jueves, 26 de enero de 2017

Al otro lado del puente

Este mes, como quien dice, se nos fue en un abrir y cerrar de ojos, tuvimos el primer día de asueto el uno de enero, pero ni cuenta nos dimos por la desvelada, cruda o embriaguez debido a que nos juimos de largo desde la noche anterior. Entonces como que no lo consideramos feriado. Todos sabemos que los días de descanso son para apagar el despertador, olvidarnos de llegar temprano a cualquier lado, algo así como los domingos, pero tienen la cualidad, gracias a la magia de los diputados desde aquel 2006, de coincidir siempre con un fin de semana, creando así los tan anhelados puentes laborales, que son el disfrute de alumnos y Godínez.

Gracias a tal coincidencia, algunas veces el suceso que dio origen a la fecha es olvidado, entonces no es de extrañar que la chaviza considere que la llegada de la primavera es motivo de ausencia en las escuelas debido al puentezuco del mes de marzo -apreciado lector, recuerda que nuestro principal indicador de un día de descanso obligatorio es cuando no abrirán los banco o no habrá clases– motivo por el cual el 21 de ese mes que es cuando se conmemoraba el natalicio del Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez, pierde importancia al convertirse en la aburrida efeméride en la ceremonia de la secundaria o porque los papás disfrazan a sus hijos de flores, mariposas y árboles.

Al cinco de febrero, fecha que para algunos inaugura los puentes de relax en nuestro país, le sucede lo mismo, pues se trata del día en que fue promulgada la Constitución que actualmente nos rige, mientras a los jóvenes les resulta más interesante lo escrito en los muros del Facebook de sus “amigos”, que el contenido de la también llamada Carta Magna o Ley Fundamental – ¡Ah! Por si alguien no lo sabía, son los otros nombres con los que se conoce a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Por su parte, el calendario de la beatitud que pinta de rojo los jueves, viernes y sábados de la Semana Santa, que por cierto cada año emigra a semanas distintas entre los meses de marzo y abril, pos… son para la raza los días de la playa, y si por ahí algún jefe no los otorga, segurito que es un ateo bien pinche ojete.

Hay una fecha que debemos hacerla indeleble en la mente de nuestros educandos, el 15 de mayo, sí, sí, sí, ya sé que no es oficial, pues los bancos se la pasan por el arco, pero es justo y necesario que de perdida esa fecha sea reconocida, pues quienes nos pasamos horas y horas fuera de nuestros horarios laborales calificando exámenes cuyas respuestas jeroglíficas intentamos descifrar, explicando respuestas a preguntas existencialistas de nuestros alumnos de manera extraclase y viviendo con la zozobra de hacer el ridículo frente a ellos de forma involuntaria, bien que lo merecemos, bueno, de perdis, no le aunque, que lo hagan de asueto sin ser considerado oficial en el trabajo, recuerden que al otro lado del puente la vida sigue igual.

viernes, 20 de enero de 2017

Alma de adolescente

Existen personas que a pesar de acumular sus añitos aún conservan alma de adolescente, son esas que por más que evolucionen o involucionen las modas, se muestran reacios a portar vestimentas propias de su edad, pues para ellos son de ruco –ojo, no de adulto, wee, de ruco, ¡así o más patéticos!

En los hombres es común observarlos con playeras de estampados de algún grupo de rock de su época -¡ah, cómo extraño mis camisetas de The Cure!- pantalón de mezclilla deslavados, algunos rotos de esos que se ven como si los hubiera arrastrado el tren o se aventaron un tiro con un león, su calzado debe de ser tenis de los que utilizan los patinetos, y en las manos no pueden faltar las pulseras tejidas en colores fosforescentes y la barbita de cuatro días.

En algunas damitas, a veces tengo la impresión de que su ropa la adquieren en el departamento de jóvenes, pues he visto a cincuentonas con blusas cuya leyenda al frente es “don't touch me, bitch”, y qué decir de la gran variedad de tintes que utilizan, resulta ridículo observar a una señora de 65 con su cabello verde o ¿era la abuelita del Joker? Y de los dibujos en las uñas o cada dedo pintado de una forma distinta ni hablar.

A veces, por su comportamiento, este tipo de personas creen que la película de Star Wars se estrenó hace diez años o que el muro de Berlín fue derribado hace unos meses -¿el muro de dónde?- Si te hiciste esta pregunta, no pienso perder mi tiempo en explicártelo, mejor googlealo. En pocas palabras, tienen la difusa idea de que los 90 fueron hace diez años, ya que en sus entrañas no experimentan la evolución de la edad, razón por la cual su comportamiento a los 38 o 40 años sigue siendo como cuando tenían 22.

Ellos cuando toman cerveza, prefieren decir que están cheleando o pisteando, ¡que dizque porque se oye más cool! En las fiestas consumen grandes cantidades de néctar etílico, debido a que así están acostumbrados y nunca se les sube el pedo, lo más triste es que ni cuentan se dan de las faramallas que hacen por estar bien briagos. Pueden platicar con cualquiera, sin importar que sus interlocutores hayan estado en la primaria cuando ellos cursaban el bachillerato, saben tutearse con quien sea. Cuando charlan, que en su lenguaje equivale a cotorrear, sus pláticas abordan temas tan interesantes como la marca de ropa que usan -¡claro, si traen buena garra es porque la compraron en los saldos!- la enorme capacidad de sus teléfonos inteligentes -aunque ellos no lo sean- las maravillas de la pantalla de led que tienen en la sala y de las interesantes series que ven a través de Blim o Netflix.

Es común que nieguen ser chavorrucos cuando alguien se los echa en cara, pero simplemente, se ven ridículos a su edad intentando ser hípsters, pues lamentablemente cuando tenían edad para serlo ni siquiera existían y nada más había hippies, y ellos para colmo en esa época eran unos simples pirrurris. Ya que hablo sobre días de identidades inciertas, no lo voy a negar, a veces he sido bien pinche chavorruco, pero de esos de onda, ¡uy sí, cómo no!

jueves, 12 de enero de 2017

Año del ¡kikiriki!

Los malabaristas y bailadores de breakdance en los semáforos, los payasitos del jardín, los músicos de la calle Madero, los viejitos del kiosco en el Jardín Libertad bailando danzón a ritmo de nuestra eléctrica y urbanizada banda municipal, los hombres mayores asoleándose en las bancas, así como esos graffiteros que inundan con su arte las viejas paredes de la ciudad, son algo que se disfruta cuando uno despabila el cerebro al caminar por la Ciudad de las Palmeras.

Es el umbral del año 2017, respirando y agradecido por continuar viviendo a pesar de contar con una mala salud de hierro. ¡Sobreviví al maratón Guadalupe Reyes! Ya el siete de este mes para evitar remordimientos por tanta harina que tragué he retrasado 8 kilos la terrible báscula, lo cual me prepara para el colofón de este maratón el próximo 2 de febrero con la tamaliza groove. El primer mes del año, la única que adelgaza sin estar a dieta, es la cartera, pues la pobre sufre las consecuencias del metabolismo acelerado del desembolso económico de los pagos que se hacen por el predial y el agua. Adiós tiendas departamentales, bienvenida ropa de paca – ¡ya se la saben si me ven estrenando!

A estas alturas del Siglo XXI, tengo bien clarito que las relaciones entre humanos ya no son reales, pues una conversación se reduce al simple mensaje de texto, las discusiones son llamadas por teléfono donde los interlocutores gritan y manotean como si estuvieran frente a frente, mientras que los sentimientos… pos… son unos emoticones.

Según los chinos –náquever con aquellos que tienen rizada su cabellera–, en este 2017, iniciará a partir del 28 de enero el año del Gallo, plumífero que se caracteriza por su canto muy de madrugada y que los orientales perciben como el despertar, donde la honestidad aunado a la justicia deberán prevalecer sobre un ambiente desconcertante, rígido o ríspido como el que estamos viviendo, ¿será por ello que hasta nuestro volcán se ha despertado eructándonos infinidad de veces?

Ámonos pues preparándonos a echarle mucha talacha y paciencia a la chamba si queremos lograr alcanzar esa enorme lista de propósitos que nos planteamos durante la noche vieja cuando nos atragantábamos las doce uvas, sin olvidar que nuestra vida se desarrollará a través de un trayecto de 365 días, donde lo apasionante serán los paisajes y las personas que nos encontremos en la carretera. A quienes me leen y también a los que no, les deseo de corazón e hígado un feliz e irrepetible 2017.