miércoles, 25 de mayo de 2011

Música, canciones y sus derivados

Cierto día al pasar por una jardinera del bachillerato donde laboro como profesor, unos jóvenes sentados en el borde de esta se intercambiaban canciones en formato de audio digital comprimido a través del celular por la vía del Bluetooth; en el preciso momento que pasaba junto a ellos, uno de los chicos exclamó, “¡Vaya que está pesada esa canción de Robbie Wiliams! Imagino que ha de ser por lo extenso del archivo, pues la rola es bien larga.

Como melómano que soy, con cierta curiosidad detuve el caminar para preguntarles a cuál canción hacían alusión, uno de ellos le dio play al audio del teléfono, emitiendo enseguida el coro operístico de “Bohemian Rhapsody”, interpretada por Queen, quienes en realidad son los intérpretes y autores de tan singular cántico.

Un poco molesto por el grave error cometido y abusando de mi autoridad docente, les expliqué a quien pertenecía la citada canción, justificando lo legendaria y emblemática que era esta agrupación inglesa, además de informarles sobre la trágica muerte de su vocalista; horas más tarde estando en el receso reflexioné un poco sobre el asunto, concluyendo que la culpa de tal equivocación no es de los muchachos en su totalidad, también lo es de los sitios donde se sustrae archivos de MP3, pues algunas veces quienes las ponen a disposición de los usuarios no tienen la más remota idea del intérprete o de los autores, y para evitar problemas legales alteran el nombre del cantante o el título de la canción, creando confusiones a partir de ello como la de los estudiantes, que atribuían una canción a quien no correspondía.

Otra situación que fomenta el desorden de autoría y legitimidad, es hacer versiones supuestamente modernas de canciones antiguas, donde los intérpretes de plástico se apropian de ellas, confundiendo a las personas al grado de considerar que Nicho Hinojosa, es el autor de la canción “Cantares”, “Yo no te pido la luna” pertenece al juvenil grupo Jeans, “No soy una señora” es un original tema de María José, y qué decir del género grupero, los cuales hacen barbaridades de las canciones clásicas, es un sacrilegio escuchar “Sin tu latido” de Luis Eduardo Aute en la aguardentosa voz de Joel Elizalde, ah pero según estos cantantes les están rindiendo un tributo, ¡ajá, sí como no!

A parte de las tergiversaciones de autores hay que soportar las horrendas interpretaciones que cada alumnito de la nacademia… perdón Academia hace a las canciones que cierta vez fueron éxito radiofónico, y que ahora en sus voces sólo dan pena ajena, además patéticamente el público las convierte en One-hitwonder, y les atribuyen cualidades de superstar.

Por otro lado, con la llegada de las descargas de música se perdió todo el ingenio y creatividad de las portadas, donde algunas compañías discográficas invierten buena cantidad de dinero en hacer diseños dignos de una galería, es más, hasta contratan connotados fotógrafos y especialistas en arte para poner a disposición de los consumidores productos de alta calidad, ¡cómo no olvidar esas candentes portadas del género tropical, que tanto placer me dieron en el baño! Otro elemento que hace interesante los discos es el librillo que se incluye, pues ahí podemos leer las letras de las canciones, las dedicatorias, ver nuevas fotografías del intérprete, saber sobre su producción y autoría de la obra.

También se erradicó el álbum conceptual, pues al tener la facilidad de apropiarte de la canción que más te agrade, se pierde toda esa planificación que implicó el realizar las canciones bajo una misma conexión temática, haciendo parte de la prehistoria a álbumes como “The Wall” de Pink Floyd y “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band” de The Beatles, entre otros.

Gracias a esos avances tecnológicos de las descargas en línea o el intercambio musical, poco a poco se va ir terminando con el disfrute de adquirir un disco, quitarle el celofán, sacar el cuadernillo, leerlo al mismo tiempo que se escucha plácidamente; además en formato MP3, la calidad del sonido no es la misma, si es un disco pirata lo máximo que se puede escuchar es diez veces, después existe la posibilidad de que se raye o también que la humedad donde se encuentre almacenado lo llene de hongos echándolo a perder a diferencia de un disco original que tiene más resistencia e incluso puede limpiarse hasta con agua y jabón neutro.

Es un acierto que las compañías discográficas, hayan puesto en circulación nuevamente al disco de vinilo, demostrando que lo mejor en audio siempre debe de ser en formato redondo y no cuadrado o rectangular como ciertas empresas pretenden hacernos creer; por esta y las razones anteriores, mientras sigan existiendo los discos, continuaré comprándolos a pesar de que ya no tenga espacio donde guardarlos y peor aún, tiempo para escucharlos.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Nuestros nombres

Resulta curioso y a la vez ridículo, que las parejas inviertan gran parte de su tiempo en elegir el nombre de sus hijos e hijas, muchas veces este asunto se torna algo delicado, pues uno de los dos al querer imponer el de su elección genera cierto resquemor en el otro que probablemente esté en desacuerdo; es un hecho que como nos pongan es como nos llamarán por el resto de la vida, bueno, en la actualidad haciendo un pago te lo puedes cambiar, digo, poderoso caballero es Don Dinero; igual al ingresar a la escuela se olvidarán de cómo te llamas haciéndote acreedor a un mote, el cual brinda dos opciones: hacerte sentir orgulloso o avergonzado.

También existe la insatisfacción en aquellos que tienen más de dos nombres, pues resulta que siempre les debes de llamar por el que más les agrada, la verdad es mucha pretensión ponerle más de un nombre a un ser humano y tres, es vanidad, ¿para qué jodidos tanto nombre?

En la licenciatura tenía una compañera que se llamaba Ana Eleticia, imagino que por un fatal error de dedo de la secretaria del registro civil de su natal Cacayaca, Jalisco, fue la razón por la cual poseía ese nombre; esta mujer, gustaba de que le llamaran Lety, quien no lo hiciese de esa forma, pues simplemente lo ignoraba, la verdad eso de que te modifiquen tu nombre dizque por demostrarte que te aprecian me caga, es más, creo que se trata de jodidos problemas de autoestima, aparte en los hombres como que es muy gay.

Es tan común en nuestro país alterar los nombres con el supuesto de llamarles de “cariño”, incluso combinan las contracciones con sus respectivos diminutivos; ya entrados en eso de la simplificación, por allí supe que hace muchos años en los conventos católicos, cuando se leía el “Nuevo Testamento” al hacer alusión al patriarca San José, le llamaban “Pater Putatibus”, para simplificarlo utilizaban las literales “P.P.”, dando origen a llamar Pepe a José, a pesar de esta reducción algunos se empeñan en decirle Pepito, hágame el favor, por cierto este es uno de los sobrenombres que en nuestro país existe la posibilidad de que todos los mexicanos en algún momento de nuestra vida hemos conocido a alguien apodado de esa forma.

Eso de modificar los nombres llega a generar diversas confusiones, para muestra tenemos a Beto, uno se pregunta si en realidad se llama Alberto, Humberto o Roberto, de manera similar se encuentra Rosy, pues cuesta cierto grado de dificultad discernir si se trata de Rosa, Rosalba o Rocío, y que decir de Bety, uno llega a titubear al referirse a ella por su nombre de pila, pues no se sabe si es Bertha o Beatriz; también existen apodos tan similares y dispares a la vez, como es el caso de Lalo y Lola.

De la misma forma no le encuentro sentido lógico cuando a Luis le llaman Wicho y Chema a José María; qué decir de los nombres multiapodos como Francisco y Josefina; existen también nombres asexuales entre los que se encuentran Jesús, José, Cruz, Trinidad y Guadalupe. Existen otros que ni santoral han de tener menos poder decirles de forma cariñosa como a Gladys u Odalys.

Digno de mención son aquellos que antes del nombre completo les ponen la letra que ocupa la décima posición del abecedario español, conocida como “J”, si son homosexuales pues encantados de llamarse así; pero, ¿por qué discriminar las veintiséis letras restantes del abecedario? A poco no sería chingón conocer a personas llamadas “X”, “W” o “Ñ”.

Un nombre no dice cómo es la persona, es decir, no define la personalidad del individuo, ¿entonces, por qué jodidos los padres y madres se empeñan en buscar uno acorde con la investidura de su bebé? Está cañón eso de llamarte Bryan o Nicole, siendo de piel cafecita, cabello oscuro y chaparrito.

Para concluir, les comento que según datos del INEGI, durante casi diez años María Fernanda, Santiago y Miguel Ángel han sido los nombres más comunes de nuestro país; mientras que el BabyCenter México, asegura que desde 1930 a la fecha los nombres más frecuentes son María Guadalupe y José Luis, ¿y tú cómo te llamas?

miércoles, 11 de mayo de 2011

El Club de los Humildes

Un domingo por la mañana al salir de misa con el alivio de haber exorcizado mis demonios, y con la alegría de contar con toda una semana para el disfrute de nuevos pecados, recorrí con la mirada buscando a los limosneros que suelen estar en el atrio del templo, mas no se veía ninguno, fue entonces que un curioso se acercó, con cierto sarcasmo exclamó, “todavía es muy temprano para que ellos inicien sus labores, además muchos son creyentes y guardan este día respetuosamente”.

Es una pena que muchas personas piensen que el ser pordiosero sea un empleo, más bien es el hartazgo de ver tanta pobreza por las calles; siendo quizá esta una de las razones por las cuales los indigentes corren el riesgo de caer mal, de incomodar o de formar parte de ese enfado que se convierte en diversos actos de violencia de nuestra parte hacia ellos.

Los hemos clasificados como expertos en manipular a las personas que nos presumimos “decentes”, poniendo ese rostro lastimero y voz pausada casi agonizante con el que imploran nuestra piedad o caridad; igual cuando sobre sus espaldas o en el regazo de sus brazos cargan al chamagoso bebé que denota desnutrición en los lamparones pigmentados sobre sus mejillas y los harapos con los que se encuentra envuelto como tamal oaxaqueño.

Gracias a esto, llegamos a pensar que son hábiles en jugar con nuestros sentimientos, consiguiendo así lucrar con la lástima que ocasionan, pero, ¿acaso con el redondeo en los supermercados y el Teletón los medios publicitarios no hacen lo mismo? Además de que nos quejamos, si lo que les damos son las sobras, lo que ya no necesitamos.

Es curioso como a sabiendas de que los limosneros son seres humanos, muchas veces cuidamos más de nuestras mascotas que el procurar ayudarlos, pues para eso existen instituciones de beneficencia pública que tienen el deber de atenderlos; en periodos electorales nunca he escuchado a ningún candidato a puesto de servidor público incluir en su campaña proyectos que los consideren, pues saben que de así hacerlo perderían credibilidad o simplemente los indigentes por no contar con credencial para votar son un cero a la izquierda.

Es común justificar la fingida indiferencia que les manifestemos aludiendo a que se aprovechan de su situación, pues los llegamos a considerar unos flojos, patanes, viciosos e ignorantes; incluso para muchos son antiestéticos, faltos de dignidad, pues por más que los despreciemos insisten en pedir una moneda, lo cual a la larga incomoda y nos causa la pinche impresión de que ser así es parte de su vocación.

Con darles nuestras sobras contribuimos a fomentar esa forma hábil de ganarse la vida, los volvemos un insumo de nuestro propio sistema social, los hacemos parte del folklore de las concurridas calles, centros comerciales e iglesias, es decir, continuamos callando sus gritos de hambre y desprecio, porque nos recuerdan que el sufrimiento es otra de las ilusiones que la humanidad no puede prescindir.

Sólo he conocido a un excéntrico millonario que cada fin de semana a las afueras de su casa regalaba considerables sumas de billetes a los mendigos que se acercaban para hacer enormes filas, pero unas cuantas monedas no les van a solucionar la vida, lo importante es adaptarlos a la vida laboral, ofreciéndoles capacitación para el empleo, educación formal, y lo más importante concientizarlos de que la productividad es la base de su bienestar, pero las instituciones que se dedican a esto piden tanto requisito que resulta imposible acceder a ellos, entonces para que quejarnos, todos somos miembros honorables del Club de los Humildes.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Forjando Patria

“Transando de arriba abajo
ahí va la chilanga banda
chinchín si me la recuerdan
carcacha y se les retacha”. Jaime López

Me agrada salir de viaje, ir a otros lugares, conocer gente distinta, formas de comportamiento y tradiciones de otros estados; lo que no me resulta atractivo es dormir en un sitio donde no es mi casa, es más ni duermo, como que extraño el hueco de mi cama y el olor de la almohada. Entonces el viaje se vuelve incesante y suplicio a la vez, pues al no dormir, durante el día siento un agotamiento desgastante que evita el disfrute del paseo; tal pareciera que de niño me hubieran embarrado los pies con manteca como le hacía la abuela a los gatos que le regalaban para evitar que se fueran del hogar.

Razón por la cual nunca resultan atractivos los tours que impliquen varios días de transporte, creo que por esta causa en mi persona no existe esa especie de aversión o racismo hacia los aborígenes de la ciudad de México; pues como nunca he ido al Distrito Federal, no he sido sometido al trato de ellos en su tierra, y los que he conocido aquí se han comportado de forma excelente conmigo. Por ello experimento cierta penita al escuchar a paisanos referirse con improperios cuando alguien hace alusión al gentilicio chilango, es más, muchas veces da la impresión de que el ser chilango es ser alguien non grato o perteneciente a cierta caterva maldita.

Un conocido que seguido va al defectuoso, le pregunté cómo eran de pinches los chilangos por su terruño; este dijo que por el ritmo acelerado de vida que llevan en la capital, están acostumbrados a que todo sea rápido, eso implica desde el servicio de restaurantes hasta la llegada a la escuela y al trabajo, lo cual a la larga acumula un estrés de la tiznada, pues como todos sabemos el tiempo nunca se detiene, razón por la cual les empieza a valer sombrilla el semáforo, al cabo desde su óptica está siempre en amarillo, si se detienen debido a la luz roja, pues qué importa que lo hagan sobre las franjas del paso peatonal, la gente puede rodearlos y no hay pedo.

Los domingos o fiestas de guardar atiborran los parques, balnearios y espacios recreativos, disfrutando cual turismo bastimentero sus equipos de sonido a tope como especie de competencia a ver cual se logra escuchar hasta la Patagonia, se ponen bien pedotes y sacan su Mauricio Garcés interno al intentar conquistar a cualquier palo de escoba con faldas que se cruce por su mirada; en las albercas al observar a las muchachas en trajes de baño se portan como perro de carnicería, viendo la carne pasar y rascándose los huevos de la ansiedad, cuando se retiran el lugar lo dejan peor que un chiquero.

En su lugar de origen todo esto es común, lo malo radica cuando van a otro Estado y se comportan de la misma forma; es cuando a los abnegados provincianos no nos parecen esas actitudes y empezamos a desaprobarlos despotricando con nuestras críticas, diciendo desgraciados chilangos ya sacaron a relucir el cobre.

Ante tales formas de comportamiento, no me siento sorprendido por los capitalinos, pues acá en la hermosa “Ciudad de las Palmeras” he visto a más de uno evidenciar esos mismos defectos sin haber nacido en chilangolandia; creo que son más bien nefastas anomalías que cualquier citadino demuestra y eso de “has patria, mata un chilango” es puritita xenofobia semejante a la de los gringos que a todo latinoamericano le llama “mexicano” sin serlo, bajo tal lógica entonces en algún momento de nuestra vida todos hemos sido chilangos.