jueves, 28 de abril de 2022

¡Nooo, por favor, denme chance de vivir!


Con nostalgia recuerdo esa consola marca Zonda en casa de
 Chano Iglesias, de lujo su mueble tipo madera lustroso, la tornamesa que no rajaba con las cumbias guapachosas como aquel compilatorio de Discos Fuentes del año 1981, titulado La Cumbia de la vaca, cuya portada zoofílica en la actualidad podría herir un titipuchal de susceptibilidades o que decir de esa rolita en la que Los Xochimilcas se la rifaban con su boogie aderezado de swing y rock llamado “Que se mueran los feos”, sí, mucho antes de que el virus del exterminio nos aniquilara por parejo, los abuelitos putativos de Café Tacvba ya profetizaban un exterminio selectivo y racista sobre esa especie que odia a los espejos, a la cual tengo la fortuna de pertenecer, digo fortuna, pues bien lo vaticina el adagio de: La suerte del feo… el guapo la desea.

A poco no es una bendición que nunca nos cause molestia enseñar la credencial para votar, pues siempre salimos como realmente somos en la fotografía, así, sin retoque ni trucos, igual, ni desperdiciamos cincuenta fotos para elegir la del perfil de nuestras redes sociales, con la primera nos basta y sobra. Llegar a adultos mayores sin ninguna cirugía plástica en la cara, ¡naaaa, solito que el paso del tiempo hago lo suyo! Si nos crecen las orejas, pues que crezcan, la patita de gallo, no le aunque que se haga espolón; quienes tenemos nariz de chile relleno con la edad, ¡qué le hace, no pasa nada! Digo, si ya traigo un nopal en la frente, y hablando de mollera, si antes tenía dos dedos de ella, qué importa que hoy ya tenga la mano completa. Por otro lado, échenle un ojo al ahorro que nos hemos aventado sin gastar en tanto cosmético.

Además, uno no es feo, solo algo complicado de ver, recuerde en la actualidad la vida debe de ser all inclusive, por otra parte, en materia de amores, el físico cuenta, pero existen otros aspectos como el olfato, búscate esos perjúmenes que te hagan atractivo, no descartes la empatía ni por tantito, es decir, que los ideales sean semejantes más no iguales -la neta, si son iguales, qué pinche aburrido-, y sobretocho la admiración del uno por el otro, entonces te darás cuenta que Los Xochimilcas no son profetas, pues sigues vivito y coleando.

jueves, 7 de abril de 2022

Lenguaje coloquial y desenfadado.


A veces somos muy dados a marginar a las personas que son como uno, Amparo Ochoa y Gabino Palomares le llaman a ese complejo social, La maldición de Malinche, un racismo que limita las posibilidades de las personas, limita su acumulación de riquezas folclóricas, y hace que nuestra idiosincrasia se desvirtué, a tal grado de fomentar un sentimiento de retraso intelectual a quienes aún se comportan como los aborígenes de nuestro estado, erradicando vestigios que deberían de conservarse, por ejemplo, esa forma de hablar del colimense tan original, que gracias al lenguaje políticamente correcto ha quedado en el olvido. Para mí no, pues siempre me ha resultado gratificante escucharlo en los tianguis, mercados o a mis familiares, al igual que me enorgullece leer a Armando Ramírez quien en su libro
 Noche de califas, rescata ese caló de los chichifos o a José Agustín, el escritor de La Onda, quien, como Parménides García Saldaña, nunca sintieron “cosas” -así, como decía el Doctor Chapatín– de redactar sus textos en lenguaje coloquial.

Y es que la riqueza en el vocabulario de nosotros los colimenses es digno de cualquier estirpe lingüística, basta recordar que entrambulicarse equivale a equivocarse, lo que comemos por antojo y en gran cantidad es guzguera, caminar sin calzado es andar a raíz, a la acción de colocar objetos uno encima de otros es asobronar, mientras que los cabetes son para nosotros las agujetas con que se amarra cualquier tipo de zapato, cuando algo o alguien se nos pierde solemos decir que se hizo “ojo de hormiga”, a las perforaciones, hoyos o agujeros acá les decimo portillos y a la acción de aplastar es apalcuachar, los cobertores se llaman ponchos, ponerse de puntillas es apelincarse, experimentar asco o sentir náusea equivale a dar grima, cuando una persona le encanta ir de visita a las casas se le tacha de jacalera y al infante inquieto o como dirían los pediatras, que padece trastorno por déficit de atención e hiperactividad, es común decir: ¡a ese escuincle no le cabe una calilla!

Mención especial a esa crasis en nuestro hablar, tan común, como muestras las siguientes: para afirmar algo lo más rápido es pronunciar un sonido gutural que equivale a ¡eeiií!, mientras que para ratificar algo como cierto con un “eda que sí” es más que suficiente; cuando uno confirma su presencia en algún evento o viaje, simplemente diciendo “si voy´ir” damos por enterado a los demás. En Colima, olvídate del Google Maps, para ubicar un domicilio, únicamente le preguntas a cualquier paisano y este te dará indicaciones tan correctas como: “Si quieres ir en ca´ Bertha, le da tres cuadras pa´ allá y ahí das vuelta donde está una casa color…. y luego, una cuadra más encina adelantito… ahí mero es”, no es que sea un realismo destrampado, es que es tan común la ubicación que como la imagina, piensa que su interlocutor lo ve… Por cierto, panocha y nango en el artículo anterior los mencioné, no es que se me olvidarán.