jueves, 10 de octubre de 2019

Inventor del amor.

Ayer, el chafirete de la ruta 10 cambió las rolas de Espinoza Paz por las del Príncipe de la Canción, y todos los pasajeros las iban cantando al unísono, ¡Chidísimo! México sigue de luto nacional por la pérdida de ese personaje de la cultura popular en lo que va de estos últimos cincuenta años, el príncipe entrañable que a través de sus canciones fue la encarnación de las guerras que perdimos en el amor, y que al escucharlo se convertía en la analgesia de ese ingrato dolor de muelas del corazón. Seguro estoy que ahora con su muerte más de alguno estará de acuerdo en mandarle cartas al Papa Francisco para que nos lo canonice y se integre a la Santísima Trinidad junto con Camilo Sesto y Juan Gabriel.

Sus canciones han sido tributadas por un titipuchal de géneros musicales, roqueros, gruperos, rancheros y hasta baladistas que dejaron de pertenecer a la nómina de cierta empresa mexicana de medios de comunicación, me atrevo asegurar de que no hay adolorido que mientras buscaba en el fondo del vaso el consuelo a su mal de amores, saboreaba las amarguras sin pedir compasión ni piedad, mientras sus oídos alentaban el bajón de autoestima tarareando: “Lo que no fue no será”, para luego despertar y cerciorase que ella ya no estaba, solo está la almohada. Pedagogo que contribuyó a nuestra educación romántica, indeleble esa cátedra de que amar y querer no es igual, amar es sufrir, querer es gozar.

Frank Sinatra no pudo resistirse a sus interpretaciones y lo invitó a cantar en una de sus fiestas, hasta le regaló uno de sus anillos, no se le hizo el dueto con los Bee Gees, por lo ojete de su representante artístico. El crepúsculo que lo envolvía, tipo maldición de los que alcanzan la cumbre gracias a su talento, siempre rodeado de escándalos, perseguido del alcohol y estupefacientes, para mí, bien podría ser considerado como uno de los poetas malditos de manufactura nacional, claro, él no escribió ninguno de sus éxitos, pero estoy seguro de que inventó el amor, y gracias a la magia de la tecnología, en unos diez o quince años más como nuestro apreciado Pedro Infante va a cantar cada vez mejor.

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