miércoles, 29 de enero de 2014

¡Te escribí un mail y no me contestaste!

Siglo veintiuno. Las muestras de afecto son unas cuantas palabras con errores de ortografía en alguna red social de las que pululan en Internet, un aparato reproductor ya no es ese que tanto trabajo y vergüenza causó a nuestros profesores al enseñárnoslos en clases de anatomía, ahora es un artilugio que bien puede ser un iPod o cualquier medio que reproduzca sonidos en formatos MP3; el correo electrónico se ha convertido en el canal de comunicación para delegar responsabilidades a alguien más, ¿quién les dijo que con el hecho de enviar un E-mail algo ya se resolvió?

Amigo, ¿no le ha pasado que alguien le reclame por qué no revisó su cuenta de correo y por lo tanto no se percató de lo que ahí le encomendaron? ¡Que no es más factible solicitártelo de forma verbal! Así se puede evitar el embuste de que tal vez exista la probabilidad de que no llegó a nuestra bandeja. Igual de patético resulta esa persona que te llama para enterarte de que se te hizo llegar ciertas indicaciones vía electrónica, si ya está al teléfono, ¿Por qué no me las dice de una vez? Acaso, ¿será que no le interesa cruzar palabras con un imbécil como yo?

La verdad es que con ese tipo de actitudes, dan la impresión de que no se quiere hablar con la persona, simplemente que se limite a revisar su mail y punto, ¡así o más ridícula la relación “interpersonal”! También existe la posibilidad de que tal encomienda no cualquiera la haría con gusto, entonces para evitarse excusa alguna se centran en que se sigan las instrucciones sin objeción alguna.

A raíz de esto, creo que debemos aclarar –si, ya sé que esta tecnología agiliza algunas cosas, más enviar un correo electrónico a un subordinado no es delegar una responsabilidad, peor aún, si se trata de algo urgente, lo más recomendable es contactar al implicado de forma personal y enterarle de lo que se le requiere, evitando la tontería de llamarle la atención por no revisar su cuenta de correo; hasta donde sé en ningún reglamento o estatuto de trabajo está estipulado que las indicaciones o disposiciones del empleado se harán llegar por E-mail.

Otro lío que puede causar eso de delegar responsabilidades por correo, es la corresponsabilidad de responsabilidades, es decir, al que le urge es quien lo envía, y tal vez para quien lo reciba no sea tan prioritario o existen otros asuntos que para éste sean primordiales que lo recibido a través de un simple correíto, o sea, quien lo envía jamás evalúa la importancia con base al nivel de responsabilidad de los demás, generando así un círculo vicioso, “me urge, pero a ti te vale un carajo”, ¡ya ven que existe gente muy resentidita!

Con este tipo de acciones algunas oficinas han tergiversado la esencia por la cual fue creado este medio, el intercambio de información, pues al intentar convertirlo en una especie de herramienta mediante la cual se pretenden delegar responsabilidades a los empleados, lo único que han logrado es que exista una posible brecha de comunicación entre altos mandos y subordinados.

Por lo tanto, si usted es gerente, jefe o posee cierto rengo jerárquico, la próxima vez que experimente la difusa idea de que con tan sólo enviar un correo electrónico las actividades se realizarán por arte de magia, mejor deje de tener sueños guajiros, tome el teléfono y háganselo saber a quién le interese ejecute la acción o mejor aún, aproxímense a la persona indicada y en lo corto dialoguen sobre la importancia de lo que desea que se realice… ¡ah! Pero no olvide que en el pedir está el dar.

miércoles, 22 de enero de 2014

Los cincuenta y cinco segundos más aciagos

Hay una canción de Francisco José Hernández Mandujano, para los compas mejor conocido como Chico Che, cuya letra dice “¿dónde te agarró el temblor? Muy cerquita del portón”, cada vez que la escucho al igual que Cuando pase el temblor de los argentinos Soda Stereo, que en su letra narran un sismo humano, pero que en mi inconsciente hace que suba al DeLorean de Back to the Future y viaje al 21 de enero del 2003, seis minutos con treinta y cuatro segundos pasados las ocho de la noche.

Esa fecha mi amada pareja y un servidor caminábamos por el andador Constitución, de pronto un estruendoso sonido como cuando una retroexcavadora se encuentra en función se escuchó a nuestras espaldas, al mirar atrás vimos como una nube de polvo se levantaba y avanzaba hacia nosotros, inmediatamente el piso comenzó a sacudirse bajo nuestros pies, al ver a un costado donde se localiza un conocido hotel cuyo nombre es un apellido, nos dimos cuenta como los bustos que circundan su azotea se inclinaban y regresaban de forma brusca, amenazando caer sobre nosotros, mientras el miedo como ropas mojadas se nos pegaba al alma.

Cuando llegamos al final del andador, que por cierto se nos hizo una eternidad, se vino un aluvión debido a que la alberca y los tinacos de ese hotel se rompieron, haciéndonos sentir parte de una escena de la película Titanic; ya en la esquina el pánico incrementó cuando enormes trozos de uno de los campanarios de la catedral comenzaron a caer encima de los vehículos que se quedaron parados a media calle y sobre la banqueta, dicen que la sacudida fue cuestión de minutos, pero a todos nos parecieron siglos.

En cuestión de minutos nos invadió una tenebrosa oscuridad, de entre las sombras observamos diversas siluetas humanas correr, un grupo de empleadas de cierta tienda departamental cuyo eslogan dice ir con el estilo, para evitar una torcedura en sus tobillos se quitaron las zapatillas y así poder avanzar más aprisa, a unos cuantos metros las volvimos a ver, estaban paradas ayudándose mutuamente a quitarse de las plantas de sus pies los pedazos de vidrio y cerámica que del restaurante ubicado a las afueras del portal se encontraban desperdigados por todos lados.

Cuando llegamos a la esquina del cruce entre las calles Santos Degollado, Gregorio Torres Quintero y Venustiano Carranza encontramos a una anciana de pie y sin realizar movimiento alguno cual estatua de cera, al acercárnosle mi mujer la toma del brazo, ella reacciona preguntándonos, ¿qué paso? ¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes? Al explicarle la situación, llega un coche conducido por una muchacha y le grita, ¡Mamá, súbete pronto! La pobre longeva a duras penas abordó el transporte, alejándose a prisa de nuestro lado.

Mientras caminábamos, ninguno se atrevía a externar algún comentario, pues nuestros pensamientos nos traicionaban vaticinando lo peor en nuestros hogares y era obvio que no queríamos alterarnos, ya que alrededor observamos personas llorando, otros tirados en las aceras quejándose de torceduras o esguinces que se hicieron al tropezar, un joven montado en bicicleta gritaba que no encendieran cerillos, pues existían fugas de gas, mientras las sirenas de las patrullas y ambulancias paseaban la tragedia por la ciudad.

Al llegar a nuestras casas afortunadamente sólo encontramos daños materiales y a los parientes atemorizados, pero intactos, un suspiro enorme tranquilizó la angustia, para después enterarnos a través de un televisor de baterías que Joaquín López-Dóriga y Javier Alatorre con su clásica amarillista y exagerada información no acordaban la magnitud exacta del sismo que dio origen a la noche más larga que los colimenses pasamos en esa indeleble fecha.

miércoles, 15 de enero de 2014

Blanquillos a la baja

Vivimos en una sociedad falócrata, donde el género masculino impone su estilo machista y varonil en todos los aspectos, es decir, centra todo su poder en los genitales, razón por la cual las reglas de etiqueta o de cortesía social hacen ver a la mujer como un ser débil, de finos y delicados modales a las cuales hay que atender, casi, casi, como ayudar, es como si éstas fueran torpes por naturaleza; nuestra cultura es masculina, recuerde la frase aquella que dice “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”, que desde mi particular punto de vista es una falacia, pues existimos sujetos de intelecto tan pequeño que muchas veces la inteligencia femenina es superior, haciendo de la frase “detrás de un gran hombre hay una sorprendida mujer”.

En la moda ni se diga, a ver quién determinó que la ropa femenina debe de ir entallada, de escote prolongado y corta de falda, mientras que en el caso de los varones es todo lo contrario –bueno si eres estríper hasta calcetín te pones para abultar el paquete–, pantalones holgados y lo único pegado al cuerpo tipo botonazo es la camisa; las líneas del contorno femenil deben ser estilizadas, o sea, si se es obesa no se es bonita, como resultado de tal ideología es que las hembras al llegar a cierta edad, deben de aparentar los años que ya no tienen, un físico conservado pese a que ellas son las incubadoras de los hijos, pues como sabemos después de graduarse como madres, lo más seguro es que su vientre y pechos se vuelvan flácidos, de ahí el maldito pánico en algunas de llegar a ser madres o el confiscado pánico a que algún albañil le grite “geeelatiiinassss”.

Es con el arribo de los años cuando la gravedad trabaja en el cuerpo y por lo tanto aquello que antes ocupaba un sitio, con el transcurrir del tiempo tiende a ocupar otro, claro que cada vez más cercano del suelo. Entonces el género masculino justifica que sus respectivas parejas están dejando de ser atrayentes, por lo tanto ellas son las culpables de las infidelidades debido a la falta de atracción sexual, pues ya no tienen la piel firme como antes, y si a ello le agregamos el bombardeo mediático que impone como modelo a mujeres de enormes pero estilizadas nalgas y pechos firmes tan rectos como especie de cuernos.

Debido a lo anterior los hombres pretextan a su favor que con los años los senos de sus esposas se echaron a perder, ¿qué acaso apestan a podrido? Cierto es que con el transcurrir del tiempo los tejidos que sostienen las mamas pierden su macicez, pero no están putrefactos. A ver machitos, ¿ellas se quejan cuando el miembro de ustedes no puede estar firme? Claro que no, al contrario hacen lo posible para que no se traumen.

Pues como todos sabemos en nuestro país nos educaron a la reafirmación de que la masculinidad radica en el tiempo y dureza del miembro viril, si la valentía se la achacamos a los testículos, ya que es común que cuando alguien denota arrojo o valor, se diga “¡mira, ese si tiene y los trae bien puestos!”. Imagino que es debido a la evidencia científica de que en el momento en que el macho se molesta o enfurece los músculos se tensan, lo que ocasiona que sus genitales tiendan a subir, bueno, igual ocurre cuando el clima es frio, mientras que por el contrario, en ambientes de temperaturas altas se cuelgan y también con el paso del tiempo al perder la piel su firmeza, aquí es cuando uno pide que inventen un wonderegg.

Ahora con los años acumulados, ya me salió lo preocupón, pues con esto de que en cualquiera de esas puede faltarme el valor y ocúrraseme comprar pastillas de color azul que en lugar de parar otro músculo, pare el corazón y, en pleno uso de mis facultades sementales puedo llegar a conocer a la calaca para entregarme no un título universitario, al contrario uno honorario de defunción, mas lo único que deseo es que alguien me reserve un departamento subterráneo en cierta cripta del Colima de mis quereres, y pasar a la eternidad como un finado que de perdida una vez al año alguien lo recordará, ¡bueno eso espero!

miércoles, 8 de enero de 2014

¿Dónde pasaste la fiesta?

Un problema con que me he topado durante las festividades de diciembre –creo que algunos matrimonios se van a identificar con mis argumentos y los hijos de las parejas que están divorciados también–, es que se supone que la naturaleza de éstas, es fomentar el amor, la fraternidad y la paz, más aún en el seno familiar, pero en el caso de los casados en lugar de unirlos, acontece lo contrario, como que se abre una especie de brecha, pues comienza la desavenencia gracias a la incompatibilidad del lugar dónde se reunirán para celebrar la fiesta, es decir, con la familia de ella o con la de él.

Es toda una bronca ponerse de acuerdo, primero y lo más negativo, es justificar el porqué es incómodo reunirse con la familia de cualquiera de los dos, se buscan los peores defectos a cualquiera de los parientes con tal de tener la razón, “uy, la cena que hacen en tu casa está bien pinche salada, además tus hermanos se ponen hasta las chanclas de pedotes y hacen un espectáculo de pena, los hijos de tus hermanas se la pasan tronando cohetitos hasta en el arbolito, ¡Ay qué hueva tu casa!”

Algunos matrimonios para evitar tales diferencias y estar poniendo durante la reunión cara de haber lamido un limón en ayunas, acuerdan pasar la navidad con los familiares de uno y el año nuevo con los del otro, pero el problema da inicio con acordar con cuales familias van a pasar un festejo, “ay, la navidad en casa de mis papás y el año nuevo con los tuyos. ¡Oye, estás loca! Navidad con los míos y fin de año con tus parientes”; otra alternativa es equilibrar los tiempos, dos horas con una y otras dos con la otra para finalizar en su respectiva casa, aquí puede que existan otras diferencias, pues no falta el pariente que les pide que se queden otro ratito, y en nuestro país un rato equivale a unos cuantos minutos o hasta cuatro horas y si alguno de los dos lleva unas copas de más, se pasará por el sobaco lo acordado.

Más de alguno de los lectores dirá, déjense de pleitos y cada quien jale con sus respectivos parientes, si les incomoda la presencia de los suegros, pues más inquietos se pondrán con las sobrinas que no dejan de consultar su pendejo celular cada minuto, los abuelitos que cuando se llevan un bocado o trago a la boca se les tira la mitad y el jarioso chihuahua que por debajo de la mesa intenta tener sexo con las piernas de quien se las ponga enfrente, mientras piensas en lo tranquilo que sería estar en la fiesta de tu familia y no el suplicio de estar ahí.

Peor aún la viven los hijos de padres divorciados, pues los desdichados sin deberla sufren la presión de las dos partes, “¿entonces qué m`hijo, vas a pasarte la navidad conmigo o con la vieja de tu madre?” Todo un dilema, que la verdad los lleva al estrés, pues no hay que pasar desapercibidas a las nuevas parejas de sus progenitores con los cuales tendrán que convivir y seguro serán elementos de diferencias entre sus respectivos padres, ahora sí que se pone la situación color de hormiga, ¡pobres chavos!

Ante lo anterior, sólo resta preguntarnos, ¿dónde quedó la esencia del amor y la paz de estos festejos? Alguien los guardó en el egoísmo de sus entrañas y se desahogó gastándose su aguinaldo en regalos que la verdad quienes los recibieron ni los ocupaban. ¿Y usted dónde celebró sus fiestas?