jueves, 30 de septiembre de 2021

¿Por qué no puedo ser como tú?

Años atrás, antes de que un ojete virus nos robará la libertad, había pachangas de esas que en el merequetengue uno podía comer hasta reventar los botones de la ropa cual rosal de jardín, tomar líquidos de dudosa procedencia que nos hacía platicar con los monstruos, bailar rompiendo el piso que yo lo pago y echar la chacota entre decibeles altísimos, aquello era toda una ecolalia del parlanchismo sin freno de los invitados y gorrones. Quien firma lo que escribe nunca ha sido afecto de convivir entre varios humanos, pues el ánimo de los tragos hace que esa socialización concluya con antipatías.


Estando en una de esas fiestas, mi prima harta de que su primogénito no le deje estar en la guáguara, con enfado le dice: “Si continuas así, lo más seguro es que cuando seas grande vas a ser como Marcial”, en mi oído tales palabras se escucharon como cuando se te raya un vinilo, de pronto dejé de oír la música y las charlas, para responder: “¿Por qué prima? ¡Sí es tan chingón!” (Nótese apreciado lector, que socializar de esta forma me obliga a recurrir a mecanismos de defensa tan baratos como el antes expresado). Ella solo se limitó a señalarme a su hijo.

En la noche, lleno de morbo y curiosidad, visité el Facebook del escuincle, ustedes saben, esa idiotez del orgullo paterno de crearle una red social a un menor de edad con tal de presumir sus hazañas, méritos y virtudes -3, 2, 1… me acabo de ganar más haters-, además, uno ahora puede encontrar un titipuchal de respuestas o referencias de cualquier persona en Instagram, Twitter, TikTok, etcétera; al ver sus fotos, me di cuenta de que si se parece a mí, pues, desde que nació ha sido cachetón y gordo como yo, juega monitos, hace dibujos de sus padres con crayolas tipo pintura rupestre en donde les escribe frases de cariño -¡ay, ternurita! -, al terminar de stalkear, pensé, ni modo… ¡Éxito, para ti chamaquito!

Ya relajado y después de escuchar Oxygène, ese perrísimo álbum de Jean-Michel Jarre, llegué a la conclusión de que mi prima espera que su hijo no sea como yo -repito… ¡Éxito, para ti chamaquito! -, nada más que al observar esas fotos que ella misma y su marido subieron, así como le cuelgan cualidades e ideas llenas de buena voluntad, sentí padrísimo porque yo ya no tengo que esperar, la neta, de niño yo nunca fui como él.

jueves, 23 de septiembre de 2021

Simulacro de tensión.

Los sismos del 19 de septiembre de 1985 y 2017 -¿qué onda con la naturaleza? ¡Mira que provocar dos movimientos telúricos en una misma fecha! Me da la impresión de que fue su desafío al supuesto pensamiento crítico y racional-, permanecen indelebles en la memoria de cualquier chavoruco coleccionista de discos y monitos; días de susto y de darnos cuenta de lo mejor y lo peor de la población, manifestaciones de solidaridad no solo de nuestra gente, sino de otros países, el simbólico puño en alto en señal de silencio para escuchar a los sobrevivientes debajo de las montañas de concreto y varillas, ese puño en alto que significaba la esperanza, los ánimos por continuar la búsqueda y la resistencia de los mexicanos en no dejar sacudirnos por las tragedias.

El domingo pasado surtiendo mi tísica y desnutrida despensa en cierta cadena de supermercados cuyo nombre omitiré para evitar ser vetado, digo, si me la hacen de tos por la bolsa de rafia color sarape que llevo, pues casi siempre los muy ojetes vigilantes me la quieren quitar, ¡ya se imaginarán si digo cuál tienda es! Esa mañana mientras me tomaba la temperatura con el termómetro infrarrojo y untaba mis manos con gel de dudosa elaboración, el personal del ingreso explicaba que iba a haber un simulacro para que no nos asustásemos al escuchar las alarmas y que siguiéramos las rutas de evacuación.


Estando en el departamento de abarrotes, uno de los empleados me dice que están sonando las sirenas de las alarmas -que por cierto ni se escuchaban-, y que tomé la ruta de evacuación siguiendo los señalamientos, al llegar a la salida de emergencia cinco personas y quien firma lo que escribe nos encontramos con la sorpresa de que ni con seis brazos la barra de pánico de la puerta de emergencia abría. De pronto llega un personal de la tienda y nos pide que salgamos por la salida principal, donde un tumulto lo hacía al igual que nosotros. En el estacionamiento había unas chicas con cartulinas que tenían escrito: “Zona segura”.

Mucha gente se fastidió y casi abuchearon al gerente, mientras este con cara de “trágame tierra” nos miraba de reojo como los perritos regañados; poco a poco entre la guasa y refrescadas de madres, ingresamos al interior del supermercado, estuve a punto de regresarme y decirle al administrador que su simulacro fue un éxito, pues sin tratarse de ninguna calamidad, había descubierto un titipuchal de oportunidades de mejora, si las corregía, lo más probable es que brindaría un lugar seguro a la clientela, pero no… no regresé, me ganó más mis prisa que la solidaridad de alzar el puño, por ese semejante que apenas hacia ruido entre los escombros de los escrúpulos y las varillas de la humillación, ¡pinche egoísmo de mi parte!

viernes, 17 de septiembre de 2021

Lo insólito.

La Feria de Todos los Santos, fue para mí, el primer parque de diversiones que conocí, la primera Rueda de La Fortuna que mis infortunios económicos no me permitieron subirme, pero me consolaba ver como otros se divertían, chistosísimo era observar como la chaviza se bajaba escurriendo agua de los troncos mecánicos, pero con unas risotadas, me erizaba la piel ese juego llamado Ratón Loco y ni imaginarme adentro de La Casa del Terror, con La Momia Azteca, ¡ay nanita! El Conde Drácula de acento yucateco que te invitaba a entrar, es más, ese tono de voz era semejante al de los gritones que ofertaban loza y ponchos para el “terrible” frio que hace en Colima. Épocas sin celular que estar viendo a cada rato, ni consultas por internet, uno se sumergía en los olores a perones, dátiles, fresas con cremas, quiebra muelas y el juguito de caña con su limón, además de la guasa de los amigos que nos sentíamos por unas cuantas horas como personajes de teleseries gringas.


Confundido entre los juegos mecánicos, había un espacio cerrado en cuyo exterior ilustraban lo que verías en su interior, unas enormes pinturas de seres extraordinarios, como sacados de La Metamorfosis de Kafka, sí, semejante a cuando Gregorio Samsa despertó esa mañana después del ojete sueño intranquilo, verse transformado en un insecto, nada más que los personajes de este espectáculo eran mitad humanos y mitad animales, así te encontrabas a la Mujer Tortuga, una Sirena a la que quería oír cantar, para comprobar la negación de Ulises de escucharlas, La Gorgona Medusa con su cabellera de serpientes que nadie se atrevía a mirar de frente por miedo a quedar convertidos en piedras, ¡chin, pinche ser catónico, y sin Perseo que nos eche la mano! Si a ello le agregamos la voz ñera del narrador al gritarle: Señorita Marbella, ¡dígales a los presentes porque tiene cuerpo de culebra! –“Por una maldición de mis padres, porque no obedecía, y un buen día, así amanecí”. La mirada triste de ella jamás la olvidaré, eso fue traumático. Bueno, además de observar en el herpetario de King Tawita, como una víbora se comía a un tierno pollito.

Ahí sí que invertía mi raquítico y tísico domingo, con tal de ver lo insólito de esas sombras errantes surgidas del México profundo, bastiones macizos del subdesarrollo de nuestro país, tramoya de la desigualdad entre las familias acomodadas y las familias que son un ejemplo cruel de que la canija vida es un hueso difícil de roer. En fin, tenemos en nuestro país un buen de ferias, desde la que a veces traemos en la cartera, las del Libro, del empleo, profesiográficas y esta que les acabo de narrar, que probablemente vivirá para siempre en mi miope imaginación.

jueves, 9 de septiembre de 2021

Bandeja de entrada.

Es común que cuando colocó en el muro de mi Facebook esos artículos que me hace el paro de publicar El Comentario, algunos les dan “me gusta”, otros por inbox comentan algo al respecto. Algunos tienen razón, la verdad si soy pesado y mamón, lo que se ve no se pregunta, como dijera nuestro mito viviente Juanga; los que me conocen, pero ni idea de quién soy, saben que no me hago “el buena onda”, ni me gusta sonreír cuando me está llevando la tiznada, no sé disimular mis enojos, qué le voy a hacer, así no me educó mi jefecita, admiro a las personas que ponen más acción que choro en sus actitudes, además, el mundo siempre ha estado de la patada, con la diferencia de que en la actualidad las redes sociales nos lo argüendean al instante y lo más lamentable es que algunos usuarios le pintan más colorado el rojo de los eventos, de esos que disfrutan del mal ajeno, pero… qué sucede cuando a ellos les pasa, pos no, quieren que todos callemos su “mal de ojo”.


A veces me da la impresión de que nos han acostumbrado a que los que se atreven a escribir, sean hipócritas y aparentes, que siempre subrayen sobre lo bien que vivimos sin reflexionar en lo mal que estamos, de esos que les llaman ahora los millennials “súper mega cool”, pero que en realidad no lo son. Es más, yo ni escritor soy, lo máximo que he escrito es un texto de 16 páginas que lo tengo en casa, y una que otra colaboración en libros, mi profesión es la docencia, que hasta a veces me da la impresión de que la ejerzo mal, pues nunca he ganado como “El Mejor Docente” en mi bachillerato, ahí sí, soy como el Cruz Azul, “El ya merito”, y nunca pues. Como ya lo expliqué en el párrafo anterior, no sonrió cuando no tengo ganas, pero si lloro cuando vale la pena y hago berrinches cuando me hacen enojar, híjole, lo más probable es que por el simple hecho de haber escrito esto, ya hay dos que tres resentidos que le darán reenviar a mi texto con el argumento de: “¡no marches, ese pinche presumido del Marcial, se cree muy nalga!”

¿Qué se le va a hacer? Si la sociedad está acostumbrada de que cuando le hablas con la neta, debemos de hacerla de tos en contra de alguien o algo, para ellos eso equivale a honestidad, a no ser hipócritas… y lo más lamentable es que a la inmensa minoría les gusta, te dicen por el inbox, ¡qué bueno que la estás armando de pedo! Ahí es cuando ni se las creo, la vida me ha enseñado que debo de cuidarme de “La mano amiga ojete”, esa que te palmea o te soba como si fueras cachorro, pero si alguien le pide su opinión de ti, es el primero en echarte tierra, ¡qué se le va a hacer, si hay gente de ocho meses, esos que ni sus madres los aguantó en el vientre! Como ustedes saben, la gente que odia es la más fácil de manipular, pues a veces ni saben lo que están detestando, y siéndoles sincero sin dejar de mentir no me gusta calentar cabezas. Espero sus comentarios en mi bandeja de entrada.

jueves, 2 de septiembre de 2021

La flota bicivoladora.

Mucho antes de que los enormes espectaculares de las tiendas con doble equis cubrieran nuestro pintoresco panorama de tendederos con desfile de ropa interior de los vecinos y los tinacos lamosos sin tapas que hay en las azoteas, así como los tenis rotos colgados en los cables de teléfono juntos con las bolas que se ponen de moda en la feria, durante mi niñez conocí a un grupo de adolescentes que cansados de ir a pescar tripones al río Colima con fisga artesanal confeccionada de un rayo de llanta, así como de cortar guamúchiles a San Cayetano, decidieron construir una pista de bicicross en lo que hoy se conoce como el Jardín “Josefa Ortiz de Domínguez”, de la colonia Corregidora.

Gracias a ellos nació en el óvalo del pozo artesiano que se ubica en el corazón del citado jardín, la curva peraltada, las rampas King Kong y rompe rilas, en donde estos chamacos organizaban competencias con tal popularidad que hasta algunos popis de ese entonces como La PuercaEl AjiurEl Farmacio y La Changa se les sumaron; después, algún arriesgado empresario las comercializó en pistas profesionales en Villa de Álvarez, mientras que en la Unidad Deportiva Morelos se concursaba tipo exhibición con trofeos, medallas y dinero en efectivo a los ganadores, sin champaña con qué celebrar, pero si con unos chescos bien fríos y productos Costeño.


Eran las décadas de los setenta y ochenta, sin la existencia de los medios de comunicación que contamos en el Siglo XXI, estos jóvenes se enrolaron a participar en competencias a Guadalajara; mis hermanos, quienes formaban parte de esa flota, le dijeron a la jefecita que iban a ir a visitar a unos parientes de por allá. Con la bendición de ella y la confianza que siempre tuvo a sus retoños los dejo ir. Partieron pues mis carnales junto con el TitinoShaggyCabinhoPopochas y El Buches, bicicleta al hombro hacia Guanatos, en esa quimera legendaria llamado tren, que representaba la fuga, la libertad, las ganas de competir por el desmadre y conocer nuevas chicas, quienes atraídas por el complejo de cavernícola que veían en ellos la respuesta al despertar de su sexualidad y, una manifestación rebelde ante la momiza de sus padres, demostrándoles que ya eran mujeres dignas de merecer ese sudor que se transpira con el gusto de darle deleite al cuerpo.

Hoy cada vez que veo a través de Netflix a los chicos de la serie de “Stranger Things” correr en sus bicis por los suburbios de Hawkins, viene a mí un flashback borroso de aquella flota deambulando por las transitadas avenidas de una ciudad speedica, como la recién graduada de metrópoli Guanatos, sorteando coches, calandrias, peatones y motos, mientras en sus walkmans infectadas de frenesí por la canción de Queen “Bicycle Race”, se miran con una enorme sonrisa, durmiendo por las noches en medio del círculo que hacían con las biclas en los andenes de la estación de trenes, sin pañuelos que les dieran la bienvenida o despedida, pero siempre en sus transportes, que volaban a través de su imaginativo colectivo.