miércoles, 27 de mayo de 2009

Buscar lo encontrado

Recuerdo que durante mi infancia por ver toda la barra de caricaturas del Tío Gamboín frente al televisor estuve a punto de que me salieran hemorroides, pues horas y horas permanecía sentado sobre el suelo, imagino que al terminar de ver la programación las nalgas estarían más rojas que el trasero de un mandril. Por cierto era molesto que un viernes de cada mes interrumpieran las caricaturas de “Tom y Jerry” para poner un segmento dedicado a los Partidos Políticos, a un sujeto de escasos ocho años qué jodidos le van a interesar esas cochinadas de los adultos.

Entre cada bloque de dibujos animados era común que salieran fotografías de personas perdidas y una voz varonil que decía: “canal Cinco al servicio de la comunidad”, para luego empezar a describir los rasgos físicos de los desaparecidos, además casi nunca repetían a los sujetos de tantos que había, algunos tenían hasta año y medio de que no se sabía nada de ellos, otra característica común es que en su mayoría todos eran capitalinos o de las inmediaciones al D.F., rara vez pude ver a un paisano; como decía el abuelo.“sólo un pendejo aborigen se extraviaría aquí, pues es tan chico nuestro estado que lo puedes recorrer caminando de un extremo a otro en dos días”. Por supuesto que ese comentario data de la década de los ochentas, antes de que exageráramos en la reproducción de bebés justificando que es por el clima y diéramos inicio a invadir territorios de reptiles y aves para fincar nuestras casas.

Es penoso que en la actualidad ya no se hable de personas perdidas, ahora son secuestrados, llegan a nuestra bandeja de correo electrónico mensajes alusivos a infantes clasificados de esta forma, esto significa que en el presente Peter Pan puede llegar a ser considerado como un secuestrador, pues los niños que habitan con él la “Tierra de Nunca Jamás” dejarían de lado el mote de perdidos para pasar a ser denominados como raptados de acuerdo a ese lenguaje que la publicidad de nuestro país ha generado, y al eterno adolescente en mallas verdes de seguro lo estarían acusando diversas asociaciones públicas que actúan en beneficio de la niñez hasta de pedófilo.

Ahora los que se consideran como extraviados son las mascotas, razón por la cual resulta común toparse en las calles con fotostáticas de pequeños avisos rudimentarios y artesanales con la foto y características de la raza canina o felina del animalito perdido; me atrevo a asegurar que a lo mejor algún triste dueño de mascota en su desesperación no descarta la posibilidad de que se trate de un secuestro e imagina a unos tipos con la complexión física de los cómplices de la malvada Cruella DeVil, plagiando cachorritos o mininos, posteriormente hacerle llamadas anónimas para ultimar detalles sobre el monto del secuestro y la operación de entrega.

Gracioso resultaría que en las cápsulas sobre personas perdidas o secuestradas que en párrafos anteriores se hicieron mención ahora también exhibieran sabuesos y micifuz, así que para no quedar exento y en cumplimiento del deber civil y ciudadano expongo el siguiente aviso:

Se solicita la amable colaboración de todos los lectores para tratar de localizar un trozo de vida que deje ir, se trata de varios años, no de un simple mes como le aconteció a Joaquín Sabina con abril. Se busca sujeto de robusta figura que nunca se preocupa por equidistar las calorías de sus alimentos, de cachetes tipo Corn Pops, caminar lento y encorvado cuya edad oscila entre los 16 y 25 años. Viste playera con estampado de Robert Smith de The Cure, pantalón de mezclilla deslavado y con remiendos entre las piernas, choclos de lona con lamparones por la suciedad acumulada y desgastados de la suela; abundante cabello ensortijado y con patillas de rockero obligado.

Suele ser sinvergüenza y degenerado por la presión de su generación, rebelde de causa perdida por lo ridículo de sus ideas, su pasión son los perdedores pues le motivan a superarse a diario, sus amigos son los locos, borrachos y ladrones, cuando experimenta que su corazón empieza a enamorarse, como las aves, emigra de ese nido; no porta ni un centavo, es más ni siquiera utiliza cartera pero es feliz.

La última vez que se le vio fue en un puesto de cassettes piratas en el tianguis con una bicicleta tísica del óxido, y desde entonces se ignora su paradero. Si usted lo encuentra deambulando por las calles de la nostalgia, por favor pídame que me reúna conmigo lo más rápido posible. ¡Me urge! Pues he dejado de ser él, convirtiéndome en un viejo terco y aburrido que gracias a esta crisis de los cuarentas dudo algunas veces de mi proceder actual.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Las horas de oscuridad

Son las dos con quince minutos en la madrugada de un día cualquiera, llevo más de hora y media despierto, fantaseando que en algún momento voy a quedar dormido, el sueño se fue de pinta gracias al ruido provocado por el festejo de los vecinos de al lado, ¡sólo a ellos se les ocurre hacer fiesta entre semana! Cuatro cincuenta de la mañana suena el despertador, como un resorte me levanto no sin antes darle un manotazo al interruptor del reloj para que deje de sonar su taladrante chillido.

Cinco y cuarto hago mis aeróbicos mentales, de pronto un grito tipo sirena de ambulancia me vuelve a la realidad, sigo sentado en la cama con la mirada perdida y cavilando, gracias a mi mujer por recordarme que mi imaginación está más despierta que mi estado físico; al meterme a la regadera el cálculo por termar el agua falla, los primeros 25 litros están para congelar carne, al tratar de moderarlo se pone tan caliente que experimento lo que los pollos sienten al primer hervor. Una vez enjabonado el chorro empieza a disminuir hasta quedar un hilillo y luego desaparecer, resulta que por un descuido olvidé pagar la cuenta y la cortaron precisamente hoy, de forma rauda voy al patio y con el agua de la pileta me quito la espuma a plena intemperie, cuando me estoy secando de forma violenta empiezo a estornudar, ahora sólo falta que haya contraído gripe.

Seis con catorce minutos aparezco frente al espejo con la misma cara de ayer, empuño el rastrillo y la navaja al tratar de darme la primera afeitada me corta, con ardor y sufrimiento termino de hacerlo y al ponerme la loción imito a Kevin McAllister de la película “Home Alone” con el tremendo grito de dolor. Seis veinticinco cerrando el último botón de mi guayabera éste se desprende, al no contar con tiempo suficiente para colocarlo de nuevo me fajo y trato de ocultarlo. Seis menos treinta al ingresar a la cocina muevo el interruptor de la luz y el foco no ilumina, señal de que se fundió, tomo un cerillo y enciendo la estufa la flama del quemador hace honor a su nombre sobre mis dedos, huele a cabello quemado son los vellos de mis manos.

Seis treinta y cinco echo sobre el sartén un par de huevos, la yema se revienta y todo queda hecho un collage; de forma imprudente al llevarme un bocado mancho la camisa de salsa, mi mujer está ya sacando el coche y no me he cepillado los dientes, corro al lavabo a hacerlo, precisamente ahí se me ocurre la brillante idea de quitarme la mancha con agua y jabón de tocador, como ustedes saben la camisa queda como mapamundi de tanto lamparón.

Seis con cuarenta, soy torturado con el sonido de un claxon que repetidamente suena, y la voz de mi pareja diciendo: “Apúrate que se hace tarde”; seis cuarenta y cinco velozmente subo al auto y al cerrar la puerta tan fuerte ocasiono que el cristal se afloje quedando chueco, con justificada razón me llaman la atención. Seis cincuenta el congestionamiento de autos hace la vida más lenta, haciendo alarde de imprudencia infinidad de automovilistas se pasan el semáforo en rojo, mientras el frío que entra por mi ventana cala hasta los huesos, de nuevo estornudo y experimento un ligero escurrimiento nasal que es detenido gracias a la ayuda de un pañuelo desechable.

Siete exactas faltan tres cuadras y llegamos, gracias a la desvelada bostezo al hacerlo se le ocurre a un insecto introducirse por mi boca llegando a la faringe, comienzo a toser hasta expulsarlo, lo escupo pero me deja la sensación de que continua aún ahí, esto se vuelve un ligero ardor en mi garganta que conforme transcurren los minutos me empiezo a poner afónico. Lo peor tengo clase a primera hora, ¿cómo diablos le voy a hacer para impartirlas con el tono de voz así?

A estas alturas a pesar del cepillado con la pasta dental de menta mi boca tiene un ligero sabor a centavo egipcio; siete y cinco al bajar del carro no logro cerciorarme de que el jardinero acaba de regar y piso un charco el lodo salpica el pantalón caqui y moja el interior del zapato hasta llegar al calcetín, la humedad empieza a sentirse por toda la planta del pie dejando un efecto helado; de pronto experimento un molesto cosquilleo por la garganta y emito una combinación entre estornudo y tosido que no logro descifra a que categoría de enfermedad respiratoria pertenece.

Siete con diez ingreso al aula percibo un aroma a gel y hormona, miro a los estudiantes muy bien arreglados, copetes parados de rostro brillosos por la acumulación de grasa y acné me reciben con una sonrisa y saludan amablemente, este es el primer aliento de frescura, encuentro que en todos esos inocentes jóvenes existe suficiente energía e ilusión para sacudir mi mala vibra, entonces me digo que a pesar de los malos tiempos, algo tienen de bueno.

miércoles, 13 de mayo de 2009

El Virus de la Duda

Aquellos que leen mis intentos de columna, ya se habrán dado cuenta de los defectos y torpezas que cometo al redactar, igual han podido percibir que no me agrada abordar temas que son tan actuales que todo mundo habla de ellos, considero que si lo hago estaría pecando de oportunista y correría el riesgo de ser víctima de mi propia ignorancia, pues existen personas que son expertas en el ramo que de seguro serían los propicios para tratarlos mejor con su sapiencia.

A qué va todo esto, simplemente es porque en los días que llevamos acosados por la mala influencia de la influenza, hemos vivido momentos aciagos, me da pena aceptarlo pero cuando los medios informaban que sólo se había manifestado en el Estado de México y Distrito Federal, nosotros bien a gusto, nos tocábamos, acudíamos a restaurantes, cines, antros, etc., lo malo fue cuando la contingencia sanitaria se hizo a nivel nacional; de forma abrupta fueron apareciendo casos en distintos estados y el nuestro no quedó exento. Es más, creo que hasta la tierra también se contagió, recordemos ese enorme estornudo del 27 de abril.

Debido a la ignorancia empezaron las especulaciones, con ojos desorbitados veíamos en los diversos canales televisivos de noticias cómo se contagiaban las personas e incluso se hablaba de muertes; nuestra costumbre de tocarnos por cualquier motivo el miedo nos la empezó a erradicar, los saludos y toda forma de contacto físico con otro semejante era algo indebido, poco a poco comenzamos adoptar el saludo de los apaches. De tanto lavarme las manos he llegado a emular el comportamiento obsesivo-compulsivo del excéntrico magnate Howard Hughes, pues a pesar de hacerlo de forma constante siempre tengo la incertidumbre de si en realidad las traigo limpias.

Cuando por fin habíamos encontrado nuestra tabla de náufragos en el cubrebocas y nos sentíamos seguros, un conocido comentarista de noticias haciendo alarde de su habilidad de reportero en televisión nacional exhibía lo inútil que resultaba el utilizarlo como “protección” ante la infección. Incluso hoy se dice que los de un color son más resistentes que lo de otro, lo cierto es que siguen agotados en las farmacias al igual que las presentaciones de vitamina “C” y el gel antibacterial.

Resultaba patético observar en el televisor como en un canal privado que repite las noticias cada hora, sus presentadores con amplia sonrisa ofrecían estadísticas nefastas sobre el avance del contagio en nuestro país, demostrando al mundo entero que los mexicanos éramos los culpables de su proliferación gracias a la negligencia de las personas por sus malos hábitos de higiene; además de hacer de Perote Veracruz el sitio más temido.

Con toda esta negra publicidad empezó a proliferar entre la gente una nueva cepa de racismo, ahora todo aquel que estornudaba, tosía, tenía escurrimiento nasal o su voz era algo afónica se convertía en un ser repudiado y non grato; ¿Por qué tanta escandalosa admiración del trato otorgado a nuestros paisanos por los chinos, si el enemigo está en casa?

Basta de tanta ridiculez, estamos conscientes de los daños colaterales que produce esta epidemia, pero poner un cerco a todas las personas sin antes estar seguros si padece la enfermedad; me atrevo asegurar que más de alguno ha experimentado la curiosidad por observar la apariencia real de un portador del virus o ya de perdida ver el cortejo fúnebre de una víctima, prueba de ello es que según la encuesta Mitofsky, el 94% de los mexicanos no conoce físicamente un caso, entonces es seguro que el morbo provoque tales actos inhumanos.

Es una lástima que el dolor ajeno lo hemos llegado a considerar como una forma de entretenimiento, gracias a programas de televisión en donde exhiben como actos circenses la crudeza infrahumana, lo cual de tanto observarla nos va haciendo insensibles, ¿qué sucede cuando lo vivimos en carne propia? Honestamente no nos gusta y queremos que nadie se entere, como dice la canción “que nadie sepa mi sufrir”.

En el periodo de contingencia sanitaria como una especie de terapia que sirviera de analgesia para el sistema nervioso por iniciativa propia decidí venir a la oficina a continuar con mis labores administrativas, de lo solitario que se encontraba todo el inmueble me sentía como en la versión post apocalíptica de la novela de ciencia ficción de Richard Burton Matheson, “I Am Legend”, temeroso aguardaba el ataque de los zombies antes de que terminará el alba; y el caminar por las avenidas traían a mi memoria viñetas del inicio de la película “Vanilla Sky”.

Un campo que saturaba a diario con datos sobre el virus de la influenza humana fue la Internet, aproximadamente 1, 690, 000 páginas en español lo abordan, y en nuestro país 17.1 millones de individuos tienen acceso a la Web, lo que significa que cada quién puede generar su propia versión; ciertos correos electrónicos señalaban que todo ese asunto es un complot político, por lo que no hay que preocuparse; si se tratase de una farsa como ahí se dice, entonces su precio es demasiado elevado. Algunos sitios indican que la mayoría de las personas lo están tomando como moda, hay que recordar la broma antihigiénica de hacer cubrebocas con diseños, así como las diversas canciones alusivas al virus A-H1N1 que circulan por la red.

Curiosamente concluida la contingencia cierto porcentaje de la gente se quito el protector de bocas y con él, el pánico y las precauciones se suavizaron, como si el virus tuviera fecha de caducidad o se rigiera por un calendario.

Cuentan que un día un sujeto se encontró con la Peste y le preguntó a dónde iba: A equis lugar - le contestó ésta – voy a matar cinco mil personas.

Pasó una semana y cuando el sujeto se volvió a encontrar con ella al regresar de su viaje le reclamó indignado: ¡Me dijiste que ibas a matar a cinco mil personas, y mataste a cincuenta mil! No - respondió la Peste. Yo sólo maté a cinco mil, el resto se murió de miedo.