jueves, 5 de septiembre de 2019

En Internet, todos los gadgets son pardos

A todos los que me mandan solicitud y nunca los acepté.

De las toneladas de basura que uno se encuentra en las redes sociales, creo que no hay peor estupidez que creer en lo que algunos postean, me refiero en el plan de aquellos fatalistas incomprendidos, de esos que se columpian
de sus problemas en lugar de convertirlos en trampolín -si güé, consciente estoy que ni mía es esta idea, se la birlé a Jorge Cuevas de su libro ¡Se buscan locos!-, cuando piensan que al ventilar sus penas logran una especie de exorcismo y lo más lamentable, patético y hasta divertido, son las personas que se solidarizan con sus broncas hasta formar parte de ellas, ¡oye si con las series de Netflix ya tienen de sobra, tomar las de otros está de la patada!

Igual de gacho es observar a todos aquellos que depositan su confianza en los cerebritos mal informados y un titipuchal desubicados que se sienten “autoridades” -sí… entrecomillas- en cualquier tema, individuos que deberían relajarse un poco y no estar haciéndola de tos de cualquier situación donde su supuesta sabiduría les permite externar su “modesta” opinión -claro que entrecomilla, pues es lo que más les hace falta-, dándoselas de muy chipocludos que de tanto se pasan de gandallez.

En redes sociales cuando uno piensa que ya nada puede empeorar, te encuentras con la solicitud de amistad del tipo que de entrada uno cree que es primerizo en eso de sacarse la foto para el perfil, pues se le mira en pose tipo Romeo Santos con camisa hawaiana y la barba hípster, para quien conozca a este mozalbete, pues igual se ríe y lo acepta, pero uno que ni siquiera sabe quién es, miras la foto unos segundos… la neta sí da miedo, y más cuando te das cuenta de que la camisa se encuentra desabrochada tres botones abajo del cuello, no les digo, bajo el anonimato de la internet, es rete fácil disimular cualquier intención, ocultar los defectos bajo un color pardo como el de los hábitos de los monjes.

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