miércoles, 8 de julio de 2009

A quien corresponda, sea correspondida

El origen del texto que a continuación les presento fue planeado para rendir homenaje a una profesora que por sus acciones se ganó mi aprecio y simpatía, como ustedes saben cuando uno compra ropa después de probarnos las prendas casi siempre quedan pequeños detalles que hay que corregir como las mangas o el talle, a diferencia de cuando vamos con algún sastre para que nos elabore la ropa, ésta nos queda de forma exacta, a la medida, espero con este escrito convertirme en costurero y hacerle un vestido a la talla de tan ínclita persona.

De forma común en mí, el día de la ceremonia de despedida, preferí ocultarme en el anonimato, apeñusqué el escrito entre las manos y adopté el papel de espectador, pues consideré redundante mi intervención, y peor aún sin ser invitado, más ahora creo que es el momento que vea la luz pública.

Hoy no es un día más, es una fecha sólo para una persona, pero también es un día menos de que no estará aquí en lo que llegó a considerar su segundo hogar, nuestro bachillerato. Maestra sin grado que con agrado ejerció la docencia, partidaria de la memoria y enemiga del olvido, pues tomó como bandera la nostalgia, motivo por el cual no encajaba algunas veces en su gusto las cosas que con prestancia impone la moda; por el correr de los años fue ahorrando su tiempo en el banco del ensayo y el error hasta comprar la savia experiencia que compartió contigo, conmigo y con ustedes.

Amiga de las letras y conjugaciones, en donde daba lo mismo leer verso y prosa al igual que canciones; Juan José Arreola y Carlos Fuentes pronto el polvo los cubrirá en esa añeja y solitaria biblioteca, pues quien daba crédito a su escritura ya no va estar, lo que sin lugar a dudas desperdiciará o posiblemente enlate su lectura, reduciendo así a los nuevos estudiantes a unos cuantos textos lo escaso de su cultura.

Ya no etiqueta a las personas, pues ese es oficio de críticos, simplemente en lo que una vez dijo manifestó su mayor humildad y una cierta verdad sin maquillaje, a pesar de no gustar lo mordaz de sus comentarios a más de alguno hizo reflexionar, prueba de ello es la jocosa sonrisa que me hacía exclamar al escuchar de su aguda voz aquello que del prójimo solía decir.

Los estudiantes no fueron su amor platónico, más bien quiso a quien más le quiso; más si me a trevo asegurar que entre sus amores se encuentra la docencia. Que sin opulencia en su andar cansado recorrió las aulas de este plantel no tan sagrado, compartiendo a complacencia su vasta experiencia.

Generación tras generación puso su granito de arena para evitar que sus pupilos cayeran en alguna degeneración, más ahora que ya no está, la jubilosa moda y la airosa publicidad barata les arrebatan a los putativos hijos que un día fueron prolijos de su orgullo profesional.

Siempre nos ha querido, nos ha respetado, nos ha pagado el doble de lo que le pedíamos, pues como ustedes saben, resulta a veces tan difícil intentar salir ileso de la magia frente a un grupo de estudiantes que nos mantiene preso y que sin caer en el escarnio nos da factura de satisfacción.

No imagino a tan notable dama sentada frente una ventana en su hogar viendo la vida pasar, pues desde su perspectiva una existencia así no es digna de ser vivida; pues entre sus planes no esta el envejecer sin dignidad, la jubilación no le quita agallas a la profesión que fue y es de su talla, por lo tanto así la recordaremos siempre.

Más a pesar de los años le puedo asegurar que con y sin ella frente a las aulas, las discotecas seguirán llenas y las bibliotecas permanecerán vacías. Y es que como una vez lo dijo “la intolerancia nace de la ignorancia, pero se cura con la lectura”, he aquí ese granito de arena que solía sumar a nuestra cultura.

Pero seguro estoy que a pesar de su retiro y eso es lo que en ella admiro seguirá peleando hasta el último día por abatir la ignorancia ya no frente a sus pupilos sino ante sus nietos; pues de su boca un día le oí decir que no existe herramienta más noble ante las adversidades de la vida que la pluma, lo que se escribe jamás se olvida, perpetua es y ante tal confrontación los educadores habremos de ganar.

Por eso hoy, mañana y siempre le deseo que sea muy feliz, si alguna vez caminado por la vereda nos llegamos encontrar, por favor preste atención a José Alfredo, y no se agache ni siga de frente haga un alto para estrechar su mano, pues la amistad nunca se encajona, y aprovecharé el momento para agradecerle profesora Ramona el compartir su vida docente con nosotros sus colegas y amigos.

miércoles, 1 de julio de 2009

Sólo los solos

Si me he quedado solo, es por falta de maldad”. François George
El otro día por la colonia donde tienen su casa hubo un apagón no previsto, duramos como dos horas sin energía eléctrica, en ese lapso de tiempo en que no había televisor, ni estéreo, mucho menos luz que permitiera leer algo, conforme avanzaban los minutos empecé a bostezar y noté que tal gesto no era por hambre mucho menos de sueño, mi sorpresa resultó enorme al percatarme que estaba sintiéndome aburrido, entonces reflexione y al hacer un análisis de cual era la causante de este estado de ánimo la sorpresa incremento, pues me estaba aburriendo de mi propia persona.

Ese momento tan íntimo en donde ningún jodido distractor funcionaba pude constatar que estar conmigo mismo es tedioso y cansado, ahora comprendo a mis abnegados discípulos las horas tan pesadas que han pasado a mi lado, soportando mi agrio humor, las descabelladas improvisaciones y lo que es peor: el pseudo sarcasmo.

A estas alturas es cuando por fin entiendo esas celebres palabras de “necesito cambiar de aire, ya me estoy cansando”, pues si es tal el tedio de vivir a diario con uno mismo que resulta pertinente evadirnos, dejar de hacer las pinches actividades de siempre, aquello que nos identifica como seres únicos e irrepetibles, razón por la cual recurrimos a la invención de otro yo que sea lo bastante agradable, no sólo para estar a gusto consigo, sino que también agrade a los demás y lo mandamos de Tour a algún sitio en donde no sea tan fácilmente identificable.

Una cosa que nunca podremos evadir es la razón de la naturaleza, pues desde que nacemos llegamos solos a este planeta, claro con excepción de los gemelos pero como es sabido con el paso de los años ya no se soportan, la realidad de la vida es que en soledad vinimos a este mundo y en soledad vamos a ser sepultados en cierta fecha desconocida, amenos de que no sea en un sismo y quedemos varios bajo los escombros será a solas nuestra muerte.

Algunos purgamos la ingrata condena de intentar conocernos a nosotros mismos, pero la verdad somos víctimas de nuestro propio engaño, muchas veces de lo bien que vivimos ni siquiera nos damos cuenta lo mal que estamos. Es tan severo el autoengaño que en repetidas ocasiones llegamos pensar que somos un manojo de virtudes positivas, que a todos les agradamos, les puedo asegurar que cinco personas que han convivido conmigo pueden decir de forma atinada como soy en realidad y por obvias razones si les llegara a escuchar opinar eso, reaccionaría molesto e incómodo a la vez por sus comentarios.

El ser humano a lo largo de la vida hace infinidad de intentos por no estar sólo, en su faena por no estar apartado de nadie ha inventado la radio para tener a quien escuchar, el teléfono, televisor, el noviazgo y lo más terrible el matrimonio, basta recordar la tanática frase protocolaria de la ceremonia religiosa católica de “hasta que la muerte los separe”, para erizar los vellos.

El matrimonio es una excusa estúpida que hemos inventado para gozar de la compañía de alguien, para Immanuel Kant casarse es comparable a realizar un arrendamiento de los genitales, donde las parejas reclaman como propiedad el uno del otro por el simple hecho de haber firmado un papel; El Ginebrino Jean-Jacques Rousseau una vez escribió que “la naturaleza ha hecho al hombre feliz y bueno, pero la sociedad lo deprava y lo hace miserable”.

Parejas que se han llenado de tantas cosas, pero siguen teniendo hambres, continuos vacíos existenciales pero hacen la mimesis de ser felices como aprobación de sus semejantes. Han convertido a su cónyuge en un simple “cumple-caprichos”, una extensión de sus propias nostalgias, el eterno suplidor de las deficiencias maternales, y, a veces, en un déspota, que no llena las expectativas que se tenían. La contraparte o media naranja en el transcurso de compartir el mismo espacio y con el descubrimiento del verdadero carácter se empieza a convertir en eternos dolores de cabeza, en los problemas que se suman a los que factura el empleo, en esperanzas frustradas, en llantos contenidos que se derraman al llegar a los límites de su propia necedad.

Es precisamente en este sentir cuando aquella unión que se juró eternidad sentimental, nunca leyó en la letra pequeñita del contrato que existía fecha de caducidad y que no habían puntos suspensivos; entonces llega la anorexia de besos que trae consigo una bulimia pasional por otras personas distintas a la de siempre, se rompe el convenio de permanecer juntos, volviendo a su soledad y al hartazgo de estar con ellos mismos, lo cual les motiva a pesar de los descalabros cuando se sienten sin nadie a encenderle de nueva cuenta una veladora a San Antonio para que les ponga enfrente el anhelado amor de su vida, que con el transcurrir de los años será el mismo cuento repetido.

Otra deplorable excusa por el disfrute de acompañamiento, que desde mi particular opinión resulta peor que la anterior es el engendrar hijos y creer que son propiedad o patrimonio de la perpetuidad de una generación; mi abuelo se atrevió a afirmar que los hijos son prestados, únicamente se nos está permitido darles alimentación, vestirlos y calzarlos hasta cierta edad, y ejemplificaba el hecho de que las aves al percatarse que sus crías pueden volar, las dejan a su propia voluntad, y como una muestra palpable del fracaso cuando se llegan a considerar a los críos como una posesión, narraba los casos de Pinocho el de Carlo Lorenzini y Almendrita o Pulgarcita de Hans Christian Andersen.

Así que la próxima vez que se encuentre más solo que Dios, realice un viaje interno, considerando aquello que una vez expreso Goethe, “no conocemos a los hombres cuando vienen a vernos: tenemos que visitarlos a ellos para averiguar cómo son”, esto significa que mediante esta introspección debemos realizar una disección en busca de nuestra parte maligna e intentar fumar la pipa de la paz con el lado oscuro que nunca percibimos nosotros pero que los demás bien que lo conocen, pues como dice un proverbio Libanés “Si el camello pudiera verse su joroba, se caería al suelo de vergüenza”.