miércoles, 28 de julio de 2010

A cuenta gotas la vida se agota

Qué tanto es tantito en amores otra tanda,
qué tanto es tantito voy a seguir la parranda
”.Enrique Frabregart


Muchas veces vemos con admiración a las personas que toman la vida a la ligera, a los que no les preocupa el qué dirán, los que no temen a atreverse a hacer lo que se considera vergonzoso; cuando experimento tal sensación me pregunto, si esa admiración, es de pena ajena o de envidia, porque ellos sí lo hacen y uno por prejuicioso no.

Entonces vamos por la vida respetando la frase del “vive deprisa, muere joven y serás un hermoso cadáver”; lo cual nos recuerda a personajes del medio artístico como James Dean, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Brian Jones y Kurt Cobain, los cuales por llevar un supuesto ritmo desenfrenado de vivir dejaron de existir a una corta edad, es decir, gente que no llegó a los dichosos 64 años que Lennon y McCartney hacen alusión en su famosa canción, es más, ni dos de sus integrantes del cuarteto de Liverpool lograron llegar a tan aclamada edad.

A pesar de no querer imitar esa supuesta “vida salvaje”, en pequeñas porciones lo vamos haciendo, ¿cómo? Cuando consideras que por hacerlo una sola vez nada sucederá, cuando piensas que un poco de veneno no hace daño. Por ejemplo cuando conduces tu coche en estado de ebriedad unas cuantas cuadras para ir a la vinatería, pensando en que es cortito el viaje y no te pasará nada, recuerda el slogan de "conduce con cuidado, puede que la vida que salves sea la mía"; lo mismo sucede cuando le eres infiel a tu pareja una vez, creyendo que nunca se dará cuenta; ponerle una calificación decorosa a quien no se lo merece, pensando que lo estás ayudando para siempre; consumir drogas de diseño por simple experimentación, considerando que no te volverás adicto; fumarte un cigarro al día, ya que te afectará en lo más mínimo; chantajear a tus alumnos con las calificaciones una vez al semestre, con la insana idea de que los estarás concientizando sobre la importancia de sus estudios.

Aumentar unos centavitos a la gasolina, al fin y al cabo ni se siente cada mes, birlar del bolso de nuestra madre veinte pesos, ni cuenta se dará; faltar un día a clases, de todos modos nadie va a notarlo; abandonar la comodidad de tu casa por el disfrute de unos días de libertad; las vacaciones de dos semanas, es poco tiempo para que te relajes; tener sexo sin protección por una sola vez, no pasa nada; no ponerte casco o abrocharte el cinturón de seguridad cuando maniobrarás una moto o coche, al fin de cuentas es corta la distancia; subirle la falda del uniforme escolar diez centímetros no es provocativo es exhibir lo bien que tienes las piernas, que importa el despertar la libido y bajas pasiones en el género masculino.

Robar algunas cosas del trabajo es cosa de nada, comparado con todo lo que nuestros superiores tienen en casa, el caso es que no es tuyo y te estás apropiando de lo ajeno; ser servidor público te da el derecho a pisotear por unos minutitos a las personas que atiendes, con la justificación de que ellas no tienen tanto estrés como tú; ser guía espiritual de alguna religión te brinda la oportunidad de obtener ciertos privilegios, como lo es abusar sexualmente de los adeptos, cobrarte a lo chino de sus donaciones unas cuantas monedas, al cabo no valoran el esfuerzo de voluntad que haces por rescatar sus almas del averno.

En realidad, las expectativas de mantenerse en esta vida sin la tentación de cometer algún acto como los antes citados son mínimas; de seguro conoces a más de uno que ha incurrido a tales acciones, es como ponernos frente al espejo y ver sólo nuestro reflejo; lo único malo es cuando se abusa de ellas, pues como es sabido quienes así lo hacen tienen como recompensa el manicomio, la cárcel o la muerte.

Como ustedes saben no existe un condón que pueda proteger las aflicciones del corazón, nos damos cuenta que los estupefacientes jamás nos acercarán a Dios, los mandamientos bíblicos y el libertinaje se estorban mutuamente; y lo más triste la primavera dura un segundo y cuando llega el invierno de nuestra vida, amargamente nos damos cuenta de que vivir es cuestión de un segundo, y no queda más alternativa que irse suicidando a pellizcos.

miércoles, 7 de julio de 2010

¡Qué se mueran los feos!

Solo voy con mi pena, sola va mi condena,
correr es mi destino, por no llevar papel. Manu Chao

El otro día en un libro de citas, de esos autores escasos de creatividad, que por el simple hecho de publicar compilan de diversas fuentes fragmentos de texto y hacen una especie de compendio, leía -claro sin haber pagado el importe del ejemplar-, una opinión que el ínclito Miguel De Cervantes Saavedra expresó en relación la discriminación racial, donde señalaba que “el racismo es como los negros, no debería existir”. Lo cual trajo a colación el nombre de Jan Brewer, excelsa dama estadounidense que desafortunadamente pasó a formar parte de la lista de personas non gratas en el mundo.

Efectivamente, en el mismo listado donde están escritos los nombres de Mark David Chapman asesino de Lennon, el del multiasesino Charles Manson, y Adolf Hitler. Su pecado, haber firmado una ley donde se considera la inmigración ilegal como un delito, lo cual permite a la policía de Arizona arrestar a cualquier sospechoso de inmigrante ilegal, es decir, si algún individuo reúne las características de ser cafecito, bajito y de cabello necio, la seguridad estatal tiene derecho a detenerlo, interrogarlo y solicitarle su documentación.

Híjole, en un estado donde según cifras oficiales habitan aproximadamente unos 460,000 inmigrantes indocumentados, por lo tanto para saber quiénes son legales y quienes no, pues hay que detenerlos por el color de su piel, razón por la cual tal ley fue considerada como racista, además hay que tomar en cuenta que el setenta por ciento del electorado del citado estado la aprobó, lo cual no los exime de ser considerados también como a su gobernadora de racistas.

Pero, ¿quién no es racista? Todos lo hemos sido más de una ocasión, cuando le cerramos o ni siquiera le abrimos la puerta al promotor religioso que nos ofrece una beca en el paraíso, por el simple hecho de no profesar nuestra religión; cuando nos burlamos del más pendejo del grupo escolar, porque tiene diarrea cerebral; si somos parte de los conflictos limítrofes entre los barrios; propiciamos las eternas diferencias entre nacos y fresas, así como otras estúpidas disputas que nos vamos inventando para estar ocupados.

La verdad es un desmadre eso de que yo soy de acá y tú de allá; le voy a equis equipo deportivo, y si tú no le vas al mío pues a la tiznada; pertenezco a tal afiliación política, por lo tanto no vengas a mi casa con publicidad del partido de oposición, pues te parto la madre; soy más guapo que tú, tengo más dinero que aquel pelagatos, mi coche está más chingón que el de mi vecino, la casa de al lado tiene mejores muebles que la nuestra, ¡ah! no así no es, si pensamos de esa forma nos estamos automarginando o como dice un conocido, tenemos la autoestima muy jodida.

Entonces ser humilde es sinónimo de jodido, pues como está la carestía de nuestra sociedad, creo que sí. Razón por la cual vemos con cierta displicencia a las indígenas que nos ofertan productos a la puerta de nuestra casa; consideramos insignificante al personal de servicio que asea la oficina, y qué decir de la mujer que hace las labores domésticas en el hogar, pues simplemente de gata, chacha o criada no la bajamos; pero eso sí, cuando vamos a algún sitio de servicio público nos dirigimos con esta clase de individuos para que nos orienten, ¿acaso nos avergüenza ante los que consideramos igual o superior a nosotros aceptar que ignoramos ciertos trámites o de plano somos tan pendejos que no admitimos nuestras deficiencias?

Como dijo una vez Don Eduardo del Río García, acá entre los lectores rabanitos de izquierda mejor conocido como el Rius, “no hay peor enemigo del indio, que el que cree que ha dejado de serlo”, pues tiene toda la razón, es penoso escuchar al nuevo rico avergonzarse de la clase social a la que perteneció, despotricando sentencia y media en contra de ellos; la pinche morena que se tiñó el pelo de rubio y ahora se siente blanquita, lo cual le otorga el derecho de mofarse de las que no lo son, sí es rubia, pero color de llanta mi chula; el sujeto que bajó de peso y se burla de los gordos; el mexicano cuyo lema es haz patria mata un chilango, negando ser del DeFectuoso, pues se considera de Toluca.

Otro cuento es el paisano que se fue a radicar a los Estados Unidos, y nada más porque ya tiene Facebook, se comunica con sus familiares por correo electrónico en el ciber del rancho, pues ya se siente de primer mundo y lo más reprobable, se considera gringo, se refiere a la unión americana como su patria, por lo tanto se vuelve un acérrimo rival del indocumentado, como dice la filosofa de la cumbiarock, Amandititita, “aunque comas hamburguesas todos los días, tienes la cara de la India María” mi buen.

Esto me recuerda a uno de los personajes del “Libro de la Selva”, que en los albores de 1894, escribió, el literato británico Rudyard Kipling, el controvertido Rey Loise, un orangután monarca de los monos que quería ser humano, y curiosamente en la versión original cinematográfica de Walt Disney, él y su séquito de changuitos, poseían voz de centroamericanos a pesar de que todos los demás personajes hablaban con acento británico; el cual quería ser humano, razones por las cuales veía inferiores a los de su especie, pero como lo enuncia un sabio dicho popular “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, así que apreciable lector no busque aparentar lo que no se es, ni ser lo que no puede.

Además le recuerdo que perro, no come perro porque se indigesta; lo cual trae a la memoria un hermoso fragmento del “Mercader de Venecia”, de William Shakespeare, en donde Shylock, que por cierto es judío, dice “Si nos pinchan, ¿no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿no reímos? Si nos envenenan, ¿no morimos? Si nos tratan mal, ¿no nos vengamos?” Y a pesar de ser diferentes, a todos nos huelen nuestros residuos metabólicos orgánicos; por otro lado, si piensa que las leyes de inmigración norteamericanas son severas, lo invito a revisar las nuestras, le aseguro que se sorprenderá.