miércoles, 26 de enero de 2011

¡Tengo miedo!

“Cuando hablas de violencia dice basta ya,
que cuando hablas de guerra dice basta ya,
que cuando hablas de hambre dice basta ya,
porque nada de eso te puede elevar”. L.F.C.

Nunca he sido supersticioso, más en mi niñez fui muy miedoso, le temía a los vampiros y al chamuco, a este último la verdad nunca supe cómo era, mientras que a los vampiros los conocí a través de los banqueros, acreedores y mujeres de la vida galante que succionaron mis intereses económicos; todos estos miedos fueron heredados por mi abuela materna, dizque para que me comportara de forma correcta, más bien como ella quería verme actuar ante los demás; sin ser psicóloga la abuela sabía cómo provocar un estado emocional angustioso, necesario para mi supuesta correcta adaptación al medio doméstico.

En la actualidad la radio, periódicos, televisión y la internet dan pequeñas cápsulas de miedo, atemorizan a la gente, ¿cómo? Sólo basta escuchar y observar a través de ellos las catástrofes que se suscitan a nivel internacional y local, lo terrible del tráfico, huracanes, corrupción, enfermedades, impunidad, lo desconocido que se avecina, el terrorismo del narcotráfico, etc., ¿para qué tanta cobertura al miedo por los medios de comunicación?

Tan sólo usted amigo lector, haga un análisis sobre las horas en que transmiten más miedo a las personas estos medios o qué programas se encuentran llenos de violencia, así como el tipo de violencia en las horas “primetime” u horarios de mayor audiencia. Donde nos muestran un mundo sin piedad, a personas que no se compadecen del prójimo, que no tienen ni un ápice de misericordia, es decir, existe gente mala a nuestro alrededor, por eso debemos tomar nuestras debidas precauciones.

Expertos en psicología afirman que los individuos con temor son mucho más dependientes, por lo tanto más fáciles de manipular, controlables y por ende más susceptibles a tomar decisiones simples, y esas decisiones muchas veces son descabelladas, es decir, no miden las consecuencias de sus actos. Lo que los convierte en promotores de la violencia y el miedo a los demás. Uta esto me recuerda a la película de la “Aldea”, nada más que la nuestra es global y moderna.

¿Acaso esas jodidas manipulaciones de mal gusto son necesarias? Pues sí, ya que de no serlo no se continuarían transmitiendo, igual no existirían esos seudo analistas que nos regalan sus aportes “intelectuales” sobre los amargos acontecimientos que se suscitan a causa de las calamidades naturales o provocadas por la violencia civil. A raíz de esos importantísimos aportes, del auditorio surgen sujetos que jactándose de sus dotes inteligentes hacen alarde de sus “certeras” opiniones, propagando así el pinche miedo entre la población, y lo más deprimente, es que muchas de las veces ni siquiera tienen un sólido fundamento.

En su intención de disuadir o controlar, cada “noticia de la crónica roja” se va transformando en una especie de linchamiento mediático, es decir, cuando todos opinamos y llegamos a considerar que todos tenemos la razón, juzgando a priori y por supuesto olvidándonos de la empatía, haciendo del sufrimiento del prójimo un pretexto para de forma ufana intentar representar que somos un aglomerado pensante, rechazando aquello que no es como nosotros, ¿entonces para chingados hacemos marchas contra la violencia? Si somos los principales precursores de promoverla, ah pero eso sí, ¡somos un país unido!

miércoles, 19 de enero de 2011

Toma chocolate…

A Doña Carmen la del estanquillo, ella sabe porqué.

En nuestro país son comunes los dichos, los cuales son algo así como una especie de proverbio o enunciado sentencioso donde se hace alusión a alguna actitud que rara vez guarda cierto sentido moralista; uno de esos adagios señala que “es un pendejo quien presta algo, pero es mucho más, quien lo regresa”. Para ser honesto, este tipo de sentencia no tiene nada de moral, más bien fomenta una actitud negativa, pero lo más triste es que se sigue al pie de la letra.

En la actualidad si prestamos algo, lo hacemos con la firme convicción de que ya no sea devuelto, es más, hemos hecho del sentido de prestar un sinónimo de regalar; además es ridículo que un disco, película o libro quienes lo solicitan en calidad de préstamo no tengan la suficiente solvencia económica para comprarlo, de perdida –a pesar que no me gusta fomentar esta acción- conseguirlo de forma pirata.

Si de intereses monetarios se trata, ahí la situación se pone algo densa, pues rara vez el monto facilitado es regresado de forma íntegra, en lugar de recibir una compensación por el favor hecho, uno hasta pierde la amistad de la persona.

No es porque sea ojete o egoísta, pero a mí no me gusta prestar nada, ni a mi seres más queridos les presto algo, digo uno se esfuerza para obtener las cosas, para que alguien muy fácilmente te lo quite con el pinche pretexto de la solidaridad, y cuando lo pides sea devuelto te tachan de hijo de tal por cual.

Aparte es muy vergonzoso andar por la vida cobrando las cosas, también muchas de las veces por hacer tales menesteres, llegamos a agraviar a las personas que apoyamos, o sea, además de recibir ayuda nuestra se encabronan porque les reclamas lo que es tuyo, ¿de qué se trata? Por tales acciones si bien nos va, somos clasificados de agiotistas, usureros, más si la ingratitud empaña la relación recibimos infinidad de improperios.

Razón por la cual siempre cuando alguien me pide algo, le respondo con los siguientes dichos: “quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro”, además “no hay plazo que no llegue ni deuda que no se pague”; entonces a pesar de que les caiga como patada al hígado, pues más vale perder una amistad por ser sincero que ser un cero por antipático cobrón o cabrón, por lo tanto si usted es adicto o droguero, quítese ese mote y pague lo que debe.

miércoles, 12 de enero de 2011

Nuestro perro

“Aunque fue de todos, nunca tuvo dueño
que condicionara su razón de ser”. Alberto Cortez

Dicen que los hijos pagamos las consecuencias de los actos de nuestros progenitores, y tratándose del hecho que muchos denominan como “el pecado original” con más razón; esta hembra cometió el grave error de salirse de casa cuando por un torpe descuido dejaron el cancel abierto, ella encontrándose en celo, secretando feromonas que atrajeron la libido de un zarrapastroso y callejero perro.

El apareo fue interrumpido por Juana, la trabajadora del hogar, que rauda llenó una cubeta con agua y se las vertió, logrando con ello la separación de ambos animales; irónicamente no pudo evitar que éste dejara su semilla en el vientre de la pequeña French Poodle. Pasado un par de meses paría tres cachorritos, dos hembras Caniches y un alaciado prieto macho que más bien se asemejaba a un Terry, pero sin el emblema escocés.

Con el transcurrir de los días las cachorritas fueron adoptadas, mientras “Negrito” seguía como hijo consentido, disfrutando de los cuidados de mamá, además de alimentarse sanamente. Un fin de semana los actuales dueños lo separan de su madre, subiéndolo al coche, después de un largo paseo por la periferia, sin ningún remordimiento lo abandonan con su tazón repleto de alimento en un despejado espacio donde había unas extensas escaleras tiradas por el suelo.

Al caer la noche Negrito, experimentó por vez primera lo que a partir de esa fecha sería su modus vivendi, la soledad, ese sentimiento que muchas veces amedrenta la autoestima haciéndonos sentir débiles; razón por la cual corrió lleno de pánico al experimentar el sonido emitido por el monstruo gigantesco metálico que viajaba a todo lo largo de las escaleras.

Así vagó por diversos sitios, mal alimentándose, saciando la sed en agua de los charcos que encontraba a su paso; en todos los lugares donde anduvo, notaba la diferencia de las personas en el trato hacia él, sólo la gente que sufre como pordioseros, niños de la calle e indigentes no era distinta, en cada parte eran igual de dadivosos, pues compartían con él lo poco que conseguían de alimento.

Su espacio favorito era el centro histórico de la ciudad, pues a diario se encontraba infinidad de alimentos que por descuido los peatones tiraban sobre la vía pública; por las madrugadas las sexo servidoras y travestis le daban trozos de comida chatarra que continuamente consumían para mitigar la ansiedad de no conseguir cliente, de igual manera en la cenaduría de doña Petra le guardaban los desperdicios de sus comensales, lo que se traducía en un rico banquete digno de reyes.

Una mañana al transitar por la avenida principal, un transeúnte salió presuroso de una tienda de joyas, con la prisa que llevaba no se fijó y le propinó tremenda patada lo cual hizo que el can reaccionara de forma violenta, regresándole una mordida en la pierna, con lo que sus colmillos se trabaron entre la mezclilla del pantalón impidiéndole seguir avanzando. Gracias a ello los agentes de seguridad pudieron darle alcance, evidenciando que ese individuo era un ladrón que minutos antes había asaltado el citado negocio.

Al día siguiente la prensa en primera plana y los vendedores de periódicos boceaban el acto heroico de Negrito, es más, personal del centro de control canino hasta le pusieron un nombre –que por cierto era horrible- para hacerlo ver importante; a partir de ello, de la noche a la mañana se volvió una respetada celebridad y como por acto de magia de pronto surgieron prospectos para su adopción. Un acaudalado millonario de apellido arábigo ofreció a la perrera municipal hacer una considerable donación si le permitían adoptarlo, además de comprarle un collar en fina piel con pedrería y oro; por su parte el prominente empresario dueño de la cadena de tiendas departamentales prometió poner a disposición del animal la atención médica de los mejores veterinarios para su higiene y salud.

Una institución que se hace responsable de acomodar en adopción a las mascotas de las familias pudientes, con el pretexto de buscarle un dueño digno lo reclamó, consideró que de no haberse suscitado el hecho heroico, el animal continuaría en la ignominia, y tal fundación ni en cuenta lo hubiera tomado, pero qué se le va a hacer así de excéntricos somos los humanos; hasta el momento ahí se encuentra, sigue solo, dejando de formar parte de nuestro paisaje y abandonando a todos esos amigos que acompañaba en la soledad de sus vidas.

Además ya no va ser posible caminar por el centro e imaginar observar un perro volador de capa roja surcando los cielos diciendo, “no hay por qué temer, Supercan cumple con su deber”, al escuchar eso los pillos les temblarán las corvas y nosotros nos sentiríamos seguros de contar con un guardián fiel.