miércoles, 16 de diciembre de 2009

Crónicas Aborrecentes (Parte VI)

Otro ladrillo más en la pared.

Poco a poco abandonaron la zona urbanizada y se adentraron a una carretera de terracería rodeada de desfiladeros, gracias a luz de la luna llena se podía apreciar la figura del animal; desesperado porque cada vez se alejaba más de ellos, y percatándose de que eran seguidos por los tipos de la camioneta, Chabotas le gritó a Pinzas que pisara el acelerador a fondo, éste sin pensarlo dos veces lo hizo, logrando acercar a la Ranfla a escasos metros del cochinito, en ese preciso momento tiran de sus resorteras y logran atisbarle, al ser ponchado comienza a descender pausadamente, mientras ellos estiran su brazos para poder alcanzarlo.

Al darse cuenta de tal proeza, los tipos de la camioneta aumentan la velocidad y se les aproximan; por el espejo retrovisor Pinzas logra darse cuenta de ello, y mete la tercera, esto provoca una aceleración con la cual empieza a romper viento lo que impulsa al enorme objeto de plástico haciendo que se eleve de nuevo como si fuera un papalote, pero esta vez jala a Chabotas alzándolo consigo, enredado por las cuerdas que colgaban de las cuatro patas del animal, Crisóstomo alcanza a cogerlo de un extremo de la deslavada chamarra y lo sostiene.

Con los gritos de sus compañeros Pinzas gira la cabeza para cerciorarse de lo que ocurre, al hacerlo su mano que tiene sólo dos dedos resbala del volante, perdiendo el control del automóvil, asustado por esto pisa con fuerzas el freno hasta tronar el pedal, frenando abruptamente y haciendo que los dos chicos salgan disparados por los aires, mientras la camioneta da vueltas hasta estrellarse contra un banco de grava suelta.

Mientras Cris y Chabotas descienden pesadamente sobre el suelo recibiendo duros golpes en sus articulaciones, sus perseguidores al asegurarse de lo acontecido, se siguen de largo observando como la camioneta se cubre totalmente de arena y rocas. En su interior Pinzas yace sin sentido aspirando arena que pausadamente sesga su vida.

Cuando los paramédicos llegan al sitio suben en la ambulancia a los dos chicos golpeados, mientras desesperadamente tratan de sacar el cuerpo del joven, el cual yace inerte con los pulmones llenos de arena; con cierta admiración uno de ellos sarcásticamente dice éste ya se enfrió, llegamos tarde.


Epílogo: Traigan a los muchachos de nuevo a casa.

Pasada una semana, después de los festejos de la elección de reinas, Dafne resultó electa para regocijo de todos los que la apoyaron; por su parte Cris no tuvo más remedio que exigirle matrimonio por el civil a escondidas de sus respectivos progenitores, temeroso de que algún gandalla se la fuera a quitar ahora que ya era una figura pública. Con la vida doméstica, le fue imposible continuar con sus estudios de ingeniería civil, teniendo que laborar de tiempo completo como auxiliar en una oficina del ayuntamiento. Cinco años más tarde alegando incompatibilidad de caracteres se divorciarían dejando un niño fruto de su matrimonio sin padre.

Chabotas por la depresión de la muerte de Pinzas se resguardó en las drogas de forma severa, llegando al extremo de perder la razón; situación que orilló a sus padres a recluirlo en un pabellón siquiátrico, en donde observa el televisor las veinticuatro horas del día sujeto a una camisa de fuerza y consume a diario pastillas de colores.

Pese a todo, en la arrumbada bodega escolar se encuentra un enorme cerdo inflable cubierto de polvo, que muchas veces el intendente ha querido tirar a la basura, pero las autoridades educativas se niegan a hacerlo como una forma de recordar a sus entrañables exalumnos.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Crónicas Aborrecentes (Parte V)

"....we came in?"

“So ya
Thought ya
Might like to go to the show.
To feel the warm thrill of confusion
That space cadet glow”. Pink Floyd

Nueve treinta de la noche, los muchachos después de haber dormitado uno encima del otro, pateado como doce mil veces el enorme balón hinchable que arrojaba la gente desde las tribunas, haberse ligado a unas cholitas en los pasillos con el cuento de que eran hijos de algún gobernador y llevárselas a los túneles que conducen a las regaderas para agasajárselas en privado, faltando un cuarto para las diez de la noche, el lugar se oscurece y una angelical luz blanca ilumina una lánguida figura ataviada con ropa negra, lo plateado de su cabellera identificaban al individuo como Roger Waters. La raza al reconocerlo lanzan gritos y silbidos, que son apagados por los acordes de la electrizante “In the flesh”.

Pasados noventa minutos de concierto, haber escuchado el repertorio de canciones que compuso en solitario y con el grupo que lo consagró, después de una ligera pausa con la tonada de “Sheep” hizo su arribo al oscuro cielo el enorme cerdo rosa inflable, circundando el estadio con un mensaje inscrito en su trasero “Saquen a Bush, derriba el muro de la frontera”. Una vez dada la vuelta olímpica, el cerdito emprende su viaje surcando los cielos jaliscienses.

Pinzas boquiabierto lo mira hasta que desaparece de sus ojos, un fuerte golpe sobre su espalda lo hace reaccionar, -oye, ¿qué te pasa? Le recrimina a Cris. Éste replica, ¿te acuerdas de las resorteras que traje? Precisamente son para bajar al puerquito, te imaginas ca´on, mañana llegar a la escuela con ese trofeo, todos nos admirarían y seríamos respetados, pues le daríamos a la escuela la mascota que siempre ha querido.

Con un brillo en la mirada, Federico exclamó –pues no sé que estamos esperando, vamos a bajarlo. Con un gesto de sorpresa Chabotas hizo un movimiento de hombros como exclamando porqué se iban, Crisóstomo agitando la mano le gritó, ¡Vente we, está chido lo que vamos a hacer! Sin pensarlo dos veces emprendió la marcha tras ellos, no sin antes apagar su cigarro de marihuana con los dedos ensalivados, y guardarlo entre sus calzoncillos para engañar a la seguridad.

De forma apresurada se treparon por la parte trasera de la ranfla, mientras Pinzas le encendía la marcha; una vez arriba empuñaron por el mango las resorteras dispuestos a cazar al cerdito hinchable.

Por lo acelerado del entusiasmo y la ansiedad de lograr su cometido, no se percataron que un vehículo con el logotipo de la empresa organizadora los seguía a unos veinte metros de distancia, observando cómo los imberbes le tiraban piedras al puerco de plástico. Al parecer la puntería de ellos era pésima, pues de doce rocas, sólo tres habían logrado alcanzarlo, pero no fueron certeras.

Continuará…

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Crónicas Aborrecentes (Parte IV)

El espectáculo debe de continuar

Antes de subirse a la camioneta, debido al clima frío y los litros de agua que habían ingerido para engañar las ganas de consumir cervezas, los tres chicos tuvieron la fuerte necesidad de orinar; a Chabotas se le ocurrió organizar su acostumbrado concurso para comprobar quién cubría el mayor espacio con el chorro de su evacuación. Resultando ganador como siempre de la justa el inquieto de Cris, quien de forma ufana, agradecía al creador por lo bien dotado de sus partes nobles, pues de no tenerlo de esas proporciones no les ganaría tantas veces, mientras los otros dos con cierta mofa y envidia le decían improperios.

Al arribar a las inmediaciones del estadio se toparon con una procesión de gente que iba desde transitar a pie hasta en automóviles, por cierto, la fila de coches era enorme y más lenta que una tortuga con reumas, cada quince minutos un coche movía sus llantas tres metros de distancia. Chabotas desesperado, les dice que paren, se baja y comienza a dirigir el tráfico cual agente vial, evitando con ello que muchos no se metieran a la brava entre los espacios y les ganaran, los primeros diez minutos fue visto con buenos ojos, pero llegada la desesperación de los conductores, le llovió una rechifla y envases de agua vacíos.

Cuando por fin observaron el monumental estadio "Tres de Marzo", las primeras luces del alba se dejaban entrever, descubriendo un mar de personas de todo tipo, patarrajadas, tibíris, nacos como ellos, guarines, jotos, machorras, chilangos, fresas, gruesos, jiposos, cholos, grifos, teporochos, etc. Y lo más impactante un desplegado de seguridad, como si se tratara del arribo de algún Presidente !Chale, cuánta pinche chota¡- exclamó Chabotas.

Cada túnel de acceso al estadio tenía detector de metales y cuatro policías con su respectiva seguridad canina, una vez que estacionaron la ranfla, fueron a formarse en las zigzagueantes filas; Chabotas, se notaba inquieto, y Pinzas le preguntó –Brother, ¿Qué te pasa? Nada, es que ya me anda de hacer el pis. Pues no seas wey, ve a los baños azules aquellos, apresurado aseveró Cris.

Efectivamente, como todo espectáculo que convoca a multitudes, a las afuera del lugar habían instalado letrinas portátiles, raudo como una liebre, Chabotas se metió al primero que encontró desocupado; además de hacer sus necesidades fisiológicas, quitándose una de sus enormes botas sustrajo un carrujo de marihuana envuelto en una bolsita de plástico, que sin pena introdujo en el interior de su cavidad anal, a sabiendas que ahí pasaría inadvertido por los policías y sus mascotas; pensando, una cosa es estar en un mega concierto y otro pedo es verlo dándote un toque en honor a ello, razón por la cual se la iba a jugar frente a la extremada seguridad.

Doce del día y no habían ni siquiera desayunado, lo único que comieron era un paquete de mantecadas que Federico compró al triple de su precio original y un refresco de cola; Chabotas de pronto reconoce a Rossella, una bien formada table dancer que era su cliente de enervantes sintéticos, disfrutando de una pizza en compañía de unos tipos cabezas rapadas de guayaberas y lentes oscuros tipo cholos del este de Los Ángeles; como el tigre que acecha a su presa fue hacia ellos, después de bromear e intercambiar palabras regresó sosteniendo una caja de pizza y tres refrescos. De forma ufana les dijo, “me debía una feria y se la hice efectiva, ya ven como uno también tiene sus tarjetas de crédito”. Las pupilas se les ensancharon, de forma inmediata cual niños de Biafra hincaron el diente a tan suculento manjar.

Estando en esos menesteres se escuchó el requinteo de una lira entonando los acordes de la canción "Another brick in the wall", sonido que alborotó a la multitud, dejando escapar un alarido al unísono. Se trataba del ensayo o las pruebas de sonido que se hacen previo al espectáculo.

Eran las cinco de la tarde cuando la enorme fila empezó a moverse, poco a poco pudieron acercarse a los retenes de ingreso, la guardia civil los observó y revisó cuidadosamente, mientras ellos entusiasmados pasaron sin ningún contratiempo, era digna de admiración la actitud de Chabotas, pues incluso intercambió algunos comentarios con los agentes de seguridad mientras lo revisaban. A cada persona se le advertía que si sacaba el celular a la hora del concierto, sólo sería para hacer llamadas, nada de grabar video o tomar fotografías, de hacerlo así, no reservaban el derecho de admisión.

En el interior del estadio la tertulia del evento se respiraba por todos lados, si los productos comestibles afuera eran de precio elevado, ahí prácticamente eran inalcanzables para el bolsillo de éstos; buscaron el sitio correcto donde poder observar de forma excelente y que los demás no se les echaran encima, ni los fueran a atropellar con sus brincos. Chabotas ya sabiendo donde iban a estar corre al baño del lugar a sacar su dotación de mota del extraño sitio donde lo tenía guardado.

A Cris una vez que se le pasa la euforia del viaje lo comienza a embargar el aburrimiento, su mente es invadida entonces por el recuerdo de su sacrosanta noviecita, lleno de romanticismo nostálgico como desesperado le envía seis mensajes de texto a través del teléfono móvil, como respuesta de la chica recibe dos mensajes con monosílabos; algo pesado apachurra su pecho y lleno de ansiedad decide marcarle, cosa rara en él, pues siempre se ha caracterizado por ahorrar el máximo de tiempo aire, la chica recibe la llamada respondiendo “Hola”, este apresurado parafrasea un fragmento de canción que muchas veces escuchó a su padre tararear cuando se duchaba, diciéndole que odia llamarle por celular, pues por ahí no la puede besar, colgando lleno de satisfacción a sabiendas que con eso ella empezaría a extrañarlo, para posteriormente suspirar y apagar el aparato.

Continuará…