miércoles, 28 de octubre de 2009

Jennifer

Una noche del 31 de Octubre la poetisa colimense Alejandra Díaz Neri, tuvo la idea de que escribieran todos los que conformaban el afamado grupo de letrados que se hacían llamar “los pesados”, un texto basado en algo aterrador alusivo a los días que se avecinaban; de sus embriagadas mentes surgieron diversos poemas narrativos y ensayos estremecedores; esa noche me encontraba con ellos y evitando pecar de ignorante hice un intento de texto, como siempre a falta de talento me tuve que basar en una canción del cantautor austríaco Falco, llamada “Jeanny”, extraída del álbum Falco 3, que durante la adolescencia en mis ratos de ocio traduje. A más de veinte años y como estamos en fechas próximas a celebrar los días de culto a aquellos que ya dejaron de existir, tengo el gusto de ofrecerlo a sus apreciables personas:

A finales del mes de octubre, en un centro turístico campirano a las afuera de la ciudad, regularmente por estas fechas no acude nadie a ese lugar por no ser periodo vacacional; en el interior de una de las cabañas cuya puerta y ventanas han sido tapiadas al considerarse inhabitable por lo derruido que la dejo el último sismo que sacudió al estado, motivo por el cual los empresarios responsables de su administración la declararon inservible, se encuentra una pareja guarnecida en ella, llevan ahí dos semanas. El apenas cumplió hace unos días los 18 años, ella tiene 16.

El joven se le aproxima y abrazándola le susurra al oído,-¡Ves mi amor! Te dije que aquí nadie nos iba encontrar, pero tú como siempre de terca, te rehusaste mucho a venir y me obligaste a traerte a la fuerza-. ¡Ahora mira lo feliz que somos! Si te hubieras dejado al bebé de seguro seríamos una hermosa familia, el niño crecería sano y fuerte aquí en el bosque.

La levanta del catre donde yacía para sentarla sobre una silla de la mesa de concreto, cogiéndole su muñeca derecha exclama, -¡Mira que brazos! Ya come algo, llevas varios días que no pruebas un sólo bocado, primero te la pasaste dormida y ahora no has querido ni siquiera tomar agua-.

Del bolso de la chica extrae un tubo labial y comienza a pintarle la boca al mismo tiempo que le dice, -Te voy a poner tu boquita tan roja como antes la tenías, te acuerdas de cómo me gustaba mordértela, es más voy aprovechar para polvearte tus cachetitos, estás toda pálida por no comer, tengo miedo de que te hayas vuelto anoréxica. ¿Será porque decidiste abortar en lugar de darme ese hijo que tanto anhelaba? Con gesto de enfado la observa recriminándole, ¡Ah no, pero tu querías seguir siendo hija de papi! La niña tontita preferida de mamá.

Mírate ahora débil, frágil y hasta empiezas a oler medio raro, y es que te has vuelto muy floja ahora que vivimos juntos, de la silla a la cama y devuelta; ni siquiera te bañas, pero no te preocupes aún me sigues gustando como la primera vez, además traigo un frasco de la fragancia que te agrada y te lo voy a rociar.

Cogiéndola del mentón de pronto reacciona molesto y le dice-¿Qué ganaste amor con deshacerte del bebé? Nada, ni yo te gane a ti, ni tu a mí, es más creo que nos perdimos a ambos. Observando los dedos de sus esqueléticas manos, asevera- Por rasguñarme se te rompieron varias uñas, pero no te importó, querías escaparte de mí, más bien sabes que soy el doble de testarudo que tú, preciosa. Es por eso que te tuve que dominar con el tubo, hasta que caíste dormida.

Pero creo que continuas molesta, por eso no me has dirigido la palabra desde ese día y finges seguir dormida, no me importa, pues yo sé que eres de buen corazón y comprenderás mi reacción; te amo tanto mi bebita linda. En tu casa no saben que andamos juntos, pues las veces que he llamado para fingir buscarte, tu madre preocupada me dice que te extraña al igual que yo, pobre ingenua, no se imagina lo feliz que somos ahora.

Separándose de la chica sintoniza la radio en el celular, para escuchar lo siguiente: “Desde hace dos semanas la familia Roemer busca desesperadamente a su hija Jennifer, y hasta el momento se ignora su paradero, no se descarta la posibilidad de un asesinato sentimental, pues de quien sospechan ya han rastreado algunos indicios que dejó y hoy mismo la policía municipal dará con él, esperamos encontrar con vida a la chica; sus compañeros de aula en la preparatoria Monte Bello, han organizado brigadas de búsqueda con la cual pretenden localizarla”. Rápidamente desactiva la sintonía para captar el sonido de infinidad de sirenas que rodean la cabaña.

Asustado grita, ¡No! ¿Qué hice? No quería matarla, la amaba tanto, pero la muy idiota no quiso darme un hijo. Los municipales lo aprenden y la escena que ven es espeluznante, un cadáver putrefacto maquillado y con gafas oscuras que dejaban entre ver pequeños gusanos saliendo de los orificios nasales.

Al día siguiente en la sección de policíacas con letras enormes se anunciaba “Crimen pasional”, describiéndose los pormenores para satisfacer a los morbosos, y como siempre olvidándose del dolor de los familiares.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Hasta pronto…

Alguien dijo una vez, que las despedidas no eran difíciles, pues que se despida, a ver si tiene los suficientes para hacerlo sin que se le suban a la garganta y no lo dejen continuar, empezando a ponérsele los ojitos blancos como en la caricatura de Remi; esto me remite a analizar el hecho de las despedidas, cayendo en la reflexión de cómo jodidos le hacen mis estudiantes cuando truenan con sus respectivas parejas, ¿a poco les dicen, oye es necesario darnos un tiempo? ¡Vamos a terminar con la relación, pues el culpable no eres tú, soy yo! La verdad no sé cómo le hacen, pues a mí me cuesta un blanquillo.

Como muchos de ustedes ya saben, algunos compañeros de mi antiguo empleo -híjole se lee medio feo-, ya emigraron a otros lados a desempeñarse en labores distintas, como es de su conocimiento nuestro trabajo es cíclico, todos somos inmanentes, es más, nada en nuestro alrededor es eterno, es decir todo tiene un principio y un fin.

De pronto uno borrará de su mente a las personas, las costumbres, las charlas entre el almuerzo, los chascarrillos, las bromas sencillas, los momentos de tensión laboral, el resquemor con el intolerable de la oficina, etcétera, debido a las nuevas actividades que facturará el empleo, sólo quedará la esencia de lo que se compartió, las ideas de lo que uno hizo, lo que quedó en la percepción de los demás y en la propia, que muchas veces ni siquiera es la realidad de lo ocurrido, pero bueno, es como fue captado por los otros.

Si hice las cosas bien o las hice mal, no es mi juicio, es el del otro, es precisamente cuando entra la subjetividad, a los que les agrade, es seguro que hablaran maravillas de mi desempeño y a los que no, pues a lo mejor dicen la verdad de lo que ellos consideran que fue mi proceder, pues más vale aceptar que uno es pendejo, que incurrir en actos que lo comprueben.

¿Por qué despedirme? Bueno, a lo mejor es un hasta luego, pero en el sitio donde se me veía llegar desmañanado, ya no lo voy a ocupar, se concluye mi ciclo en ese lugar, y sería un acto de estulticia el no reconocer que la página del libro fue la última y hay que cerrarlo, se acabaron los puntos suspensivos; y como dijo una gran amiga, los cambios son siempre positivos, es el momento de emigrar.

A partir de ahora todo es un renacer, y antes de despedirme de los que me acompañaron durante once años de comprometidas faenas, quiero agradecer a las personas que hicieron posible que proyectará una imagen positiva de mi responsabilidad, aquellos que siempre se preocupaban porque lo que hacía fuera correcto, pues las cosas no las hacemos solos, siempre hay gente detrás de uno que lo respaldan de forma moral, activa y práctica; de igual manera agradezco a los que se empeñaron por entorpecer y obstaculizar mis actividades, es más, de no haber sido por ellos, hubiera perdido el empeño y el tesón de continuar .

Gracias a todos por haber confiado en mi persona, incluso en estos tiempos tan aciagos, en los que se puede pecar de ingenuidad el depositar la confianza en alguien, además de no haber sido por toda la gente con la que conviví durante ese periodo, la formación laboral que adquirí no fuera la que hoy en día poseo. Ha llegado el momento de empezar de nuevo en otro ámbito, hacer nuevos cómplices, trazar metas y continuar lo que siempre me ha gustado hacer, trabajar.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Versionando

Conozco una persona muy peculiar, para este individuo la injusticia, la pobreza y el hambre de la gente le parecen comunes, diría que normales; lo que sí le irrita es observar cómo las actuales generaciones se visten, crítica lo corto de las faldas y lo prolongado del escote de las chicas, el vocabulario soez y prosaico de los jóvenes; casi todos sus actos los respalda en la religión que profesa, por obvias razones no voy a decir cual, pues como dice Edward Bloom, el personaje de la novela “Big Fish: A Novel of Mythic Proportions” del escritor estadounidense Daniel Wallece, y que magistralmente fue llevada al celuloide por Tim Burton, “cuando se habla de política, religión y deportes más de alguno sale ofendido”.

Es jefe de una conocida oficina de atención pública, además de ser profesor de horario corrido en una secundaria nocturna, es asesor de un reconocido político los fines de semana y como también es abogado seguido realiza diversos litigios; a veces me pregunto, ¿a qué hora atiende a su hermosa esposa? Digo, como ustedes saben, la tierra es de quien la trabaja, por si no me creen, pregúntenle a Sancho.

Su entrada en la oficina es a las nueve de la mañana, toda su jornada laboral la desempeña de forma óptima, un defecto que tiene es la soberbia, pues recibe sólo a las personas que son más importantes que él, a las demás, pues que las atiendan sus subalternos; cuando requiere de algo de otro departamento de la institución corporativa donde desempeña sus funciones se dirige exclusivamente con los altos mando, no con los empleados, pues de acuerdo a su punto de vista para eso existen los niveles en el trabajo.

Este hombre cierto día llega a su hogar cargando bolsas con abarrotes que compró en un conocido supermercado, exhausto se tira de espaldas al cómodo sofá y con el pañuelo que su mujer cuidadosamente le ha bordado su nombre seca el sudor del cuello, rostro y frente, al aproximarse la esposa para ofrecerle un vaso con agua y hielo le pregunta por un pequeño golpe que deja al descubierto en la frente; con voz segura le dice que se lo hizo al salir de la tienda con un señalamiento metálico que se ubica en el estacionamiento, pues al voltear apresuradamente cuando un descuidado chofer al abandonar su cajón estaba a punto de impactarse con otro coche, y éste raudo hizo señas que evitaron sucediera el percance.

La mujer orgullosa de su marido lo besa y abraza, para enseguida retirarse a hacer sus respectivas labores domésticas; en cuanto la cónyuge dobla hacia la cocina, el tipo de forma apresurada se pone de pie para dirigir sus pasos hacia el espejo del baño; una vez ahí se supervisa de forma detectivesca descubriendo el moretón.

Estando en tales menesteres ingresa al baño su hijo menor, al verlo le hace el mismo cuestionamiento, de forma ufana responde que al abandonar la tienda en el oscuro estacionamiento dos tipos corpulentos y cubiertos con pasamontañas le cerraron el paso dispuestos a asaltarlo o tal vez querían secuestrarlo; haciendo un rápido movimiento de Jiu-Jitsu, al primero lo lanza como a dos metros de distancia, al otro que empuñaba un arma blanca, con una patada de karate lo desarmó; mientras el primero se puso de pie y con furia le arrojó una reja de madera la cual apenas logró esquivar, pero lo alcanzó a rozar en la frente, lo cual no lo descontroló y canalizando su furia le propinó tremendo golpe de Kung Fu que lo dejó inerte, mientras llegaba la seguridad pública para llevárselos presos.

El pequeño con ojos llenos de orgullo da un tremendo salto y se aferra a su cintura diciéndole, “papá, te quiero mucho. ¡Eres lo máximo!”; mientras el tipo feliz le acaricia su cabeza y suspira inspirado en la ternura del chico.

A la hora de la cena su madre que vivía con ellos extrañada la pregunta por la marca sobre la frente, éste decide no responder en ese momento y le sugiere a la señora que más tarde lo hará, la anciana comprende que por estar reunido todos nos es momento óptimo para ello.

Al anochecer antes de acostarse va a la habitación de la mamá y le explica que circulando por la calle de regreso del supermercado un incauto automovilista se le cruzó bruscamente y este haciendo una maniobra de volante con la pericia tan común que posee logra esquivar el impacto, pero al hacerlo se orilla demasiado a la banqueta en el preciso momento en que un peatón esta a punto de cambiar de acera, es en ese instante cuando pisa el freno, y como ella sabe, su coche siempre está en óptimas condiciones gracias a lo puntual que es en las revisiones periódicas; más al enfrenar la inercia hace su cabeza golpear sobre el espejo retrovisor ocasionándole el tremendo moretón.

La octogenaria le acaricia su cara tiernamente y con gesto de preocupación le dice, “mi hijo, siempre tan conciente y cuidadoso, pero me incomoda que con regularidad antepongas a los demás antes que tú”. Esbozando una sonrisa de satisfacción el hombre le dice, “No te preocupes madre, ya ves como soy”.

Esa noche, como de costumbre mirando el televisor sobre la cama junto a su esposa se enteran a través del noticiero nocturno sobre la captura de una de las presuntas asesinas de los mini luchadores, “!éjele que bueno que la agarraron¡ Espero y la encierren a ella y su secuaz varios años tras las rejas”. “Imagina mujer, a cuántos mintió para permanecer en el anonimato con sus fechorías”.

Terminado el programa apaga la luz de su lámpara de buró, para posteriormente dormir como un bebé, y mañana continuará conviviendo con su familia, con usted y conmigo haciéndonos creer que es una persona pulcra y honesta como todas las demás, sólo que su pecado es decir “mentiras piadosas”, que a nadie afecta.

miércoles, 7 de octubre de 2009

El nefasto turismo académico

Un compañero de trabajo, en cierta ocasión me preguntaba porqué nunca asisto a los foros o coloquios nacionales relacionados con nuestra profesión, tratando de ser honesto en la respuesta, lo primero que argumenté es que no me gusta viajar en autobús, pues casi la mayoría de estos eventos los organizan en sitios geográficamente lejanos, lo que implica pasar hasta más de doce horas sentado durante el viaje y por ende es incómodo, como consecuencia existe la posibilidad que a raíz de estar en esa posición se olvide el organismo durante varios días de que existe un aposento dotado de instalaciones necesarias para evacuar el vientre. Es común que durante el trayecto del transporte las ganas de orinar le recuerden a tu cerebro que tiene piernas.

Si a ello le sumamos el acompañante que comparte el asiento, pues a veces te tocan camaradas con halitosis, de esos que se antoja ofrecerles mentas o ya de plano escuchar sus charlas de perfil, igual el que se tira una flatulencia y de forma cínica se hace el disimulado comentando que alguien dejó la puerta del sanitario del autotransporte abierta y están empezando a llegar los olores; escuchar el sofisticado y selecto repertorio musical del chofer o tener que ver de forma obligada las películas de su personal gusto; por el simple hecho de no aparentar un ser antisocial hay que sumarse forzosamente y sin entender de qué tratan los chascarrillos de aquellos que se sienten comediantes de pacotilla e intentan hacer el viaje más ameno con sus pedanterías y bromas acuesta de los pasajeros más inocentones.

Otra situación engorrosa es el hospedaje en los hoteles, muchas de las veces los mejores ya han sido reservados para las grandes personalidades y su séquito de sicofantes, que por supuesto se trasladaron en avión por lo “apretado” de su agenda; entonces a uno humildemente le dejan esos moteles de menos cinco estrellas, donde muchas parejas acuden a intercambiar el sudor por el simple hecho de darle gusto al cuerpo; la situación se pone más desesperante cuando la habitación la tendrás que compartir con alguien que transpire horrible, le suden los pies o te ofrezca un recital nocturno con sus resuellos cuando duerme.

La hora del registro del evento, se vuelve un suplicio, primero porque no te encuentran en las listas de inscripción, segundo porque no alcanzaste material donde se incluye el itinerario, que por cierto es rara la vez que concuerda con el desarrollo del programa. Sobran los ridículos que por darse aire de grandeza o aparentar importancia se ponen traje durante todos los días de estancia, valiéndoles un cacahuate que éste apeste a humedad o a naftalina, y tengas que soportar el aroma durante las sesiones. De la misma forma no falta la gran personalidad del honorable presidium que al momento del discurso inaugural se eche un sueñito, como premonición del ambiente que imperará durante toda la jornada.

Igual no voy a tales reuniones para evitar incurrir en la tentación de algunos, como lo es contribuir con el turismo, en lugar de asistir al programa académico, colectando fotografías para después subirlas al metroFLOG o colocarlas de imágenes en la sesión de Messenger para que todos mis conocidos puedan observar los paradisíacos sitios por los que estuve, ponerme una borrachera de esas que causan afición, que me invada la nostalgia por mi pareja y llorar amargamente con los compañeros su ausencia; ser partícipe de la vida noctívaga del lugar acudiendo a los centros nocturnos donde hay muchas chicas con disfraces de Eva y caudales de licor.

Además te quemas el cerebro, argumentado y justificando una ponencia para asistir y a última instancia te avisan los organizadores que ha sido aprobada pero como cartel, ¿óigame de qué se trata? Es como si participaras en el programa “En Familia con Chabelo” y durante la catafixia te sacarás el jodido premio de consolación, y con ojos tristes observarás desfilar la gama de otros de mejor calidad. De la misma forma sucede cuando preparas un taller con un proyecto de intervención en el aula que ya te ha servido en clases, y es tu orgullo, para que sólo asistan tres personas con cara de aburrimiento o de forma incorrecta funcionen los aparatos de apoyo durante la exposición y te hagan quedar patéticamente ante tu pequeño auditorio.

Al finalizar y para colmo, después de que te formaste en la extensa fila donde entregan los reconocimientos, te encuentras con la sorpresa de que tus datos son incorrectos o te salen con la puntada de que posteriormente se los harán llegar al achichincle de tu institución. Si bien te va lo tendrás dentro de un mes; la única cosa que todos alcanzan incluso hasta el chofer del autobús, es la memoria del evento, la cual sólo será revisada una vez o simplemente depositada en donde guardas tu acervo olvidado.

La pieza que conservas del viaje, dependiendo de lo que te hayan dado ya sea un folder o maletín en donde se incluía la información de la memoria, lo utilizas como medio de transporte de los materiales escolares, sencillamente para que todos tus compañeros de trabajo se enteren que fuiste asistente a tan “ínclito” evento académico. Además conozco mucha gente que se ha convertido en expertos en coloquios y foros presentando siempre la misma ponencia, nada más que estructurada de una forma distinta o reciclada; y que me dicen de todos aquellos parásitos que bajo el auspicio de otro más inteligente se adhieren al trabajo de éste, haciendo suyo y aprovechándolo como equipaje para ir a ese viaje. Entonces sobran razones para justificar los motivos por los cuales no me gusta asistir.