jueves, 26 de noviembre de 2020

Cumpleaños confinado.


¡Cumplir años en este 2020 sí que ha de ser bien canijo!  Y más aún para los pachangueros, esos que no desaíran un guateque, menos si se trata de su cumpleaños, a mí la neta, ni me afecta, pues la talacha de la vida me enseñó que las fiestas no son lo mío, debido a que desde chavito los adultos censuraban mi presencia en los festejos de mis amiguitos dizque por ser el hijo de la costurera y del teporocho irreverente de la colonia, la verdad no había problema, pues bien sabía que mis cuates después compartirían conmigo los dulces, golosinas, gelatinas y hasta la rebanada de pastel, además de cooperarse para mi chesco -muchas gracias Homero, Juanito, Lichis, Minerva y Aris-; bueno, dejémonos de recuerdos ojetes como nubarrones de esos que llueven recio y tupido, para volver al tema de nuestra actualidad que como bache del periférico nos hace movernos en la terrible sensación de cumplir años en confinamiento, donde no habrá confeti, globos ni serpentinas, menos gorrones que se quedan hasta voltear las cazuelas, lo peor es que por salud no deberás soplar las velas, o sea, olvídate del deseo tipo Pinocho al Hada Azul.

Además, en este pasado de lanza 2020 no está como para celebrar algo, pero a un titipuchal de raza le encanta imaginarse que el planeta no tiene laringitis y que la vida en su tatema no ha cambiado a causa de un virus que nadie ve, entonces se inventan mil formas de festejar, de entrada ahí tienen el Facebook que les recuerda a quien hay que celebrar cada día, si no es con abrazos y besos reales, entonces para qué están los emojis, los textos cursis que salen de la inspiración de googlear “frases de cumpleaños” -jajajaja, que creían que esas palabras eran mías, pos no, 3, 2, 1… arde en insultos mi feis-, las tarjetas de felicitaciones que también las tomamos sin preguntar de “quén chon” en el internet y menos considerar el derecho de autor, pues las enviamos como propias o reciclamos las que nos enviaron.

Hoy que llegó a la edad de las ilusiones – ¡a cualquier pinche edad se deben de tener, no nada más a los 15! -, tengo preparado mi playlist con pura canción que me pone de buenas, ataviado con las bermudas que menos apriete la barriga, la playera que más fresca sienta, mis babuchas donde se desparrame mi pie plano cansado de tanto peatonitis, voy al comedor donde me espera un buen combo de sushi con su calpico cual cola de pingüino de helado, al fin y al cabo, no hay ningún prejuiciado padre de mis amiguitos de la infancia que me detenga.

jueves, 19 de noviembre de 2020

El lugar donde algo comienza.


Durante mi infancia disfrutaba de ir a observar un enorme Nacimiento que por la calle Bartolomé de Las Casas montaban con motivo de las fiestas decembrinas, en él era fácil dar seguimiento a la vida y obra de ese hombre tan libre y fuerte, que como dice Julio Iglesias en la canción Lagrimas tiene el camino: “libre le hizo su alma, fuerte le hizo su fe”, es decir, desde su eclosión al mundo hasta su resurrección representadas en figuras de barro. Son de esas cosas importantes que perduran en la memoria de las imágenes del corazón. Esos son nuestros Nacimientos, mixtura de idiosincrasia de varios siglos con cierto aire kitsch, es que, ¡no marches, colocar también las figuras navideñas de Disney! El señor San José al verlos imagino su expresión: “¿Y estos mutantes?”


Hoy no estoy tan seguro de que en el Jardín Núñez se pondrán los vendedores de artículos navideños, y tampoco sé si quiero ir, con eso de que este cabrón virus de la duda hizo que el docenario a la Virgen de Guadalupe sea cosa de imaginación y fe en casa, pueque ni haiga nada de vendimias, adiós a los opíparos huaraches de azada y tripita con su peculiar sabor a manteca y al jarro de agua de jamaica bien helado de los puestos callejeros, que te los servían en platos de cartón guangos en donde se escurría el queso por los lados, sí, de esos que aún no llevan el pinche sello de advertencia de Alto en Calorías, Alto en Sodio, Alto en Todo, oiga, ya ni la amuelan, luego uno experimenta un gacho sentimiento de culpa, sniff, sniff. Si algún sabor representa los mejores momentos de la vida, es eso que degustaste y al final sorprendentemente dejó transparente la servilleta de papel.

La neta se va a extrañar deambular entre ese gentío que, con tal de olvidarse de la rutina, se animaba a despilfarrar su varo, se quitaban lo fresa un ratito rifándosela por una atascada de comida callejera aderezada con Bacilo de Aertrycke, además de comprar sus santitos pa´l Nacimiento, ese lugar que los niños de mi época alucinaban, pues se volvía en el lugar donde algo comienza, por ejemplo la cuenta regresiva para la llegada de El Niño Dios.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Diarios de bicicleta.


Ya se la saben qué a quién firma lo que escribo, la
 repapalotean las cosas tangibles, es decir, lo digital uno no lo puede oler, ni sentir, ni hojear, y menos coleccionar hasta hacer de tu cuarto un pinche laberinto, el martes pasado iba con toda la intención de comprar unos libros, y resulta que la librería abre otros días menos los martes, pueque sean devotos de las encaladillas, por eso ni me encabroné y se los dejé pasar. Mientras las llantas de mi bicla cruzaban la Madero rumbo al chante, me lleno de ternura esa cartulina fluorescente que con plumón negro ofrecía gatitos chiquitos reté bonitos gratis, la neta más vale encontrarles dueño que echarlos a la calle y luego los vemos maullando entre el tránsito de la kamikaze avenida Maclovio Herrera, y pos… nos acordamos de Remi cuando lo separan de su jefecita y se nos pone el ojito blanco como él.


Afuera de algunos cantones, yacen olvidadas las macetas negras con sus marchitas flores de cempasúchil, tan tristes como el uno y dos de este mes cuando fueron compradas para alegrar la memoria de los difuntitos, al doblar en la esquina, me topo con el negocio de carnitas en donde un dibujo del cerdito auto cocinándose, inmediatamente lleva al nirvana mi antojo y el paladar encuentra un mantra en ese taco de doble tortilla con trompita y maciza, salsa de aguacate aderezada con su fruta en vinagre, ¡ay, Colima no te rajes que es cortada!

En Nigromante la esporádica, así como veloz cual caracol practicando taichí, Ruta Cinco, me rebaza, mientras escucho que lleva a tope esa rolita de Chico Che y La Crisis, “¿Quién pompó?”, ¡al mal tiempo buenas cumbias! De eso que ni que, una buena canción es la pócima para soltar el año, a todos bien que nos hace falta una catarsis musical… hay que ir pensando en los deseos de año nuevo, por ejemplo, ¡ya saquen la vacuna! Para que en este diciembre encerrado en casita chutarme por Canal 5, las tres partes de “Mi pobre angelito”, y decir, ¡ay, no manches sale Donald Trump!

Al pasar por Bodega, veo a las señoras con las manos llenas de abarrotes, pues se les olvida que ya no dan bolsas, de todos modos ellas se observan satisfechas de haber surtido su canasta básica emocional, imagino que tal actividad les sirve como analgesia a la memoria y poco a poco el confinamiento se hace menos pesado, mientras Silvestre en su puesto de revistas inventa, redefine y establece nuevas prácticas sociales, yo sigo pedaleando para seguir de pie como muchos en esta ciudad.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Un calendario motivador

 Estamos a casi menos de dos meses de que termine este 2020, que para sustos fue un pasado de lanza, es más, estoy seguro -raro en mí pues siempre he sido un inseguro- de que esta vez Antonio
Camargo no se escuchará en los hogares con su canción “El Año Viejo”, ese himno en la época de decirle adiós al año con agradecimiento, pero ahora ni la
 pinche imagen de los cachorros Bobtail en el calendario hizo que ignorará la realidad, imagino que, en los talleres mecánicos, ni la modelo en paños menores los motiva como otros años cuando era un calentario para ellos; de nada sirvió anotar en enero todos los cumpleaños, pues ni a uno pude asistir, ¡la neta, con lo que me gusta el coleo!

Honestamente experimento pena ajena por aquellos que el 31 de diciembre del 2019 hicieron el ridículo dando la vuelta a la manzana con las petacas, para planificar esos viajes que solo en sueño pudieron realizar, bueno, también por Google Earth, pero eso no cuenta para ellos. Sigo el día las veinticuatro horas de confinamiento para no olvidar la fecha en que vivo, de ahí en más ni caso le hago al calendario, pues no hay la certeza de que el mundo se acabe o si vamos a tener que seguir batallando otra temporada más, entonces pongo un disco donde los teclados del conteo atrás de Europe con su The Final Countdown, motivan a mandar a la tiznada este ojete año y que suceda lo que tenga suceder.


Si se me rompe un espejo, cruzó por debajo de la escalera o me pasa por enfrente un gato negro, la verdad, creo que no se puede tener ya más mala suerte, así como Antonio Camargo dice en la rolita de que en este año tanto a mi como a varios nos ha dejado “cosas muy buenas, más allá de una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra”, un encierro con titipuchales de rollos de papel higiénico, cubrebocas con la imagen de Frida Kahlo y duchas en gel antibacterial, tendré que escuchar al poeta del pueblo José Alfredo Jiménez con esa frase de: “Diciembre me gustó pa’ que te vayas, que sea tu cruel adiós mi navidad”.