jueves, 14 de noviembre de 2019

Los gatos fantásticos

La memoria miope que tengo a veces es como los cajones del ropero que mi jefecita compró en abonos y que religiosamente el cobrador de la moto iba cada quince días por la lana, los abría para encontrar cosas interesantes, así llegan recuerdos que mis sentidos perciben en la actualidad y me remontan al pasado, como escuchar aquella canción de Air Supply con la que iniciaba el cassette comprado en el tianguisPancho Villa” que le regalé a una chica a la que nunca me le declaré, pasar por la dulcería “La Esmeralda” y ubicarme a los seis años caminando con mi padre comiendo alfajor de coco; observar por el tejado a algún gato que me arranca un suspiro de nostalgia por todos los que he tenido.

Por si no lo saben, para mí, los gatos son la neta del planeta, desde que mi abuela Ramona me leyó El gato con botas publicado por EdiPre en los cómics Clásicos Infantiles, surgió un nexo sentimental por los felinos, es más, encontraba similitudes entre el hijo menor del molinero conmigo. Así que, a partir de ello, comencé a presionar, mi madre hipotecó sus escrúpulos y se dio a la tarea de conseguírmelo, una vez que los obtenía les embarraba manteca en las patas para que nunca se fueran del hogar. En lo que llevo de vida he tenido gatos de mil colores, pardos de noche y de día, amarillos, uno negro al que vimos morir atropellado y que después de un mes de su deceso regresó a casa lambiéndose las patas, convivió todo ese día con nosotros y a la mañana siguiente ya no lo volvimos a ver.

Hoy mi madre, a sus 82 años, me pidió un gato -¿para qué lo quieres?- Ella con su tierna voz respondió: Para que me acompañe cuando esté triste, escuchar sus maullidos, que brinque a mi regazo, tenerlo sobre las piernas y mientras le acaricio escuchar su ronroneó, verlo cómo observa absorto y desconfiado cualquier movimiento ocasionado por el viento, volver a experimentar su necesidad de cariño limitado, acuérdate que ellos saben cuál es la medida exacta de afecto e independencia -¡tantos que tuve y nunca he aprendido a amar como ellos!-; ahora tenemos uno blanco, con sus arañazos y caminito infinito de pelos sobre el sofá, lo novedad es que éste, además de atrapar cucarachas, moscas y besuconas, mata alacranes y continua como si nada, bueno mientras le duran las siete vidas.

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