miércoles, 26 de febrero de 2014

La vida salvaje de la oficina

Allá por la década de los ochentas, cuando el canal de la huella transmitía la serie El Nuevo Mundo Salvaje de Lorne Greene, documentales sobre la flora y fauna de la sabana africana, en cuyos capítulos los televidentes nos sorprendíamos de las maravillas y los problemas que sortean las especies que ahí habitan. Nosotros sin ir al África podemos realizar panorámicas semejante al de esos documentales, si somos capaces de observar con mirada de espectador lo que ocurre en un hábitat de la selva de concreto, a continuación ustedes serán testigos de la vida salvaje en una oficina.

7:50 a.m. el personal con rostros abotagados de dormir, algunos ojerosos e incluso hay quienes todavía traen la costura de la almohada tatuada en los cachetes, arriban al instrumento de presión y sinónimo de estrés que en muchas oficinas colocan para puntualidad de sus empleados, el reloj checador, –tic, tac, tic, tac, ¡maldita música!; una vez que han registrado su ingreso, llega la relajación pues saben que la distancia entre el checador y el hábitat natural de su enjaulamiento que es el cubículo donde desempeñan sus labores existe una gran distancia de por medio, lo cual les permite intercambiar con los compañeros lo último del jet set de la oficina, mientras el tiempo pasa sin prisa.

8:15 a.m. existe una voz popular que dice primero comer que ser cristiano, fieles a este adagio después de haber degustado del prójimo no hay nada mejor que el bolillo y un calientito café, esa bebida que equivale al Santo Grial de las mañanas; al observarlos viene el recuerdo de Mumm-Ra, sólo que ahora al beber de la taza invocan a los antiguos espíritus de la cafeína para que transformen sus cuerpos decadentes en empleados, bueno no en todos surte tal efecto, quienes hacen la mimesis de que trabajan continuarán haciéndolo con más enjundia.

8:40 a.m. con el estómago haciendo digestión dirigen humildemente sus pasos a los cubículos donde se encuentran las computadoras, sobran dedos de la mano, para contar los que en realidad dedicarán parte de su estancia frente al monitor ejerciendo su labor y faltarán manos, para cuantificar los que las utilizarán para consultar las novedades en las redes sociales o navegar buscando la inmortalidad del cangrejo; como si fuera un tianguis diversos géneros musicales sonorizan el ambiente, pues cada empleado como analgesia a su desempeño hacen rugir las bocinas del ordenador, mientras las sexicretarias mueven las caderas al ritmo del sonido, si, esas despampanantes féminas que como abejas a la miel atraen las miradas masculinas sobre lo corto de sus faldas y el prolongado escote de las blusas que suelen llevar.

9:30 a.m. un sepulcral silencio inunda el recinto, es la llegada del jefe, quien saluda formalmente a todos, cual Moisés al cruzar el Mar Rojo, conforme avanza hasta llegar a su privado todos se abren a su paso; este personaje se debate siempre entre la inseguridad y la sospecha, muchas veces duda de la lealtad de sus empleados; cuando delega cierta responsabilidad en alguno de sus subalternos tiene siempre la zozobra de que ellos se tomen atribuciones que no les corresponden. Exige puntualidad, compromiso laboral y eficiencia a sus trabajadores, cualidades que algunas veces hasta él carece de ellas.

10:15 a.m. llega el momento en que el tiempo se vuelve totalmente relativo, es la hora del almuerzo, período en que la oficina es invadida por diversos olores tipo fonda de mercado, aquí aparecen esos aficionados a la dieta de la “T” –tamales, tacos, tortas y tostadas. Pasados varios minutos de degustar los sagrados alimentos, unos van al único sitio de privacidad que bien podría equipararse con una especie de sala lounge, el baño, lugar donde se evaporiza la ansiedad a través de un cigarrito, ojeando una revista o whatsappeando a través del celular las tonterías que algunos compañeros comentaron durante el almuerzo.

2:50 p.m. ya pasaron varias horas donde los empleados padecieron el síndrome que el jefe les contagia, la juntitis, esa enfermedad crónica de reunirse a cada rato; uno que otro recibió la temida llamada que bien podría equivaler al fin salarial de recursos humanos; antes de abandonar el lugar exhaustos y estresados por la carga laboral checan su salida, otros tal vez irán a otro sitio a continuar cansándose de no hacer nada, es el fin de una jornada laboral y sinónimo de caos vial, pues salen desembocados conduciendo sus automóviles los más afortunados y los menos buscan esperanzados el camión que los llevará a sus hogares.

miércoles, 19 de febrero de 2014

El Golletero

No hay cosas más disfrutables en esta vida que las que son gratis, es decir, cuando el bolsillo de uno no adelgaza un céntimo, ¡eso ni quién lo dude! Lo único malo es cuando abusamos de ello, es más, hasta hacemos lo posible para que casi todo nos salga regalado; muchas veces esa actitud tan nuestra de intentar por todos los medios de no gastar o invertir dinero nos lleva a realizar acciones tan mezquinas que la verdad causamos pena, a ese tipo de personas en casa les llaman golleteros.

Es común cuando en las oficinas existe algún festejo por equis razón, se cooperen entre todos para compartir bocadillos, pero ahí está el golletero con su gandallez, ofreciéndose a repartir con la oscura intención de que sobre, para ello se las ingenia en limitar las porciones de los alimentos, tal limitación hace que los demás reciban en sus platos rebanadas de pastel tipo oblea, raciones de ensaladas tamaño excremento de chivo o platos de pozole semejantes a los de una fiesta de preescolar, ah, pero al salir de la chamba vemos a quien repartió cargado de bolsas cuyo interior hay varios tupper repletos de lo que “sobró”. Esta persona sí que hace honor al dicho ese de “quien parte y reparte se queda con la mejor parte”.

A veces busca cómplices con los que si comparte el botín, y éstos socios le apoyan ya sea proporcionándole los trastes y bolsas o proponiéndolo ante los demás para que sea quien se encargue de servir los platillos, a sabiendas que al final tendrán su recompensa, en pocas palabras, el golletero crea escuela.

Otra característica de estos sujetos es que la mayoría de las veces se auto invitan a las fiestas y viajes, o sea, aparte de golletero también se es colero; eso sí, llega a las pachangas sintiéndose el invitado de honor, le agrada ocupar las mesas principales, va y felicita a los festejados aun sin conocerlos e incluso se cree el anfitrión, pues es capaz de sugerir a los meseros el momento de repartir los platillos a su antojo. En los viajes hace lo posible por modificar el itinerario a sus necesidades, propone ir a lugares donde todos los gastos sean compartidos y él cual becario disfruta sin desembolsar nada.

A la hora de cooperar, se hace como los estudiantes del cuadro de honor en las escuelas, no saca ni un cinco, evade en lo posible invertir un peso en algo, es de esos que no se comen un cacahuate por no tirar la cáscara, es de los que no ablanda su codo para nada, es más, no dispara ni en defensa propia, pues es capaz de causar la impresión de vivir en pobreza extrema.

Es muy fijado cuando se topa con un individuo igual de abusivo o ventajoso que él, al no poder manipularlo como a los demás inmediatamente lo critica y busca la forma de evidenciarlo, en pocas palabras no soporta a los de su misma especie, pues piensa que será desplazado.

¿Dónde hay sujetos como éstos? Estimado lector, tal vez usted o yo seamos en algún momento de nuestra vida así, casi todos los seres humanos tenemos nuestro lapsus golleterezco, el problema es cuando se vuelve una patología, recuerde que el golletero tiene su lema, vivir a cuesta de los otros, ¡ah, pero no es un parásito! Pues si lo consideras así, corres el riesgo de herir sus sentimientos, recuerda que ellos también tienen dignidad.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Adivina, adivinador

Hace varios años que conozco a… ¿cómo le llamaré para mantenerlo en el anonimato? ¡Ah ya sé! “Juan N”, quien durante prolongados periodos de tiempo se cansó de no encontrar empleo, pese a ser licenciado en “N” profesión nadie le ofrecía un puesto laboral, decepcionándose así de haberse quemado las pestañas por cinco años en la facultad “N” y de soportar el agrio sarcasmo de sus profesores; siempre que iba a cualquier oficina recibía la estéril promesa de “regrese dentro de quince días”. Un día hojeando la revista Duda. Lo increíble es la verdad, llegó a su cerebro una idea, convertirse en psíquico o adivinador.

Convencido de tal empresa, en el mercado compró una baraja española encerada; se vistió de túnicas blancas, maquilló el rostro con un tono de base más claro que su piel, se puso mucho blush –chapitas tipo Heidi, las cejas delineadas a medio círculo tipo Gordolfo Gelatino, todo un andrógino como son los adivinos; de la Duda sacó el nombre de Semjase, pues ahí leyó que al elegir un nombre se transmiten ciertas características o poderes implicados en el mismo, y ni modo que no fuera a recibir habilidades extraordinarias tratándose del nombre de una alienígena que contactó el suizo Billy Meier; con un amigo serigrafista hizo cartelitos donde ofrecía lectura de baraja, avistamiento de aura, deducción de biorritmos, compatibilidad de caracteres y designación del número de la suerte, según la fecha de nacimiento.

La frase con la que siempre iniciaba según la clientela era, “que la luz de Shiba Inu ilumine tu karma, puedo ver en tu futuro que serás inmensamente feliz, tendrás un lujoso automóvil frente a esa casa tipo mansión, el trabajo no faltará, en el amor te va ir bien gracias a ese bonito carácter que tienes, pero ten mucho cuidado de no ser tan necio como a veces eres porque puedes echarlo todo a perder, tus hijos serán la alegría del hogar, pues te casarás en la iglesia –no importa de la religión que seas– con una persona que te hará inmensamente feliz, pero … ten mucho cuidado con…” e iniciaba con un choro dependiendo de la facha de quien tuviera enfrente.

Los únicos días que trabaja eran los martes y viernes de todas las semanas, los restantes leía diversos libros de superación personal donde obtenía esas frases alicientes que brindaba a sus clientes; al lado de la mesa donde consultaba las cartas había un altar repleto de velas en color rojo donde sugería a las personas depositar limosnas ante la efigie de San Cipriano.

Con el transcurrir del tiempo la gente que acudía a sus servicios, además de conocer su futuro le pedían remedios para sus malestares físicos, lo que le obligó a consultar el libro La panza es primero de Rius, donde sacó infinidad de remedios caseros que recetaba; después cual farmacéutico. Creó un brebaje compuesto de hojas de naranjo, piña, alfalfa y sábila que industrializó en envases de plástico, vendiéndolas al por mayor, con el cual mágicamente se curaban de toda dolencia los ahora pacientes.

A través de estas líneas no justifico la estafa y el engaño de un individuo así, al contrario considero que es un trabajo totalmente deshonesto, pero lo que más me incomoda es que a pesar de que vivimos en pleno siglo veintiuno aún exista tanta gente que continúe en el oscurantismo medieval, sujetos que se dicen religiosos y tienen más fe en un estafador que lo único que quiere es su dinero, yo me pregunto, ¿cuál es su Dios de estas personas? Pues da la impresión de que es más débil ante las destrezas de un simple mortal.

No olvidemos que toda acción tiene una reacción, lo único malo es que nadie se hace responsable de las consecuencias de sus actos, siempre buscamos a quién echarle la culpa de lo que hacemos, es por eso que para quitar el cargo de conciencia recurrimos a esas supuestas personas místicas y así tener a quien culpar de lo que nos pasa.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Febrero loco

Entramos al segundo mes del año, estos días huelen a tamales, estiércol de caballo y melcocha, digo que a tamalitos pues a todos esos que el pasado seis de enero les salió el muñequito de la rosca, tuvieron que exorcizar su regiomontano interno para aflojar el codo y discutirse con los alimentos elaborados en masa cuya porción de relleno a veces es muy raquítica y de un sabor no tan bueno, es más, a poco no es cierto que muchas veces el confiscado hilito de las rajas y queso, sabe como a producto enlatado, el queso de lo chicloso que se pone, nos recuerda a aquellas bolas multicolores de chicle que comprábamos en la tiendita de la primaria –¡ah, qué recuerdos de esa añorada tiendita que por un tostón podías degustar de una sabrosísima tostada con chile seco y limón, agua de arroz y el chicle bolita!

Es mes de las tradicionales fiestas charrotaurinas de Villa de Álvarez, de seguro ya están desde hoy el titipuchal de ranflas estacionadas por toda la Manuel Álvarez apartando lugar para este viernes sumarse a la algarabía de la primera cabalgata; la señora con su vaca de cartón nuevamente tendrá sus quince días de fama y muchos saldrán del closet en la cabalgata de la gasolina con el pretexto de que se están divirtiendo.

El catorce de este mes tal vez para algunos sea una fecha oscura, pues debido al impacto comercial que tiene ponerte romántico y amistoso, resulta un martirio encontrar un ramo de flores sencillo pero bonito, pues si un día antes te costaba cierta cantidad, ese día su costo se multiplicó al cubo, peor aún, es localizarlo en venta; conseguir una reservación para tener una cena romántica con tu pareja esa noche, ni lo sueñes, sino reservaste con diez días de anticipación, ni en una fonda encontrarás sitio.

También entró este mes inaugurando el primero de los puentes de este seminuevo 2014, obvio, tú decides escaparte de la aburrida ciudad o utilizarlo para descansar con la familia, poniendo en orden algunas cosas, pero... si en tu chamba es de esas manchadas que no aplican los puentes, pues sólo te queda hacer uso de la imaginación y soñar en esas paradisiacas playas que alguna vez disfrutarás, ¡ajá!

Amigo, ya se nos fue enero y con él todas esas promesas que hiciste, no le hagas al loco, sabemos de sobra que continuarás siendo el mismo, sólo que envuelto en novedad, si no saliste en el 2013, ten la plena seguridad que en este año tampoco, a menos de que hagas una rifa de tu persona y a ver quién es el afortunado ganador.