miércoles, 22 de abril de 2009

Soundtrack

Cuenta la abuela que en su época había una canción llamada "Amor chiquito", era muy popular por considerarse diabólica, pues según el mito, al sonar la melodía en una vieja rocola de cantina en cierto pueblo polvoriento, una manada de cerdos que yacían retozando en su chiquero al escuchar los armoniosos acordes del tema irguiéndose sobre sus dos patas traseras emulando a los humanos empezaron a bailar, los aborígenes asustados por tal hecho relacionaron las estrofas con el mismísimo Satán al considerar a los puerquitos poseídos; a partir de ello inició una fuerte propaganda negativa en relación a la copla, pues ya nadie la quería escuchar por el miedo a ser tentados por Lucifer y tener que recurrir a los servicios de algún sacerdote para practicarse un exorcismo.

Resulta sorprendente cómo la música siempre toma connotaciones distintas según el contexto en que se escucha, para algunos es tranquilizante y a la vez onírica, mientras que para otros es fuente inspiradora de acciones que pueden ser positivas o negativas.

Por ejemplo en la antigua Roma el emperador Nerón durante su estancia en Antium, para inspirarse a componer una canción con su lira mandó a incendiar dos tercios de la ciudad romana; mientras que él, extasiado contemplaba las gigantescas lenguas de fuego y surgía en su interior la musa que le inspiraría el cántico que según expertos sirvió de pretexto para remodelar la citada metrópoli. Decenas de personas murieron en el incendio pero el sacrificio de todos estos inocentes dio a luz a una nueva fachada de Roma; tal vez Nerón tuvo una motivación divina de Apolo el dios del sol, a quien se le atribuye el diseño de la lira, que vino a opacar el sonido de la flauta y el arpa, instrumento que al ser tocado transmitía a los mortales los secretos de la vida y la muerte.

También la música ha sido utilizada como un arma intimidante, que me dicen de las mañanitas que el adolorido novio animado por los tequilas que consumió lleva a su ofendida pareja con tal de llegar a una reconciliación, imaginemos una madrugada tranquila y de pronto escuchar el desentonado guitarreo y canto del mariachi tipo berrido, ¡eso si es terrible! Existe el mito de que en la prisión de Guantánamo para torturar a los prisioneros se acondiciono una mazmorra con varias bocinas en donde durante cierto lapso de tiempo se obligaba a los internos a escuchar a altos decibeles un selecto tracklist que incluía canciones de Metallica, System of a Down y Barney, lo cual se dice producía además de humillación, cierto aislamiento sensorial; con una visita a casa de mis sobrinos basta para experimentar en mis tímpanos la experiencia de los presidiarios con las horribles melodías del dinosaurio púrpura.

Una tienda de discos compactos en su eslogan publicitario señala "La vida sin música sería un error", en contextos de dolo y muerte podría parafrasearse de la siguiente manera: "La muerte sin música sería un error"; quién no recuerda un sepelio sin la triste y necrófila balada de "La tumba será el final", "Que me entierren con la banda" y el eterno adiós con "Las golondrinas" o la triste despedida de “Amor eterno”, en fin, una fúnebre lista de canciones que acompañan a los dolientes en el sepelio de ese ser querido que se mudó al perpetuo recuerdo.

A 15 años del asesinato del candidato del PRI a la presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta, en Lomas Taurinas a manos del nongrato Mario Aburto Martínez, el cual actualmente purga una condena de 45 años en la prisión de Almoloya de Juárez, dicen los allí presentes que mientras se escuchaban las notas de "La culebra", interpretada por la popular "Banda Machos", el asesino apretaba el percutor del arma que dejaría inerte a tan destacado hombre, quedando guardado este hecho en la indeleble memoria de los mexicanos y haciendo de la citada canción una pieza más del repertorio caótico del cancionero oscuro de la humanidad; sin olvidar, claro está, a todos aquellos suicidas que han acompañado su deceso con música de diversos estilos, dejando un amargo sonido a sus a familiares.

Fernando Savater dice que si no existiera el sexo la muerte ni siquiera la conoceríamos, y para las artes de practicar el coito muchos tenemos nuestra propia banda sonora, una selección de canciones eróticas que acompañan el cadencioso movimiento de pelvis e inspira al intercambio de fluidos entre dos personas. Es común cuando se escucha una letra de cierta melodía relacionarla con el aspecto romántico y posteriormente circunscribirla al plano sensual; no se trata de baladas que en sí conjuguen versos obscenos con melodías tranquilas, más bien cada tema inspira en la imaginación del escucha cierta inquietud de su libido que lo lleva al limbo de sus más ocultos deseos sexuales y porque no combinarlos con el deseo acostumbrado de sudar por el simple hecho de darle gusto al cuerpo.

La música es percibida por el oído, la imaginación es la responsable de situarla en alguna parte del cerebro y a partir de ahí darle rienda suelta construyendo escenarios ficticios como pequeños cortos de película, que sin lugar a dudas se guardan como recuerdos y por obvias razones al coincidir con la realidad es evocada, por ello no es de extrañarse cuando casualmente sorprendemos a alguien haciendo alguna actividad tarareando o silbando una tonada de canción, que precisamente no es la que está de moda, es la que esa persona considera debe de sonar en el momento ideal; no hay que confundir tal situación con el enamoramiento, pues como sabemos en ese lapsus humano el individuo puede comportarse como un perfecto idiota y sentirse un ser sublime que lo mismo le da una cumbia como un bolero para recordar al ser amado.

En toda la vida la música nos acompaña, ya sea en la celebración del bautizo, cada vez que festejamos el cumpleaños de alguien y hasta en el entierro de nuestros difuntos. Así como también cada quien tiene su propia lista de música en donde pueden mezclarse melodías destinadas al culto de Afrodita, Hades y Dioniso, razones sobran para ponerle ritmo a la existencia, entonces no queda otra que seguir disfrutando de la propia banda sonora antes de que aparezcan los créditos finales.

miércoles, 1 de abril de 2009

Hoy qué pena me doy

¡Esta columna no aporta nada, por favor no la lea!
Una mañana la secretaria que atiende la oficina donde laboro como personal administrativo, amablemente me hizo el favor de pasarme una llamada telefónica a la extensión común, al levantar el auricular escuché la voz de una mujer, cuya edad por su tono de expresión calculo se aproximaba a los 35 años, al exclamar el clásico, “bueno”, la verdad no entiendo porqué todo mundo dice esa palabra cuando responde al teléfono, considero que se trata de la mala castellanización del inglés “Hello”, que en realidad significa “Hola”, y por costumbre se hizo habitual traducirla de esa pésima manera.

La abnegada dama al cerciorarse que era yo quien había contestado, me abordó diciendo “Miré usted no tengo la menor idea de porque escribe toda esa basura, sus ideas son repetitivas e insípidas, además de ser aburridas e insolentes”. Con tono tranquilo respondí, “de acuerdo señora, es su opinión y la respeto, lo tomaré en cuenta”. Entonces ella replicó con agudeza, “óigame usted, no soy ninguna señora”. Cerciorándome de su enfado le dije, “discúlpeme señorita”.

Al parecer esto la indignó más y con gritos recalcó, “a usted no le importa si lo soy o no, lo único que deseo es quejarme de lo que escribe, pues a veces es muy insultante y anticuado, su sarcasmo es grotesco y está chapado a la antigua, por favor evolucione, modernícese, lo único que denota es lo infeliz que ha de ser su forma de vida; muchas veces al intentar ser humorístico se ha pasado de absurdo y tiene la gracia de un rottweiler, pervierte a la juventud con esas soeces que redacta, a veces me pregunto si es profesor, en donde dará clases con esa pésima actitud, lo peor es que seguido intenta ser muy reflexivo, con ínfulas de intelectual, y la verdad ni sentido tiene tales intenciones, es escaso de creatividad y gracia. Considero que en un manicomio con una camisa de fuerza se vería mucho mejor”.

De acuerdo, tomaré en cuenta lo que me acaba de señalar para perfeccionarme, solamente le recuerdo que éste es un país libre, y gracias a nuestra soberanía podemos presumir que también es democrático, razón por la cual la invito a brincarse la página para así evitar el leer la columna o simplemente no pase sus ojos por el título del artículo; a lo que la mujer aseveró, “no me la saltaré nada más porque usted quiere, porque no se me da mi regalada gana, y, pues a veces lo que he leído me conmueve y hasta ha llegado a sensibilizarme”. ¿Dice usted que le conmuevo y sensibilizo? ¿Entonces para que me llamó, si al fin de cuentas me dice ahora todo lo contrario?

Abruptamente la mujer sin decir otra palabra colgó y me dejó escuchando el eterno silbido de que la línea se había cerrado, me quedé totalmente intrigado, perplejo y molesto a la vez por no haber tenido identificador de llamadas en el teléfono. Para justificar este loco momento trate de hacer un recuento de a cuantos he ofendido en mis actividades y llegué a la conclusión de que son un montón de gente, efectivamente con o sin intención he incomodado al prójimo, ya sea directa, indirecta y hasta de omisión les he faltado al respeto con mis ideas.

También una cosa es cierta, casi todo mundo se ofende de todo, pues al hacer lo que practicamos a más de alguno habremos de agraviar, es bueno que alguien se incomode, pues al hacerlo nos hace poner los pies de nuevo en la tierra, es decir, nos baja de esa nube que nosotros mismos nos creamos como escudería de defensa personal a nuestros prejuicios. Más hay que tener mucha cautela y aprender a diferenciar entre una crítica constructiva y una destructiva.

Como ustedes saben existen personas que no están de acuerdo con las ideas de uno, resulta positivo que te lo digan, y lo es aun más si además de ello te lo explican dando sus puntos de vista sobre el desacuerdo; les incomodas, pero te dicen porque, y por esas razones uno no debe ofenderse, seguro que alguno de ellos también te ha incomodado más de una vez; hay que aprender aceptar que no todas las personas van a estar de acuerdo con lo que digamos, hagamos o dejemos de hacer, todos tenemos los mismos derechos y ahí van implícito los desacuerdos, además no somos monedita de oro, ¿verdad?

Mientras la crítica destructiva es como un machete filoso, rasga a la persona, la desmenuza, está planeada para incomodar y joder de manera simultanea; las personas que las utilizan, en raras ocasiones tiene argumentos para fundamentar sus razones de la inquietud que les causamos, lanzan el zarpazo y esconden las garras; huyen por la salida fácil, y vergonzosamente se escudan en otros que sin deberla te los enfrentan. Ante este tipo de crítica uno no tiene porque enojarse, pues hay que recordar que algunas veces la boca se llena de lo que tiene el corazón, ojo, no la razón, o sea, tal actitud es más visceral que cerebral.

Entonces para que escuchar a un irrazonable, mejor a palabras necias debemos de tener oídos objetivos, que nos permitan distinguir las intenciones de esos comentarios y seleccionar lo que nos hará mejorar como persona y desechar lo que es simple envidia o mezquindad.

Es común en nuestra especie buscar razones para justificarlo todo, siempre queremos encontrar culpables para condenarlos o responsables para premiarlos. Razones que enjuician, señalan y critican con el firme propósito de hacernos sentir despejados, pues cada vez que recurrimos a tales acciones nos sentimos deshogados, tranquilos, como si lo que hicimos fue lo correcto, en pocas palabras como si nada hubiera pasado, y a veces muchos somos candil de la calle que al llegar a nuestra oscura casa ni un ápice de luz la ilumina.