueño en el mes de abril, épocas en que las fechas conmemorativas se celebraban en los días que señalaba el calendario y no cuando a ciertos tipos se les antojase, cuando la adolescencia aún no era tan atolondrada por la sobrexposición de los aparatos tecnológicos y los infantes se divertían lúdicamente en los jardines; un servidor a los ocho años tenía como referencia de jardín, el que se ubica alrededor de la iglesia de San Francisco de Almoloyan.

Entre la gran variedad de flores que en ese entonces había, los enormes árboles y las verdes lagartijas, el gordito de pantalón corto y playera con estampados de superhéroes, perdía varias calorías –que al llegar a su casa las recuperaba al doble, cenándose el recalentado de la comida– corriendo y brincando como desatado en el área de juegos infantiles. Sobre la gran resbaladora que se ubica al centro del lugar, ahí pudo comprobar que el éxito es efímero, pues tardaba más en subir que en bajar, como toda cúspide muchos querían escalarla y una vez estando en la cima se resbalaban hasta regresar al sitio donde pertenecían.

En los bimbaletes, experimentó la presión que probablemente en un futuro tendría al compartir una jornada laboral o ciertos proyectos con otro, en donde depende de con quién juegues así será de divertido o estresante la actividad que se realiza, pues hay quienes te ayudan a subir, cuando te miran en lo alto se hacen a un lado y la caída es dolorosa o aquel compañero que violentamente te hace sentir los altibajos, impulsándose para que subas y bajes según su gusto.

Algo semejante sentía en el juego que nunca le agradó subirse, el volantín, esa esfera de metal que gira gracias a la fuerza de varios, pero que ocasiona vértigo, mareo que se asemeja a participar en esos eventos que convocan a multitudes y de tantos que son, algunos muchas veces desconocen los motivos por los que asistieron, más allí siguen girando en el sentido de los demás.

Los columpios, esos asientos colgantes donde las personas mecen sus preocupaciones, logros, fracasos y triunfos, sitios en los cuales puedes permanecer el tiempo que uno quiera, como la vida misma, todo depende del ánimo que tengamos para continuar así o saltar a la firme realidad.

Las tardes enteras, ese niño que una vez fui, se divertía sólo o en buenas compañías, pero este infante años más adelante cuando diera el paso involutivo a la adolescencia se percataría que las malas compañías serían las mejores, escondería sus discos de Crí-Crí, Enrique y Ana, Parchís y Menudo para presumir los de Kiss, AC/DC y Pink Floyd, los cachetes continuarían inflados nada más que ahora lucirían garapiñados por las espinillas, naciendo así una aberración por la verdad que dicen los espejos.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Burbujas

Durante los años setentas cuando aún existía el cine Diana, veía proyectado en su enorme pantalla – ¡esa si era una mega pantalla! No como las que ahora nos quieren hacer creer que lo son–, en la película The Boy in the Plastic Bubble, a un escuálido y de larga cabellera John Travolta interpretar a Tod Lubitchun, joven que al carecer de defensas tenía que vivir en una especie de burbuja que lo mantuviera asilado de cualquier microorganismo patógeno que pudiera sesgar su vida.

Como el personaje de esta película, muchos de nosotros ocupamos nuestras propias burbujas que nos protejan de las fobias, aversiones, prejuicios y mala ondes que solitos hemos generado a partir de entrar en contacto con los demás; cuando abordo el transporte colectivo causa admiración el observar que a pesar de que muchos van parados, los asientos de al lado de los usuarios que dan a las ventanillas se encuentran desocupados. Aquí existen dos probabilidades, quienes ocupan el lugar están roñosos o resguardan con recelo ese lugar, para sentirse más seguros de que no lo ocupará toda esa gente non grata que utiliza al igual que ellos el mismo servicio de autotransporte.

Cuando voy sentado en ese lugar del camión que da a la ventanilla, desde lo alto, disfruto ver como los conductores de coches particulares que pasan o en algún semáforo se detienen cerca, van a sus anchas, se les mira relajados, es más, algunos de tan alivianados que se notan, olvidan que están en la vía pública y tocan sus partes íntimas, introducen su índice en una de las fosas nasales o el meñique en algunas de sus orejas, cuando sacan algo extraño, lo observan con curiosidad científica, se huelen la palma de sus manos o rascan la cabeza cual chiquillo piojoso, no sienten vergüenza alguna, pues van encerrados en sus pequeños mundos, que les brindan seguridad.

Son sujetos que experimentan esa sensación de intimidad semejante a la de aquel adolescente cuyo cuarto lo ha convertido en una especie de bóveda bancaria, donde sólo él es quien debe autorizar el ingreso, cual frontera a un inmigrante. Hay quienes hacen de su persona una barrera impenetrable, producto de los miedos que ellos solos se crearon, buscan el aislamiento y cuando lo logran, luego andan por ahí quejándose de incomprendidos, solitarios y que nadie los toma en cuenta, amigos cómo los van a tomar en cuenta si ustedes mismos se recluyeron o autoexiliaron.

Hay que dejar de andar por la vida con el escudo por delante, pues eso sólo nos genera antipatías, uno ya sabe que no es monedita de oro, a muchos no les agradamos, pero a otros si, entonces para qué desgastarnos la vida encerrándonos en burbujas, salgamos de ellas y si alguien nos hace daño, pues es su problema, nosotros hagamos de las broncas un trampolín y no un columpio.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Adictos Acérrimos al Facebook

Como especie de banquillo de acusados el individuo se para de su asiento, coge el micrófono en sus manos, su corazón late aceleradamente, toma una fuerte bocanada de aire por la nariz. Hola, soy Mavina Kryiacos Panaiotou, también yo he sido de los que se pasan más de cuatro horas frente a un monitor, observando lo que otros dicen, hacen y creen que estar ahí es importante para la vida de los demás.

Me considero un ser humano común, procuro ser muy comunicativo, pues como todos tengo miedo a la soledad, por lo tanto, es normal que aproveche el primer momento de silencio para hacer del dominio popular posteando en mi red social favorita lo que estoy haciendo. Considero que no es anormal que hasta tome foto a ese apetitoso sope de pata y lo etiquete a mis amigos pa´que vean que si me alimento sanamente.

Gracias a esta red, no tengo que recurrir a un diario de esos que se cierran con un candadito en forma de corazón bien nice, simplemente tecleo sobre el muro del feis mi estado de ánimo y muchos abrirán su corazón para solidarizarse conmigo, es más, realizar tal acción ha multiplicado el número de amigos, tengo hasta ahora 5,953, ¡no se me ha subido, y eso que bien podría ser considerado un “Facebookstars”!

Estando conectado siento más seguridad, ya no temo cometer errores de ortografía, pues sé que entre peor escriba, seré más popular y aceptado por el círculo social que me sigue, allí no hay esos mamones acomplejados intelectualoides de redacción que intenten corregirme; disfruto mucho de observar y leer todo lo que suben mis contactos y más aún de quienes no lo son, ya que los pobrecitos inocentes no saben que los sigo en el anonimato, divirtiéndome de las burradas que hacen.

Es un lugar donde los amigos a pesar de no conocernos físicamente, cada cumpleaños nos felicitamos, enviamos abrazos y besos escritos, expresamos nuestros sentimientos con tanta libertad que el anonimato nos permite, pues muchas veces perdemos la vergüenza y somos capaces de escribir declaraciones de amor a quien nos guste, y es que en sus fotografías de perfil lucen tan bien que incluso hay quienes se enamoran de esas personas. Como toda amistad a mis amigos también yo les doy lo mejor de mi perfil, trato de ser sincero sin dejar de mentir, tal cual lo hacen ellos.

He llegado a creer que el Candy Crush es un invento de Dios, pues este juego nos hermana tanto cuando abrimos caminito intercambiando y emparejando caramelos por sus más de cuatrocientos niveles, pero lo más celestial, son esos amigos que te regalan sus propias vidas o movimientos extras para que continúes divirtiéndote, ¿No es el juego más dulce que existe?

Lo único que si me enfurece, hasta me he llegado a enfermar del sistema nervioso, es cuando la pendeja internet está lenta o la red social no funciona correctamente, es la locura que no esté funcionando al cien, eso me irrita y busco no a quien me la hizo, sino más bien, quién me la pague, las manos del individuo en esos momentos destilan hilillos de sudor, mientras como garras aprietan el micrófono, la camisa asoma lamparones producto de la transpiración, afuera del lugar a un costado de la puerta se lee en medio de un círculo blanco con letras negras, “AAFb. Centro de rehabilitación para adictos al Facebook”.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

El cuento de nunca empezar

Durante la efímera infancia de los que ya peinan canas o se frotan protector solar en el cráneo liso –digo a algunos sin ser palmera ya se nos ve el coco–, nos fascinaban nuestros progenitores con historias llenas de fantasías, seres extraordinarios con poderes morales capaces de hacernos reflexionar sobre el bien y el mal a tan corta edad; recuerdo acomodarme sobre la cama antes de dormir y de decir mis plegarias al Ángel de la Guarda, que le pedía a mamá una narración de esas bonitas, donde el valiente príncipe rescataba de las garras de la maldad a la hermosa princesa.

En la actualidad, en estos aciagos días, donde nadie ayuda a nadie, cuando ser honesto, leal, servicial y caballeroso son signos de debilidad, las nuevas generaciones carentes de capacidad de asombro y con su aburrimiento crónico, suponen a los llamados cuentos de hadas, tonterías y estupideces para niños imbéciles, o sea, desarrollar la imaginación es sinónimo de idiotez.

Es tanta la seriedad que pretendemos heredar a la actual infancia, que los consideramos como adultos de baja estatura, cuando les atiborramos de información actualizada con tal de mantenerlos modernizados, olvidándonos que entre tantos datos se nos pueden escapar cosas que a cierta edad son difíciles de comprender, sin la ayuda de un adulto.

Son generaciones que acompañan a sus madres a ver las telenovelas o programación televisiva no aptos de su edad, como reality show o noticieros, razón por la cual se llegan a sentir en igualdad de condiciones que sus padres, incluso discuten sobre temas de actualidad, generando la apariencia de cierta intelectualidad que sus antecesores no tuvieron a esa edad.

Por tal razón, para esta clase de infantes es más agradable que en los cuentos de hadas el Gato con Botas, sea considerado un vil estafador que debería ser sometido a juicio y encarcelado, Blanca Nieves bien podría cantar con Alicia Villarreal “dónde está el príncipe que me besará”, Hansel y Gretel hubieran sido unos hábiles empresarios de dulces y golosinas, Cenicienta bien sería la dueña de una agencia de servidoras domésticas, mientras que Rappunzel y la Bella Durmiente triunfarían como modelos en los infomerciales anunciando las bondades de ciertos Shampoo y pastillas para conciliar el sueño, y Pinocho estaría al frente de una cadena de muebles de madera a nivel internacional que lo colocarían en The Forbes World's Billionaires list, ya que de no abordar los argumentos bajo esta perspectiva, no resultarían atractivos.

Imagino entonces que como argumento a justificar sus futuros errores de conducta, le echarían la culpa al excesivo uso de la internet, tal como nosotros lo hemos hecho con el televisor, a poco no seguimos el ejemplo de Don Gato al reunirnos con algún pretexto con nuestra pandilla y eso que nosotros no sonamos las tapas de los botes de basura para convocarlos; si a veces andamos en paños menores en casa, es gracias a Tarzán que siempre cubrió sus partes íntimas con una piel de felino; no le encuentro ningún sentido gay a tener un inseparable amigo, si Batman siempre ha tenido a Robín y en Plaza Sésamo Beto y Enrique hasta comparten cuarto para dormir.

Los que manejan sus coches a 320 Km/h., simplemente lo hacen porque el Avispón Verde así conducía su Black Beauty. La tierna Candy Candy tenía dos novios, ¿alguien la clasificó de zorra? Popeye para realizar trabajos pesados se metía hierba en el cuerpo, y nunca lo han tachado de pacheco; en fin todos ellos vivieron felices para siempre, ¿por qué uno no?

miércoles, 30 de octubre de 2013

¡Hum! ... nada

Se dice por ahí que en el amor, las parejas son como un par de líneas paralelas que nunca encuentran un punto de unión, a veces una de las partes llega a pensar que el otro siempre está en desacuerdo de lo que opina y su pareja considera lo mismo, en pocas palabras van en contra la corriente, mas no saben que sí existe un punto donde se unen, cuando cada quien necesita o extraña al otro.

Es una especie de juego sentimental, donde la cercanía implica seguridad y la lejanía genera incertidumbre, que se puede llegar a convertir en disonancia o desconfianza, encontrando equilibrio en la pesada incógnita del silencio. Sí, estimado lector, a poco nunca ha experimentado ese calosfrío que produce un terrible y absoluto mutis de su pareja, que motiva a hacerle las interrogantes de: ¿Qué tienes? ¿te pasa algo? Mas la respuesta todavía es más punzante que su silencio, una especie de sonido gutural que se escapa entre los dientes y que los oídos de uno lo codifican como “nada”.

Entonces nuestro cerebro comienza a elucubrar posibles respuestas al n-a-d-a, como: lo más seguro es que estará cansada, tal vez hoy tendría un día de mal en peor, híjole, le contaron un chisme de mí, posiblemente ya se decepcionó del cariño que le tengo, estará ya aburrida de la relación, se pondría celosa de mis amistades, le hice daño sentimental ayer, etc., etc. Entonces empezamos a enfermarnos de los nervios, a estresarnos y a deprimirnos por la maldita ansiedad que luego se vuelve inseguridad causada por cuatro míseras letras de respuesta.

La ciencia hasta el momento no ha podido encontrar una respuesta bien fundamentada a esta afirmación, creo que sólo los científicos del género masculino, pues los del femenino, ellas sí saben su significado, pero la guardan como la fórmula secreta de ese conocido refresco de cola que a diario consumimos los mexicanos o del famoso pollo del Coronel Sanders.

¿Por qué tanto misterio encierra esa respuesta? Si alguien sabe su significado que me lo diga, no quiero el de la Real Academia de la Lengua Española, pues ya sé que existen cinco interpretaciones que masculinamente no satisfacen la curiosidad.

Mas tengo la idea de que debo de considerarla un dogma cuando salga de labios de esa dama que sabe bien cómo entorpecer el corazón de quien la ama… pero por favor si una fémina sabe qué significa “nada”, hágamelo saber de inmediato y le viviré eternamente agradecido, porque mañana puede ser tarde.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Insatisfechos

Esa mañana Chuchín está lleno de ansiedad, los nervios hacen que su cuerpo de 15 años sienta frío, se pregunta, ¿por qué siempre que inicia un nivel escolar se pone así? Sabe bien que toda la adrenalina que experimenta lo hará cometer más de una estupidez, equivocarse de grupo, copiar mal el horario de clases, cambiar los nombres de sus nuevas amistades, olvidar el celular en la cafetería, entre otras tonterías.

Está seguro que por alguna causa bien justificada a su mamá se le hará tarde, y cuando lo lleve tendrá que enfrentar al violento tráfico vehicular de las 6:40 a.m., cuando todos quieren llegar temprano por la jodida motivación de estar puntual el primer día, enfrentándose al pesado embotellamiento y la peor sinfonía de cláxones, como si al hacerlos sonar pudiesen abrirse paso y arribar a tiempo.

En eso recordó que su hermano Luis, quien ya estudia Filosofía, le puede menguar su ansiedad con algunos tips para sobrevivir en la preparatoria, raudo dirige sus tenis hacia el cuarto de éste y en cuanto lo mira, pregunta, ¿es cierto que en la prepa la mayoría de los profes son malévolos? Echándose hacia atrás la enorme mata de cabellos que le cubren los ojos, responde, no existen profes malos, hay profes insatisfechos.

Ellos son profesionales que tratan de cumplir la mayoría de las normas y reglas de la escuela; su error consiste en que según ellos, piensan que con apegarse a un horario, impartir la información que invierte una clase y reportar la calificación de cada estudiante, ya la hicieron, pues incluso, tal hecho les hace creer que una vez cerrado ese círculo, ahora es trabajo de nosotros los alumnos quienes debemos completar todo lo demás del proceso debido a esa falsa idea que los hace pensar que el conocimiento es algo acabado.

Motivo por el cual ya no tenemos derecho de decir que no le entendimos a algo o pedirles que nos vuelvan a explicar. Pues si a alguien se le ocurre cuestionar o denotar más dominio sobre el tema, una bofetada de sarcasmo o tal vez libertad incondicional obtendrá cuando le pidan abandonar el salón, por clasificar la duda o aportación intelectual como indisciplina.

Hermanito, debes aprender que cuando ellos se defienden, no es nada más de ti o de los demás alumnos, es del sistema educativo en su totalidad, ya que al verse acorralados por nuestra escasez de aprendizaje después de que religiosamente cumplieron con un programa, un horario, de implementar estrategias de enseñanza que fallaron, se inunden de insatisfacción y busquen una salida fácil, ser autoritarios, perversos y de apariencia inquebrantable, de esos que con sólo verlos uno se atemoriza, gracias a su terco afán de ser siempre los que saben y de acudir a cursos de capacitación que se transforman en estadísticas escalafonarias que dan lugar a un crecimiento laboral y no al mejoramiento de su práctica.

¡Ah, ya entendí! Gracias, nos vemos por la tarde para platicarte cómo me fue, saliendo apresurado a abordar el coche de mamá; mientras Luis sabe que su pequeño hermano y compañeros de grupo enmudecerán, cuando entre por la puerta el mismo profesor que a él le hizo la vida de cuadritos durante dos semestres, con su clásica hermética seriedad renovada, exclamando el terrorífico balbuceo de “¡buenos días muchachos!” y mirando a todos como si fueran judíos en campo de concentración nazi.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Incluso en estos tiempos

Dicen que existe una línea imaginaria que separa una generación de otra, donde se consideran el contexto social, el tipo de educación recibida y, lo más importante, las notables diferencias entre los estereotipos de las diversas etapas del desarrollo humano; es claro que las épocas son cambiantes como es lo normal, por ejemplo hoy los infantes cuando se enojan dicen jódete o friégate, en mis tiempos por sacar la lengua a un adulto – ¡qué para mí era, un gran insulto!­–, sufría de severos castigos por parte de mis progenitores, hoy los pobres padres de familia si intentan corregir a sus hijos, a veces hasta la cárcel pueden ir.

A esa distancia que separa a las diversas generaciones, unas de otras, se le denomina brecha generacional, y en estos tiempos tan veloces se nota aún más, pues la modernidad nos ha obligado a evolucionar a pasos agigantados, es tan enorme la distancia que nos separa a la generación del cubo Rubik, a la cual pertenezco en comparación con la generación de la Arroba, que a muchos que ya se encuentran en la tercera edad a veces de tan grande que es la brecha, debido al atraso se vuelven analfabetas pasivos en cuanto al uso de la tecnología y su lenguaje.

En mis tiempos de primaria, al finalizar las clases, la profesora nos escribía la tarea en el pizarrón e invertíamos hasta quince minutos después del timbre de salida en copiarla, ahora es diferente, pues los alumnos ya no toman nota de ella, únicamente le sacan foto con su Smartphone; hoy mientras en la vida real suceden cosas interesantes, algunos prefieren enterarse de ellas a través de páginas de internet.

En la actualidad si alguno de mis abuelos viviera, lo más seguro es que cerrarían todas las ventanas de la casa, cuando la computadora se empezara a poner lenta, porque hay muchas abiertas, como lo sugieren los técnicos con tal de mejorar su funcionamiento; me recomendarían no correr ningún programa, pues tal vez éste, pueda que acuda a conciliación y arbitraje a ponerme una demanda por despido involuntario.

Se sorprenderían que ahora las personas para existir tengan que abrir una cuenta de Facebook o Twitter, y lo más importante estar conectados, más siempre tendrán la duda en que si alguien se pondrá feliz al saber que exiten. Tal vez pensarían que chatear es un nuevo idioma de algún exótico país. Al escucharnos molestos porqué Facebook ya nos avisó que vieron nuestro mensaje y no lo contestan, creerían que esta red social es una persona muy indiscreta o argüendera. Les encantarían los rumores sobre ellos que habría en las redes sociales, pues se enterarían de cosas que ni habían hecho y como dice el modernizado dicho “ojos que no ven, Facebook que te lo cuenta, amigos que les gusta”.

Es una pena que también se hayan perdido la oportunidad de sacarse cien fotos, borrar 89, editar 11, quedarse con 3, para terminar subiendo sólo una a su perfil, pero como eran tan sabios, lo más probable es que concluirían que uno no es tan guapo como la foto de su perfil, ni tan feo como la de la credencial del IFE. De una cosa si tengo la plena seguridad, ellos disfrutarían de encontrar un viejo amigo a través del feis, además de crear un grupo al cual pondrían por nombre “El Club de la Eutanasia”.

Ahora sólo falta que cuando alguien vaya al registro civil a ponerle nombre a su primogénito, la secretaria le pregunte, ¿Nombre? Luis Felipe, lo siento, ese nombre alguien ya lo tiene, le sugiero ponerle Luis_Felipe o Luis Felipe2013, bueno, si es que dicen que el amor es como el WIFI, está en el aire, pero lamentablemente pocos tienen la clave, y que además de los filósofos griegos, también existen los filósofos de Facebook y Twitter.

Incluso en estos tiempos tan modernos, cuando el buen samaritano es ese vecino cuyo WIFI no tiene contraseña, cuando me emociono al exhalar humo por el clima frio y los jóvenes de catorce años ni se inmutan por fumar tres cajetillas de cigarros al día, sigue habiendo tres cosas que a los seres humanos nos deprime, ver llorar a una madre, que nuestra pareja se vaya y que Internet esté lento o a usted… ¿no le cambia el ánimo?

miércoles, 9 de octubre de 2013

Analfabestias crónicos

A lo largo de mi corta existencia he visto como por ciertos periodos se ha izado la bandera blanca que anuncia el fin del rezago educativo en la entidad, anunciando que los habitantes ya saben leer y escribir, ¿será cierto? Bueno una cosa es que sepan comprender el significado simbólico y fonético de las letras, pero el mensaje que se intenta transmitir con la combinación de ellas cumplirá su cometido de ser interpretado como es.

Es que saber leer no implica que la gente sean unos letrados, pues según estadísticas del informe PIACC, conocido como el estudio PISA para adultos, un 27% no comprenden el contenido de un texto medianamente complejo, si a ello le agregamos que un 30% son incapaces de completar una oración simple, ahora me explico porque resulta inútil colocar letreros viales donde se prohíbe dar vuelta a la derecha cuando la luz del semáforo esté en rojo o no estacionarse en equis lugar, si las bestias detrás del volante no comprenden el significado de esos avisos.

Gracias a esa estúpida epidemia de brutos que no leen o se hacen de la vista gorda, existen choferes que se creen millonarios, pues no les pesa pasarse la luz roja del semáforo pese a que si son sorprendidos por algún agente de tránsito tendrán que pagar una buena cantidad o los que si toman al pie de la letra eso de “primero es el peatón”, pero en ser arrollado porque fue confundido con una boya más.

Qué bochornoso resulta toparse con esas analfabestias que hojean las revistas en los centros comerciales, sin importarles el letrerito que advierte no hacerlo, y lo que es peor, con su voluminosa presencia entorpecen la visibilidad de los que tal vez si van a adquirir algún ejemplar. Caso semejante ocurre en las calles, pues igual de ridículo es el observar en paredes donde se indica con buena tipografía no anunciar, un graffiti en fluorescente carmín cuya pésima ortografía, intentan expresar “chinge a zu madre, la que vibe aki”, ¡ah, lo más curioso, esto si lo interpreta muy bien quien habita esa zona!

Qué decir de los lugares donde se prohíbe tirar basura o escombro y el sitio parece un depósito de eso que no deben de hacer; ahora, esta actitud no es sólo de quienes no asisten a la escuela, pues muchas veces en los recintos académicos los estudiantes hacen todo lo contrario a lo que se les advierte no realizar, salvo una cosa, si respetan al pie de la letra eso de “favor de guardar silencio”, pues de tan bien que lo guardan siempre hay más ruido que una fábrica metalúrgica.

Será ignorancia o esa actitud intencionada que de forma indirecta se disfraza de acciones inconscientes con tal de ejercer lo contrario a lo estipulado, eso que una vez el sociólogo francés Pierre Bourdieu llamó violencia simbólica, creo que es lo segundo, pues a poco todos estamos tan distraídos que no recapacitamos por un momento en el error o la falta a la que incurrimos, es como justificar tales actitudes al más puro estilo Chespiriano, “lo hice sin querer queriendo”.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Yo me bajo en San Jerónimo

Existe una frase en la canción Peces de ciudad de Joaquín Sabina, que dice “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, la cual es un parafraseo inspirado en el hermoso texto El llano en llamas de Juan Rulfo, saco tal cita a colación en este momento en que voy sentado en el descolorido asiento con lamparones del autotransporte, rumbo a la hermosa población de Cuauhtémoc donde aprendí a amar el puesto laboral que hoy ocupo, mientras observo por la ventanilla entre las cortinas de terlenka azul celeste curtidas de polvo y de otras sustancias de extraña procedencia, el paisaje verde de las hortalizas, las vacas comiendo espigas y las ardillas silvestres saltando de una rama a otra.


De pronto recuerdo a todos los que allá conocí, me pregunto, ¿si continuarán igual de amables como los dejé? ¿Si todavía serán tan hospitalarios, dispuestos a trabajar sin poner pretexto y serviciales? Razones por las cuales recordé el fragmento de la canción, pues si encuentro lo contrario, tal vez me decepcione o existe la posibilidad de que mi comportamiento no sea el que ellos esperan y sea yo quien los defraude, pero mejor soy optimista.


En esos momentos sube el pseudo inspector a supervisar que todos los pasajeros conserven su boleto, ese papelito escrito en dos tintas, donde te recuerdan lo clasemediero que eres al señalar en letra mayúscula SERVICIO DE SEGUNDA CLASE; al solicitármelo, llega a la memoria la profesora que seguido me acompañaba y cuando este hecho ocurría, discutía alegando que no le perforaran su ticket, pues en caso de ocurrir algún accidente, con él perforado les resultaría imposible a sus familiares cobrar el seguro contra daños que ella sufriese.


Al descender del vehículo aspiro el característico aire fresco, siento a flor de piel la temperatura agradable como antaño, ese día la maleducada niebla no quiso recibirme, pues no la vi por ningún lado; dirijo los pasos hacia el lugar, mientras camino, como antigua fotografía todo sigue en el mismo sitio, los viejitos al sol sentados sobre las blancas bancas del jardín, en un extremo de ese sitio, ahí está el último tlatoani mexica esperando a que algún mequetrefe le regrese la lanza que le fue birlada, erguido, vigilante como siempre de la integridad de los vecinos, al centro el enorme kiosco de granito, donde tantas veces veneramos al lábaro patrio, afianzando en los púberes esa idiosincrasia nacionalista que nos hace ser mexicanos.


Cuando estoy en el umbral del ingreso, dudo entre regresarme o continuar, pues no quiero erradicar toda expectativa que construimos juntos, cuando hicimos de nuestro empleo un hogar donde la armonía, cordialidad y servicio mutuo transformaban el campo de trabajo en un huerto al que a diario regábamos sus frutos que eran los estudiantes, si, esos jóvenes sinceros, escasos de maldad y con un incansable espíritu de superación. Tales pensamientos alimentan el ánimo e ingreso, en el interior vuelvo a encontrarme las caras amables, las pupilas ensanchadas de gusto y las calurosas sonrisas que dan la bienvenida, como cuando veías caminar por el andén de la estación el arribo de ese ser querido.


Honestamente, mi estancia la traté de hacer efímera, debido a mis inseguridades, pues temía decepcionarlos, darles una mala impresión o que ellos ya no reaccionaran como antaño, así que concluido a lo que había ido, me despedí de los ahí presentes y tomé un taxi sardina, de los de allá, que por el mismo precio que un camión de pasajeros te regresan a la Capital, con la única condición de que lo compartas con otras personas; el chofer al verme se acordó de nuestras peripecias, de Dormimundo, entre otras anécdotas que hicieron ameno el retorno. Cuando bajé del coche pude darme cuenta que había dejado parte de mi alma en ese lugar, entre los recuerdos que ahí viví y que perdurarán siempre en la memoria, por eso yo me bajo en San Jerónimo, yo me quedo en Cuauhtémoc.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Los baches de mi casa, son particular

Ya tiene días que “Manuelito” nos dejó más húmedos que un pañal de recién nacido con cólico, sí, ese fin de semana cuando nuestros políticos ejercieron sus habilidades de meteorólogos vaticinando hasta cuando dejaría el Altísimo de derramar la copa de lluvia sobre nosotros, es más, creo que le importó un carajo nuestras fiestas patrias –aquí si me dan pena ajena esos poser ecológicos, que se la pasan moliendo al prójimo cuando tira agua a la calle, ¿A ver, ahora a quién van a demandar por desperdiciar durante cuatro días litros de H2O? –, también que nos fuéramos quedando sin ropa que ponernos, ¡bueno, nos dio el pretexto de ir a comprar nueva!

Después del aguacero, los vecinos de la Ciudad de las Palmeras, nos encontramos ante un panorama desalentador, las pavimentadas calles daban la impresión como si estuviéramos en una película de ciencia ficción, pues por cada tres o cinco metros había una especie de cráter lunar o como si hubiéramos sido invadidos por topos asesinos que en sus madrigueras acechan dispuestos a atacar al inocente peatón, ¡chanfle! ¡Qué no panda el cúnico! Era como si hubieran llovido baches, los automovilistas al esquivarlos se veían como un vulgar juego de vídeo, pero esta vez la adrenalina no era producto del Xbox 360, era la vida real.

La más publicista de mis vecinas, le platicó a miamá que por la Avenida San Fernando una Ruta 10 repleta de pasajeros cayó dentro de un enorme bache y hasta el momento se ignora su paradero, pero según reportes de un conocido canal de tres letras que repite cada hora las noticias, no se explican cómo en China de la nada surgió un camión de lámina oxidada y chacuaco integrado con gente cafecita y barrigona que nanguea a todo el que se cruza a su paso.

Como siempre la chiquillada le encontró el lado divertido, pues en los que se ubican cerca de la acera de la banqueta, le echan barquitos de papel o con sus navíos de control remoto los mueven de un extremo a otro. Unos traviesos adolescentes los transforman dependiendo de lo ancho en jacuzzi o alberca, y se acercan con sus toallas a darse un chapuzón.

Un aficionado a la astronomía dice que existe la probabilidad de que los astronautas de la estación espacial internacional, los vean desde allá, pero yo digo que pura guasa; Don Emiliano me comenta que uno enorme ubicado por las inmediaciones de la Avenida Tecnológico, ha dejado al descubierto la cúspide de lo que el personal de arqueología creen es una pirámide, o sea, ese tramo de vía pública hasta ahí llegó, pues lo más seguro es que lo conviertan en parte de nuestro patrimonio.

Por lo pronto ya tomé el celular y voy a reportarlos como indica la autoridad, pero mientras lo hago, voy a cantar… ♫ ♪ los baches de mi casa, son particular, cuando llueve y se moja, parece que salen más, agáchate y vuélvete a agachar, laralalarala… tan, tan ♪ ♫

jueves, 19 de septiembre de 2013

Somos humanos y nos llaman profesores

Siempre he dicho que las escuelas son espacios donde se transmite lo que en la antigua Grecia denominaban la enkyklios paideía, que en castellano quiere decir “instrucción circular”, esa serie de disciplinas propias de la educación que al cursarlas el individuo se volvía un “iluminado”, por este motivo me atrevo a afirmar que en las escuelas se inculcan conocimientos, razón por la cual los estudiantes deben de acudir educados de casa, pues resulta patético que los padres de familia al no dedicar tiempo para educar a su vástagos, pretenden que otros lo hagan por ellos, dejando tan ínclita función a los abnegados profesores.

Estoy de acuerdo que además de la formación académica, en las escuelas, quienes asistimos a ella aprendemos otras cosas que en casa no habíamos asimilado, pero que sea tarea del docente corregir ciertos hábitos negativos que desde los hogares nunca se pudieron amedrentar, lo veo difícil; por otro lado, dejar a la responsabilidad del docente inculcar las reglas o convencionalismos sociales, pues está carajo, si nosotros los educadores, somos seres humanos, y por ende, errar también es parte de nuestra naturaleza.

Recuerdo que durante mis años de escolante… ¡ups! Perdón, estudiante, tenía mitificada la imagen del profesor, gracias a la influencia de mi madre, ese arquetipo que aún forma parte del inconsciente colectivo, donde se visualiza a este profesional dotado de autoridad y sabiduría, pues cual no sería mi terrible decepción al ingresar al bachillerato y en plena cabalgata de conocida ciudad, vi a mi profesor de… –para evitar herir susceptibilidades se omite este dato–, con cerveza en mano y estéreo del coche a tope de volumen, haciendo guarradas.

Al día siguiente, en clases opté por guardar silencio, pero el más inquieto de mis compañeros de grupo le cuestionó esa actitud, a lo que ufanamente respondió, “¿qué no tengo derecho a divertirme como ustedes? ¡También soy humano!”, Imagino que para no hacerle sentir mal, todos nos reímos como si se tratara de un chascarrillo, mas tal argumento a algunos nos pareció de poca responsabilidad.

Gracias a tal defensa, conforme fui avanzando académicamente por los demás semestres, justifiqué a aquella catedrática que a pesar de estar casada con un ocupadísimo funcionario, en el estacionamiento tenía sus arrumacos con otro de sus colegas, imposible olvidar al profe galán que siempre se hacía una novia entre sus alumnas o el infiel directivo que andaba con la fea secretaria, la verdad su esposa era muy guapa, pero creo que no quería desgastarla, por eso prefería al esperpento de la taquimecanógrafa.

¿Es posible desde la escuela educar a los estudiantes? Sí, pero lamentablemente algunos docentes no predican con el ejemplo, es precisamente ahí, cuando la credibilidad deja de existir; cuántas veces quienes ejercemos la docencia hemos llegado al límite de la hora de inicio de nuestra clase, simplemente arribamos al aula y como especie de fastidio, de pilón pasamos lista, poniéndole falta a los que se hartaron de esperarnos, ah, pero cuando es al revés, cínicamente les aplicamos el reglamento a ellos si llegan tarde, argumentando, ¡los estamos educando!

Nos quejamos de que los jóvenes no saben trabajar en equipo y tristemente nosotros por el maldito ego de querer ser más que el otro, convertimos en Torre de Babel la reunión docente, pues nos resulta imposible ponernos de acuerdo para hacer un trabajo colegiado.

Los profesores somos por el hecho de ejercer nuestra profesión, figuras públicas, por eso dar el ejemplo no es la principal forma de influir sobre los demás, es la única, pero, al final de cuentas, todos somos humanos y profes a la vez, y errar es de… pues… de los alumnos o ¿no? ¡Ajá! Hasta pronto.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Los Banqueros Vampiros

Gracias a la dedicación y el esfuerzo de resistirme a comprar cualquier porquería, logré ahorrar unos cuantos centavos. Con el capital en casa, mi familia me recomendó que debajo del colchón no era ideal guardarlo, entonces recordé que tenían razón, pues durante mi adolescencia cuando ahí escondía las revistas para adultos, por un extraño efecto del colchón las páginas se almidonaban, ¡y no quería que eso le sucediera a mis billetes! Tampoco en la arcaica enciclopedia de doce tomos que hace más de veinticinco años la adquirí en abonos a la editorial del Pegaso. Puede que en ella hasta a mi se me olviden de tanto tiempo que ya ni la utilizo. Entonces, uno de mis hermanos, sabiamente recomendó que abriera una cuenta en algún banco y los depositara, que ahí estarían seguros.

C
omo autómata seguí el consejo, llegué al lugar y un asesor financiero de saco tipo encargado de tienda departamental muy amablemente atendió a mi solicitud, después de “aperturar” la cuenta como ellos dicen –es más, esta pinche expresión ni existe en nuestro idioma–, toma mis datos oficiales y solicita como adicionales, el número de teléfono de casa, celular y alguna cuenta de correo electrónica, pues ahora con lo avanzado de la tecnología, los estados financieros llegarían por mail o por mensaje de texto.

Ahí está su tarado favorito proporcionándoselos, fatal error, pues desde hace unas semanas, llaman a mi casa sin importar la hora, una serie de individuos para ofrecerme mil un promociones, desde tarjetas de crédito que me sacarán de esos pequeños apuros –ajá, para meterme en grandes adeudos–, préstamos preaprobados a sesenta meses, con cero comisión, tasas fijas quincenales y hasta un seguro de vida, con el cual al morir, mi gato sería un magnate de los tejados.

El celular suena cada dos horas, con la misma pinche cantaleta de los promocionales bancarios, según yo, haciendo uso del austero cerebro, le puse nombre al número para cuando escuchara el timbre, poder verlo en el identificador y rechazarla, pero ese ejército de tipos con acento de centroamericanos –que ni siquiera saben pronunciar de forma correcta mi apellido–, resultaron más hábiles, pues ahora utilizan un teléfono que el identificador sólo señala como “número desconocido”, y resulta que esa misma leyenda la pone cuando se trata de la compañía telefónica cuyo nombre se asemeja al de la empresa agroalimentaria de Vevey, Suiza, y que casualmente muchos de los compañeros de trabajo utilizan, ya se darán una idea que de nuevo tengo que contestar para saber de quién se trata y va de nuevo la burra al trigo.

Por correo electrónico es igual, cada semana recibo en promedio tres mail, donde me describen las ventajas, bondades y virtudes de los créditos y tarjetas del terrorífico banco; harto de eso, una tarde llamé a mi supuesto asesor financiero con el propósito de reclamarle, este después de preguntarme las causas de rechazar tan exclusivos beneficios, salió con el cuento de que él no puede dar de baja los números telefónicos ni la cuenta de E-mail, que llamará a una serie de oficinas donde debía justificar mil razones por las cuales no quería recibir nada, pues al ser cuentahabiente, él no podía desligarme así de fácil.

Es en situaciones como estas, cuando más me pesa que ya no esté con nosotros Rodolfo Guzmán Huerta, a quien todos conocíamos como El SantoEl Enmascarado de Plata”, pues de seguro vendría en nuestro auxilio a luchar contra los Banqueros Vampiros, que a como dé lugar quieren chupar hasta el último céntimo a los desvalidos ahorradores del poco capital que a cuesta de sudor, esfuerzo y desvelo han reunido, pero como dijera Don Chava Flores, “con sueños de opio no conviene ni soñar”.

Si la esencia de los bancos en sus orígenes era recibir ahorros, ¿ahora por qué hacen hasta lo imposible porque te endeudes con ellos? Además si de contar con dinero rápido se trata, pues ahí está el Monte de Piedad que no raja, y respecto a los telefonistas “Martínez Marroquín” a esos, mejor corro a la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros a ponerles una demanda.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Los Afeitadores

Narra la historia que cierto día Platón observó a Diógenes, entre los desperdicios del imperio recoger una oxidada lechuga para alimentarse. Se aproximó sigilosamente y le comentó: “si estuvieras en la corte del emperador, no estarías alimentándote de las sobras”, entonces el extravagante personaje con la procacidad que le caracterizó, respondió: “prefiero disfrutar de estos manjares, que estar con la zozobra de saber cómo seducir cada día, a quien deseo manipular a mi antojo”.

Diógenes de Sínope, hablaba así porque él era un genio y además fue un tipo que no tenía ningún apego por los bienes materiales, un vagabundo, vecino del universo, más no un miembro del rebaño embrutecido, como los que usted y yo conocemos; esos tipos que continuamente se muestran siempre accesibles a los intereses de otros por conveniencia, por conseguir cada vez más bienes materiales, como dijera mi madre, “no tienen hartadero”.

Charlatanes que abusan de la inseguridad de otros, atiborrándolos de halagos y adulaciones con tal de disfrazar las deficiencias que ellos tienen, es más, sin recato alguno engatusan a sus superiores a través de mimos, buenos tratos –en apariencia e incluso hasta el trabajo pesado se los hacen con tal de conseguir algo, a veces creo que esa actitud zalamera para quien la recibe, llega en exceso a resultar incómodo, digo, ha de ser vergonzoso que delante de todos te llamen con frases en diminutivo. Pero también hay quienes son felices con esos tratos, que incluso se vuelven indispensables, pues hasta los buscan cuando no están cerca.

Muchas veces, estos lamebotas, ocultan tras todos sus elogios, la repugnancia o el odio que experimentan hacia la persona que barbean, he conocido sujetos que antes de que un individuo fuera su jefe, para ellos era considerado de lo peor, un ser non grato, y ahora resulta que hasta íntimos son o lo que es peor, forman parte de su séquito, mientras el pobre ingenuo de tanto que les simpatizan por los atributos que le achacan, se ha vuelto su cómplice, solapando todas esas ineptitudes que ellos querían que pasaran desapercibidas ante los demás.

Desde mi humilde opinión, creo que no es necesario ser un arrastrado para conseguir lo que se quiere en la vida, considero que si cumples con tu empleo como debe de ser, no ocupas recurrir a colocarle el tapete bajo sus pies a tu jefe cada vez que lo veas, con esto no estoy afirmando que lo ignores, al contrario, la humildad y cordialidad es primero, pues al fin de cuentas lo que debe de valer es el desempeño laboral y la lealtad de uno, más si a los altos mandos les agradan los chupamedias, sólo recuerden que quien cuerda les da, ahorcados los quiere ver.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Pido la palabra entera

Estamos a casi tres lustros de iniciado el siglo veintiuno. La expansión tecnológica en la información la hace que fluya con mayor rapidez que antaño, pues viaja de forma instantánea como aquellas antiguas cámaras en las que te retratabas y minutos después se revelaba la imagen sin tener que acudir a un laboratorio; pese a que hoy existen infinidad de medios que agilizan la comunicación, nuestro lenguaje al intentar entablar un diálogo o querer hacernos comprender ante los demás, continúa siendo el mismo en esencia.

Eso me remite a mi infancia, cuando mi “cabecita de algodón”, es decir, la autora de mis días, era una robusta mujer que se dedicaba a confeccionar ropa a delicadas señoras, al observarla encorvarse sobre la máquina de coser para la elaboración de alguna prenda, llegaba a comparar tal práctica con nuestro cerebro que hilvana ideas, pensamientos y emociones confeccionando palabras que emitimos para ejercer ese antiguo circuito del habla.

A pesar de ser tan antigua la forma verbal de comunicarnos, a ciertos individuos nos cuesta trabajo hacernos comprender, damos por hecho que las ideas al transmitirlas como las visualizamos, los otros también las perciben, por ejemplo, yo hablo tan rápido que se escucha como si emitiera balbuceos y las personas me dicen, ¿no te entendí, qué dijiste? “Snach… cruli… shurtem-iktus”, hablo con mi mujer y ella tampoco me entiende, es como si hablara otro idioma.

Pero lo de mi ecolalia no me agüita, pues hay personas de lenguaje claro a la audición, que aseguran la existencia de vasos de agua, ¿será acaso alguna nueva invención científica? Otros más, afirman que las risas en la boca son hermosas, ¿la nariz y los ojos también emitirán risas? ¡Qué tal cuando nos piden escuchar con los oídos! ¿Algún otro miembro de nuestro cuerpecito también está habilitado a la escucha? Creo que sí, ¡quién no ha escuchado a su conciencia o sus pensamientos! Así como también los que te dicen que quieren que te subas pa´ arriba o te bajes pa´ bajo y que te comas la comida o como si fueras un reptil o ave de uñas largas y afiladas te piden que agarres los objetos.

Bueno, si por ahí he escuchado que tienen hijos superdotados de tan sólo un año de vida que ya son bilingües, pues saben decir “bye” cuando se despiden y “yes” para aceptar las cosas, ¡sólo les falta agregar a su vasto lenguaje “arrivederci” y “ciao”, y obvio hablar español! Es una pena que a veces los animales tengan mayor capacidad de comunicación que una persona, es patético ver como un perro saca a pasear a su amo o el gato obliga a base de maullidos que le alimenten.

Es tan extraña nuestra forma de intentar entablar comunicación, que muchas veces queremos hacerlo al mismo tiempo, evitando con ello el transmitir nuestro mensaje; no es hasta la primaria cuando la “señorita” profesora, a través de un método coercitivo nos enseña que para hacernos escuchar, tenemos que levantar la mano o decir “pedir la palabra entera”, más entre cuates, tal aprendizaje no es tomado en cuenta, razón por la cual mejor optamos por hacerlo a través de los mensajes de texto de algún teléfono celular –¡hágame el favor, cómo seguir llamándole así a ese aparato que tiene radio fm, cámara fotográfica y video!­–, mediante las redes sociales o por correo electrónico, en fin todo sea por dejar de sentirnos solos, ah, ya para terminar, por favor, ¿alguien podría explicarme dónde se ubican los murlos del pollo?

miércoles, 21 de agosto de 2013

Estrellas en la panza

Hace varios años, en una entrevista el cantautor español Joan Manuel Serrat dijo que es imposible ser feliz en un mundo de infelices. ¿Qué nos hace infelices, una necesidad sin satisfacer? ¡Pero si nada nos satisface del todo, a los habitantes del globo terráqueo nada nos resulta suficiente! Los pobres quieren ser ricos, los ricos desean ser más ricos, el flaco intenta engordar y el gordo hace mil barbaridades para perder esos kilos que tiene de sobra.

En esta última categoría estoy, durante mi adolescencia y adultez primaria estar pasado de peso no me importaba, disfrutaba de engullir cualquier cosa que dejara transparente la servilleta de papel, era un deleite esos pastelitos que tienen nombre de aves o los chicharrones en taco de doble tortilla, ¡huy, la delicia de los churros con chocolate bien caliente! Con el arribo del siglo XXI, a los obesos se nos acusó de desorden nutricional, pues según eso tenemos malos hábitos alimenticios –entonces, ¿por qué tiznados continúan promocionando la venta de golosinas, frituras, pizzas y otras delicias?

Antaño la preocupación era por la desnutrición, te exhibían a niños que de tan flaquitos se les notaban las costillas sin secarse radiografía alguna, ahora vemos al maltratado gordito, que además de sobrarle apodos en cualquier nivel escolar, todavía aseguran los médicos que de continuar así, en unos años más se convertirá en paciente con diabetes e hipertensión. Imagínese, con tan oscura publicidad y la llegada a la edad de los “enta”, es decir, treinta, cuarenta, etcétera, etc., invadió a mi mente un pánico terrible por bajar de peso, si a ello le sumamos que nos bombardean las campañas de marketing con una imagen estilizada donde los panzones no tenemos cabida por ser así.

Es más, es tanta la psicosis, que a veces llego a creer que si lamo una dona, voy a aumentar unos gramos, curiosamente siempre que empiezo un régimen alimenticio bajo en calorías, me da la impresión que mi pareja pone a prueba mi capacidad de resistencia, haciéndome pasar por reposterías, taquerías, panaderías y cenadurías de esas del foquito y la mesa en la calle.

Por fortuna toda dieta tiene su día libre, donde sin ningún complejo le atoro a todo lo que en otros días me abstuve, pero como les sucede a los adictos, al día siguiente tengo una cruda moral, y con la exclusividad de sus respectivas flatulencias. Una exalumna de la escuela de nutrición, me pasó el tip de eso que llegué a criticar sobre las personas que se comen tres sopes de trompa con un refresco light, tiene su efecto positivo en las dietas, pues al combinarlos evitas consumir el doble de calorías que con una bebida normal, más los tres sopes, ¡esos, lo más seguro se te quedarán guardados en tu abdomen!

Otra cosa que influye en castrar una dieta es la pésima costumbre al atractivo visual, pues no resulta nada antojable la imagen de una ensalada de apio con champiñones a diferencia de la humeante torta de pierna con su jitomate y aguacate saliendo de entre la telera, el primero parece alimento de conejos y el segundo se antoja darle un atascón. Otro punto que evita continuar bajo cierto régimen alimenticio son los colegas de la chamba, pues ellos en realidad no tienen culpa alguna de que ahora los veas como gánster peligrosos que te invitan o según tú “te obligan a romper tu voto de castidad alimenticio” al ofrecerte esos grasocitos tamales de ceniza.

Desesperado recurres a una solución mágica o milagro de la ciencia, a esas pastillas o tés que quemarán tu grasa corporal sin necesidad de ejercicio o dieta alguna, aquí si existe la posibilidad de perder dos cosas, parte de tu salario y lo que el cuerpo no necesita, pues algunos de esos productos convertirán el esfínter en una especie de regadera, que te hará pasar minutos de ansiedad por acudir al baño más cercano.

Apreciable lector, si crees que los zancudos en lugar de chupar sangre deberían sustraer nuestra grasa, te estresa el tener cerca de ti una báscula y cuando te montas en ella descubres que la aguja avanza de forma vertiginosa hacia adelante, no te preocupes, recuerda que el 70% del cuerpo está constituido por agua, así que uno no está gordo, está inundado, además un hombre sin panza, es como un cielo sin estrellas.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Clima artificial

Por estas fechas es común que la mayoría de los empleados de oficina, tiendas departamentales y de autoservicio que cubren el turno vespertino ingresen puntuales o incluso hasta media hora antes de iniciar las jornadas a sus puestos laborales, el motivo es aprovechar la frescura que brinda el aire acondicionado y dejar encerrado en sus respectivos hogares el insoportable calor que nos regala el verano.

Claro que al regresar tendrán que aguantar el horno que les depara el interior de sus cálidas casas, haciendo trabajar horas extras al tísico ventilador que tristemente avienta un aire calientito, más esa es la realidad que les hace recordar que además de la frontera entre los países, también existe la división económica que separa la clase acomodada de los jodidos, pues los pudientes cuentan con aire acondicionado en sus habitaciones, mientras que los demás ni a abanico llegan, impulso que les hace aprovechar al máximo las horas de ambiente gélido que les refresca la faena.

Así como los trabajadores disfrutan del clima artificial, igual muchas personas generan los propios, es común que cuando
se va a tener visita en casa, los inquilinos se esmeran en dejarla impecable con tal de impresionar a los visitantes, ¿qué sucedería si llegasen de improviso? Pues lo más seguro se encontrarían a la señora viendo las telenovelas con la cara cubierta en crema de aguacate, el cabello lleno de tubos rizadores y sus sandalias tipo surf, los platos sucios de la comida en el lavatrastos, el bebé todo chamagoso, los niños mayorcitos haciendo los deberes escolares sobre los muebles de la sala con un laberinto geográfico de textos y cuadernos, ¡esa es la realidad sin maquillaje!

Los novios, esos tortolitos que destilan miel de amor no están exentos de crear un ambiente artificial, pues en un clima de romance cada quien intenta dar lo mejor de sí, lo que ignoran es que el entusiasmo por impresionarse mutuamente es como el resfriado, al principio se constipa, que son los meses en que cada quien intenta dejar una grata imagen de su persona y se vive todo atolondrado, pasado el catarro pasional, entran en un clima de confianza en donde paulatinamente se van quitando el disfraz de caballero y dama para dar paso a denotar quienes son en realidad y es aquí donde el amor juega un papel preponderante pues de éste dependerá si se continúa la relación sentimental o se fractura de tajo gracias a la decepción.

Es común que cuando en una escuela o lugar de trabajo se tendrá la visita de autoridades, los responsables de cada plantel adopten la estrategia de algunas empleadas domésticas como lo es esconder la basura debajo del tapete con tal de que la patrona no la vea, pintan las aulas cubriendo todo ese arte del graffiti que durante cierto tiempo los artistas invirtieron parte de sus apretadas agendas para realizarlo, los baños se limpian como algo insólito e incluso hasta gel antibacterial se coloca a la entrada, podan el césped erradicando así la jungla de quelite y colocan plantas de ornato donde nunca había.

Luego los inquietos alumnos incomodan a los directivos al cuestionarlos sarcásticamente sobre el porqué eso no se hace todos los días, ¡y vaya que tienen razón! Creo que no es necesario impresionar a los externos a sabiendas que ellos estarán unas cuantas horas y luego se marcharán, lo importante es tener siempre un ambiente así, para que de tan agradable den ganas de permanecer ahí todo el tiempo que sea necesario.

jueves, 8 de agosto de 2013

Taquitos de lengua*

Siempre que me encargan redactar un texto, la vanidosa musa se pone sus moños, por más esfuerzo que hago, la muy ingrata no me regala un pedazo de inspiración; el siguiente texto lo escribí a solicitud de una estimada profesora de primaria que preocupada porque sus alumnos se adentraran en el mundo de las lenguas étnicas, me pidió redactar algo breve que versará sobre el citado tema.

Como de costumbre, la escurridiza musa no se presentaba, buscaba libros, consultaba la red y nada; no fue hasta que un día sentado en una de las bancas que se ubican en el jardín que colinda con la escuela primaria, escuché a unos chamacos de uniforme manchado en rojo por la paleta de hielo sabor jamaica que imagino degustaron durante el recreo, jugaban un divertido trabalenguas en náhuatl. De pronto en lo poco amueblado de mi cerebro una luz se encendió, ¡no tan brillante como hubiera querido! Pero de esto a nada, surgió lo siguiente:

Los aborígenes de Oaxaca –que en nuestro castellano se pronuncia oajáka o guajáka, y que en lengua náhuatl era “Huāxyacac”, de Huāx que significa huaje–, enseñan a los extranjeros a hablar nuestro idioma llevándolos a los tianguis, donde al mostrarles cada uno de los productos que ahí se venden fijan su significado pronunciando el nombre de estos.

Nosotros podemos utilizar el mismo método de enseñanza de los oaxaqueños para aprender una de las lenguas que todavía se habla en nuestro México, me refiero al Nahua, sólo basta acompañar a mamá cuando vaya al mercado o al tianguis para buscar los ingredientes de ese exquisito guacamole, esta salsa espesa que incluye aguacate molido o en rebanadas mezclado con jitomate, cebolla y chile, cuyo nombre se deriva del náhuatl “ahuacamolli”, que combina dos vocablos, “ahuacatl”, es decir, aguacate, fruto de color esmeralda cuyas formas se asemejan al de la pera y que se traduce como testículo, y de la frase “molli”, o sea, mole o salsa.

Ahora sólo falta agregarle el jitomate que es el fruto de la tomatera, que también proviene literalmente de xictli que significa ombligo, por eso de asemejarse a los ombliguitos brotados de sus bebés; así como el ingrediente que no puede faltar en toda dieta del mexicano, me refiero al chile cuyo origen náhuatl es chilli o xilli, y que hasta el momento se desconoce el significado de esta planta herbácea, lo que si se reconoce es su sabor en todas las comidas, pues si de ser mexicano se trata no hay platillo que carezca de este aderezo, así se nos haga o tengamos una ulcera gástrica los alimentos no saben igual sin tan peculiar ingrediente.

Con la cebolla que para algunos es palabra de origen egipcio o incluso se ha clasificado de incierto por otros expertos lingüísticos, ya podemos preparar ese guacamole e incluirlo al itacate que mamá nos pondrá para comerlo con tostaditas durante el recreo, ha por cierto, itacate también es una palabra náhuatl que se traduce como mochila, bueno los dejo porque ya me dio hambre de esa que hace que tu intestino grande se coma al chico.


*Texto elaborado para la exposición de lecturas sobre el rescate de lenguas étnicas en la Escuela Primaria Dr. Miguel Galindo.

miércoles, 31 de julio de 2013

El moderno Prometeo

A veces como el doctor Víctor Frankenstein, me pregunto, ¿por qué lo creé? Considero que por no aparentar analfabetismo cibernético o por no ser considerado un anticuado a mis cuarenta y tantos. Lo cierto es que desde la creación de mi perfil en Facebook y hasta la fecha tengo seiscientos “amigos” de los cuales físicamente conozco un treinta por ciento, los demás son conocidos de mis contactos que se me han agregado o yo mismo los invité.

A este medio le llaman red social, mas yo no sé si invertir más de cuatro horas aplastado frente a una pantalla que ya no es televisión, tenga algo de sociable –digo, cuando veías la programación de alguna televisora, comentabas con los que estaban cerca lo que ahí ocurría o que tiene de social escribir en su supuesto muro dizque lo que piensas, con tal de saber el grado de aprobación de los otros, ¿es rating o qué?

Estimado lector, si al escribir “hasi” en la citada red, te aparece con un subrayado en color rojo, es que tu ortografía está de la tiznada, aprovecha esa virtud de tu navegador y corrige las defecaciones que haces cuando redactas, por piedad ten un poco de respeto a los que tenemos la paciencia de descifrar lo que intentas decirnos, ¡no somos Indiana Jones, ok! También no le encuentro lo hermoso a postear la fotografía de un plato de pozole con el huesote de espinazo al centro sazonado con un titipuchal de chile, la verdad que ni a mi mascota se le antojaría.

No le veo lo atractivo a todos esos que a diestra y siniestra te etiquetan fotos donde ni siquiera sales o peor aún donde sí sales pero no querías estar en ella o no deseabas que “alguien” supiera en dónde estabas esa vez que aseguraste ir al cine, mas hubo un tipo ignorante de tu embuste que la subió y te metió en un problemón, por eso apreciado lector, no eche mentiras, intente decir la verdad, pues tarde o temprano saldrá a relucir lo real.

Igual de ridículo es iniciar sesión y al ir al perfil te topas con accidentados tipo la revista el “Alarma!”, chicas en paños menores o enseñando sus enormes atributos y lo peor que cuando lo abras estén a tu alrededor gente de corto criterio que lleguen a juzgar tu persona como un pervertido, ¿uno qué culpa tiene que los enfermos sean otros?

Hay quienes han convertido a este espacio en un tribunal de justicia donde exponen a sujetos que han mancillado desde animales hasta seres humanos, subiendo su foto y escribiendo en un recuadro la maldad hecha, para que sus contactos le den “me gusta” o la compartan con los demás amigos, ciertas veces esto es un simple escaparate, donde muchos pueden convertirse en celebridades de las redes sociales. Ya que abordo el tema de los like, debería de haber alguna otra forma de opinión además de esa para calificar, pues es patético ponerle “me gusta” a las fotos donde alguien indicó que se fracturó algún hueso o perdió a un ser querido.

Ahora viene lo más tenebroso, nunca se ha puesto a pensar cuantos conocidos que no son sus contactos dedican un tiempo de las veinticuatro horas de su miserable vida a observar lo que hace en el Facebook, le puedo apostar que hay infinidad de estos cobardes que sólo se la pasan escandalizándose o haciendo guasa de sus intentos por seguir vigente, más no se preocupe, recuerde que para muchos seguimos valiendo la pena como persona y a quienes supuestamente no le interesamos somos algo vital para sus jodidísimas vidas.

Creo que con este último encuentro exoneración a mis culpas de tener un mal tan “necesario” como lo es el feisbuc, pues si lo comparamos con la creatura de Frankenstein, la cual nació siendo buena, más al entrar en contacto con los hombres se pervirtió, algo semejante sucede con tal red social, hasta la próxima, ¡ah, y no olvide aceptarme!

miércoles, 24 de julio de 2013

Mi compu… no sirve

Hace unos días el equipo de cómputo que utilizo en mi empleo se empezó a hacer lento. Algunos programas no funcionaban de forma correcta, la pantalla de pronto entraba en espasmos coléricos que la llegaban a poner en color ámbar o verde tipo envase de refresco sabor toronja, ocasionando que se me cansara la vista; un amigo “experto” en esos menesteres de reparar aparatos recomendó que bajara un antivirus de la red; imbécilmente seguí la sugerencia.

Una vez instalado, detectó la presencia de un virus, más en su inútil intento por erradicarlo hizo que todo el ordenador se pusiera en una especie de estado vegetativo, es decir, invernó la máquina como una especie de oso, que hasta la fecha no la he podido hacer funcionar; tal situación ha provocado que durante cinco días que lleva sin servir me he perdido de invitaciones a cenar, idas al cine o lo que es peor no ver las disposiciones laborales que mis patrones me han designado –¿qué no pueden enterarme por teléfono u otro medio? No ahora todo es por correo electrónico.

Si en realidad quieren que los acompañes a los eventos sociales o a las reuniones, pos…una llamadita telefónica y listo, ¿no creen? Además por mail, uno tiene miles de pretextos para hacerse el ignorante, pues si quieres sacarle a la chamba o cualquier compromiso, simplemente aseguras que no te llegó nada, quién te va a comprobar que sí fue efectiva, nadie y con las llamadas vía celular pues ahí ni como escabullirte, bueno al menos de que lo tengas apagado, pero no te escapas del correo de voz.

Sin computadora, a uno le resulta imposible consultar sus correos, chatear, postear tonterías en cualquiera de las redes sociales, entre otras estupideces; mas tiene sus ventajas para aquellos que les encanta ir a la chamba y no hacer nada, pues ahora si existe una justificación para tirar la hueva en la oficina, aludiendo a la frase “¡no puedo trabajar, no sirve mi máquina!”. ¡Excelente justificación!

Lo que sí resulta estresante es que el trabajo se va acumulando y lo más cruel, tengo la espina de la duda en si podré recuperar mis archivos, que en realidad son una herramienta de trabajo necesarios, es más, ignoro si este artículo lo estoy escribiendo en mi compu o es un alucine más producto de mi pinche ansiedad, pero si usted lo leyó, hágamelo saber a mi correo electrónico, ¡ups! Si no puedo consultarlo, así o más ansioso.

miércoles, 3 de julio de 2013

Hacer el pelo

Durante la infancia mi peinado era el clásico de todo niño, el de raya a un lado, con brillantina lo fijaban para que cuando corriera o brincara no se me deshiciera el look; en la adolescencia desaparece la raya para darle la bienvenida al cabello hacia atrás, lo cual me hacía sentir un cuasi adulto y para complementar la imagen no podía faltar el cigarro que me transformaba en hombre. Actualmente los folículos sobre mi cráneo son escasos, por tal motivo el poco cabello que tengo lo peino como se pueda e intento mantenerlo sobre la cabeza y no en el suelo, razón por la cual soy cliente preferido de los peluqueros, ya que invierten el mismo tiempo que un corte normal, más el esfuerzo es poco o tal vez hasta nulo por la poca cantidad que cortan.

Por las épocas de los sesentas, setentas y a mediados de los ochentas, cuando los del género masculino querían cortarse el pelo o como antiguamente le llamaban a esta acción “hacerse el pelo”, acudían a la peluquería, por su parte las hembras iban al salón de belleza; con el transcurrir de los años las salas de belleza se convirtieron en Estéticas –con el concepto de unisex–, creo que apegándose al coloquialismo que denota en general lo bello, pues si es desde la acepción filosófica, además de la belleza abarca el arte y algunas estilistas carecen de esta última.

Hoy existen ambos establecimientos donde se ofrece a los clientes servicios que se asemejan pero con nombre distinto, en uno se afeita y en el otro se depila; en lo que a eficiencia en la atención se refiere, al llegar a la peluquería, si hay gente esperas turno y si no inmediatamente te atienden, mientras que en las estéticas tienes que apartar cita así el lugar se encuentre más desolado que el desierto del Sahara. Mientras aguardas turno, en las estéticas es común que tengan revistas del corazón que tratan sobre el Jet set internacional, nacional o local y en las peluquerías encontrarás revistas masculinas con muchas fotos de anatómicas féminas en paños menores como las del conejito o las de la octava letra y la sexta consonante del alfabeto español.

En las estéticas además de aprender un lenguaje nice mezcla de spanglish con palabras coloquiales en diminutivo, las charlas de la clientela y las prestadoras del servicio abordarán temáticas glamurosas, haciendo un análisis crítico del medio del espectáculo nacional e internacional, como si se tratase de algún programa de chismes por televisión, en cambio en las peluquerías dominarás el lenguaje guarro, alburero y en doble sentido, mientras a través del diálogo se hace un somero análisis que versará en una temática importantísima como lo son las estadísticas de la liga de fútbol.

En las peluquerías tienes la capacidad de elegir el corte de cabello en cambio las estilistas te hacen los cortes que ellas consideran conviene a tu “imagen”, haciéndote creer que te están favoreciendo, pero lo más seguro es que tal vez sea el estilo de corte que se les facilita, pero mientras conserve algo de cabello sobre la mollera, es de rigor que tenga que recurrir a los servicios de uno o del otro para que recorten el que crece a los lados, en la parte de atrás y las patillas, pese a que sin ser palmera se me vea el coco.

miércoles, 26 de junio de 2013

Pescando millones

En últimas fechas mi ánimo se encuentra entusiasmado, pues un tal Paul Fletch de Harlsden, ubicado al noroeste de Londres en Inglaterra, quien asegura trabajar en el Santander City Bank de ese país, me comunica vía correo electrónico que es el contador personal del señor Ron Bramlage, empresario estadounidense que lamentablemente perdió la vida el 7 de junio del año 2012 junto con su esposa y sus cuatro hijos, cuando su avioneta se estrelló en una zona pantanosa de la Florida Central.

Al no tener familiar alguno, el contador Harlsden por una hermosa casualidad del destino ubicó mi dirección electrónica con el firme propósito de compartir la nada deleznable cantidad de trece millones setecientos mil libras, con tan sólo proporcionarle por E-mail mis datos personales, obviamente que no iba a dejar pasar esta oportunidad y lo más rápido posible se los envié, pues sólo tenía cinco días hábiles para hacerme millonario.

Ahí no acaba el regocijo, pues la dicha y prosperidad tocan a mi bandeja de entrada por segunda ocasión, ya que en esa misma semana recibí dos correos más, el primero de ellos era de la Señorita Sylvie Kamara, hija de un rico empresario cafetalero y terrateniente colombiano, quien al morir heredó a la señorita Kamara nueve millones setecientos mil euros, más su tío paterno por este hecho y corroído por la envidia ha intentado en más de una ocasión de asesinarla para quedarse con los centavos, razón por la cual en su desesperación buscó en la red y al ver mi dirección electrónica, una corazonada le inspiró confinancia hacia mi persona, motivo por el cual desea compartir su legado conmigo siempre y cuando le remita por correo el número de mi cuenta de ahorros; ya lo hice, y ahora sólo resta esperar a que se engorde mi capital.

La segunda oportunidad llegó por la misma vía, una mujer de 49 años, llamada Luciana Hernández, quien dijo ser de nacionalidad francesa –¡que la verdad no le encuentro lo afrancesado al apelativo!– y que se encuentra bajo cuidados intensivos en un hospital del Reino Unido; dama gustosa de hacer feliz a familias de escasos recursos y pobreza extrema, personas huérfanas y a jóvenes empresarios que buscan financiamiento para desarrollar áreas de negocios; ese día tuvo el ferviente deseo de satisfacer las necesidades económicas de una persona anónima en la web, ¿y a quién creen que eligió?

A este su inseguro servidor, si, efectivamente de los millares de cuentas de correo electrónicas que existen en el mundo, esta moribunda mujer, seleccionó la mía para donarme la suma de cinco millones de dólares americanos, y lo único que tuve que hacer para que me los haga llegar es responder a su correo proporcionándole mi número de tarjeta de débito y el de la cuenta bancaria, ahora estoy a la espera de todos esos billetes que asegurarán mi futuro, ¡la verdad no tengo palabras para agradecer la infinita bondad de estas generosas personas!

De igual forma, expreso mi gratitud a quienes administran cierta dirección electrónica, cuya capacidad futurológica me previene antes de que se sature la bandeja de mi correo electrónico, pues cada vez que me advierten y en cuanto doy clic en su dirección para validar mis datos, a las pocas horas se llena con miles de correos que ni conozco, ¡es increíble eso que hacen de anticipar los sucesos!

No creo que todo lo anterior sea una estafa, ya que estoy seguro de que esa lotería que continuamente gano sin comprar un número o la posible clausura temporal del Facebook y del correo electrónico comercial que empleo si no lo difundo entre mis contactos, si son embustes producto del ingenio de algún charlatán cibernético, además tengo la plena seguridad de que quienes administran las cuentas de imeil que utilizo constantemente detectan y bloquean los mensajes fraudulentos en el servidor de correo, ¿o tal vez no?

miércoles, 19 de junio de 2013

Zombicelularidad

La serie de televisión “The Walking Dead”, trata sobre un apocalipsis donde imperan los zombis sobre los escasos sobrevivientes humanos, durante cuarenta minutos uno es testigo frente a la cajita idiota de diversas peripecias que los hombres y mujeres viven con tal de emanciparse de esas abominaciones. Pues algo semejante a esa epidemia de zombis ocurre con el uso de los diversos dispositivos móviles como los celulares, Smartphone y tablets, por las personas quienes se olvidan del exterior al estar sumergidos en el interior de las pantallas de estos aparatos.

Es común toparnos por las calles de la ciudad a personas que como sonámbulos deambulan con la mirada clavada en la pantalla de su celular, incluso a veces con tal de comprender el contenido del mensaje, se detienen abruptamente provocando choques con las que les siguen los pasos, es más, hasta cruzan las avenidas ignorando semáforos y el peligro del tráfico vehicular, otros conducen sus autos con la mirada blanca puesta en la lectura o redacción de los mensajes de texto.

Tal epidemia de zombis es contagiosa, sólo basta con tener un celular, Smartphone o tablet y el sujeto inmediatamente dejará de levantar su cabeza, explotará a carcajadas sólo, se aislará de la civilización y cuando alguien le hable sobre equis tema no pondrá atención alguna, en pocas palabras se volverá un autista; entonces al igual que la citada serie televisiva, madres, padres, jefes de trabajo y profesores lucharán contra estas aberraciones, pues experiencia ya la tienen, debido a que continuamente enfrentan los peligrosos baches tipo cráteres lunares de las mortales avenidas con su zigzagueante automóvil, igual como escapan del atestado periférico a las horas pico, tal cual como combaten la maligna burocracia quienes hacen lo fácil difícil gracias a su inútil proceder, en tiempos donde los servidores públicos se han convertido en autoridad.

Si antaño las amas de casa enfrentaban situaciones difíciles al intentar quitar a sus hijos de enfrente al televisor, con tal de llevarlos al comedor o se tomaran un baño; las de hoy les cuesta más trabajo, pues el enemigo ahora es portátil. Las actuales generaciones que durante nueve meses de gestación estuvieron unidos al cordón umbilical, ahora desde los tres años de vida y hasta que el cuerpo aguante vivirán conectados a internet, si van a preescolar ya tienen celular, objeto que sus ancestros nunca ocuparon, sus juegos son más sedentarios –he aquí porqué existe tanta obesidad infantil en nuestro país, se aburren con facilidad y los gadgets o dispositivos electrónicos son sus juguetes.

Los abnegados docentes, para ser escuchados tienen que cortar de tajo esos hilos que penden de las orejas de sus alumnos, ponerse cascarrabias cuando el WhatsApp los saca del tema de la clase, utilizar sarcasmo como arma intimidante en el momento que los descubre twitteando o dialogando con sus contactos en Facebook; hoy las escuelas por más intentos que hagan para ejercitar la memoria a largo o ya de perdida a corto plazo de los estudiantes, les resultará imposible, pues saben de sobra que sus discípulos cuentan con las de sus celulares que registran imágenes, videos y sonidos, ¿entonces para qué desperdiciar un tiempo precioso en algo inútil?

¿Cuál es la táctica para acabar con la invasión de zombis? Si es padre o madre, cuando su vástago le pida con berrinche un artilugio tecnológico y usted ante el remordimiento de querer llenar el hueco de comunicación con él no tiene más remedio que comprárselo, explíquele que ese aparato no es la vida en sí, ni tampoco es vital el permanecer las 24 horas alienado en esa pantallita; si es docente, intente llegar a un acuerdo entre la tecnología que sus alumnos utilizan y los contenidos programáticos de las asignaturas, para que se apoyen en la difícil situación de avanzar académicamente, si no logra tal conciliación, por favor no sucumba y termine siendo un zombi más, de esos que convierten una reunión en cibercafé al estar todos sumergidos en el infinito espacio de sus pequeñas pantallas.