jueves, 30 de mayo de 2019

Platillos mexicanizados

Dice mi primo que un sábado sin pozole, pos no es sábado, es cuando los colimenses comilones secuestramos las cenadurías desde las 12 del día con tal de echarnos uno de espinazo, trompa y oreja durante la comida. Siempre he dicho que para saborear un delicioso pozole, como el de Colima ninguno, no es igual a todos los de colores que abundan a lo largo y ancho del país, el de acá con su cebolla finamente picada, col rebanada, rodajas de rábano, aderezado con reteharto chile y su limón que cura todos los males, entonces, es por obvias razones que corta los efectos del picante sobre mi gastritis. Así como yo, en materia pozolera igual han de decir los de Jalisco y los de Guerrero del propio, y les parecerá nada atractivo al paladar uno blanco.

Ahora imaginen qué dirán los italianos al probar una pizza con longaniza de Cihuatlán, salsa de molcajete y frijoles de la olla, la neta, se los dejo de tarea; también los nacidos en la Tierra del Sol Naciente se admirarían de encontrar en nuestro país cacahuates japoneses, de entrada el maní es oriundo del continente americano, pero de que forme parte de la dieta japonesa, pues no, la verdad es que es un invento de cierto inmigrante japonés en México.

Gracias a los inmigrantes ahora es motivo de orgullo nacional ese sushi que el ingenioso chef le agregó aguacate, con sus chiles serranos toreados y nadando en salsa de soya pa´ no perder el origen asiático; desde cocinas gringas hemos naturalizado las hamburguesas de arrachera con sus rajas de chile jalapeño y papas a la francesa bañadas de salsa Tamazula, ¡hágame usté el favor! No pierdo la esperanza de que un día de la Candelaria disfrute con ahínco ese tamal de chop suey con el jarro de calpico, ¡Mmmm!

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