miércoles, 30 de octubre de 2013

¡Hum! ... nada

Se dice por ahí que en el amor, las parejas son como un par de líneas paralelas que nunca encuentran un punto de unión, a veces una de las partes llega a pensar que el otro siempre está en desacuerdo de lo que opina y su pareja considera lo mismo, en pocas palabras van en contra la corriente, mas no saben que sí existe un punto donde se unen, cuando cada quien necesita o extraña al otro.

Es una especie de juego sentimental, donde la cercanía implica seguridad y la lejanía genera incertidumbre, que se puede llegar a convertir en disonancia o desconfianza, encontrando equilibrio en la pesada incógnita del silencio. Sí, estimado lector, a poco nunca ha experimentado ese calosfrío que produce un terrible y absoluto mutis de su pareja, que motiva a hacerle las interrogantes de: ¿Qué tienes? ¿te pasa algo? Mas la respuesta todavía es más punzante que su silencio, una especie de sonido gutural que se escapa entre los dientes y que los oídos de uno lo codifican como “nada”.

Entonces nuestro cerebro comienza a elucubrar posibles respuestas al n-a-d-a, como: lo más seguro es que estará cansada, tal vez hoy tendría un día de mal en peor, híjole, le contaron un chisme de mí, posiblemente ya se decepcionó del cariño que le tengo, estará ya aburrida de la relación, se pondría celosa de mis amistades, le hice daño sentimental ayer, etc., etc. Entonces empezamos a enfermarnos de los nervios, a estresarnos y a deprimirnos por la maldita ansiedad que luego se vuelve inseguridad causada por cuatro míseras letras de respuesta.

La ciencia hasta el momento no ha podido encontrar una respuesta bien fundamentada a esta afirmación, creo que sólo los científicos del género masculino, pues los del femenino, ellas sí saben su significado, pero la guardan como la fórmula secreta de ese conocido refresco de cola que a diario consumimos los mexicanos o del famoso pollo del Coronel Sanders.

¿Por qué tanto misterio encierra esa respuesta? Si alguien sabe su significado que me lo diga, no quiero el de la Real Academia de la Lengua Española, pues ya sé que existen cinco interpretaciones que masculinamente no satisfacen la curiosidad.

Mas tengo la idea de que debo de considerarla un dogma cuando salga de labios de esa dama que sabe bien cómo entorpecer el corazón de quien la ama… pero por favor si una fémina sabe qué significa “nada”, hágamelo saber de inmediato y le viviré eternamente agradecido, porque mañana puede ser tarde.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Insatisfechos

Esa mañana Chuchín está lleno de ansiedad, los nervios hacen que su cuerpo de 15 años sienta frío, se pregunta, ¿por qué siempre que inicia un nivel escolar se pone así? Sabe bien que toda la adrenalina que experimenta lo hará cometer más de una estupidez, equivocarse de grupo, copiar mal el horario de clases, cambiar los nombres de sus nuevas amistades, olvidar el celular en la cafetería, entre otras tonterías.

Está seguro que por alguna causa bien justificada a su mamá se le hará tarde, y cuando lo lleve tendrá que enfrentar al violento tráfico vehicular de las 6:40 a.m., cuando todos quieren llegar temprano por la jodida motivación de estar puntual el primer día, enfrentándose al pesado embotellamiento y la peor sinfonía de cláxones, como si al hacerlos sonar pudiesen abrirse paso y arribar a tiempo.

En eso recordó que su hermano Luis, quien ya estudia Filosofía, le puede menguar su ansiedad con algunos tips para sobrevivir en la preparatoria, raudo dirige sus tenis hacia el cuarto de éste y en cuanto lo mira, pregunta, ¿es cierto que en la prepa la mayoría de los profes son malévolos? Echándose hacia atrás la enorme mata de cabellos que le cubren los ojos, responde, no existen profes malos, hay profes insatisfechos.

Ellos son profesionales que tratan de cumplir la mayoría de las normas y reglas de la escuela; su error consiste en que según ellos, piensan que con apegarse a un horario, impartir la información que invierte una clase y reportar la calificación de cada estudiante, ya la hicieron, pues incluso, tal hecho les hace creer que una vez cerrado ese círculo, ahora es trabajo de nosotros los alumnos quienes debemos completar todo lo demás del proceso debido a esa falsa idea que los hace pensar que el conocimiento es algo acabado.

Motivo por el cual ya no tenemos derecho de decir que no le entendimos a algo o pedirles que nos vuelvan a explicar. Pues si a alguien se le ocurre cuestionar o denotar más dominio sobre el tema, una bofetada de sarcasmo o tal vez libertad incondicional obtendrá cuando le pidan abandonar el salón, por clasificar la duda o aportación intelectual como indisciplina.

Hermanito, debes aprender que cuando ellos se defienden, no es nada más de ti o de los demás alumnos, es del sistema educativo en su totalidad, ya que al verse acorralados por nuestra escasez de aprendizaje después de que religiosamente cumplieron con un programa, un horario, de implementar estrategias de enseñanza que fallaron, se inunden de insatisfacción y busquen una salida fácil, ser autoritarios, perversos y de apariencia inquebrantable, de esos que con sólo verlos uno se atemoriza, gracias a su terco afán de ser siempre los que saben y de acudir a cursos de capacitación que se transforman en estadísticas escalafonarias que dan lugar a un crecimiento laboral y no al mejoramiento de su práctica.

¡Ah, ya entendí! Gracias, nos vemos por la tarde para platicarte cómo me fue, saliendo apresurado a abordar el coche de mamá; mientras Luis sabe que su pequeño hermano y compañeros de grupo enmudecerán, cuando entre por la puerta el mismo profesor que a él le hizo la vida de cuadritos durante dos semestres, con su clásica hermética seriedad renovada, exclamando el terrorífico balbuceo de “¡buenos días muchachos!” y mirando a todos como si fueran judíos en campo de concentración nazi.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Incluso en estos tiempos

Dicen que existe una línea imaginaria que separa una generación de otra, donde se consideran el contexto social, el tipo de educación recibida y, lo más importante, las notables diferencias entre los estereotipos de las diversas etapas del desarrollo humano; es claro que las épocas son cambiantes como es lo normal, por ejemplo hoy los infantes cuando se enojan dicen jódete o friégate, en mis tiempos por sacar la lengua a un adulto – ¡qué para mí era, un gran insulto!­–, sufría de severos castigos por parte de mis progenitores, hoy los pobres padres de familia si intentan corregir a sus hijos, a veces hasta la cárcel pueden ir.

A esa distancia que separa a las diversas generaciones, unas de otras, se le denomina brecha generacional, y en estos tiempos tan veloces se nota aún más, pues la modernidad nos ha obligado a evolucionar a pasos agigantados, es tan enorme la distancia que nos separa a la generación del cubo Rubik, a la cual pertenezco en comparación con la generación de la Arroba, que a muchos que ya se encuentran en la tercera edad a veces de tan grande que es la brecha, debido al atraso se vuelven analfabetas pasivos en cuanto al uso de la tecnología y su lenguaje.

En mis tiempos de primaria, al finalizar las clases, la profesora nos escribía la tarea en el pizarrón e invertíamos hasta quince minutos después del timbre de salida en copiarla, ahora es diferente, pues los alumnos ya no toman nota de ella, únicamente le sacan foto con su Smartphone; hoy mientras en la vida real suceden cosas interesantes, algunos prefieren enterarse de ellas a través de páginas de internet.

En la actualidad si alguno de mis abuelos viviera, lo más seguro es que cerrarían todas las ventanas de la casa, cuando la computadora se empezara a poner lenta, porque hay muchas abiertas, como lo sugieren los técnicos con tal de mejorar su funcionamiento; me recomendarían no correr ningún programa, pues tal vez éste, pueda que acuda a conciliación y arbitraje a ponerme una demanda por despido involuntario.

Se sorprenderían que ahora las personas para existir tengan que abrir una cuenta de Facebook o Twitter, y lo más importante estar conectados, más siempre tendrán la duda en que si alguien se pondrá feliz al saber que exiten. Tal vez pensarían que chatear es un nuevo idioma de algún exótico país. Al escucharnos molestos porqué Facebook ya nos avisó que vieron nuestro mensaje y no lo contestan, creerían que esta red social es una persona muy indiscreta o argüendera. Les encantarían los rumores sobre ellos que habría en las redes sociales, pues se enterarían de cosas que ni habían hecho y como dice el modernizado dicho “ojos que no ven, Facebook que te lo cuenta, amigos que les gusta”.

Es una pena que también se hayan perdido la oportunidad de sacarse cien fotos, borrar 89, editar 11, quedarse con 3, para terminar subiendo sólo una a su perfil, pero como eran tan sabios, lo más probable es que concluirían que uno no es tan guapo como la foto de su perfil, ni tan feo como la de la credencial del IFE. De una cosa si tengo la plena seguridad, ellos disfrutarían de encontrar un viejo amigo a través del feis, además de crear un grupo al cual pondrían por nombre “El Club de la Eutanasia”.

Ahora sólo falta que cuando alguien vaya al registro civil a ponerle nombre a su primogénito, la secretaria le pregunte, ¿Nombre? Luis Felipe, lo siento, ese nombre alguien ya lo tiene, le sugiero ponerle Luis_Felipe o Luis Felipe2013, bueno, si es que dicen que el amor es como el WIFI, está en el aire, pero lamentablemente pocos tienen la clave, y que además de los filósofos griegos, también existen los filósofos de Facebook y Twitter.

Incluso en estos tiempos tan modernos, cuando el buen samaritano es ese vecino cuyo WIFI no tiene contraseña, cuando me emociono al exhalar humo por el clima frio y los jóvenes de catorce años ni se inmutan por fumar tres cajetillas de cigarros al día, sigue habiendo tres cosas que a los seres humanos nos deprime, ver llorar a una madre, que nuestra pareja se vaya y que Internet esté lento o a usted… ¿no le cambia el ánimo?

miércoles, 9 de octubre de 2013

Analfabestias crónicos

A lo largo de mi corta existencia he visto como por ciertos periodos se ha izado la bandera blanca que anuncia el fin del rezago educativo en la entidad, anunciando que los habitantes ya saben leer y escribir, ¿será cierto? Bueno una cosa es que sepan comprender el significado simbólico y fonético de las letras, pero el mensaje que se intenta transmitir con la combinación de ellas cumplirá su cometido de ser interpretado como es.

Es que saber leer no implica que la gente sean unos letrados, pues según estadísticas del informe PIACC, conocido como el estudio PISA para adultos, un 27% no comprenden el contenido de un texto medianamente complejo, si a ello le agregamos que un 30% son incapaces de completar una oración simple, ahora me explico porque resulta inútil colocar letreros viales donde se prohíbe dar vuelta a la derecha cuando la luz del semáforo esté en rojo o no estacionarse en equis lugar, si las bestias detrás del volante no comprenden el significado de esos avisos.

Gracias a esa estúpida epidemia de brutos que no leen o se hacen de la vista gorda, existen choferes que se creen millonarios, pues no les pesa pasarse la luz roja del semáforo pese a que si son sorprendidos por algún agente de tránsito tendrán que pagar una buena cantidad o los que si toman al pie de la letra eso de “primero es el peatón”, pero en ser arrollado porque fue confundido con una boya más.

Qué bochornoso resulta toparse con esas analfabestias que hojean las revistas en los centros comerciales, sin importarles el letrerito que advierte no hacerlo, y lo que es peor, con su voluminosa presencia entorpecen la visibilidad de los que tal vez si van a adquirir algún ejemplar. Caso semejante ocurre en las calles, pues igual de ridículo es el observar en paredes donde se indica con buena tipografía no anunciar, un graffiti en fluorescente carmín cuya pésima ortografía, intentan expresar “chinge a zu madre, la que vibe aki”, ¡ah, lo más curioso, esto si lo interpreta muy bien quien habita esa zona!

Qué decir de los lugares donde se prohíbe tirar basura o escombro y el sitio parece un depósito de eso que no deben de hacer; ahora, esta actitud no es sólo de quienes no asisten a la escuela, pues muchas veces en los recintos académicos los estudiantes hacen todo lo contrario a lo que se les advierte no realizar, salvo una cosa, si respetan al pie de la letra eso de “favor de guardar silencio”, pues de tan bien que lo guardan siempre hay más ruido que una fábrica metalúrgica.

Será ignorancia o esa actitud intencionada que de forma indirecta se disfraza de acciones inconscientes con tal de ejercer lo contrario a lo estipulado, eso que una vez el sociólogo francés Pierre Bourdieu llamó violencia simbólica, creo que es lo segundo, pues a poco todos estamos tan distraídos que no recapacitamos por un momento en el error o la falta a la que incurrimos, es como justificar tales actitudes al más puro estilo Chespiriano, “lo hice sin querer queriendo”.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Yo me bajo en San Jerónimo

Existe una frase en la canción Peces de ciudad de Joaquín Sabina, que dice “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, la cual es un parafraseo inspirado en el hermoso texto El llano en llamas de Juan Rulfo, saco tal cita a colación en este momento en que voy sentado en el descolorido asiento con lamparones del autotransporte, rumbo a la hermosa población de Cuauhtémoc donde aprendí a amar el puesto laboral que hoy ocupo, mientras observo por la ventanilla entre las cortinas de terlenka azul celeste curtidas de polvo y de otras sustancias de extraña procedencia, el paisaje verde de las hortalizas, las vacas comiendo espigas y las ardillas silvestres saltando de una rama a otra.


De pronto recuerdo a todos los que allá conocí, me pregunto, ¿si continuarán igual de amables como los dejé? ¿Si todavía serán tan hospitalarios, dispuestos a trabajar sin poner pretexto y serviciales? Razones por las cuales recordé el fragmento de la canción, pues si encuentro lo contrario, tal vez me decepcione o existe la posibilidad de que mi comportamiento no sea el que ellos esperan y sea yo quien los defraude, pero mejor soy optimista.


En esos momentos sube el pseudo inspector a supervisar que todos los pasajeros conserven su boleto, ese papelito escrito en dos tintas, donde te recuerdan lo clasemediero que eres al señalar en letra mayúscula SERVICIO DE SEGUNDA CLASE; al solicitármelo, llega a la memoria la profesora que seguido me acompañaba y cuando este hecho ocurría, discutía alegando que no le perforaran su ticket, pues en caso de ocurrir algún accidente, con él perforado les resultaría imposible a sus familiares cobrar el seguro contra daños que ella sufriese.


Al descender del vehículo aspiro el característico aire fresco, siento a flor de piel la temperatura agradable como antaño, ese día la maleducada niebla no quiso recibirme, pues no la vi por ningún lado; dirijo los pasos hacia el lugar, mientras camino, como antigua fotografía todo sigue en el mismo sitio, los viejitos al sol sentados sobre las blancas bancas del jardín, en un extremo de ese sitio, ahí está el último tlatoani mexica esperando a que algún mequetrefe le regrese la lanza que le fue birlada, erguido, vigilante como siempre de la integridad de los vecinos, al centro el enorme kiosco de granito, donde tantas veces veneramos al lábaro patrio, afianzando en los púberes esa idiosincrasia nacionalista que nos hace ser mexicanos.


Cuando estoy en el umbral del ingreso, dudo entre regresarme o continuar, pues no quiero erradicar toda expectativa que construimos juntos, cuando hicimos de nuestro empleo un hogar donde la armonía, cordialidad y servicio mutuo transformaban el campo de trabajo en un huerto al que a diario regábamos sus frutos que eran los estudiantes, si, esos jóvenes sinceros, escasos de maldad y con un incansable espíritu de superación. Tales pensamientos alimentan el ánimo e ingreso, en el interior vuelvo a encontrarme las caras amables, las pupilas ensanchadas de gusto y las calurosas sonrisas que dan la bienvenida, como cuando veías caminar por el andén de la estación el arribo de ese ser querido.


Honestamente, mi estancia la traté de hacer efímera, debido a mis inseguridades, pues temía decepcionarlos, darles una mala impresión o que ellos ya no reaccionaran como antaño, así que concluido a lo que había ido, me despedí de los ahí presentes y tomé un taxi sardina, de los de allá, que por el mismo precio que un camión de pasajeros te regresan a la Capital, con la única condición de que lo compartas con otras personas; el chofer al verme se acordó de nuestras peripecias, de Dormimundo, entre otras anécdotas que hicieron ameno el retorno. Cuando bajé del coche pude darme cuenta que había dejado parte de mi alma en ese lugar, entre los recuerdos que ahí viví y que perdurarán siempre en la memoria, por eso yo me bajo en San Jerónimo, yo me quedo en Cuauhtémoc.