viernes, 29 de marzo de 2019

Clavando.

Muchas veces decimos lo que pensamos sin pensar lo que decimos, ¡huy, más aun cuando estamos encabronados! Pior ahora que de tocho hacemos un pancho, esto trae a mi cochambrosa memoria a un chamaco que tenía el carácter de la tiznada, cierto día su papá le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera los estribos, a consecuencia de su descontrolada furia -llámese berrinches-, debería clavar uno en la cerca de madera del frente de casa.

El primer día bien manchado el tipo, pues clavó veinte. Pero poco a poco descubrió que con tan semejante terapia se calmaba. Al final de un tiempo ya no tan fácil se irritaba con cualquier babosada, motivado por ello se lo informó a su padre, entonces el papá le sugirió que por cada día que controlara su agresividad debía sacar uno.

Los días pasaron y el muchacho pudo finalmente comunicarle a su progenitor que ya había sacado todos, fue cuando éste le dijo: Mira m´hijo has hecho lo correcto, pero fíjate bien cómo quedó la cerca, llena de agujeros, es más, ni siquiera es la misma de cuando empezaste, así pasa al decir o hacer cosas con coraje a los demás, les dejas una cicatriz como cada portillo en la madera. Es como hundir un cuchillo a alguien, aunque lo saques y ofrezcas primeros auxilios, la herida ya quedo hecha. No importa cuántas veces te disculpes, las heridas están ahí, entonces el joven comprendió que es tan grave una herida verbal como una física.

jueves, 21 de marzo de 2019

El Nepente

Existen algunas situaciones que se nos escabullen como agua entre los dedos y no sabemos qué hacer, nos invade la desesperación -ahora sí que valimos Wilson- hasta turbar la poca inteligencia que hasta el momento ejercíamos. Víctimas de la angustia, muchos optan por recurrir a quienes pretenden brindarles soluciones mágicas a los problemas con aplicaciones para el celular, hechizos, amuletos, pociones y hasta brebajes.

La verdad sería chidísimo conseguir alguna pócima que, por ejemplo, nos permita tener siempre la felicidad o que existiera el Nepente, que era un remedio que, según los antiguos griegos, curaba los males del espíritu, como la tristeza, la melancolía, la angustia y que además producía olvido, algo así como la borrachera, las drogas de diseño, el WhatsApp y el coito. ¡No se me emocionen! El Nepente con esas propiedades ni existe, –aquí pones el emoji triste. En cambio, el abatimiento, la infelicidad, la angustia, la melancolía, sí existen y de adeveras las muy ojetes, peor aún, en la actualidad lamentablemente parecen cobrar más fuerza.

A pesar de que las personas ponen un titipuchal de fe, hacen su luchita -gastándose una feria- para cumplir a rajatabla las indicaciones del gurú o chaman, es casi seguro, que no obtendrán ningún resultado favorable para ellos, pero eso sí, la cartera del hechicero repleta de billetes quedará.

Otro gallo cantaría si esa misma fe y enjundia pusieran en conseguir la solución a través de un método real, tangible, con los pies en el suelo, seguramente obtendrían los resultados esperados, pero de verdad. Si bien los brebajes, filtros y pociones mágicas no existen, hay otras cosas que no lo son, pero parecen: el amor, la familia y la amistad sincera. Sin ser gurú uno sabe que ellos son la receta de pastillas de la neta, ¡cuidémoslos!

jueves, 14 de marzo de 2019

La culpa la tiene Bond… James Bond

Desde la infancia siempre aluciné con los gadgets que el 007 sacaba en sus películas, es más, en la secundaria hice un reloj que ocultaba en su interior el acordeón para aprobar con diez el examen -¡Ah, no manches! ¿Copiabas? ¡No que muy cerebrito!-; en el bachillerato nunca intenté cortejar a ninguna de mis compañeras, en cambio, copiando – ¡Ya ves! Se te quedó la costumbrita- el estilo de masculinidad que el celuloide nos programaba de James Bond, inútilmente intentaba seducir a mis profesoras.

¿A qué voy con todo este cuento? Resulta que el fin de semana, uno de mis conocidos que se las da de muy enamorado, casi tan narcisista, frívolo e infiel como el personaje de Ian Fleming, nada más que región 4, se quejaba amargamente de que las técnicas de seducir aprendidas gracias al histrionismo de Sean Connery, Roger Moore y Pierce Brosnan -¿dónde quedaron las Daniel Craig?- en la actualidad están fallando, o será que la edad le ha ganado en años, lo que lo desarticuló de la mujer del Siglo XXI.

Debido a lo marchito de su ego, cosa rara en él, que se las da muy canalla y esteta, hipoteco el orgullo al confesarme de que en los antros las damas aceptan las bebidas que les invita, incluso su compañía, pero cuando éste empieza con el truco de resaltar los rasgos que las embellecen, simplemente lo abren como bolillo, dejándolo más solo que dios, o sea, pasa a ser un individuo genérico.

Amigo, piensa que un buen elogio a veces significa burlarse de otras mujeres, tal vez te lo agradezcan, pero neta, tú insultaste primero, entonces no te pongas mamón, cuando ellas no acepten continuar contigo, también borra de tu mente que al invitarles una bebida, implica que exista el compromiso de ser tus compañeras por esa noche. Así que no insistas, pior, no le salgas con la invención de que cuando se vaya la escoltarás porque las mujeres no deben de andar solas afuera debido al peligro de la noche, neta que continuarás cajeteándola al decirle eso, ¡buey, no juegues con el miedo! Suenas hasta amenazador cabrón.

Si tu desamueblada cabeza sigue creyendo que está cañón conquistar a una mujer en tiempos feministas, ¡no seas nango! El machista eres tú, ella solo exige respeto, comprende que a veces uno confunde conquistar con acosar, y la culpa no la tiene James Bond, la tienes tú de tan frívolo que eres.

jueves, 7 de marzo de 2019

Partes públicas

Es irónico nuestro desasosiego por salvaguardar la privacidad de los datos personales que hasta el directorio telefónico se ha puesto a dieta con tal de omitir de sus ediciones impresas y digital la información concerniente a sus clientes, también los del Instituto Nacional Electoral antes de emitir la credencial que para muchos organismos es la identificación oficial, pregunta al empadronado si desea que en esta aparezca el domicilio, dejando a su albedrío si desea hacerlo público.

Aquí viene la parte irónica, creo que hasta ridícula, pues si en nuestro país existe una Ley de Protección de Datos, muchos de los usuarios de dispositivos electrónicos para acceder y utilizar servicios de las redes informáticas con tal de bajar una aplicación o integrarse a ciertas redes sociales proporcionan sus datos privados, ¡no manches, hasta el tipo de sangre o domicilios de los abuelitos! Luego esa información alcanza elevados precios en cierto mercado, además, a través de los likes y los retweet, quienes poseen el dominio de esas redes sociales llegan a conocer nuestros gustos, aficiones, miedos, aversiones y prejuicios que los utilizan para manipularnos.

Regalamos la vida a unos desconocidos, si tan solo reflexionáramos que WhatsApp e Instagram pertenecen a la misma empresa, nos cayera el veinte que la información que proporcionamos en ambas se entrelaza con el meritito papá, o sea, Facebook para los cuates, luego esa información se cruza con la geolocalización de Google y peor aún, si eres de los que accede a estas redes sociales a través del celular, pueque hasta ya se sepan el caminito a la aplicación de la banca móvil que ahí tienes.

Las compañías que venden aplicaciones para que desde tu móvil escuches las mejores rolitas -la neta no pienso especificar el género de música, porque luego me meto en pedos con los gustos de ustedes-, así como tú oyes las canciones, tiznas y tiznas cada rato a tus conocidos con tus pésimos gustos en materia musical, pues la compañía también te escucha a ti, ya que existe en enlace de su app con el micrófono de tu celular, entonces ese cachondeo y las veces que has despotricado en contra de tu jefe, pos… a lo mejor hasta ya sepa la calidad de sujeto que trabaja para él.

Si ya vendiste tu vida al chamuco proporcionándole tus datos particulares, trata de evadirlos tantito quitando la pinche geolocalización, si compras en internet, hazlo a través de alguna tienda de cadena comercial, pero con la tarjeta, ¡ni maíz paloma! Cambia de nombre en las redes sociales y si eres de los que se sacan selfis en paños menores para subirlas ahí, está consiente de que lo que uno sube, ya no es propiedad nuestra, es de todos, entonces no te me agüites si hicieron una guasa de ello, mejor apechuga y calladito te ves más chulo.