miércoles, 27 de julio de 2011

Incluso en estos tiempos

Han pasado más de veinte años, estoy afuera de las puertas del bachillerato donde cursé la educación media superior, ahora debido a la maldita inseguridad se encuentran encadenadas, frente a ellas aun se localiza el despoblado terreno que años atrás en ciertas fechas solía albergar las terrazas de la feria municipal. Hoy sólo queda el deshabitado paraje, pero curiosamente la gente nómada a la que de forma vulgar les llamamos gitanos se encuentran ahí, como cuando era bachiller y aquella gitana pronosticó que mi vida culminaría a la edad de… ¡a cañón! Ya ni recuerdo hasta qué años iba a vivir, tal vez deshabilité ese amargo recuerdo del cerebro.

Recordando tal experiencia con esa gente, estoy ante un dilema, no sé si rodearlos lo cual implicaría invertir más tiempo o cruzar entre ellos; pero no creo en el destino, como si fuera la ruleta rusa me la juego y dirijo mis pasos con humildad hacia donde se encuentran. A unos metros antes de llegar al campamento encuentro un dado color rojo con un orificio en la parte donde se localiza el uno, lo junto y continúo el andar. Mientras rodeo la casa rodante, uno de los hombres en cierto lenguaje de tono ríspido señala a una mujer mi presencia, le jala del brazo para ponerla de pie al mismo tiempo que la empuja hacia la ruta por donde se supone voy a pasar.

En el preciso instante en que concluyo de pasar por donde ellos habitan, la dama de cabellera rizada color cobrizo con un bebé en brazos cierra mi andar, mientras sus labios resecos preguntan, ¿a dónde vas con prisa hermoso caballero? Al trabajo respondí presuroso. Su mirar decía muchas cosas, incluso daba la impresión que podía leer lo que pensaba. Ese aire de misterio crispó mi sistema nervioso, más lo pícaro de su sonreír logró ubicarme de nuevo.

¿No quieres saber tu futuro, puedo verlo si me dejas leerlo en tu mano? ¡Muchas gracias! Pero hoy tengo apuro, mejor otra ocasión con más calma.-¡qué respuesta! Como siempre hablé sin pensar, lo que se traduce en que la próxima vez que vuelva por estos rumbos tendré que rodearlos; yo y mi bocota. Además, creo que si hubiera leído las líneas de mi mano habría descubierto al verdadero tipo que soy, ese que mi mujer tiene que aguantar todos los días o al Frankenstein que la misma sociedad creó para convivir con ellos.

Presionada la mujer por no haber conseguido el objetivo que se le encomendó, recurre a una última estrategia, “está bien, pero no seas malo, dale algo a mi hijo, mira como te ve”. Esta vez, consciente de que si doy dinero continuaré fomentando esas argucias tradicionales de estas personas, meto la mano al bolsillo del pantalón, sustraigo el dado colorado, se lo entrego al pequeño, que gustoso lo coge, mientras la complacida madre con aprobación me dice, “guapo, gracias, al cruzar la calle encontrarás tu fortuna”.

Sonrío y pongo metros de distancia con el propósito de dejar atrás tan avergonzante situación; una vez atravesada la transitada avenida a unos cuantos pasos del machuelo de la banqueta encuentro un billete de veinte pesos, mientras lo junto llega a la mente el siguiente cuestionamiento, ¿acaso la fortuna está en crisis económica o al destino le pegó la inflación de nuestro país? Como una forma de autoconvencimiento, pienso que si en nuestra patria, un peso es la diferencia entre matar o vivir, entonces veinte de ellos equivalen en estos tiempos a una verdadera fortuna.

miércoles, 6 de julio de 2011

Desenchufado

“El cerebro de tanto pensar lo está
poniendo a dudar de su lugar”. Fobia


Dice en el libro del “Génesis” de la Biblia, que una vez de haber hecho Dios, el cielo, el agua y la tierra, el séptimo día descansó, razón por la cual los judíos descansaban los sábados o “shabbat”, considerado el día sagrado de su semana, mientras que para los cristianos por ser el domingo el día que Jesús resucitó, se estableció como receso de toda actividad.

Un domingo me gustaría darle día libre al cerebro, dejar de estresarlo con ese empeño inútil de aparentar inteligencia, al cabo para mis familiares, amigos y conocidos sigo siendo el mismo bobo de siempre.

Para ello necesito dejar de leer libros que sólo incitan a producir ideas tan necias que no tienen aplicación en la realidad; sería agradable hospedar en el olvido la memoria; encerrar en el baúl sin llave los recuerdos, para evitar evocar lo feliz que fui una vez, descansar el aspecto sentimental, con el propósito de no sentir dolor por todas las cosas buenas que desperdicié o perdí.

Con el cerebro en “stand by”, tendría en pausa a la ambición que únicamente causa sentimientos de envidia frustrante del saber que nunca llegaré a tener lo que mi prójimo posee, ser totalmente distinto al que cosecha éxitos o de plano carecer de ese talento que hace a los demás diferente de mi.

Poner quieta la brújula interior que señala a cada uno de los hemisferios los impulsos de pensar lo que se hablará, escribirá, enumerará, y sobretodo darle asueto al sentido lógico de observar mi realidad tal como es.

Siendo honesto, de qué me preocupo por darle un receso al ejercicio neuronal, si tan sólo he empleado una diezmilésima parte de la capacidad de mi masa gris. Además sin necesidad de tanto uso, según la ciencia al nacer contamos con cien mil millones de neuronas, pero al llegar a los treinta años de vida el ser humano pierde cien mil neuronas diarias de forma natural, o sea, ni las parrandas, ni la televisión, ni el tabaco y tampoco el consumo de bebidas embriagantes las destruyen, solitas se nos van, como el agua entre los dedos, ¡qué desperdicio! Tanto cuidarme evitando fumar y embriagarme para que al final solitas las pinches neuronas se me acaben.

Pero más triste resulta que cuando uno llega a los setenta años— ¡ojalá, el creador me lo permita!—, habremos perdido un millón, es decir, de todos modos lo pendejo nunca se nos quita, por más intentos que hagamos de disimularlo la sabia madre naturaleza con el avanzar de la edad nos irá dejando en evidencia. Entonces si me desconecto, tengo la ligera sospecha de pasar desapercibido, por si lo logro dejaré el celular encendido, ¡llámame cuando quieras!