martes, 30 de octubre de 2012

Muertos de dos días


Cuenta una leyenda urbana que cuando agonizaba Jorge Negrete en un hospital de Los Ángeles California, pidió a sus familiares que lo trajeran si no a morir, pues si de muerto a su país de origen, razón por la cual siempre se le ha vinculado a tan lamentable hecho la canción de Chucho Monge, “México lindo y querido”; de ser verdad tal historia, lo más probable es que el Charro Cantor añoraba morir en nuestra patria para formar parte de ese amasijo de muertos vivientes que pululan por acá.

Pues en México, la muerte forma parte de nuestra cultura, le rendimos devoción y culto, aquí quien muere no es un simple cadáver, es un difuntito, el cual posee la cualidad de nunca ser olvidado, además se le recordará como si estuviera vivo, es más, hasta algunos jurarán haberlo visto o charlado con él. Incluso dependiendo de la zona geográfica del país será inmortalizado una o dos veces al año.

Nuestro cálido estado, es uno de los que dedican dos días del calendario para venerar a los muertitos, el primero de ellos es el uno de noviembre, cuando recordamos llenos de nostalgia a los eternos niños, esos seres que en plena infancia se los llevó la Catrina a jugar con ella al Parque de la Eternidad, razón por la cual a ese día se le conoce como “Todos los santos”; entre las actividades que se realizan en esa fecha, se pueden observar como los familiares de los difuntos chiquitos decoran sus tumbas con una diversidad de globos de helio, peluches de todo tipo, muñecas, carritos y demás juguetes, con la ilusión de que esa noche estos chamaquitos se diviertan con ellos.

Al día siguiente corresponde a los muertos mayores, fecha popularmente conocida como “Los fieles difuntos”, donde los que estamos vivos le damos la bienvenida a aquellos que ya no están en este ingrato mundo. Resulta curioso que los muertos logren unirnos en un guateque que se pone de manifiesto en el Campo Santo, pues este lugar de pronto pierde esa imagen de seriedad y tristeza al ser llenado por millares de flores de cempasúchil, alhelí y coronas de papel multicolor, es en realidad una verbena donde uno puede escuchar mariachis y bandas interpretando esas canciones que arrancan suspiros a los tertulianos ahí presentes.

En casa de los vivos, por esas fechas se recuerda a la memoria del muertito con su respectivo altar que espera con ansia la llegada honrosa del ánima, pues un banquete de deliciosos platillos que en vida degustó lo agasajarán, obvio que no puede faltar la bebida para refrescar ese aliento frío y seco, además de las veladoras que iluminarán el umbral entre el más allá y el más acá.

Como el dicho popular enuncia, “las penas con pan son buenas”, pues no puede faltar ese fiel acompañante de la dieta nacional que es el pan, los cuales esta vez presentan antropomorfas efigies humanas, incluso los hay de algo semejante a ciertos animales o flores espolvoreados de azúcar unas veces rojizas otras tantas rosas, a estos bocadillos se les conoce como “Pan de Muerto”, los cuales se pueden adquirir en los mercados cuando las amas de casa van al mandado y, claro se deben de acompañar con su jarro de chocolate en agua calientito o el aromático café sin o con su piquete.

Los medios de información, escuelas, oficinas e incluso hasta en el seno familiar aprovechan esos días para publicar las tradicionales “Calaveras”, en donde mediante rimas y frases divertidas en sentido figurado describen la muerte de colegas, amigos, personajes del medio político, deporte y espectáculo, esto no significa que con esos textos les estén deseando la muerte.

Para morir no hay como nuestro país, pues a pesar de que la calaca se lo lleve a uno, en las memorias de las personas continuaremos siendo los mismos, ya que es un hecho que aquí se aprecia más a los muertos que a los vivos.

miércoles, 24 de octubre de 2012

De vulgar y corriente…


Cierto día comentábamos un amigo que es editor y un servidor sobre los textos que más se venden, siendo honesto no me sorprendió que los más vendidos sean aquellos que para la secta de la decencia y las buenas costumbres escandalizan con su redacción vulgar, prosaica y soez, al grado de intentar censurarlos, más por lo fácil de comprender resulta imposible llegar a tal extremo, y eso que para algunas instituciones la censura equivale a quitar la caspa decapitando.

¿Qué es lo vulgar? Según su etimología de origen latín “Vulgaris o vulgus
” que al castellanizarse equivale a populacho o pueblo, o sea, lo que es común, general, normal; también se ha utilizado para denominar al lenguaje coloquial, por ejemplo, algunos para referirse a la axila lo hacen como sobaco, pese a los prejuicios de muchos es correcto llamar así a la concavidad que forma el arranque del brazo con el cuerpo, más ciertos acomplejados consideran una falta de respeto emplear el término sobaco, pues se les hace impropio e incluso hasta ofensivo.

Lo mismo sucede cuando nos referimos a las porciones carnosas y redondeadas que se ubican entre el final de la columna vertebral y el inicio de los muslos, pues se cree que al utilizar la acepción nalga se incurre a un improperio, más otros erróneamente, con la idea de que es correcto, emplean la palabra glúteo, sólo que ésta última, se debe usar para nombrar al músculo y no a la protuberancia carnosa; lo que significa que prejuicios e ignorancia van de la mano.

Partiendo de la idea de que es mejor escribir como el habla común, resulta lógico entonces concluir que los libros donde sus autores recurren a coloquialismo sean los más vendidos, pues sería patético leer novelas en las que sus personajes se expresaran con frases rimbombantes o a través de tecnicismos, igual de irónico como sucede en las telenovelas cuando existe una discusión, entre bofetadas, jaloneos y escupitajos cada personaje espera su turno para expresarse, ¡eso ni quien se lo trague! Entonces cómo vamos creer lo que se escribe si no se apega a la realidad, es como pensar que la juventud actual llama ósculo a los besos y coito a la cópula sexual.

Si tal argumento no fuera razonable, entonces el clero en el Siglo IV, para ser exacto en el año 382, no hubiese publicado la Biblia en la denominada “vulgata editio” o edición para el pueblo, la cual se redactó en latín corriente, dejando de lado el latín clásico que era una especie de latín estándar que se utilizaba en la redacción de textos escolares y gubernamentales y, que por lo poco común de sus expresiones causaba entre sus lectores cierto aburrimiento o fastidio al ser leído.

Más la supuesta preocupación por “preservar” las buenas costumbres y la moral, que desde aquellos censores en Roma aplicaban con el propósito de vigilar el comportamiento que para ellos debía ser normal, censurando todo lo que creían incorrecto de los convencionalismos sociales de esas remotas épocas, y que hasta la fecha persiste dando origen a que algunos libros, textos o ensayos no vean la luz pública.

En su ardua jornada por la pulcritud, muchas veces tal censura es tan patética que ha llegado a sugerir modificaciones en cuanto a contenido o títulos de obras, es como si Gabriel García Márquez, a su novela del 2004, la hubiese llamado “Memoria de mis sexo servidoras tristes” o que Antonio Garci, a su obra relajada y didáctica la habría intitulado “Tonterías célebres en la historia de México”, ¡eso sería una castración a la inspiración!

No olvidemos que los libros son cartas que se escriben a los amigos, y esos amigos somos todos los lectores, es decir gente sencilla que nos apropiamos de las ideas en ellos plasmadas para luego discutir, discernir o citar en algún intento de lucidez, por eso somos del populacho y quien no lo es, pues simplemente se dedica a censurar, con el pretexto que cierta vez aludió Martin Heidegger, el de mantener al rebaño perplejo.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Chambas emergentes

Se nota que nuestra ciudad está incrementando a pasos agigantados su índice demográfico, pues en lo que va de este 2012, según cifras del Consejo Nacional de Población, existimos 623, 484 personas, de las cuales 313, 210 somos hombres y 310, 274 mujeres, esto significa que las salas de maternidad de hospitales se abarrotan debido a la reproducción a gran escala que los colimenses realizamos todos los días y, por las noches también, si a ello le agregamos que de acuerdo a la Secretaría de Salud en el Estado, la tasa de mortalidad neonatal ha menguado de 11 a 5 por cada mil recién nacidos vivos en los últimos cinco años.

Pese a esa explosión demográfica nuestro Estado no ha experimentado efectos negativos, pues en julio de este 2012 registra una tasa de desocupación del 4.29%, dos puntos menos que el año anterior y en el segundo trimestre 324, 689 personas cuentan con un empleo, de los cuales el 20.5% pertenecen al sector informal.

Es precisamente esta inmensa minoría quienes ejercen los llamados nuevos empleos o trabajos emergentes, sujetos que desarrollan actividades no convencionales, como los llamados “viene-viene

”, individuos que se instalan en el estacionamiento de supermercados, fungiendo como remedo de “vigilantes” de automóviles de la clientela, cuya actividad consiste en señalar al chofer los espacios disponibles para estacionarse, verbalmente le indica cómo debe de maniobrar para evitar golpear el coche contiguo, entre otras acciones, recibiendo a cambio unas monedas.

El problema de ellos, consiste en que la tienda o plaza no se hace responsable de lo que hagan, pues a pesar de que siempre están merodeando por sus estacionamientos, la empresa asegura de que son ajenos a ellos institucionalmente; lo peor es que la clientela por la prisa de llegar lo más rápido posible a surtir la despensa, dejan al cuidado de unos desconocidos su medio de transporte, corriendo el riesgo de que le roben ese equipo de sonido que incluso hasta vale más que el carro o se lo lleven completo.

Situación parecida ocurre con los lavacoches nómadas o ambulantes, cuyos lugares de operaciones comúnmente son los estacionamientos de escuelas u oficinas, con su cubeta en mano y sin preguntar a veces lavan los vehículos, para posteriormente con cara de tristeza o con una historia digna de la revista “Valle de lágrimas”, conmueven al chofer, el cual terminará pagándole la limpieza de su carro, si la primera vez caíste en su trama, pues serás su cliente al grado de que termines prestándole una suma en efectivo para comprar sus medicamentos, los útiles escolares de sus hijos o contribuir con la pensión alimenticia que le exige su ex.

Los usuarios de taxis se topan con un tipo especie de valet parking, que al llegar a la base de algún sitio o donde es común tomar taxis, este les indica el turno para abordarlo, semejante al perifoneo de la central de autobuses, nada más que él lo hace gritando, claro que ese berrido tiene la intención de que en un mismo servicio dos pasajeros con destinos semejantes utilicen una misma unidad, así el chofer se verá favorecido, agradeciéndole su colaboración con la módica cantidad de cinco pesitos, que después recuperará al cobrarles un poquitín más de la tarifa oficial. ¿Uno por qué tiene que sufrir las consecuencias de tal contubernio? ¿Acaso en Transportes no saben de ello o simplemente se hacen de la vista gorda?

Ahora sólo nos faltan los franeleros, sujetos que privatizan tramos de la acera de calles o avenidas donde se instalan tianguis, mercados u oficinas que no cuentan con estacionamiento, entonces ellos por amor a la comunidad te permiten estacionar tu coche en “su espacio” reservado con rejas de madera, envases de plástico de refresco de dos litros a cambio de cierta cantidad te lo cuidarán de robos, rayones e incluso si jalas aportando cierta cantidad extra con su franela te lo sacudirán para que la raza ya no te le escriba en el cristal trasero “io si kuido el agua”.

Lo peor de estos empleos es que tengamos o no vehículo, somos partícipes de su proliferación pues inclusive hasta hemos llegado a estimarlos por la crudeza de sus míseras vidas o los hemos odiado porque ganan más que uno y no pagan impuestos, pero como es sabido por todos del amor al odio un paso nos separa o viceversa, ¿usted dígame cuál dio?

miércoles, 10 de octubre de 2012

Onomástico


Existen dos cosas en la vida de algunos seres humanos que son pretexto para rechazar las normas sociales establecidas por sus progenitores, la primera de ellas es la familia, si ésta es algo disfuncional, inmediatamente se lo escupirán en la cara, con palabras como “yo no pedí venir al mundo”, “¿por qué nací aquí?”, entre otras quejas que justificarán algunos de sus actos reprochables. La otra es el nombre que sus padres les otorgan.

Aquí si les doy la razón a algunos, pues el nombre es seleccionado desde el momento en que se enteran del género del recién nacido, siendo los propios padres quienes eligen cómo se llamará su retoño; antes de continuar es necesario aclarar que para la intención de este texto el término “nombre” implica una palabra que sirve para identificar a un individuo y distinguirlo de otros, lo cual no significa que con el simple hecho de llamarse de cierta manera el sujeto esté poseyendo las características y cualidades de quien ya se llamó igual que él, es decir, un nombre no indica el valor y la personalidad de los sujetos.

Entre las diversas referencias que existen para nombrar al vástago se encuentran los nombres heredados, es decir, si alguno de los padres o abuelos se llamó Eustaquio o Josefina, pues la pobre criatura tendrá que llamarse igual, para corregir el error alguno de la pareja intentará mejorar la anomalía sugiriendo otro cómo Ricardo o Beatriz, luego cuando el afectado tenga uso de razón, escribirá sólo de forma completa el que le agrada y únicamente la literal inicial del que le incomoda, ¡así o más terrible!

Otro método para seleccionar el nombre apropiado del neonato es recurrir a la Biblia, razón por la cual existen como milagro de los panes y los peces nombres múltiples de José, María, Jesús y en el peor de los casos Ananías, Casimiro y hasta Tarsicio; otros recurren a la revista cultural de antaño pionera de las telenovelas llamada “Lágrimas y risas”, donde la Reina de las Historietas, la señora Yolanda Vargas Dulché de la Parra, es culpable de que muchas mujeres cuarentonas hoy sean identificadas como Rubí, María Isabel, Casandra, Yesenia, Alondra incluso hasta Oyuki.

Caso extraordinario es el fanático del deporte que opta por bautizar o registrar a sus retoños como los países sedes de los mundiales o los juegos olímpicos, motivo por el cual existen personas que responden al llamado de Francia, Grecia, Italia, Argentina, etcétera; también se da el caso del aguerrido aficionado al balompié que llamó a sus hijos América, Morelia o Santos. Igual de patético son los que deciden por ponerles nombres de luminarias de cine o el deporte, aquí la verdad uno experimenta pena ajena cuando por la calle se topa con un Gael, Marilyn, Diego Armando o Brad, y el inocente impúber es morenito de cabellos con champú de viagra.

Y qué decir de aquellos padres de familia que en su ingenuidad heredan el bullying a sus hijos cuando le ponen Zoila a la pequeña y, para colmo ésta se apellida Vaca Del Toro o los que se quieren ver importantes combinado el apellido con los nombres de famosos, razón por la cual hay Tom Cruz, Jennifer López y Arnoldo Sánchez Reyes, ¡hágame usted el favor! ¿Cómo se les ocurre semejante barbaridad? Digo, por qué no se detienen un momento y analizan con calma el ambiente que con un nombre heredarán a sus crías, las cuales sin culpa alguna tendrán que cargar con eso como una especie de maldición o lastre.

De lo anterior, recomiendo estimado lector, si usted y su respetable están en espera de un hijo, tómese todo el embarazo para elegir de forma consciente el nombre del bebé, si carece de imaginación, cómprese un libro donde se lo sugieran, pues incluso en ellos hasta el significado se incluye, pero por favor borre esa tonta idea de que al ponerle el nombre de algún célebre personaje estará dándole personalidad y carácter al futuro ciudadano.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Crustáceos Mejicanos

Han pasado varios días del aniversario de la Independencia, las plazas y comercios ya descolgaron las banderas tricolor, los periódicos murales en las escuelas están descoloridos, los héroes patrios han dejado de reunirse en los restaurantes donde se alimentan esas personas muy importantes de la ciudad; de mexicano sólo nos queda la gastronomía, pues ahora la línea comercial apunta hacia la anglo tradición del halloween.

Todo el bombardeo mediático se ha detenido, lo único nacionalista serán las ceremonias cívicas de honores a nuestro lábaro patrio de los lunes o viernes en las escuelas públicas de nivel básico o la de los ayuntamientos una vez al mes, algunos encuentros deportivos donde los atletas nacionales compitan, entre otros eventos que así lo evoquen hasta llegar a las celebraciones de la Revolución Nacional.

Años atrás ciertos países conceptualizaban al mexicano con aquella imagen del indígena cubierto con un sarape a rayas de enorme sombrero y recostado a la sombra del nopal con su botella de tequila al lado, o sea, para ellos éramos unos perfectos holgazanes; los gringos en cambio, por tratar de limar asperezas con sus vecinos por prohibirles el ingreso a sus hoteles y restaurantes al igual que a los perros, intentaron ofrecer al mundo un concepto visual distinto del mexicano, pues en la película de los estudios Disney de “Los Tres Caballeros”, evocaron al ciudadano de nuestro país como un audaz y alocado gallo ataviado de charro llamado Pancho Pistolas, la Compañía Warner intentó hacer lo mismo, sólo que para ellos un mexicano equivalía a un ratón de piel color cafecita –no negra como Mickey– con ropas de manta cuyo apellido fue González y que se mofaba con improperios de un gato estadounidense, roedor que años adelante vetarían por tales ofensas, mientras el Rey del Rock and Roll

afirmaba que de besar a una mexicana preferiría mejor hacerlo con una negra o una hembra canina.

Igual de peyorativo, hace pocos años un intérprete italiano despreciaría a nuestras femeninas, al decir que para su gusto, las mexicanas eran feas y bigotonas, después comprendimos los motivos de esa expresión, cuando este cantante salió del closet. ¿Y los mexicanos, qué opinión tenemos de nosotros mismos?

Sencillo de explicar, somos a veces peores de racistas que los extranjeros, gracias a esa serie de complejos de inferioridad que nos fomentaron en casa, los cuales hacen que nos comportamos como cangrejos en cubeta, es decir, cuando observamos que alguien empieza a escalar peldaños, con nuestras tenazas envenenadas por la envidia lo jalamos con calumnias de nuevo hasta el fondo, ¿por qué no somos capaces de soportar la superación del prójimo?

Si el vecino cambia de coche o remodela su casa, una de dos, está robando donde trabaja o tiene algún contubernio con el narco; si la compañera de clase de esbelta figura viste ropas sexy, lo más seguro es que anda en malos pasos; si el dueño de la tienda de la esquina saluda muy amable a las chicas de la colonia, es un viejo rabo verde y libidinoso o puede que sea un maníaco sexual en potencia que pretende violarlas.

Cuando el docente brinda facilidades para que sus discípulos reprobados mejoren su calificación o es un profesor barquito o pide ciertos favores económicos y sexuales a cambio; el estudiante de alto rendimiento académico lo consideran un matado, barbero o gusano de biblioteca que no tiene vida propia; si alguien asciende de puesto dentro de la escala laboral, si es mujer lo más probable es que se haya acostado con sus superiores, si se trata de un hombre, puede que sea un mezquino lamebotas o que llego ahí por nepotismo.

Híjole, la verdad es que resulta vergonzoso que entre nosotros mismos por el pánico de no aceptar nuestras capacidades, nos cubramos con una venda los ojos y no veamos con aceptación lo que otros a duras penas logran alcanzar y nos empeñemos en justificar negativamente que ellos son mejores que uno, esto no significa que aceptemos resignadamente nuestras incapacidades, ni que seamos agachones mediocres sin ganas de superarse, al contrario hay que poner en práctica todas nuestras potencialidades para superarlos o alcanzarlos hasta salir de nuestra impotente cubeta.