jueves, 15 de agosto de 2019

El teléfono descompuesto

Cuando intentamos comunicarnos de forma verbal o escrita -que de esta manera no debiera existir ningún enredo-, entre tanta palabra, hacemos un laberinto y no toda la información llega como la pensamos, es decir, se pierde o ignora. Haga un recuento de cuántas veces en plena charla con su pioresnada sucede algo así: -Cariño, ¿me pongo vestido o falda? A lo que tú simplemente contestas – ¡Ajá! Entonces ella arremete colérica: ¿Sí qué? ¡Pareces nango o te haces! Dando origen a posibles argumentos que se convertirán en causantes de divorcio. Lamentablemente tu mujer intentó hacer llegar el mensaje, ella quiso que la información se trasmitiera, pero desgraciadamente el mensaje no se descifró al cien por ciento, es más, hasta se tergiversó por ti.

Algo semejante acontece cuando en plena reunión laboral recibes un mensaje así: ¿Para cenar sándwich o ensalada? Al término de la reunión lo miras y ahora te encuentras veinte mensajes llenos de reproches, a los cinco minutos llega otro con: ¡Estás mudo o qué!

En la actualidad la información que uno recibe tiende a la entropía, donde de un conjunto de mensajes o ideas que el emisor cree enviar, solo uno es captado, y pior, de forma incompleta, debido tal vez al medio ambiente o la influencia de otros factores, que bien pudiera ser estar en la lela.

Igual a veces uno por la ansiedad de trasmitir el mensaje dice menos de lo que cree comunicar o por la infinidad de cosas que nos distraen equivocamos o captamos erróneamente el mensaje: -Bebé, estoy solita, vente a la casa. – ¡Órale, que bien! ¿Llevo algo para langarear? -Tonto, a lo mejor ni tiempo tenemos para comer. – ¿Vamos a hacerlo? – ¡Octavio, eres un puerco! Solo piensas en eso, ¡qué asco! Uno puede pensar bien lo que se va a decir, pero el medio donde se recibe ese mensaje llega a influir en su distorsión. Entonces vienen las rencillas, los malentendidos, las palomitas en azul sin respuesta, los mensajes de WhatsApp del mero chiplocudo de la chamba que se pierden con todas esas respuestas de “recibido”, en pocas palabras, nuestra forma de comunicarnos es el reflejo de lo que hacemos y lo que pensamos o simplemente seguimos jugando al teléfono descompuesto.

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