jueves, 28 de mayo de 2020

Diario de la cuarentena 6

Loa al cubrebocas


Yo compré cinco cubrebocas: uno negro, como la vida en esta pandemia, otro era azul, como la esperanza de un día sin Covid-19, el tercero rojo como la alegría brasilera en las calles de carnaval, el cuarto era un cuadrado como las paredes de la soledad de mi cuarto, el quinto era pequeño como las charlas por teléfono que te dejan el deseo de continuar, pero sabes que tu interlocutor ya debe colgar.

Después llegaron las mujeres, los hombres, los tomaron entre sus manos, uno se lo puso en los ojos como antifaz, imagino por temor y así no ver la realidad, otra lo colocó en la cabeza como pañoleta, creyendo que con ello cubriría los malos pensamientos: miedo, zozobra, inseguridad y frustración, otra dama prefirió dejarlo en el cuello, pues en la boca no la dejaba hablar, un caballero sintiéndose refinado se lo puso en la frente cubriendo la señal bautismal y dándole oportunidad al demonio de hacerlo dudar de su fe, el último por ser en color negro no lo quisieron, lo abandonaron, dijeron que era feo como mi suerte.

Una vez que se fueron, lo cogí me lo puse cubriendo nariz y boca, salí a la calle, donde encontré personas unos con cubrebocas, otros sintiéndose inmunes sin nada de protección, como si la vida fuera la de 2019, eso sí, murmurando con sarcasmo de cómo me veía; cuando regresaba a casa los volví a ver, muchas de esas personas vestían ropas de difunto, otros lloraban y se arrepentían, mientras la gente sencilla con su cubrebocas bien puesto y tomando distancia continuaban su andar entre el monstruo invisible que transita en las calles.

jueves, 21 de mayo de 2020

Diario de la cuarentena 5

*Freedom 2020*

Cada sábado religiosamente acudo a comprar los víveres de la semana a los mercados Manuel Álvarez y Franciscos Villa, ahora equipado con la Pluma Mágica de Dumbo, o sea, el cubrebocas; siempre procuro pasar por la pequeña cuadra de la calle Libertad que colinda con Aquiles Serdán y Mariano Arista, ahí, donde gran parte de mi niñez y adolescencia corrí como desquiciado por una pelota que casi nunca pateaba, intercambié figuras de Star Wars y cromos del álbum películas de Disney, ahí donde conocí al amor de mi vida, esa cuadrita en donde hacíamos rechola con los cuates de 7 a 10 de la noche de lunes a viernes escuchando casetes mezclados por el Sonido 32 o el Scooby Music.

Hoy, las señoras ataviadas con sus mandiles floreados salen a la calle con el pretexto de barrer y descubrir que la vida de los colimenses ha cambiado, las hormigas sin importarles el sol de la mañana caminan en hilera sobre la banqueta extrañadas de no ser apalcuachadas por la suela de algún zapato que tuviera prisa por llegar a su destino -el cual ahora es incierto-, en la calle Libertad están intactos los carteles pegados en los postes viejos de madera que ofrecen hasta 20 mil pesos prestados a quien llame al teléfono que allí se promociona; mientras la flora cual guerrera se abre paso entre las franjas de las banquetas y aceras, los pichones, torcacitas, lagartijas e iguanas deambulan como si nada, el monstruo del tránsito vehicular y peatonal ha desaparecido.

Antes de llegar al final de la calle Libertad, el restaurante de mariscos de Cruz, abre sus puertas a ver si ahora llega la ansiada clientela, mientras su mujer riega el asfalto con tal de mitigar el futuro calor que a mediodía asomara sus ojetes temperaturas, el miedo ahora es el único jodido peatón que camina libremente por la calle Libertad, mientras los vecinos amurallados -mezcla de incertidumbre y paciencia- en las casas como en la época de los vikingos añoran volver a ser libres de esa amenaza fantasma que transita en ambulancia.

jueves, 14 de mayo de 2020

Diario de la cuarentena 4

Close to you

Con mi look de presidiario, tan hombre de las cavernas como usted, llevo tiempo intentando olvidar estas cosas que hacía en un día normal, algunas de ellas me gustan, otras se han ajustado con calzador hasta el punto de no poder distinguir entre ellas y ciertas cosas que me han pasado, llegando a la conclusión que se han vuelto yo, cual gotas de lluvia se vuelven parte del río.

Por más que intento convencerme de que la normalidad es un jodido pretexto por soportar la realidad, y por mucho que reservo mis placeres cual asceta, intentando disfrutar el aburrimiento de la convivencia conmigo mismo, el invierno primaveral de este confinamiento domiciliario se acaba con la voz aterciopelada de Karen Carpenter interpretando Close to you, ¡maldito Burt Bacharach! Qué dolor de muelas en el corazón, hace cual Penélope con su rueca que durante el día hilvane ideas positivas y en la soledad de la calurosa noche las descosa sintiéndome más solo que Dios. ¡Pinches Carpenters, por su culpa hasta las suelas de mis zapatos extrañan la calle!

jueves, 7 de mayo de 2020

Diario de la cuarentena 3

Errare humanum est.

¿En qué nos equivocamos? Si somos los únicos mamíferos más desarrollados, esos que durante períodos de asueto realizamos turismo tóxico en donde dañamos flora y fauna, ¡al cabo ni se nota! Pero como cruel ejemplo de la globalización llega un bichito, con el cual el miedo es más contagioso que la enfermedad, a partir de ello un pesimista es un optimista informado por el torrente de datos que le hicieron llegar toda esa gama de semiexpertos vendedores de remedios tan eficientes como los de nuestros abuelos, y caemos redondito, todo por culpa de ese cabrón egoísmo que nos aferra a dejar este mundo y todo lo que planeamos para el mañana.

Entonces cual novela de Agatha Christie, sospechamos de todos, haciendo del prójimo un presunto enfermo —¡Ay Dr. Chapatín regresarme mi diabetes! —; creo que no hay porque temer, es un virus político del cual algunos quieren hacer proselitismo sanitario, si te sientes solo al quedarte en casa, recuerda que la peor soledad es la que llevamos en el interior, somos humanos y errar es humano.

martes, 5 de mayo de 2020

¡Paaaaan caliente del sol!

Estos días aciagos y perros, recordé aquella frase de Pedro Infante de: "Las penas con pan son buenas", y escuchando en mi confinamiento al Chilango de oro, me inspiré con el chiquigüite. Llégale que solo te falta el champurrado mi buen.

Al estilo de don Chava Flores: Qué concha la tuya, de hacerle ojo de buey a tu viejo, ya ni la amuelas con los cuernos que le ostentas, si a salado te supo, qué esperas para tronarle los huesitos, no le aunque se hagan polvorón, ay tu mírala siempre de catrina y rete chula mi prieta cuando se mira en los ricos espejos, al cabo de orejitas oiga usté, ¡vamos éntrale al picón que del sapo la delicia son!

Diario de la cuarentena 2.

El calzón de Crusoe.


Como si la maldición de un tal Daniel Defoe, a este viejo Robinson Crusoe hubiera teñido de negro esta cuenta regresiva de días y noches de guardar que entre la línea divisoria que va del tedio a la aceptación, ante una situación extrema, tan impredecible que nos obstaculiza el ritmo de vida.

Creo que ni Freud podrá evitar que, en esta soledad, el Superyo le dé jaque mate al humilde Yo, ¡Mira que comer Reina con alfil! ¿Cuándo podré de nuevo compartir mi plato con el prójimo ahora que tanto pecado es? ¡adiós a la comida buffet de la oficina! Hoy que me parecen inconvenientes las escenas de amor de las películas románticas, ¿es que acaso este virus de la duda evitará que sigamos siendo infieles?

Me quedo entonces con el placer de andar por mi hogar en “trusas Ramírez”, pero con la zozobra de que este cabrón virus me nomine para ser expulsado de la Casa de BigBrother internacional.

Diario de la cuarentena 1.

Un cincuentón en cuarentena.

¿Dónde hallar una coartada para este eclipse viral? Ese ictus que como excusa dio un mutis de encierro que nos enseñó que el infierno siempre ha estado allá afuera, mientras el aburrimiento vomita este beato calendario al que ninguna dieta le hace adelgazar los días. El porno que ayer me calentaba, hoy es cutre y casero como el sexo en el matrimonio, y la prostituta pandemia sigue dándome excusas de experimentar patéticos sintomáticos.

Mi cepillo dental clara muestra de que a pesar del encierro este hábito social se ha convertido en un simple egoísmo de mi cerebro a pesar del destierro, masa encefálica cruel que poco a poco empieza a solicitar a la empresa de mudanzas que se lleve los muebles de la cabeza, yo que siempre había querido pausar el ritmo de vida ajetreado y lleno de estrés, ahora desespero por encontrar el botón de play.

Por las calles se apagaron Las Series Navideñas, todas esas personas que como bulbos eléctricos que antes se encadenaban para darse cita en lugares públicos e iluminar con su presencia, hoy se desmembraron con tal de protegerse en sus casas del espectro letal que nadie ve, pero todos sabemos que es un asesino serial.

La palabra violencia

Violencia, nueve letras que al conjugarse las interpretamos como algo que nos inspira una mixtura entre ira, miedo y desesperación, la escuchamos por la radio, le vemos por televisión e internet, pero lo más triste de ello es que no se acaba apagando el aparato radiofónico ni el televisor o desconectándonos de la red, pues ya ha sido incrustada como un implante en nuestras vísceras, en el carácter de cada individuo.

Existe y su reputación predomina entre las personas que la utilizan para llamar la atención, para hacerse notar o escuchar. Está en cada uno de nosotros, la vivimos donde quiera que sea, en la calle con el coche que se estaciona en el lugar de las personas con discapacidad o el conductor que cree tener más derechos de vialidad que el peatón, la ñora que al barrer en lugar de recoger su basura la echa a la casa del vecino, en el trabajo cuando a algún compañero le faltan al respeto o dejan de tratarlo como ser humano, en la casa cuando estoy enojado y hago un pancho o en el hogar de aquel niño que sus papás se separaron y lo hacen sentir culpable que, de tanto sentimiento, busca desquitarse despedazando sus juguetes.

Una pared rayada también es violencia, pues quien lo hizo no se detuvo a pensar que esa barda no es suya y que su dueño debe invertir dinero para reparar el daño, imagino que esa persona tiene una difusa idea sobre respetar lo ajeno. Da pena que debido a acciones como estas, tengamos que vigilar violentados nuestras pertenencias, cuidar de los seres que amamos ante cualquier gente… sintiendo ira y miedo a que nos hagan daño.

No podemos comprar todos los diccionarios y arrancar la hoja donde se define la palabra violencia, pues con ello no se arreglarían las cosas ni tampoco pedirles a los doctores que inventen la vacuna contra la violencia, pero si podemos regalar una sonrisa, ser amables sin caer en la condescendencia, y lo más importante, intentar ser pacíficos en un mundo agresivo, demostrar que estamos civilizados, y la mejor forma de evitar ser violentos es empezar con nosotros, dejar de maltratarnos.