miércoles, 29 de septiembre de 2010

¡Estese sosiego!

Tenemos la insana costumbre de quejarnos de todo, es más, muchas veces lo hacemos por vicio; entre esas quejas existe una en la que nosotros los que nos dedicamos a la ardua profesión de la docencia se la atribuimos a nuestros estudiantes, y es nada menos que la poca atención que algunos de ellos nos prestan cuando impartimos clases.

Es deprimente observar cuando en plena sesión nos damos cuenta del cuchicheo de las chicas más mitoteras del grupo, al igual el inquieto alumno que no deja de bromear con el de al lado, los que traen sus incómodas extensiones de oídos conectadas al iPod, es como si nos estuvieran dando el avión. El más terrible de estos casos es cuando alguno empieza a emitir bostezos como señal de alarma de que el interés por el tema se está volviendo tedioso y aburrido.

Es un gran acierto esa capacidad o más bien dicho, autoridad que uno posee en el aula; pues como ustedes saben esas actitudes nos cala hasta los hue…cos de nuestro orgullo, por lo tanto con el poder que nos ofrece el puesto que ocupamos optamos por darles libertad condicional a los que nos ca..laron las costillas. Entonces seguimos como si nada hubiera pasado.

Ya en la quietud o fuera de clase entre colegas docentes justificamos la actitud de estos chicos, culpando a la edad en la que se encuentran, a su baja capacidad de concentración y la poca tolerancia que poseen, entre otros defectos fáciles de achacar, lo más probable es que ocultemos así que nuestras dinámicas y técnicas de enseñanza ya no están al cien por ciento vigentes para la generación del arroba.

Tal falta de concentración para estar atentos ante el que habla no es exclusiva de los adolescentes, pues resulta que en días pasados asistí a un evento solemne, en donde concurrimos personas que ostentábamos títulos profesionales dignos de respeto, mas cuál fue mi sorpresa que a mitad del evento, en el momento en que una de las honorables personalidades del presídium daba su discurso me percaté que en una de las lunetas donde se ubicaba el ínclito decano de tal dependencia, en lugar de estar escuchando el mensaje del interlocutor se dedicaba a presumir a sus compañeros de junto las maravillas de su iPhone; mientras los representantes del partido político equis, seguían con entusiasmo el encuentro futbolístico a través de la señal del televisor de sus celulares.

No muy lejos de ahí en otro extremo un grupo de damas de la “high socialite” murmuraban admiradas su opinión sobre las nuevas uñas de acrílico que ese día la diputada portaba, así como las finas zapatillas italianas que llevaba puestas; en la fila del centro el cansado director de la empresa que por compromiso asistió inconscientemente retoza sobre los brazos de Morfeo, acción que no le permitía percatarse de los estrepitosos sonidos guturales que emitía al exhalar.

En la fila de al lado unos colegas profesores aprovechaban la privacidad de sus espacios para que oculto en las sombras producida entre el asiento de adelante y sus piernas intercambiar mensajes de texto por el celular.

¡Híjole! Con todo esto uno se pregunta, ¿y así nos atrevemos a exigir atención y respeto hacia nosotros? Si en un acto de tal índole no demostramos buenas actitudes o de perdida guardar silencio ante las autoridades ahí presentes, cómo la vamos a recibir de los demás; bueno, si los cristianos católicos en su culto dominical no muestran a veces un ápice de respeto ante la lectura de sus Escrituras Sagradas, es decir, ante su Dios, ¿lo van a tener ante un simple mortal? Que no se nos olvide, como por ahí lo dicen en esa religión, que con la vara que miden serán medidos, medidos no hacer palillos de dientes.

Bueno apreciado lector, eso es todo por el momento, pues debo de seguir concentrándome en los que este día se reunieron en la entrega de reconocimientos a la cual me invitaron, con el objeto de recabar más información antropológica.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Ruinas

A los visionarios de nuestra Alma Mater

Año 2150, planeta Tierra, bueno lo que apenas se conserva de ella; desde hace cuatro décadas el agua regresó a su lugar de origen, descubriendo así vestigios de civilizaciones antiguas, que los destellos rojizos emitidos por el casi marchito y desgastado astro Rey ha ido secando.

Debido a las altas temperaturas durante el día, el ritmo de vida de los sobrevivientes al holocausto ecológico se ha visto modificado, realizando sus actividades cotidianas durante el lapso de tiempo que dura la noche.

La forma de vida de los nuevos habitantes se desarrolla en tribus, las cuales constantemente se disputan de forma encarnizada las escazas porciones de tierra fértil; pese a la barbarie en que se desarrollan, existen algunos clanes que continúan depositando su confianza en la educación formal. Es precisamente en uno de ellos donde se desarrolla lo que a continuación se les relatará.

Colliman, año de la agricultura, en la zona oriente de esa población cierta gélida noche, un grupo de párvulos muy bien abrigados con pieles de cordero en compañía de su instructora, la anticuaria Maese Ñiuz, visitaban las ruinas de lo que parecía el acceso a un monumento. Tal construcción fue encontrada debido a un terrible accidente en donde al excavar un equipo de obreros de la industria minera habían perdido la vida, pero en su muerte descubrieron parte del legado que sus antepasados heredaron a las generaciones predecesoras.

Lo que más llamaba la atención de los jóvenes visitantes, eran las agrietadas rampas en forma elíptica que al avanzar por ellas los hacía cambiar de nivel hasta llegar a lo más alto del monumento, en cuya cúspide se encontraban siete enormes pilares carcomidos por el paso de las inclemencias del tiempo, y que seguramente en su esplendorosa época sostenían el gran ojo de concreto que se encontraba a unos cuantos metros de distancia partido en dos porciones.

Cuentan que en el interior de ese gigantesco ojo se encontraron cientos de amarillentos documentos, grabados con una extraña máquina que originaba cierto relieve y pequeñas perforaciones, en la que se conjuntaban símbolos a los que según dicen pertenecía el sistema métrico decimal de las antiguas civilizaciones, de igual forma algo parecido a la escritura de ellos y algunos dibujos.

La mentor utilizando un lenguaje coloquial explica a sus pequeños discípulos, la majestuosidad de sus antepasados, rescata en su discurso la importancia de que legados como el que tienen frente a ellos, fueron construidos para no olvidar que algún vez tuvimos momentos de gloria y civilidad, por lo tanto es necesario conservar tales hallazgos como parte de nuestro recuerdo, pues si recordamos lo que fuimos, es seguro que no se nos olvidara lo que somos.

Los niños y niñas ensanchan sus pupilas, pasan su vista por los mohosos mosaicos que forman parte de las desmochadas paredes que circundan las desquebrajadas rampas, en donde se pueden apreciar infinidad de jeroglíficos en forma de manos de todos tamaños, algunos con dibujos otros con símbolos. De acuerdo a la subjetividad de los infantes cada quien la da su propia interpretación, los optimistas dicen que se trata de saludos, mientras que los pesimistas opinan que es una advertencia, otros señalan que son solo muestras de agradecimiento a la vida.

La profesora percatándose de que ya es hora de volver, pues de un momento a otro el Sol saldrá y eso significa que tendrán que quedarse ahí durante el terrible día, les pide que en sus papiros tracen a carbón lo que más le haya gustado del lugar y que se lo muestren a sus padres al regreso, también les solicita que cuenten a los demás la importancia de lo que fueron testigos.

Unas horas antes de dormir en el interior de su tipis, Zenyace, una pequeña de ocho años, mientras su madre le acomoda el catre, decide enseñarle lo que dibujó en su excursión a las ruinas, la mujer sin comprender mira las letras que en antiguo castellano dice “Lo que fuimos, somos, hemos sido y seremos en un futuro”.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Sueño vivido

“Lázaro, levántate y anda,
ponte el apellido, vuelve del olvido,
engánchate a la oferta y la demanda.” Sabina-Páez

Existe un instante en el momento que suena la alarma del despertador, cuando nos enderezamos de la cama, nuestra mirada permanece puesta en un punto fijo entre el horizonte del suelo y la pared; mientras nuestro cerebro como por arte de magia comienza a fraguar una serie de vivencias. Es como si despertáramos a otra realidad.

Esa madrugada don Pedro, el carpintero viudo de mi colonia, al ponerse de pie sobre el lecho, se observó rodeado de todos los perros que ha tenido y que el desdichado tráfico de la ciudad se los arrebató. Al unísono los canes movían sus rabos y se esmeraban por lamerles las manos; de pronto la puerta del cuarto se abrió dejando entrar una luz azul celeste que iluminó la habitación, era su difunta esposa Bertha, que estirando los brazos se acercó hacia él, lo apretó y tomándolo de la mano se lo llevó con ella, seguidos por la manada de mascotas.

Tres días después, los vecinos de don Pedro notamos su ausencia gracias al fétido olor que su casa despedía debido a la descomposición de su cuerpo, los forenses determinaron que la causa de muerte fue un letal infarto del miocardio.

El amanecer sorprende a Kukis, su mamá le avisa que el desayuno ya está servido, corre apresurada hacia el baño dispuesta a ducharse, pues sabe que en su amado bachillerato la esperan sus inseparables amigas, ¡híjole! todo lo que tienen por charlar en el receso; disfrutar del sarcasmo de sus profesores, la guasa de sus compañeros y las divertidas ocurrencias de los del semestre avanzado.

Entonces un enorme bostezo la regresa al cuarto oscuro y acojinado del pabellón psiquiátrico que la resguarda de su fatal esquizofrenia, se talla los ojos, ensancha sus pupilas y esboza un enorme suspiro, pues por unos cuantos segundos pudo estar donde siempre ha querido permanecer.

El tintineante sonido del reloj a las fatídicas cinco treinta de la mañana, permite a Lucrecia que se despierte, mientras se quita el negligé escucha el claxon de un automóvil, se asoma al ventanal, descubriendo al caballeroso chofer de taxi, que apresurado agita su mano invitándola a huir con él, la mujer presurosa empaca las maletas, pisando con la punta de los dedos abandona la casa, no sin antes pasar por la recámara de su ingrato marido que duerme al lado para mirarlo con cierto desprecio y burla, pues por fin encontró al hombre que le brindará respeto y la importancia que se merece; de pronto una estruendosa voz la vuelve a la realidad, cuando escucha, ¡Perra, vieja haragana, ya levántate para que me prepares el almuerzo!

Son las siete de la mañana, la mamá de Genaro, lo despierta con un ligero movimiento, el pequeño de escasos cuatro años se endereza sobre la cama, mientras su madre con toallitas húmedas limpia su cara y le pone la camisa del uniforme, el niño con la vista al infinito del clóset, de reojo percibe la silueta de su amado padre, el cual ayuda a su exesposa a terminar de arreglarlo; una vez vestido lo toma de la mano y salen rumbo al temido lugar.

Esta vez el infante orgulloso y seguro de sí mismo por la compañía que le brinda su papá, mientras caminan juega a no pisar las líneas que figuran los rectángulos que se forman en la banqueta; al parecer la vida por fin le sonríe, atrás quedaron los terribles problemas de la separación de sus progenitores, hoy esa estabilidad emocional que otorga la compañía del padre le anima, a tal grado que hasta regresa los saludos de las personas con una sonrisa, ha dejado de ser huraño.

Además no le importa ir al escalofriante sitio donde durante cinco días de la semana es enclaustrado, tampoco teme recibir la hipócrita bienvenida que la simulada madre putativa le da con sus jodidas vestimentas de toalla color púrpura, que le asemejan cierto parecido al Ratón Crispín; tiene el valor de ingresar a ese pequeño reformatorio, en el que lo espera el gordo niño que a diario lo muerde, el desprecio de las engreídas niñas y es capaz de resistir la humillación de las demás madres, cuando escuche las murmuraciones por ser el último que recojan.

De pronto un fuerte sacudión lo regresa al mundo real, escucha la desesperada voz de mamá que angustiada le dice, “con una tiznada, ya no te duermas se nos va a hacer tarde, como tú no tienes un jefe tan jodón”.

Es increíble como en razón de minutos nuestra mente se despierta más rápido que nuestros sentidos, por otro lado… -¡Marcial, despiértate que ya es la hora!- Haajummm, ¿Qué hora es? ¡Heeeee!

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Hogar, aburrido hogar

El pasado fin de semana asistí a la celebración de una boda -acción extraña en mí, pues las bodas y los funerales son eventos a los que no me gusta acudir, porque ambos terminan en tristeza-; después de la ceremonia litúrgica, el camino por la alfombrita roja con la lluviecita de arroz, las caritas de satisfacción de los recién casados y el simulado júbilo de los invitados, nos trasladamos a un enorme local elegantemente adornado con flores y cintas blancas platino, no era de sorprenderse que hubiera más gente aquí que en la iglesia donde fue la consumación del matrimonio, en la mesa principal un enorme y soberbio pastel en cuya cúspide lucían unos muñequitos que emulaban a la pareja de recién casados.

Al observar las figuras comprendí que en la actualidad el matrimonio es eso, un simple ornato, algo aparente que busca satisfacer la aprobación social o como una vez dijo Emmanuel Kant, “un arrendamiento mutuo de los genitales”; muchas veces contraemos esponsales bajo la anestesia del amor, debido al influjo de lo constipado del enamoramiento no medimos las consecuencias del compromiso que vamos a adquirir, las responsabilidades que se podrán generar de esa unión, como lo es el sostenimiento económico de la pareja, los hijos y los bienes patrimoniales.

Lo más importante del casamiento es aprender a compartir nuestro espacio con la pareja, pues además de la alcoba, sala y comedor, también hay que ser tolerantes con los eructos, flatulencias, las exploraciones nasales, el aroma que dejamos en el baño después de hacer nuestras necesidades fisiológicas, entre otras filias y fobias que no nos atrevíamos sacar a relucir por miedo a defraudar.

Es común que durante el noviazgo todo es dulzura, miel sobre hojuelas, armonía artificial, lo que diga o haga la pareja es soportable, ¿entonces por qué al contraer nupcias se rompe ese encanto? Es como si al saber que la relación sentimental es legal nos permitiera deshacernos de las múltiples personalidades que aparentamos y es momento de mostrarnos tal como somos en realidad; empiezan a surgir los pretextos como la flojera de ir al cine juntos, pues muchas veces no coinciden con el gusto de la película; para evitar conflictos con la programación de los canales de televisión, optan por comprar otro aparato, dejando de lado ese compartir del sofá o la cama para el disfrute mutuo; los alimentos no saben igual como los preparaba mamá; lo más triste de ello, es cuando uno de los dos empieza a quejarse de que el aspecto del otro está cada vez más descuidado.

Llegado este momento, es necesario poner atención, ya que muchas veces no se tiene el valor suficiente para comentárselo al consorte; lo cual origina un distanciamiento gradual, que con el transcurrir del tiempo uno de los dos opta por buscar en otro lado lo que supuestamente perdió en casa; cuando situaciones como estas ocurren, en repetidas ocasiones me he preguntado, ¿por qué ponen el cuerno con personas menos atractivas que su pareja? ¡A lo mejor no quieren que se les desgaste la que tienen! Razón por la cual optan por liarse a un adefesio.

Otra causante de hacer la vida conyugal tediosa, son los hijos; por ejemplo, si la pareja no ha podido concebir un primogénito, los familiares de uno de ellos empezará a presionarlos por no haberlo hecho, tal vez los clasifique de estériles, y como es sabido por todos, en nuestro país se educa a la mayoría de mujeres para tener vientre de cuna, por lo tanto si una fémina no se embaraza pasado un tiempo de contraer nupcias, pues no se ha podido realizar como mujer. Y lo más patético si se llegase a poner encinta antes de la boda, también se le critica, tachándola de facilita o urgida.

Caso contrario es cuando se vuelven conejos y empiezan a tener bebés como si se tratase de una producción a gran escala, entonces los críos se convierten en un pretexto para no continuar con las actividades que antes se solían realizar como pareja, es decir, ya no hay tiempo suficiente para el disfrute, ahora todo es cuidar de los hijos, brindarles protección y discutir por el turno que le toca a cada uno estar al tanto de lo que requiera el pequeñuelo.

Además quienes tienen hijos, debido a la fuerte carga de trabajo que imponen las necesidades económicas, muchas veces se ven obligados a dejar al cuidado, educación y control de sus vástagos a unos desconocidos en los pequeños centros de readaptación infantil que llaman guardería; la cual hace que los progenitores sean madres y padres por una cuantas horas, por lo tanto resulta común que se pierda la falta de costumbre de convivir en núcleo y que las vacaciones de los infantes se transforme en un calvario para todos; muchas familias para evitar caer en tal problemática inventan el momento de convivio a la hora de la telenovela o el programa de entrenamiento de algún canal televisivo.

¿Será por estas razones que no me he casado? A decir verdad, creo que el amor no es contable, ni tampoco es un negocio, como hemos convertido al matrimonio, esa especie de contrato donde ambas partes reciben lo que se merecen, y lo más lamentable es que se haya vuelto un asunto falto de seriedad, pues con la misma facilidad como se casan se divorcian, muchas de las veces por solventar diferencias individuales dañan a terceros como pueden ser los hijos. Porque si hay que “cambiar” algo de nuestra pareja, mejor empezar por cambiarse así mismo, además debemos olvidar esa eterna competencia por tener el poder sobre el otro, o sea, nadie puede ganar tratando de empatar o igualar al cónyuge.

Me queda claro que tener a alguien como pareja, no significa poseer una propiedad, es contar con un cómplice, un compañero, por lo tanto cuando me preguntan que si tengo novia o esposa, simplemente les respondo que amo a alguien y punto; además en asuntos esponsales, es vergonzoso que parejas homosexuales, nos pongan el ejemplo de estabilidad en pareja.