jueves, 31 de diciembre de 2020

Año nuevo.

Estamos a horas de que concluya este 2020, las redes sociales a través de memes se han dado a la tarea de implantar en nuestra masa encefálica la idea de que con el fin de año, se acabaron las penurias de salir a la calle con mil barreras de tela, acrílico y mentales, y que en el ansiado 2021, volveremos a compartir las pizzas de oficina, el chupe con los cacahuates del mismo recipiente, se pondrá fin a los invitados digitales en los cumpleaños en línea, romperemos el enclaustramiento voluntariamente aceptado pues ya hay vacuna con sus dudas, pero la hay.


No quiero imaginar a nuestras mascotas minutos antes de la medianoche del 31 de diciembre, con tanto pinche cohetes, intentando meter la cabeza en su propio esfínter del pánico que les ocasionarán todos esos nangos que creen así erradicar al pasado de lanza del 2020, que les facturó aislamiento, desilusión, pavor e incertidumbre, esos mismos individuos que a pesar de la amenaza latente de un virus, iban por la calle con el cubrebocas en la mano y solo se lo ponían para que los dejarán ingresar a las tiendas, los restauranteros que se hacían de la vista chiquita dejando pasar personas sin las medidas sanitarias con tal de no perder clientela, taxistas que ruleteaban sin protección pues todo era una teoría de la conspiración hurgada por cerebros más inteligentes que los de ellos.

Mientras a quienes nos educaron entre el campo de batalla emocional de la Ciudad de las Palmeras, quienes hemos encontrado fuentes de inspiración esas vecindades y camiones urbanos que se pierden en la urbe de concreto, agradecemos cada mañana darnos cuenta que respiramos ese aire contaminado de nuestra tierra que huele a caos organizado, que despierta pasiones caóticas, que alimentan los recuerdos más hermosos que nos hacen revivir momentos tan efímeros, como los de este año que nos enseñó hábitos de higiene olvidados, romper con costumbres insanas e intentar ser amables con las personas, un año nuevo no nos sirve de nada sino cambiamos nosotros.

viernes, 25 de diciembre de 2020

Confinando por costumbre o fatalismo.


Hace varios días escribí sobre las ansiadas vacaciones. Hoy a cuatro días de vivir en la hueva total, tristemente me doy cuenta de que estar de ocioso en el confinamiento es de lo más aburrido, desalentador y melancólico; inmediatamente invade la nostalgia de tener esos momentos de “La Nueva Normalidad” en donde uno, a través del pequeño agujerito con luz integrada de la cámara en la laptop, compartía con los alumnos la intimidad de mi casa, los cuadros de las vírgenes a las que me encomiendo todas las mañanas, el enorme crucifijo sobre la cabecera de la cama y varias figuras de acción en sus respectivas cajas que cuelgan de la pared. Es más, creo que hasta había un intercambio de emociones entre ellos y yo. Además, por primera vez los chamacos tenían puesta su atención en lo que decía y las diapositivas que les presentaba, no como en la antigua normalidad cuando mis palabras y la información eran como la música y promocionales de las tiendas departamentales, que se oyen y ven sin la más mínima atención.

La verdad no extraño aquellas viejas madrugadas cuando el maldito despertador sonaba y en menos de hora y media, como zombi de lo atolondrado del sueño, tenía que bañarme, afeitarme -¡pinches cortadas torpes!- a tientas, descubrir que a la camisa de carquis le hacía falta un botón. Desayunar a supervelocidad que luego se convertía en agruras y acidez estomacal. Generar un titipuchal de estrés por llegar a tiempo entre el tránsito kamikaze. A diferencia de hoy, que mientras los alumnos toman sus notas, fácilmente puedo sacar la ropa de la lavadora, preparar un calientito desayuno, degustarlo y consultar las noticias en internet.

Lo que lamento es que debido a este ojete enclaustramiento pandémico voluntariamente aceptado, no conozco físicamente a mis estudiantes, si, ya no son escolantes, pues los invito a que enciendan sus cámaras con el propósito de conocerlos y evitar sentirme en una vulgar llamada telefónica, además, encender la cámara evidencia que como individuo uno tiene alta estima positiva de su persona. ¡Qué lindo soy! ¡Cómo me quiero, jamás me podré olvidar! Nunca me hubiera imaginado que me iba a tocar tal experiencia, donde la limpieza se casó al civil con la higiene y de padrinos tuvo al miedo y la incertidumbre.

jueves, 17 de diciembre de 2020

Canciones de fe y devoción.

Algunas personas como estrategia de cuidados ante el Coronavirus optan por realizar las compras de los abarrotes a través de Internet, otros como quien firma lo que escribe preferimos ir con cubrebocas y careta, además de que en el mercado a donde voy, los locatarios han colocado por la única puerta accesible un filtro que consiste en una persona que no deja ingresar a nadie sin cubrebocas, te toma la temperatura con termómetro digital, ofrece las opciones de desinfectarte las manos con gel antibacterial o agua clorada y jabón líquido. El sábado pasado al llegar, mientras aferraba la bicla a un poste de teléfonos despejando así cualquier ilusión a los cacos, llamó mi atención el clásico sonido de trompetas de mariachis, inmediatamente por entre las rejas de la entrada los pude ver haciendo una especie de semicírculo ante la pequeña imagen de la Virgen de Guadalupe que descansa sobre un altar lleno de foquitos navideños, Rosa, la del pollo, con los ojos blanquitos tipo “Candy Candy”, me dice con voz rasgada: “¡Qué bonito!”.

    En el interior Doña Silvia, la que vende pan y las señoras de Zacualpan junto con Trini, la menudera, cantan El Himno Guadalupano, mientras en sus ojos las lágrimas escurren ríos de emoción, que como esponja exprimen sus corazones con la esperanza de que la Morenita del Tepeyac saque de lo malo de este 2020 algo bueno, así como nos lo ha enseñado a los mexicanos que después de la oscuridad al fondo se vislumbra la luz, pues a la adversidad hay que superarla. Después entonaron “La Guadalupana”, mientras Leonor la de las frutas y verduras, apretaba sus manos contra el pecho al mismo tiempo que por las mejillas escurrían saladas lágrimas que sabían a miel sentimental; no era una romería en sí, ni hubo danzantes con sus típicos bailes, solo bastaron unas pocas ofrendas florales en la catedral del corazón de cada uno de ellos, así como las guitarras, vihuelas y trompetas de esos mariachis.

    Al final, los músicos disfrutaron unos ricos tamales de ceniza con café bien cargado, las señoras de Zacualpan regresaron a sus locales donde les esperaban los nopales y chayotes cocidos, así como la gallina chana y la buche pelón que tienen amarradas a la mesa, doña Silvia a su puesto de pan, mientras Rosa la del pollo, le subió al volumen a su bocina dejando escapar la rolita Palabras Tristes de Los Yonic’s, y quien firma la que escribe, se fue a surtir la despensa con la alegría de que aún existen personas que gracias a la fe mantienen la ilusión de que se le puede dar la vuelta a los problemas derivados de la pinche pandemia cada quien desde su respectiva ocupación.

jueves, 10 de diciembre de 2020

El virus se mani-fiesta.

Muchos ya estamos hasta la tiznada de la crisis sanitaria por Covid-19, a más de ocho meses de este pasado de lanza 2020, que la neta se nos ha hecho un año larguísimo, enmarañado y apocalíptico, vemos la llegada de diciembre cargado de sus momentos navideños con la esperanza de que el panorama cambie, según mi opinión no creo, pues aún existe una inmensa minoría que continua con la incredulidad de la existencia del multicitado virus. A quienes los vemos invadir las calles con sus cubrebocas dentro de las bolsas del pantalón o el bolso de brazo -además, creo que algunos traen el mismo desde marzo, pues ya parece de papel de china con tanta lavada, como hamaca de papada, arete en una oreja, y si lo traen puesto, la nariz la dejan afuera para respirar bien, ¡ya ni la amuelan! O sea, lo llevan consigo, simplemente porque sin él no los dejan entrar a ciertos lugares.

En la era cuando los medios digitales se volvieron básicos para sobrevivir en el desarrollo escolar, laboral y uno que otro momento de diversión -sí, de los mil que tenemos-, tal parece que la infondemia, en esos escépticos no ha tenido efecto, es más, hasta creo que los memes sobre el Coronavirus les han servido de terapia en línea. Luego nos quejamos de que las autoridades la hacen mucho de tos con las restricciones, pero si no agarramos la onda de los riesgos que corremos al empeñarnos en continuar siendo mamíferos sociales, no la hagamos de pedo porque no habrá posadas donde corran ríos de chupe, berridos a causa del karaoke, que la neta, sin posado godín, ¡ya la hicimos a los que nos tocaban en el intercambio los regalos más chafas! Además, en la pinche rifa nunca me sacaba ni la lengua.


No habrá compras de pánico, pues las tiendas y centros comerciales mantendrán sus horarios y aforo reducidos como hasta ahora, así que este año no veremos el titipuchal de gente comprando regalos o el bolillo a última hora y, lo mejor, sin encabronarse porque no hay lugar en el estacionamiento, por fin no echarán esa mala vibra a las personas con discapacidad por tener tantos espacios reservados sin ocuparlos. Antes era común al caminar por las calles encontrarse con cascaras de plátano, bolsas de papas fritas o envolturas de Gansito, ahora, es pior, uno se topa con cubrebocas que se adhieren a las suelas, pañuelos desechables embalsamados de gel pegosteoso -sí, del corrientito que te ponen en la entrada del súper-, guantes de látex rotos y changarros que ni respetan las medidas de salud con tal de ganarle la clientela a las tiendas de cadena comercial.

Celebraremos la fiesta del 12 en honor a la virgen de Guadalupe desde él chante a través de Internet o por televisión abierta, continuaremos, quienes estamos conscientes de lo contagioso del virus que se manifiesta en las fiestas, de fomentar el amor de confinamiento a un metro y medio de nuestras parejas, pero con ojos de borrego a medio morir, además de ofrecerle una enorme disculpa a nuestras mascotas quienes nos han soportado más horas al día de lo acostumbrado y, claro, está, el lado positivo es que este año no habrá berrinches por lo horrible de los regalos en los intercambios ni trompadas por aquello de la sana distancia.


jueves, 3 de diciembre de 2020

¿Las ansiadas vacaciones?


Estamos ya en el último mes de este pasado de lanza 2020, lo más seguro es que los profesores contamos los días para las vacaciones decembrinas, sí, por fin la plataforma nos dejará reposar, por unas cuantas fechas habrá pausa a la enorme cola de correos con preguntas que nunca se atrevieron a realizar en las sesiones de Meet la muchachada o ¿será que ni estuvieron ahí? La neta, aunque no podamos salir de paseo a realizar turismos bastimentero como en el 2019, ni festejar en familia tipo tripulación del Titanic, pero eso sí, el ponche del Chino y el pavo no faltarán, además, es justo y necesario que los chamacos junto con sus progenitores tengan un pequeño receso de las clases en línea y las tareas que nos han dejado de factura una nueva graduación de lentes, por un buen de tiempo ya no tendremos los ojos rojos cual pacheco con cigarro de esos que dan risa.

¡Volver a ser simples mortales! Creo que esa lección ya la aprendimos todos con el Coronavirus, además, no sé si me agrade mucho hipotecar por cierto tiempo la responsabilidad de cumplir con los deberes de la profesión que tanto aprecio, con la cual he logrado sobrellevar más fácilmente la reclusión a causa del pinche virus de la duda. Experimentar de nuevo el convertirse en un ordinario ciudadano que se monta en la bicla a brindar con una copa de adrenalina urbana, esquivando cafres y a las bestias que se echan de reversa al salir del OXXO sin un ápice de precaución o asoman medio coche para cruzar una calle, sentirme Mario Bros evadiendo los cráteres lunares, perdón, los baches, respirar el aire fétido de mi ciudad, escapar un ratito del encierro atunero del confinamiento con tal de ver por las calles a las parejas besándose apasionadamente con cubrebocas dizque por higiene, los señores con sus cubrebocas más chamagosos que mi conciencia o la tamalera vendiendo sus productos sin guantes, pero con gel antibacterial de esos que no huelen a alcohol.

En tiempos de sacar los vinilos de música navideña como mi favorito de “Parchís Villancicos”, para embriagarme de nostalgia, luego hundirme en el sofá escuchando la bilingüe “Feliz Navidad”, del boricua José Feliciano, ponerme a derrochar amor con la de «Tú serás mi Navidad» de Roberto Jordán y Estela Núñez o cualquiera del disco “Blanca Navidad” de Los Panchos con Eydie Gormé, en fin, motivos nos sobran para estar en asueto cuando lleguen las ansiadas vacaciones decembrinas, pero mientras hay que seguir siendo muy celoso de nuestro deber.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Cumpleaños confinado.


¡Cumplir años en este 2020 sí que ha de ser bien canijo!  Y más aún para los pachangueros, esos que no desaíran un guateque, menos si se trata de su cumpleaños, a mí la neta, ni me afecta, pues la talacha de la vida me enseñó que las fiestas no son lo mío, debido a que desde chavito los adultos censuraban mi presencia en los festejos de mis amiguitos dizque por ser el hijo de la costurera y del teporocho irreverente de la colonia, la verdad no había problema, pues bien sabía que mis cuates después compartirían conmigo los dulces, golosinas, gelatinas y hasta la rebanada de pastel, además de cooperarse para mi chesco -muchas gracias Homero, Juanito, Lichis, Minerva y Aris-; bueno, dejémonos de recuerdos ojetes como nubarrones de esos que llueven recio y tupido, para volver al tema de nuestra actualidad que como bache del periférico nos hace movernos en la terrible sensación de cumplir años en confinamiento, donde no habrá confeti, globos ni serpentinas, menos gorrones que se quedan hasta voltear las cazuelas, lo peor es que por salud no deberás soplar las velas, o sea, olvídate del deseo tipo Pinocho al Hada Azul.

Además, en este pasado de lanza 2020 no está como para celebrar algo, pero a un titipuchal de raza le encanta imaginarse que el planeta no tiene laringitis y que la vida en su tatema no ha cambiado a causa de un virus que nadie ve, entonces se inventan mil formas de festejar, de entrada ahí tienen el Facebook que les recuerda a quien hay que celebrar cada día, si no es con abrazos y besos reales, entonces para qué están los emojis, los textos cursis que salen de la inspiración de googlear “frases de cumpleaños” -jajajaja, que creían que esas palabras eran mías, pos no, 3, 2, 1… arde en insultos mi feis-, las tarjetas de felicitaciones que también las tomamos sin preguntar de “quén chon” en el internet y menos considerar el derecho de autor, pues las enviamos como propias o reciclamos las que nos enviaron.

Hoy que llegó a la edad de las ilusiones – ¡a cualquier pinche edad se deben de tener, no nada más a los 15! -, tengo preparado mi playlist con pura canción que me pone de buenas, ataviado con las bermudas que menos apriete la barriga, la playera que más fresca sienta, mis babuchas donde se desparrame mi pie plano cansado de tanto peatonitis, voy al comedor donde me espera un buen combo de sushi con su calpico cual cola de pingüino de helado, al fin y al cabo, no hay ningún prejuiciado padre de mis amiguitos de la infancia que me detenga.

jueves, 19 de noviembre de 2020

El lugar donde algo comienza.


Durante mi infancia disfrutaba de ir a observar un enorme Nacimiento que por la calle Bartolomé de Las Casas montaban con motivo de las fiestas decembrinas, en él era fácil dar seguimiento a la vida y obra de ese hombre tan libre y fuerte, que como dice Julio Iglesias en la canción Lagrimas tiene el camino: “libre le hizo su alma, fuerte le hizo su fe”, es decir, desde su eclosión al mundo hasta su resurrección representadas en figuras de barro. Son de esas cosas importantes que perduran en la memoria de las imágenes del corazón. Esos son nuestros Nacimientos, mixtura de idiosincrasia de varios siglos con cierto aire kitsch, es que, ¡no marches, colocar también las figuras navideñas de Disney! El señor San José al verlos imagino su expresión: “¿Y estos mutantes?”


Hoy no estoy tan seguro de que en el Jardín Núñez se pondrán los vendedores de artículos navideños, y tampoco sé si quiero ir, con eso de que este cabrón virus de la duda hizo que el docenario a la Virgen de Guadalupe sea cosa de imaginación y fe en casa, pueque ni haiga nada de vendimias, adiós a los opíparos huaraches de azada y tripita con su peculiar sabor a manteca y al jarro de agua de jamaica bien helado de los puestos callejeros, que te los servían en platos de cartón guangos en donde se escurría el queso por los lados, sí, de esos que aún no llevan el pinche sello de advertencia de Alto en Calorías, Alto en Sodio, Alto en Todo, oiga, ya ni la amuelan, luego uno experimenta un gacho sentimiento de culpa, sniff, sniff. Si algún sabor representa los mejores momentos de la vida, es eso que degustaste y al final sorprendentemente dejó transparente la servilleta de papel.

La neta se va a extrañar deambular entre ese gentío que, con tal de olvidarse de la rutina, se animaba a despilfarrar su varo, se quitaban lo fresa un ratito rifándosela por una atascada de comida callejera aderezada con Bacilo de Aertrycke, además de comprar sus santitos pa´l Nacimiento, ese lugar que los niños de mi época alucinaban, pues se volvía en el lugar donde algo comienza, por ejemplo la cuenta regresiva para la llegada de El Niño Dios.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Diarios de bicicleta.


Ya se la saben qué a quién firma lo que escribo, la
 repapalotean las cosas tangibles, es decir, lo digital uno no lo puede oler, ni sentir, ni hojear, y menos coleccionar hasta hacer de tu cuarto un pinche laberinto, el martes pasado iba con toda la intención de comprar unos libros, y resulta que la librería abre otros días menos los martes, pueque sean devotos de las encaladillas, por eso ni me encabroné y se los dejé pasar. Mientras las llantas de mi bicla cruzaban la Madero rumbo al chante, me lleno de ternura esa cartulina fluorescente que con plumón negro ofrecía gatitos chiquitos reté bonitos gratis, la neta más vale encontrarles dueño que echarlos a la calle y luego los vemos maullando entre el tránsito de la kamikaze avenida Maclovio Herrera, y pos… nos acordamos de Remi cuando lo separan de su jefecita y se nos pone el ojito blanco como él.


Afuera de algunos cantones, yacen olvidadas las macetas negras con sus marchitas flores de cempasúchil, tan tristes como el uno y dos de este mes cuando fueron compradas para alegrar la memoria de los difuntitos, al doblar en la esquina, me topo con el negocio de carnitas en donde un dibujo del cerdito auto cocinándose, inmediatamente lleva al nirvana mi antojo y el paladar encuentra un mantra en ese taco de doble tortilla con trompita y maciza, salsa de aguacate aderezada con su fruta en vinagre, ¡ay, Colima no te rajes que es cortada!

En Nigromante la esporádica, así como veloz cual caracol practicando taichí, Ruta Cinco, me rebaza, mientras escucho que lleva a tope esa rolita de Chico Che y La Crisis, “¿Quién pompó?”, ¡al mal tiempo buenas cumbias! De eso que ni que, una buena canción es la pócima para soltar el año, a todos bien que nos hace falta una catarsis musical… hay que ir pensando en los deseos de año nuevo, por ejemplo, ¡ya saquen la vacuna! Para que en este diciembre encerrado en casita chutarme por Canal 5, las tres partes de “Mi pobre angelito”, y decir, ¡ay, no manches sale Donald Trump!

Al pasar por Bodega, veo a las señoras con las manos llenas de abarrotes, pues se les olvida que ya no dan bolsas, de todos modos ellas se observan satisfechas de haber surtido su canasta básica emocional, imagino que tal actividad les sirve como analgesia a la memoria y poco a poco el confinamiento se hace menos pesado, mientras Silvestre en su puesto de revistas inventa, redefine y establece nuevas prácticas sociales, yo sigo pedaleando para seguir de pie como muchos en esta ciudad.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Un calendario motivador

 Estamos a casi menos de dos meses de que termine este 2020, que para sustos fue un pasado de lanza, es más, estoy seguro -raro en mí pues siempre he sido un inseguro- de que esta vez Antonio
Camargo no se escuchará en los hogares con su canción “El Año Viejo”, ese himno en la época de decirle adiós al año con agradecimiento, pero ahora ni la
 pinche imagen de los cachorros Bobtail en el calendario hizo que ignorará la realidad, imagino que, en los talleres mecánicos, ni la modelo en paños menores los motiva como otros años cuando era un calentario para ellos; de nada sirvió anotar en enero todos los cumpleaños, pues ni a uno pude asistir, ¡la neta, con lo que me gusta el coleo!

Honestamente experimento pena ajena por aquellos que el 31 de diciembre del 2019 hicieron el ridículo dando la vuelta a la manzana con las petacas, para planificar esos viajes que solo en sueño pudieron realizar, bueno, también por Google Earth, pero eso no cuenta para ellos. Sigo el día las veinticuatro horas de confinamiento para no olvidar la fecha en que vivo, de ahí en más ni caso le hago al calendario, pues no hay la certeza de que el mundo se acabe o si vamos a tener que seguir batallando otra temporada más, entonces pongo un disco donde los teclados del conteo atrás de Europe con su The Final Countdown, motivan a mandar a la tiznada este ojete año y que suceda lo que tenga suceder.


Si se me rompe un espejo, cruzó por debajo de la escalera o me pasa por enfrente un gato negro, la verdad, creo que no se puede tener ya más mala suerte, así como Antonio Camargo dice en la rolita de que en este año tanto a mi como a varios nos ha dejado “cosas muy buenas, más allá de una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra”, un encierro con titipuchales de rollos de papel higiénico, cubrebocas con la imagen de Frida Kahlo y duchas en gel antibacterial, tendré que escuchar al poeta del pueblo José Alfredo Jiménez con esa frase de: “Diciembre me gustó pa’ que te vayas, que sea tu cruel adiós mi navidad”.

jueves, 29 de octubre de 2020

Racista de clóset.


Dicen que en México no existe el racismo, que se trata de clasismo, imagino que tal idea la hemos fomentado para no dejar salir del clóset ese cabrón racista que todos llevamos dentro, como una forma de evidenciar ante esos escépticos que el racismo existe en nuestro país y nos es nada más Trump, ¡no te hagas, del ojo chiquito cuando en la mayoría de los anuncios vemos puro güero! Si un chingo de nosotros somos de piel cafecita, es más, hasta nos hemos burlado cuando nuestros paisanos indígenas que no hablan español, en son de guasa decimos que son alemanes.

No se vale que te la pases diciendo que tus abuelitos son extranjeros con tal de ser menos mexicano que los demás, ¡wey, hasta te los inventas con tal de sentirte superior! Lo peor, si tu apellido materno es extranjero, en tus redes sociales omites el primero con tal de apantallar, la neta, eso sí que es bien pinche racista. No me salgas con el cuento de que nunca le has dicho a alguien que te cae gordísimo, naco, prieto o indio. Cuando pasas por el cruce peatonal y están centroamericanos pidiendo ayuda a los conductores, les haces el feo, porque piensas que son delincuentes. Al personal que ayuda en las labores domésticas, ante tus finas amistades te refieres a ella como “Chacha o Gata”, ¡así o más ojete!

También es racismo cruel y lo más ridículo es que te lo aplicas tu mismo, cuando utilizas los filtros de las Apps para aclarar tus fotos, ¡pendejo, así eres! ¿No te engañes? Chicas que usan maquillaje más claro que su tono de piel o la que se compra una crema blanqueadora, ¡ay m´hija, ni con piedra pómez! La pareja que piensa en tener un chulo bebé… güerito, lo más patético, es que quien firma lo que escribe, está redactando un texto que denota clasismo y discriminación, pues estoy señalando la paja en el ojo ajeno y gratis me echo la viga.

jueves, 22 de octubre de 2020

Perdone usted la tristeza.

Ya han pasado casi ocho meses del confinamiento, en un principio me costaba trabajo cambiar de hábitos, eso de lavarme las manos a cada rato por higiene, y que con el transcurrir de los días lo fui haciendo por miedo a contagiarme, a que me entubaran o estrenar una nueva morada en Los Mirtos. Ahora ya ni me acuerdo cómo era la vida antes del coronavirus, me he acostumbrado a mirar a mis seres queridos con cubrebocas que ya no recuerdo su sonrisa, la comisura de mis labios hoy se encuentra marcados por surcos rojos en esos repliegues cutáneos que nadie ve, mientras, adivinamos que hay risas por los sonidos amorfos de la carcajada que se ahoga cual sordina de trompeta con el cubrebocas.


A los recién nacidos les colocan caretas, es decir, la primera impresión de este nuevo mundo la ven tras de una mica de PET, ¡híjole, esto me recuerda cuando en El Regreso del Jedi, Darth Vader agonizando le pide a Luke Skywalker que le quite la máscara para verlo con sus ojos reales! Otra cosa que he observado es la pinche tristeza que nos está invadiendo gracias a la impotencia de no poder hacer lo que nos gusta, debido al miedo de enfermarnos, estamos perdiendo la perspectiva de futuro y por ende perdemos el sentido de las cosas, ya ni nos encabronamos por el cambio de horario, actualmente los cumpleaños como que no son tan esperados con ese ahínco característico, es más, hasta está de hueva que Facebook te lo recuerde, además, ese tiznado agotamiento que todos tenemos, aburrimiento crónico, ganas de nada, que nos pone en pausa, ¡nos estamos enterrando en vida!

Nuestro optimismo va perdiendo la batalla, lector, recuerda que la felicidad es moverse, no te hundas en el sofá a observar tu teléfono, deja aun lado la computadora, apaga Netflix por un rato, dale día libre a la flojera, si vas a utilizar el celular olvídate de guasapear, llámale y dile a esa persona cuánto la aprecias y extrañas, recuerda que la tristeza es quedarte quieto, el dueño de tus ideas eres tú y no ese aluvión de malas noticias, piensa positivo, la única medicina que nos receta la vida es la música, hay que cantar, bailar y oír canciones, perdone usted la tristeza, mientras intento escuchar Ask de The Smiths, esa rolita de Morrisey que habla de cómo deberíamos aprovechar las oportunidades en la vida, especialmente las amorosas, antes de que sea tarde.








jueves, 15 de octubre de 2020

Redes sociales, los nuevos lavaderos del vecindario.


Durante este confinamiento me he puesto a observar la flora -sí, hay perfiles que en lugar de la foto del usuario ponen de flores- y fauna -esos que exhiben a sus mascotas en lugar de ellos- de las redes sociales que utilizo, sin confusiones, eso que hago no es stalkear, créanme que esta tarea también la realizan ahora los que contratan personal, pues con observar el perfil de sus futuros empleados se dan cuenta de los gustos, filias, fobias, entre otras cosas. Por ejemplo, esos que, sin reconocerlo aún, que su relación de pareja está aproximándose a la fecha de caducidad, son capaces de postear tanto odio, disculpas o promesas de amor sin nombre, es decir, sin dedicatoria, al puro estilo de “óyelo, Juana, entiéndeme, Jacinta”, mientras los que les damos “me gusta”, bien que sabemos que se trata de un desahogo instantáneo. Lo peor, cuando te encuentras con el dueño del perfil en la calle y en buen plan le preguntas cómo va su relación, se encabrona con uno por saber eso.

Hay quienes han transformado su red social en un tianguis, así nos encontramos esos tenis Nike que te mandó tu carnal de Los Ángeles rete culeros a la venta, la bicla con llantitas tísica y oxidada de tus hijos, la colección de películas en formato DVD, la almohada hipoalergénica de microfibras de gel, fresca y firme con resto de humedad tuya y alguno que otro lamparon de sudor, las bocinas Pionner desconadas del Tsuru de tu papá, entre otros objetos que te hacen recordar la frase de “pásele, ¿qué le damos güerito?”. También aquellos que consideran a su mascota como la más adorable del mundo y que a todos les hace gracia, la neta, a veces como que me da la idea de que ese animalito tiene la personalidad y porte que siempre quiso tener el usuario que se atrevió a realizarle un perfil, haciendo que, a través de él, su mascota exprese sus sentimientos tan pinche cursi, ¡el perro ni el hámster, así como el gato ni dedos tienen! ¿Crees que no me doy cuenta?

Así es mi estimado lector, ahora para enriquecer su curriculum vitae, agréguele los perfiles de sus redes sociales, para que cualquier stalkers tenga un titipuchal de material de los cuales echar mano para saber un chingo de cosas sobre alguien sin ser visto. Con tal de evitar esto configure bien la privacidad de su red, y evite dar más pena ajena a sus contactos absteniéndose a publicar situaciones tan embarazosas, que, de todos modos, ni nos vamos a solidarizar, simplemente le daremos reenviar a otros para que tengan de qué hablar en épocas de confinamiento.

jueves, 8 de octubre de 2020

Bocadillos híbridos.


En gustos se rompen géneros, dice esa voz popular para justificar las aberraciones gastronómicas de los mexicanos, como la torta de chilaquiles, la concha rellena de frijoles refritos con queso seco, verdaderos monstros caloríficos de esos paladares exigentes y faltos de cierta refinación, óigame, deberían de hacer la pizza de enchilada, ¡no! Digo, si se trata de enfrentar sabores, ¿a qué sabrá un chile relleno de sushi? Ahora que nuestra vida se resume en una pequeña pantalla del más moderno celular, a poco no le dan ganas de subir las fotos de esos platillos y que sus más de 1K de seguidores en Instagram… pos le aplaudan con un titipuchal del Emoji de las manitas.

No te hagas que la virgen te habla, tú que cambiaste la melcocha panochera del plátano macho por La Lechera, si, ya sé que durante gran parte de tu vida los videojuegos te enseñaron a vivir, pero no es para que ahora le hagas el feo a esos Cheetos que tanto te gustaban en cátsup, dizque porque es comida ultra procesada y la Maruchan con salsa Valentina que le llamas desempance en las horas muertas de la oficina para espantar el mal del puerco que te llega despuesito del lunch, si tu fuente creativa es cualquier página web donde copiar lo que te exige el patrón como jornada laboral, y ahora me sales con bocadillos híbridos.

¡Qué concha la tuya! Hacerle ojo de buey a tu viejo, ya ni la amuelas con los cuernos que le ostentas, si a salado te supo, qué esperas para tronarle los huesitos, no le aunque se hagan polvorón, ay, tú mírala siempre de catrina y rete chula mi prieta cuando se mira en los ricos espejos, al cabo de orejitas oiga usté, ¡vamos éntrale al picón que del sapo la delicia es! ¡la neta una disculpa! Este último párrafo ya la había publicado en mi Feis, pero como ando bien enguasado con las clases en línea, creí que como cierre quedaba chido.

viernes, 2 de octubre de 2020

¡No te quites la máscara!

La vida extraña que esté 2020 nos ha ido introduciendo es un fenómeno al que llamamos, así como si se tratase de un meme bizarro: “Nueva Normalidad”, donde las empresas que ofrecen servicio delivery, acá para los rucos como yo, es el equivalente al reparto o entrega, ¡si wee, repartidores! quienes se han convertido en asistencia de primera necesidad, así te lleguen los tacos de cochinita pibil más fríos que la cola de un pingüino o la pizza de tan tiesa hasta ganas dan de aventarla como frisbee, es más, capaz de que con ella y el palo de escoba haces el Disco Chino de aquella canción de Enrique y Ana, ¡pinche tiempo pandémico!

El móndrigo Semáforo de riesgo epidemiológico, es terco como… mejor ni menciono al cuadrúpedo, no vaya a herir susceptibilidades, y ya se la saben, ahora de todo nos encabronamos, estamos como ollitas de Tonalá… de todo nos quebramos. Al igual que en mi infancia, estos últimos meses se me ha ido la vida frente a una pantalla, y ahora no por ver la barra de caricaturas del Tío Gamboín, sino para asistir a reuniones de trabajo, dar clases y recibir cursos en donde se domestique mi ignorancia sobre asuntos tecnológicos.


Imagino lo desesperados que han de estar porque el semáforo se ponga verde, todos aquellos que se creen bien chipocludos y aseguran que el virus no existe, para restregarnos en la cara que ellos tenían razón, igual el mamón que está guardando la frasecita de: “sobreviví al Covid-19 con un simple retazo de tela”, no digas pendejadas ni intentes quitarte la máscara, pues más cara te va a salir la factura de hospitalización.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Back to class.

Las clases presenciales iniciarán en la Máxima Casa de Estudios hasta que el Semáforo Epidemiológico se encuentre en el anhelado color verde -la neta, hasta novenas al santo de nuestra devoción le hacemos con tal de que así sea-, mientras serán a distancia, a través de una serie de estrategias que directivos y profesores han ido implementando, lo cual ha implicado que nosotros los docentes seamos macheteros y tesoneros neófitos aprendices del uso de plataformas, sus aplicaciones así como de la tecnología que en ellas se alberga.

Nos vamos a salvar de que los nuevos se enteren de nuestro apodo por boca de los jóvenes de semestres avanzados – ¡bueno, si es que ya se lo saben! Pues la guasa corre como reguero de pólvora-, me ahorré el sarcasmo que hago sobre mi calvicie en donde todos explotan a carcajadas como si fuera la primera vez que se enteraran de la escasez de folículos pilosos en mi mollera.

Este 28 de septiembre algunos de nuestros estudiantes no se levantarán en la madrugada para iniciar las clases, otros tal vez sí, pero para ir a chambear, ¡con lo caro que esta todo, hasta ellos le entran en la economía familiar para rifarse el buevito con jamón! Nuestros nuevos alumnos nos conocerán de voz, los colegas docentes que no temen a que su foto se vuelva un meme, la colocarán en la plataforma -ya llevo cincuenta y aún no encuentro la que me cuachalangue-, y se harán presente en las sesiones de Google Meet sin el miedo a volverse futuros GIF; esta vez sí vamos a extrañar a que nuestros exalumnos se pongan en las ventanas a estar oyendo las clases que hace unos meses les impartíamos y que en ese entonces ni atención nos ponían.

En este nuevo regreso a clases, no existirá el pretexto de que olvidaron en casa el libro, pues se encuentran en ella y solo es cuestión de ir por él, además, con o sin uniforme ni útiles nuevos, la chamacada vuelve a transmitirnos su energía, pero ahora detrás de una pantalla, claro, sin alboroto, pero tal vez si con ese característico alborozo tan suyo, hagamos changuitos con los dedos para que nos se nos caiga el WiFi y que ahora sí con esta modalidad le pongamos falta a los memes.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Viviendo de prisa e indecisión.

Esta mañana estaba en casa haciendo mis cosas habituales, no voy a entrar en detalles para evitar la censura, cosas que prácticas cuando estas solo, como eso de plantearme que este día trataré de vivir exclusivamente las 24 horas que lo integran, sin intentar querer resolver el problema de mi existencia; únicamente por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto, sin criticar a nadie, mucho menos pretender “mejorar o corregir” -sí, entre comillas, pueque sea yo quien siempre ha vivido en el error y los demás no- a nadie sino a mí mismo; intentaré a adaptarme a las circunstancias sin pretender que las circunstancias se adapten a mis posibilidades.

La meta de este día es realizar una buena acción y evitar divulgarla, borrar de mi cerebro ese miedo a disfrutar de los hermosos y buenos momentos, confiar en las personas, además de creer en su bondad, hacer con disfrute esas cosas que no me gustan realizar, y si experimentase frustración, procuraré que nadie se entere.


Quizá no cumpla en el transcurso del día ninguna de las metas, pero las redactaré para que ustedes sepan de mis intenciones, así como de las calamidades que intervinieron para que no se realizasen: la prisa y la indecisión.

jueves, 10 de septiembre de 2020

Pisando colas.

En la Nueva Normalidad del Siglo XXI, donde nuestras manos llevan más de seis meses alcoholizadas por tanto gel antibacterial, que de continuar así las tendremos que llevar a sesiones de Alcohólicos Anónimos, se imaginan poniéndose de pie al decir “hola, soy izquierda y he ingerido etanol al 72%”, a pesar de esto, las viejas costumbres se conservan, como aquel adagio de “Todos tenemos cola que nos pisen” – ¡por cierto la mía es larguísima! -, se nos sigue olvidando, continuamos disfrutando de pisar la cola del prójimo, es más, hasta creo es todo un placer esa falsa sensación de que, al ensuciar la buena imagen del otro, limpiamos la nuestra, pues nos sentimos exentos de los defectos o conductas reprobables de los demás.
Como si uno fuera limpio y puro, como si nunca la regáramos, la neta que me doy asco cuando actuó de esa forma y lo peor es que hasta que lo hice caigo en el error, ¡móndriga conciencia retrasada! Nos lamentamos de la existencia del Covid-19, ¿qué hicimos para merecer esto? Si, así como título de película de Pedro Almodóvar de 1984. Hemos llegado a pensar que es un castigo del Creador, por lo malo que es la gente, y que nuestro cerebro fragüé esas ideas, nos llena de tranquilidad, pues en la oscuridad de la noche cuando intentamos fumar la pipa de la paz con la conciencia, nos las seguimos creyendo, hasta nos consideramos bien “buena onda”.
Lo bueno es que en la Nueva Normalidad ocurren cosas anormales positivas, como el descubrimiento que Pablo Motos hizo de la sordera de boca, la cual consiste en que cuando hablas con el cubrebocas puesto un cincuenta porciento de lo que dices es incomprensible, entonces tu interlocutor a metro y medio de distancia no te comprenderá nadita de nada, y así ni en cuenta de los pisotones de cola que vas dando a los demás, pero… ¿si nuestros cubrebocas pudieran hablar?

jueves, 3 de septiembre de 2020

Los Dos Volcanes.

Adaptación de un relato de Anthony de Mello
Por mi barrio han existido un titipuchal de negocios, algunos se han mantenido a pesar de los golpes bajos de la economía, como es el caso de la estación de gasolina, con sus precios que como la Rueda de la Fortuna, suben y bajan, eso sí ha cambiado de nombre cual pañal de bebé, también aún continúa en servicio el Hotel Río, que a quien firma lo que escribe, al escuchar el nombre, en lugar de evocar esa corriente natural de agua que fluye con continuidad por un cauce en la superficie terrestre, imagino la portada del segundo álbum de estudio de la agrupación británica Duran Duran, editado el 10 de mayo de 1982, donde se incluyen las rolototas Hungry Like the Wolf Save a Prayer, creo que bajo esa idea, existió una tienda de abarrotes, en los ochentas, si, antes de que hubieran esas cadenas comerciales que en la actualidad se reproducen como conejos, tiene tres cajas registradoras y solo una atiende mientras se hacen las filototas.
La tiendita se llamaba Los Dos Volcanes, imagino que se basó en los colosos de fuego y nieve que antes los podía observar desde la ventana trasera de casa y que en la actualidad los tapa un enorme letrero rectangular en colores amarillo y rojo con letras blancas al centro, resulta que este negocio por más que lo surtieran no obtenía la clientela necesaria para poder continuar. Desesperados sus dueños una noche se reunieron para intercambiar ideas, al hombre se le ocurrió pintar la fachada en color azul marino y arriba del nombre dibujar los dos volcanes, entonces su esposa agregó que, en lugar de dos, únicamente se pintará el volcán de fuego.
¿El de Fuego? ¡Mujer, si la tienda se llama los dos volcanes! Debe de estar también el de Nieve, es lo más ilógico que has dicho. Hay que hacerlo, no perdemos nada, intentémoslo, si no resulta, pues se pinta el otro y asunto arreglado – agregó la mujer.
Con incredulidad el abarrotero siguió los consejos de su esposa, cuando concluyeron los trabajos de remodelación, los vecinos empezaron a acudir como abejas a la miel, claro que con el propósito de hacerles entender el error que habían cometido, creyendo los muy inocentes que el matrimonio no estaba consciente de su “brutal equivocación”, pero ya en el interior, se impresionaban de lo bien surtido y la amabilidad del servicio que se fueron convirtiendo en clientes frecuentes, ahora si sus dueños recuperarían lo que en tanto invirtieron, gracias a saber cómo incitar a satisfacer el ego de los demás al tratar de hacerlos creer que ellos tienen la razón.

jueves, 27 de agosto de 2020

Las canciones prohibidas.

En 1986, los mexicanos estábamos locos por el mundial que se celebraría en nuestro país, un chile verde, de esos que le dan sabor al caldo de pollo y de res era la mascota oficial con su enorme bigote y sombrero de charro, además de los cadenciosos movimientos de Mar Castro al son del chiquitibum en el comercial de cerveza, por las noches alimentaba mis pesadillas “It” o “Eso” -para la raza mejinaca-, de Stephen King que había comprado en la Librería Hidalgo, las chicas se deleitaban con un imberbe Tom Cruise ataviado de uniforme militar, lentes Ray-Ban y sobrevolando los cielos en la icónica película TopGun, mientras a los chamacos nos salían pelos en la mano de tanto ver a la sensual Kim Basinger en Nine ½ Weeks, en música una rubia platinada Madonna lanzaba True Blue, Mecano sacaba su exitoso álbum “Entre el cielo y el suelo”, Soda Stereo consolidaba el rock en español con “Signos” y Rocío Banquells se daba a conocer en el ámbito musical con su LP homónimo.
Precisamente de este último disco, se desprende una canción llamada “Con él”, con la cual en aquella época ponía a parir chayotes a los locutores de las diferentes estaciones de radio de la entidad, debido a que en los programas de complacencias se las pedía, y me salían con el cuento de que su letra no era propia o que los directivos de la estación se las habían prohibido, igual sucedía con la rola de Daniela Romo “La fuerza de un hombre”, irónicamente algunas de esas frecuencias de radio en su programación incluían Light My Fire de The Doors, Relax, esa oda al orgasmo de los británicos de Frankie Goes to Hollywood, además de la compilación de gemidos, pujidos y alaridos por parte de la Reina de la Música Disco Donna Summer con Love To Love You Baby. Imagino que aquí ni pelaron las letras de estas canciones porque nuestros censuristas no dominan el idioma de Shakespeare, pues de saberlo ni de chiste las ponen al aire o posiblemente llegaron a pensar que todos los mexicanos en esos años ni comprendíamos el inglés, entonces al final de cuentas ni sabían lo que en ellas se decía.
¡No manches! Si en los años cincuenta, con la entrañable “Cachito mío” de Consuelito Velázquez, cuya letra está inspirada en el hijo de la autora, a alguno de los responsables de conservar el orden y las buenas costumbres en nuestro país se le ocurrió que ese cachito hacía alusión a cierto trozo de la anatomía masculina, la neta, uno que culpa tiene que sus cerebros estén todos cochambrosos y cometan cada burrada en su pésimo afán de amolar la música. Por cierto, el Mundial se terminó en junio con la milagrosa mano de Maradona, dándole el triunfo a la Selección Argentina, mientras la nuestra también se aventó el suyo al pasar por primera vez a cuartos de final, haciendo que Hugo Sánchez saliera en un titipuchal de comerciales que nos vendía tantas cosas que no necesitábamos.

jueves, 20 de agosto de 2020

¿A qué le tiras cuando sueñas, colimense?

Gracias a Chava Flores y a Gabriel Vargas por las ideas
A que la Ruta Cinco pasa cada diez minutos y no cuarentaicinco como hasta hoy, ¡ah! Pero eso sí, ¡qué barata es! Sigues pensado que los taxis tienen tarifa fija y no la que le da su gana al chófer cobrar; piensas que madrugando no te encontrarás con las enormes filas de los ineficientes bancos, que ya no existen tumultos ni empujones, ni que tendrás que recurrir a parientes de algún influyente para evitar tantos engorrosos trámites a causa de un inepto empleado que en lugar de hacer bien su trabajo, prefiere estar consultando sus redes sociales; continúas soñando que en las calles los coches ya no verán al peatón ni al ciclista como una boya amarilla para topes, que el color amarillo en los semáforos es de precaución y no de acelérale que va a cambiar a rojo.
Que cuando haces una pachanga para cincuenta invitados y te llegan trescientos, de los cuales, tan solo el 25 % conoces, además, esa pinche fauna de coleros ni regalo llevan, ¡ah, pero eso sí, quieren que les sirvas los mejores pomos! Si no lo haces, eres reté agarrado y muerto de hambre, luego cuando se van quieren llevarse los adornos de las mesas, platos repletos de comida, dizque pa´l perro -ahora te das cuenta porque no rindieron los platillos-y hasta con el mantel quieren arrasar, ¡ah qué raza tan canija! En los velorios, dentro del sufrimiento por la pérdida del ser amado, siempre sale el bullanguero que da el giro a las letanías y a la solemnidad del rosario transformándolos en charlas llenas de picardía, sabrosita y jocosa entre los dolientes, por eso cuando muera, y así evitar tal situación, quiero que me incineren y las cenizas las echen al contaminado cielo de mi ciudad, en fin, una rayita más al tigre no le afecta.
Sigue creyendo que el limón es el remedio para todos los males y el mejor aderezo de cualquier comida, que los sábados sin pozole, no son sábados; que las visitas inesperadas son de mal augurio, pues invaden la tranquilidad de tu chante, te encuentran en fachas con los platos sucios en el fregadero, burro y plancha a media sala, los alteros de ropa arrugada y las camas sin hacer, la neta si vienen a criticar, creo que se verían mejor en sus casas, por eso continúa pensando en que las visitas no ayudan, pero bien que estorban. Ahora que, con el confinamiento he llegado a la conclusión de que, a pesar de todo… ¡éramos bien felices y no lo sabíamos!

jueves, 13 de agosto de 2020

La ternura de los dinosaurios.

Los juguetes forman parte de la infancia de todas las generaciones, en la gran mayoría de los hogares de nuestro país las casas en algún momento se convirtieron en depósitos de luchadores y superhéroes de plástico inflado, sí, los que estaban huecos, con ciertos portillos y rebabas del proceso de producción, pero que costaban más baratos que los originales y cuya misión eran divertirte, además, si las capas se te rompían, podías confeccionarles una mas perronas con una bolsa, los Playmobil sin codos pero con un titipuchal de accesorios, la Bill Gates de los juguetes, Barbie, muñeca exitosa y de múltiples profesiones, sin dejar de lado todas sus pertenencias desde un coche último modelo hasta un supermercado; no puedo olvidar todos esos juguetes con los que se fomentaba el espíritu de competencia entre la chaviza como la perinola, la matatena, yoyos, trompos y canicas.
Figuras cuya imagen, colores y materiales con los que estaban elaborados, eran un claro reflejo de nuestras costumbres, hábitos, ideas y formas de ver la vida. En la actualidad al observar a las nuevas generaciones, extrañaba que ahora a los pequeños les llamará la atención los dinosaurios de plástico, ¿estarían influenciados por la película Jurassic Park? La neta, a mí me gustaba Snoopy, el Beagle de Charlie Brown, un can filósofo que le revolcaba la cabeza a su amo, los dinosaurios que conocía eran las herramientas de trabajo de Los Picapiedra, pero que fueran de mi agrado, ¡para nada! Hasta que noté que a los chamacos les atraía jugar con el Tiranousaurio Rex, Velociraptor -que según Michael Crichton era emplumado como las gallinas-, Pterodáctilos, entre otros carnívoros, y nunca con brontosaurios ni un Triceratops, imagino que un herbívoro era como tener una mascota – ¡hay disculpen los veganos! – y no un guardián que intimidará a los adultos, como sucedía a mi generación con los superhéroes, que eran quienes salvaguardaban nuestros chantes de los rufianes.
Creo que no importa con que se diviertan los niños en la actualidad, si ello les reditúa risas, ilusiones y momentos felices, que entraña ese juguete que en algún momento de la vida te acompaño las aventuras infantiles, encendió el switch de la imaginación y la única capaz de ponerle pausa era mamá.