miércoles, 27 de mayo de 2015

Lenguaje apurado

A veces nos horrorizamos de las atrocidades a nuestro lenguaje que se difunden por redes sociales o whatsappeando, tales como “ola ke ace”, “kien iso la t-ea?”, etcétera, pero, ¿a alguien le ha caído el veinte de que nosotros al hablar a veces decimos aberraciones peores? De tan común que las pronunciamos hasta dan la impresión de que decirlas de esa forma es correcto. ¡A ca´on! ¿Y cuáles son? Allí les van y luego no me salgas como picho que tú nunca las has dicho.

Es recurrente cuando uno titubea ante cierta autenticidad decir “¿Veá que si?” o “¿Edá que si?” Al afirmar lo hacemos con un “ehí” en vez de un sí. Al experimentar esa disposición a socializar solemos expresar “tevoadecir algo”, y lueguito lo reafirmamos con “fíate”. Para denotar una necesidad apremiante solemos comentar: “Amigo, necito que me prestes una feria”; cuando queremos realizar un desplazamiento en grupo es común las expresiones de “juimonos” o “ámonos”. Otra rapidez lingüística que implica despedida pero de forma individual es “yamboy”, además de otra muy mentada que se utiliza con la intención de verse al día siguiente es “ayla vemos, tamañana”. Existen órdenes como “hazte patrás” para indicar que se retraigan y cuando conminamos a que alguien sea paciente lo hacemos con un “pérate”, rematándolo con el “tantito”.

Aceptamos nuestra ignorancia a través del “yocuvoasaber”. A veces, al negar algo imitamos a las gallinas con un “claquenó”, reclamamos o como los canes marcamos nuestros terruños con “hítese” o “zakesé”, buscamos objetos extraviados con un “onta” y denotamos cierta desubicación con el balbuciente “ontoi”. Indicamos el clima húmedo con “tayoviendo”, somos capaces de especificar una temporalidad que se ubica entre el ahora y nunca con el “orita”, mientras aceptamos positivamente con un “tagüeno” o el “yastás”. Llamamos la atención con “íralo” al igual que descalificamos algo con la frase “náquever”.

En este mundo que gira de prisa, que los años pasan más rápido que el anterior e incluso a muerto gente que en otros años estaba viva, es común que nuestro lenguaje sea igual de apurado que la vida misma, tal vez debido a la ansiedad por comunicarnos que muchas veces nos consume. Sin más que decir, “ ayla” vemos, hasta el próximo.

miércoles, 20 de mayo de 2015

¡Leer, o no leer, esa es la cuestión!

Hay quienes afirman que nosotros no leemos, que nuestra sociedad además de ser falsa como dice la canción de José Alfredo, no es lectora, ¿eso es una realidad? También habrá quienes argumenten que si lo hacemos, pues es común observar avisos, señalamientos y publicidad en la calle, además de documentos y títulos, los postits de colores – ¡ah, que pinche naco es llenar de ellos el carro del festejado! –, si a esto le sumamos toda esa cantidad de letras que enviamos a través del WhatsApp, las frasecitas doble moral de nuestro muro en el feis, el número de caracteres de un tweet, etcétera, entonces decir que los mexicanos no leen es una falacia.

A que voy con estos argumentos que para los letrados tal vez sea otra de mis idioteces, es que la idea de que no leemos los mexinacos es absurda, pues en realidad si lo hacemos, es decir, no le dedicamos tiempo a chutarnos un libro completito, que creo ahí radica la queja de quienes si leen uno o tal vez varios libros. Ya que toco este asunto, si ustedes quieren pueden consultar en YouTube, un video donde a varios políticos les preguntan por tres libros que marcaron su vida, la mayoría de los encuestados resultaron muy religiosos, pues la Biblia fue el texto más citado, además de concentrar su lectura en un autor alternativo de nombre Frankan, quien escribió dos obras de la literatura universal: La Metamorfosis y El Diario de Ana Frankan. ¡Qué bueno que no dijeron Mago Frank! Claro que hago alusión al del Conejo Blas.

Uno de ellos en su desesperación por la balconeada, se atrevió a decir que no se puede comer pinole y chiflar al mismo tiempo, es decir, o haces propuestas políticas o lees, excusa que bien podemos todos argumentar a favor nuestro por el empleo que desempeñamos, pero en la profesión de la docencia sería absurdo decir que no leemos, digo, ya de perdida los textos que nos regalan las editoriales, pero a veces ni eso, pues es tarea del alumno hacerlo por nosotros. Razón por la cual también a quienes ejercemos la docencia se nos llega a juzgar por no leer, lo cual en lugar de acercarnos a la lectura, termina por hacer un muro de prejuicios entre el acervo bibliográfico y la práctica profesional, dejándola en manos de la infalible improvisación.

Además tal afirmación de que no se lee en nuestro país no es muy específica, ¿se refiere a que no se lee nada o a que no se lee algo en particular? Por otro lado, los mexicanos que si leen en comparación con la producción editorial se aleja de ellos en porcentajes enormes. La queja será siempre por no incrementar nuestro acervo cultural a través de libros, pero, ¿todos son buenos? ¡Claro que no! Hay autores que son cloroformo puro, otros que están del bostezo, ahora bien, si consideramos entonces la calidad del contenido bibliográfico, porqué insistir en que se lean libros y no otras cosas, pues la creación literaria ha cambiado, ya que evolucionamos de la hoja impresa a la página de un blog en internet, lo que significa que ahora un lector es aquel que lee 140 caracteres y lo hace a diario. Entonces, ¿leemos o no leemos? Esa es la cuestión.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Los años pasan y pesan

No sé si sea la crisis de los cuarentas, pero en últimas fechas como que los años pesan, ya no rio a carcajadas de cualquier situación como antes, cuando escucho canciones de la década de los ochentas lagrimeo, antes las fiestas BBC, o sea, bodas, bautizos y comuniones eran el espacio propicio para entre charlas etílicas observar a las curvilíneas damas y bailar con la música del grupo versátil, ahora se han convertido en eventos de hueva, porque ni platicar se puede con el ruido tan alto de los grupillos chafas que contratan y soportar a los conocidos en estado de ebriedad es lo peor.

Hace veinte años ni siquiera me preocupaba la soltería, es más, consideraba que tener un compromiso era algo totalmente aburrido, hoy disfruto de estar con mi pareja, la soledad nunca me ha atormentado como a otros, pero estando con la mujer que amo, trato de no ser tan cursi, pero eso sí, espero que lleguemos juntos al asilo. ¡Ah, lo que si harta es la pinche gente preguntando que para cuándo es la boda y si nunca vamos a tener hijos! Situación que me remite 35 años atrás cuando mi madre con su actitud de mánager me advertía de no cometer cierta estupidez hormonal con alguna. Además, desde los 18 años he tenido la necesidad de reproducirme, más nunca me llamó la atención procrear y en la actualidad es algo que continúa sin interesarme.

Ahora que recuerdo a la jefecita, cuando estaba entre los 16 y 30 años ella era la mujer que además de quererla mucho, también discutía conmigo e incluso llegaba a creer que conspiraba en mi contra a toda hora y se esmeraba por ridiculizarme ante mis amigos, ahora he llegado a la conclusión que es una sabia que todo el tiempo ha tenido la razón. Pues de no ser por su tesón obligándome a cumplir con ciertas actividades que en mi perezosa adolescencia siempre hacían que me cansara antes de realizarlas, y que al final de cuentas ella terminara haciendo, no hubiera comprendido que la responsabilidad son todas esas obligaciones que si no las realizas tú, nadie más las hará por ti.

Los fines de semana de ahora ya no son las desveladas de antaño bajo el lema “hasta que desaparezca la luna”, despilfarrando el dinero que no me ganaba con el sudor de mi frente e incluso hasta perdiendo la dignidad por tarugadas, ahora disfruto el tiempo relajado los domingos viendo películas o escuchando música con una fresca bebida. Antes era de la idea de que únicamente las gallinas y los enfermos se acostaban temprano, ahora hacerlo de esa forma es todo un logro, pues madrugar es el momento ideal para aprovechar el resto del día y no como en la pubertad que llegaba a considerar a las mañanas como el mejor momento para dormir. Hacer planes en la actualidad ya no significa revisar la agenda de teléfonos para acordar con tus amigos las idas al cine o a los centros comerciales, es elaborar la lista del súper, calcular la cantidad de ropa a lavar y preparar los alimentos.

Hablando de alimentación, ésta en la actualidad consiste en un régimen de comidas bajas de calorías, escaza de azúcares y grasas, extrañando cuando en la mocedad le empacaba a cualquier antojo que se cruzara por mi vista. Atrás han quedado los días de becario en casa, cuando creía que el empleo era una ocupación que remuneraba dinero, pero por lo bien que vivía mantenido por mis papás era algo que podía esperar, hoy sé que es la única forma de sobrevivencia, lo que si he sido consciente desde mis años prehistóricos es que debo guardar centavos para el futuro, esto es algo que aún tengo pensado hacer.

Después de acuñar fechas, onomásticos y etapas, coincido con la idea aristotélica de que cada persona al nacer somos una tabla rasa en la cual vamos escribiendo lo que nosotros queramos y obvió está que las consecuencias de algún garabato también, desde los primeros años y hasta la fecha he esperado lograr la madurez que mis padres exigían, tal vez algún día llegará.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Reconciliarse con la lectura

A partir del año 1995, el 23 de abril la UNESCO estableció el Día Internacional del Libro, se optó por esa fecha debido a que por una mera casualidad del destino o tal vez por el simple gusto de hacerlos coincidir, fue un día nefasto para la literatura mundial, ya que supuestamente tienen su encuentro con la muerte Miguel de Cervantes Saavedra –que por cierto algunos aseguran que murió un día antes– y William Shakespeare en 1616, ambos escritores, el primero de ellos de una multicitada novela que pocos han leído completa y el segundo por su amplio sentido dramático, cuyas obras han sido mayormente conocidas a través de películas que por haber sido leídas.

Para que existan libros debe de haber lectores originales, no como esos que leen por obligación, es decir, los estudiantes, quienes son forzados a leer dizque para instruirse o lograr aprendizajes señalados en un aburrido programa de estudio, mucho menos esos que para matar el ocio se refugian en la lectura. Se debe de leer para vivir mejor, para tener un desarrollo pleno como cada personaje ficticio de los libros, descubrir sentimientos ajenos que comparados con los nuestros distan de mucha imaginación pero que nos alimentan la pasión.

Dicen que en nuestro país la gente no lee, luego hay muchos que terminan haciendo realidad esto con sus pobres campañas de fomento a lectura, ¡hágame el pinche favor! Esa tontería de regalar libros que ni siquiera motivan su lectura, en serio que no ayuda. Si nos pusiéramos a reflexionar, desde chiquitos a los mexicanos nos gustan los libros, acuérdese cuando le regalaron su primer libro, no hago alusión a ningún comic, sino a algún texto de los Hermanos Grimm, a veces sin saber leer, te encantaba que alguien mayor te lo leyera, es más, memorizabas cada página e incluso sabías lo que en ellas estaba escrito. La aversión hacia ellos viene con el ingreso a la escuela, cuando el profesor obliga a sus estudiantes a transcribir capítulos completos a su libreta de doble raya, escribiendo entre las líneas delgadas los círculos que diseñan cada letra y en los renglones grandes las líneas largas que las complementan.

En estos ejercicios no se fomenta la lectura, se promueve la escritura, lo peor es cuando el docente abusa de este método con tal de disfrutar recesos en su labor, pues mientras los educandos están entretenidos copiando esas lecturas, éste puede ir a charlar con algún colega o darle una hojeada al periódico. Agréguenle a ello que la lectura se aprende deletreando, en lugar de reconocer la imagen de la palabra, provocando un cansancio por las letras y lo más triste, ignorar su contenido. He aquí el éxito de los comics, pues los dibujos vienen a surtir un efecto analgésico a ese cansancio de la interpretación de las letras.

Además, algunas lecturas en los llamados Libros de Texto no son para los infantes de primaria, recuerdo que cuando iba en ese nivel me pareció muy denso e incomprensible a la vez el Cantar de mío Cid, pero más lamentable fue que mis dudas no encontraran argumento satisfactorio en las respuestas que mi profesor me daba. Creo que el cariño por los libros llegó, cuando mi hermano mayor sin ningún culto o respeto hacia su pequeña biblioteca, dejó que jugará con ellos, construyendo casas o carreteras para los cochecitos, pues de pronto se abría uno en cierta página que atraía mi atención y terminaba leyéndolo completito, así nació mi pánico por las ballenas gracias a Moby Dick, el terror por la creatura del doctor Frankenstein en la obra literaria de ciencia ficción de la británica Mary Shelley, la capacidad deductiva de Sherlock Holmes y los viajes de ida y vuelta debido a la imaginación de Julio Verne.

Amigo, si deseas reconciliarte con la lectura, piérdele el respeto a los libros como objeto, aprecia mejor sus historias o las aventuras que ofrecen, es por eso que si deseas subrayar lo que te guste de ellos, lo hagas, tampoco temas a doblar la página con tal de indicar dónde te quedaste; si lees, por favor no intentes cerciorarte de cuántas hojas te restan o peor aún te brinques capítulos con tal de terminarlo más rápido, recuerda no es más inteligente el que se dice haber leído más textos, sino aquel que se apasionó con el contenido de uno y al concluirlo le dejó la necesidad por continuar leyendo. Recuerda que los libros no deben de ser motivo para que te aísles, al contrario deben de generar puentes de comunicación entre el que lee y los que no lo hacen.