jueves, 2 de mayo de 2019

Huele a humano

Como cada sábado religiosamente acudo a los mercados Manuel Álvarez y Francisco Villa con el propósito de comprar los alimentos y abarrotes que durante la semana habremos de consumir, o sea, no le buigo a ese eslogan mamerto de “vas al súper o a la comer”, es más, ni soy totalmente palacio que acá ni existe, pero estar entre los locatarios y convivir con ellos la hora pasadita de compras es todo un lujo.

Esta vez la seño del menudo le indicaba al pescadero que bien podía suprimir la palabra “aquí”, pues se sobreentendía que en su local se vendía pescado. El robusto hombre siguió el consejo y eliminó el adverbio de la pizarra. El carnicero le comentó que sobraba el adjetivo “fresco”, de otra manera no habría razón para venderlo. Aceptando la sugerencia lo borro.

Minutos seguidos, la pollera -quien vende pollo lavado, no la que te pasa a los yunaites con una feria- le dijo que no tenía sentido indicar “se vende”, pues si es un establecimiento abierto al público y lueguito se miran las tilapias, los guachinangos y róbalos, está claro que son para venderlos, y no se trata de un acuario. También lo eliminó.

Por último, el chicharronero le preguntó por qué anunciaba que ahí había pescado. “¡Quítalo! ¡No hace falta! ¡Si huele a pescado desde media cuadra!” El pescadero entonces me pregunta: ¿Profe, y tú qué opinas? Mirándolos a todos respondí, ¡creo que huele a humanos!

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