jueves, 16 de diciembre de 2021

Los remedios de la abuela.


Sin ser yerbera, ni haber estudiado botánica, mi abuela Ramona se la rifaba para aliviar males del cuerpo, basta saber que un refresco gaseoso llamado Aguilita -dicen que acá en Colima era el único lugar donde se elaboraba- con almidón, hacia tapón para la diarrea; después de desaparecer la empresa refresquera fue sustituido por un 7up; la mixtura de café con tres limones, se transformaban en Limonaté contra la indigestión estomacal; para las agruras y acidez, unas hojitas de hierbabuena o polvo de carbonato disuelto en jugo de limones, ¡ya se la saben!, este cítrico en nuestro país es remedio de todos los males y un aderezo que no puede faltar en las comidas; un té de gordolobo para la circulación venosa y contra las várices; hojas de naranjo para el insomnio y con tal de ahuyentar la tos y resfriado, una ducha con agua de hojas de Eucalipto, y, así, sin quitarse lo húmedo envolver cual tamal con una sábana para la evaporización.

Según mi memoria miope, me hicieron falta tres remedios básicos de la abuela, cogollo de guayabo cocidos en agua, es un infalible contra las crudas, y su hoja al natural frotada en los dientes los limpia y quita algunos problemas de encías, otro es el clavo de olor colocado en la muela que duele, mitiga el dolor, y ya para terminar, un ajo calentado en alcohol envuelto en algodón e introducido en la oreja quita las punzadas de los oídos.

Desafortunadamente ella ya no está entre nosotros, forma parte del aire, de la memoria, la que nunca daba receta, simplemente era pura automedicación, pero lo bien que te curaba esa rara aflicción, más, como siempre con su clásica risa burlona solía decir que “el dolor de muelas en el corazón, ese solo lo quita otra pareja, mejor de la que se te fue”.

jueves, 9 de diciembre de 2021

Modestia aparte.

Los griegos llegaron a considerarla como una virtud que se vinculaba con la humildad, antagónica de la vanidad, el engreimiento, la soberbia y la ostentación, por tal razón la modestia es una cualidad que denota sencillez, moderación, incluso una de sus notables y loables características en las personas es no evidenciar una alta opinión de sí mismos, lo cual se traduce en que por mucho que tenga un ser humano, ya sean riquezas, habilidades, inteligencia, etcétera, de todos modos sigue siendo un humano tan común como los demás.

Es que somos muy dados a presumir nuestros logros, pertenencias y éxitos, pero carecemos de sensatez cuando alguien nos señala los errores que cometemos, ¿cómo evitar la presunción en una sociedad que la reconoce y valora? Para lograrlo, Confucio recomienda “que el hombre superior es modesto en el hablar, pero abundante en el obrar”.

Como todo en la vida, abusar de ser modesto también se vuelve patológico, ¡cuánta soberbia oculta la modestia! Esa mala humildad que aparentamos, o sea, la modestia es muy arriesgada cuando se vuelve un disfraz de la arrogancia, un orgullo modesto cual especie de estrategia que disimula el no aparentar la presunción de cualidades, más, si incidir en ellas, ¿si les queda bien claro por qué los talentosos e inteligentes individuos debemos ser modestos?

jueves, 2 de diciembre de 2021

Mi niñez sabe a salsa de molcajete.



La década de los setentas produjo muchos cambios en estilos y actitudes sociales, fue el boom de la música disco con Bee Gees, Boney M y ABBA, entre otros, durante esos años de camisetas en nailon, pantalones acampanados de terlenka, perdimos a Jim Morrison, Elvis Presley y a Jimi Hendrix, nacen aquellos templos del morbo, las discotecas, donde los jóvenes religiosamente acuden a bailar desenfrenados los fines de semana gracias a la fiebre de Travolta, en fin, un escuincle que iba a saber de las dictaduras, los avances de ciencia, el terrorismo y las nuevas religiones. Sí, un Payasito de la Tele absorbía mis recién incubadas neuronas, además, ni me gustaba ir a la escuela, motivo por el cual, mamá con el Silabario de San Miguel, un folletito de ocho hojas impreso en rústico papel revolución y, los cómics de Editorial Novaro, me enseñó a leer, las matemáticas llegaron gracias a esas calculadoras Maizoro.

En 1975, tenía siete años, mi abuela Ramona y mi madre, de lunes a viernes se levantaban antes de las siete de la mañana a lavar pirámides de ropa de nuestros vecinos de La Colonia Magisterial, antes de empezar se sentaban a la mesa con mantel de plástico floreado a  tomarse un café bien cargadito y a punto de ebullición en la olla de barro, acompañados con sus respectivas conchas, cuernitos o espejitos, mientras a mí me hacían chocolate Rey Amargo en agua, sí, en esa misma mesa que los sábados se utilizaba para colocar la ollotota de pozole cocido a la leña que la abuela vendía a partir de las 6:30 de la tarde, esa mesa, que en aquella foto sepia de antaño se observa descansar los restos de uno de mis hermanos neonatos rodeado de rosas del patio y muchas veladoras.

Lo mejor de aquellas mañanas venía a las once, después de haber lavado un titipuchal, una vez que nos habíamos escuchado las radionovelas de KalimanPorfirio Cadena “El ojo de vidrio” y la de Julián Gallardo “El Redentor” por la RCN, se sintonizaba en el radio de transistores la XEDS Radio Juventud, que amenizaban con rolas de Leo Dan, Roberto Jordán, Mónica Ygual, muchos más, y era precisamente cuando la abuela, esa mujer que era medio canija con los demás, pero a mí me quería un chingo. No consentía a nadie, pero yo le decía: “Abuela, aviéntate una salisita, ¿no?”. Con sus manos roladas agarraba el molcajete, jitomates –al natural, sin azar–, chiles verdes y sal, echándole fuerza con la piedra, quedaba algo exquisito, que lo único que le complementaba era unas tortillas calentadas en el fogón y el centavo de moronas de queso seco que compraba en la tienda de la esquina. Ese es el sabor más chido que tengo de la infancia, y la imagen imborrable ese ritual de mi abuela Ramona que nunca faltaba después de haber lavado, el cual consistía en una Coca-Cola con un Sedalmerck, cuando le tomaba al chesco, ella me decía: “¡Hijo, esto es saludable!»

jueves, 25 de noviembre de 2021

El muerto viviente.



Cuando supe de la existencia de estos espeluznantes seres dentro del bestiario fílmico, fue en una de El Santo, en cuya trama, El Enmascarado de Plata para rifársela tiene que viajar a la isla de Haití, con tal de rescatar a dos científicos mexicanos –¡momento, estimado lector! Desde esas épocas ya contábamos con individuos consagrados a las ciencias, es más, Paco y Pepe de Los Supersabios, se dedican a ello desde 1936–, que habían desaparecido bajo tenebrosas circunstancias, y como ustedes saben, tanto en esa isla como en Brasil, la santería, así como el culto a deidades africanas tiene su origen en el vudú, donde se cree que a través de la magia se logra la posesión de los espíritus y revivir a los muertos, que se conocen como zombies.

En otra cinta se pone de manifiesto el fenómeno zombi, nada más que esta vez Blue Demon y el Houdini región cuatro, Zovek, se agarran a trompadas con un grupo de muertos vivientes que, como aquel video de Thriller, abandonan las tumbas del cementerio en busca de asesinar a los vivos, por cierto aún no se les ocurría la loca idea de volverlos caníbales como hoy gracias a la serie de The Walking Dead, los conocemos.

Ahora que se aproxima mi cumpleaños número 53, y que indudablemente voy ingresando al primer semestre de hacerme mayor, ¡uy, qué pinches asignaturas me esperan! Pues me doy cuenta de que conforme pasan los años, paulatinamente uno se va transformando en zombie, gracias a esa mala alimentación –¡qué rica sabe la comida que deja transparente las servilletas de papel!–, fumar como chacuaco, echarte las chelitas bien elodias hasta ponerte mostro en fiestas o por puro gusto, el tiempo nalga que invertimos en las oficinas, lo mismo que viendo televisión y en mi triste situación escuchando música, lo cual provoca que se nos desconchinfle el corazón, los pulmones, el hígado, páncreas, modifique la glicemia, mientras que la ciática y el ácido úrico nos hacen caminar arrastrando los pies como las citadas criaturas del celuloide, si a ello le agregamos las reumas, ansiedad, colesterol alto y la obesidad, ¡híjole, esto pinta rete gacho! Pues sin estar conscientes de ello, día a día vamos muriendo.

Entonces, sin que nadie nos aislé, solitos nos apartamos del bullicio, las desveladas –que ya ni las aguantamos por cierto–, pues para un humano cuya red social siempre ha sido la calle, y no como ahora que se cae Facebook e Instagram y ya es el fin del mundo, alejarse del contacto de los demás, lo deja desarticulado de su entorno, cuyo consuelo es seguir esas modernas fotonovelas que son las selfies de cualquier red social y ver la vida de otros a través de Netflix, en fin, qué más puede pedir un muerto viviente a quien cada día le aceleran su cronometro.

jueves, 18 de noviembre de 2021

Nacidos para segundear.








En los espacios laborales donde no existe un organigrama cuya forma gráfica describa su estructura organizativa, en ocasiones se generan un sinfín de confusiones que no permiten identificar las funciones y relaciones jerárquicas de los empleados, ello indudablemente genera una cutre situación, si entre los subalternos del jefe existen aquellos que mediante salmearías, adulaciones y regalos, se vuelven sus “segundones” –olvidándose de quien cuerda te da, ahorcado te quiere ver–, es decir, tal distinción naquever con un título peyorativo, pues no es nada fácil andar a sol y sombra afianzando a otro para que piense que toooodoooo lo que dice y hace es la neta del planeta, pero ojo, ellos bien saben que a cambio de toda esa lambisconería, jamás recibirán migajas, pues siempre estará acechando por sus desamuebladas cabecitas, lograr el inalcanzable primer puesto.

Un segundón no es una actitud nada deleznable, es en realidad una actitud dura y sacrificada que se desarrolla a la sombra de una figura importante dentro de la escala laboral, pero que goza de los privilegios de poder disponer de sus colegas como si este fuera el mandamás, lo que los aparta del anonimato, pues se vuelvan incluso hasta más importantes y respetables que el mismísimo jefe. Como lo dicta la sabiduría de los “Memes”, detrás un adulador, siempre habrá un incompetente, por lo tanto, al sentirse con potestad sobre los demás, intenta por cualquier medio limitar el crecimiento de sus compañeros a quienes ya no considera sus iguales, los hace ver como sí su chamba no rinde y que desperdician la jornada laboral en otras cosas.

La situación en la oficina se torna muy tensa cuando cambian de jefe, y al segundón ni lo nombraron como él esperaba, lo peor es que a partir de esa nueva administración, le quedan dos opciones:

a) Iniciar de nuevo con el Frutsi y la torta, las lambisconerías, adulaciones y servilismos

b) Volverse el adversario de su nuevo patrón y sus respectivos segundones.

La segunda opción únicamente los hace pensar con las tripas y no con el cerebro. Por lo tanto, para evitar la proliferación de esta nociva fauna, ¡por piedad, elaboren organigramas! Así, cada empleado entenderá la jerarquía dentro de los departamentos, quiénes son sus subordinados, además de saber sus respectivas funciones, y lo más importante, que alguien concientice al patrón de que la culpa no es del indio, sino del que lo hace compadre.

jueves, 11 de noviembre de 2021

Arqueólogo de canciones.

Creo que nuestro estado es el único que por estar a la “vanguardia” –voy a llamarle de esa forma a todos aquellos que se creen modernos por el simple hecho de tener un teléfono celular de última generación–, se empeña en desaparecer de forma física esa curva cerrada cuyos puntos equidistan en el centro llamada circunferencia y que en un disco compacto lograba su máximo esplendor al ofrecer en un círculo varios tracks o canciones que uno disfrutaba escuchándolas mientras pasaban infinitas horas nalga; en estos tiempos modernos, quienes dicen disfrutar de la música, para mí son melómanos del villamelón que están haciendo que los colimenses vivamos la extinción de este formato, presumiendo que tienen chorrocientas mil canciones en una memoria USB o que en su enorme bocina marca Patito las escuchan en línea.

Al comprar un disco, en lo personal vivo un ritual, de entrada, mirar la portada, existen algunas icónicas, gracias a los excelentes diseñadores. Dato que tal vez no sabes si tu medio de oír canciones son plataformas de música en streaming o compras USBs, abrir el celofán de la envoltura, sacar el librito o booklet, leer los créditos de los autores, seguir la letra de las canciones mientras lo oyes. Pasar 45 minutos o más de una hora del ocio en mundos infinitos, pues hay canciones que abren mis pensamientos a lugares inverosímiles, historias o situaciones oníricas, viajes interestelares del cuarto donde me siento a escucharlos; para mí, la música es un elemento liberador las veces que mi realidad está muy jodida una canción me eleva, cambia el estado de ánimo.


La profundidad y calidez del sonido del Disco Compacto, casete o vinilo –bueno, sin dejar de lado el clásico ruidito entre una canción y otra cuando este ya tiene sus años, así como la deformación del audio en el momento en que la aguja de la tornamesa se acumuló el polvo–, son soplos de armonías y jubilo. Quien firma lo que escribe prefiere la música en físico, ya sea en vinilo, CD o casete. La verdad nunca me he animado a comprar música en plataformas, pues tengo la idea de que estoy comprando unos y ceros, prefiero el fetichismo de poseer un objeto, además, en streaming debido a los contratos con las compañías disqueras de la noche a la mañana desaparecerán tus rolas predilectas, es decir, hoy puedes tener la discografía completa de Kiss, y al día siguiente no.

Es una pena que las generaciones actuales no sepan de fidelidad, oyen sus canciones comprimidas y de mala calidad de audio, convirtiéndose en bocineros que solo aturden, y llegan a creer que Bohemian Rhapsody es de Robbie Williams o que Angels es una canción original de Yuridia. Por eso prefiero ser un arqueólogo de canciones, que se informa de la fuente directa de un disco compacto, uno gramofónico, así como de un casette.

jueves, 4 de noviembre de 2021

Espectro del humorismo blando.

En estos días a uno le llegan sensibilidades del más allá que lo ponen bien acá, y es que entre tanto recuerdo de aquellos momentos que compartimos con los que ya se fueron de este mundo, pero que viven en cada cachito de la lacrimosa nostalgia, ahora que he cambiado los chiclosos Coronado por caramelos de omeprazol, así como las riquísimas tabletas en colores de ibuprofeno y en lugar de estrenar un huachinango Casio o Swatch, mi vida se llena de orgullo con ese tensiómetro digital que me dirá cómo anda de marchito mi corazón, y es que como dijera el maestro Jaime López en la introducción de la rola del Testamento del genial Rigo Tovar: “ora loco que presiento que me muero poco a poco, ya de ruco y agüitado me salió lo preocupón, chance en una de esas se desconchinfla el corazón”.

Hijos de La Malinche y de Hernán Cortés, que les puede decir un tipo que durante la infancia su bagaje cultural fue enriquecido por las letras del KalimanLa Familia Burrón y Memín Pinguin, ese mismo que cada 1 y 2 de noviembre, despuesito de venir de El Campo Santo, a deshoras del anochecer con los cuates de la esquina, unas varitas de madera eran nuestros médiums para entablar comunicación con los espíritus chocarreros. Nunca nos atrevimos, entre las tinieblas de la noche, a ponernos frente a un espejo con veladora en la mano, pues nos daba ñáñaras ver nuestro reflejo de cómo íbamos a quedar de muertos, es más, ni con 52 años de edad me aviento a hacerlo. 

Mientras sean peras o sean manzanas, que por cierto en estas épocas extraño los perones, uno continuará ignorando lo que el frío eterno de la Calaca nos deparará. El inframundo estará pior que aquí, espero que allá no salgan con la mamarrachada de pedirte una identificación para saber quién eres, pos acá nos tienen atiborrados con la del INE, la CURP, un RFC, el acta de nacimiento, la Cartilla del Servicio Militar y la Fe de bautismo, ah, y además del comprobante de vacunación, ¡híjole y si te pusiste la Sputnik V! ¿No te la hará de tos San Pedro? A fin de cuentas, en el muy acá de nuestro México, lindo y qué Rigo, todos los días son Día de Muertos, pues uno a diario se encuentra ciertos espectros del humorismo blando.

jueves, 28 de octubre de 2021

Something creepy.

Mucho antes de que existiera Siri o Alexa, la niñez de los noventas contaba con Los Furbys, que eran unos muñecos afelpados con cierta inteligencia artificial, o sea, no eran tan listillos, pues su programación básicamente consistía en una simulación de aprender a comunicarse con sus dueños, vendiéndote la idea de que con el tiempo estos juguetes adquirían un carácter y personalidad propia, tanto así, que la Seguridad Nacional de nuestros vecinos del norte prohibió la venta de estos simpáticos juguetitos en 1999, dizque porque eran capaces de memorizar y repetir las palabras que escuchaban, llegando a considerarlos como complejos dispositivos de espionaje.


Al principio, estas figuras hablaban su propio idioma “Furbish”, obviamente que la mercadotecnia con tal de vender más – ¡no marches, 27 millones de unidades en 1998! –, opto por sacar al mercado Furbys que platicaran en el lenguaje de cada país. Ahora que se aproxima la fecha de El Día de Muertos, viene a mi memoria miope, cuando a mi primito, por su cumpleaños le regalaron uno, recuerdo que era en color azul celeste con el pecho amarillo, y que cuando lo desempacó luego de colocarle las baterías, fue un lio hacerlo hablar, únicamente abría y cerraba sus redonditos ojos y daba chacamotas. Luego cuando se le ocurrió llevarlo a la primaria, durante las clases empezó a hablar a tal grado que fue a parar a la dirección de la escuela.

El juguete durante todo el día ni una sola palabra decía, pero en el silencio de la noche no había forma de callarlo, entonces, mi tío harto de estar harto, una madrugada le quitó las pilas, regresando así la tranquilidad. A los tres días, cuál sería la sorpresota de que al llegar del trabajo ve al primito sentado en el suelo con El Furby riéndose de lo que este le platicaba, inmediatamente le pregunta a la tía si le había colocado las baterías, ella respondió que no, molesto se dirige al chamaco regañándolo, al entregárselo descubre que el juguete en su interior no traía las pilas… Esa noche no pudieron dormir de la siniestra experiencia vivida, mientras en la fría noche de ese 31 octubre, el juguete era transportado por el camión recolector de basura, ya sin su peluche –que la neta lo hacía ver más espelúznate–, pero, entre la montaña de desperdicios aún se le escuchaba hablar.

jueves, 21 de octubre de 2021

El derecho a la educación media superior.

Desde 2012 la enseñanza media superior forma parte de la educación obligatoria en el país. La decisión, además de establecerlo, fijó diez años como plazo para la universalización del acceso. Cuando el tiempo se acerca, se observan progresos tímidos, porque todavía se quedan fuera 25 de cada 100 adolescentes en edad de asistir al bachillerato. De acuerdo con las cifras más recientes publicadas en un artículo de Victoria Heredia, profesora de la UAL en mayo del 2020, en nuestro País, el promedio de alumnos que concluyen sus estudios de nivel medio superior es de 68%, y los que la abandonan 32%. La cantidad de mal llamados “desertores”, refleja las dificultades para que las escuelas puedan retenerlos con pedagogías adecuadas, planes y programas pertinentes y políticas institucionales sensatas; pero también, y en gran medida, la insuficiencia de las políticas sociales y del modelo económico que distribuye selectivamente la riqueza y desvergonzadamente la pobreza.

Con las tendencias que hoy se aprecian, la meta de universalizar la educación media superior es imposible, incluso en estados como Colima, con un acceso levemente mejor. El problema, entonces, es doble: por un lado, lograr que todos quienes tienen la edad para cursarla, puedan inscribirse a un bachillerato, permanecer allí y terminarlo en el tiempo establecido. El otro, de cuyos rasgos ya tenemos evidencias, es la calidad de los aprendizajes que obtienen a su paso por las escuelas, solo basta echarle una mirada a aquellos fascículos informativos de los resultados del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (PLANEA).

Cantidad y calidad, en la tercera década del Siglo XXI, son todavía un reto complicado que el Estado mexicano ha sido incapaz de superar, pero que pone en jaque la concreción del derecho a la educación para millones de mexicanos. Frente a ambos retos no puede haber medias tintas: no resolverlos es un atentado crucial a las posibilidades de siquiera aspirar a una vida digna.

Qué hacer frente a esta condición crítica que ostenta la educación media superior no es pregunta fácil. La diversidad del país, en muchos aspectos, vuelve improbable pensar en recetas universales y menos, mágicas. Los contextos de cada entidad y en su interior, de cada región, de cada subsistema o institución, obligan a diseñar políticas distintas, sensibles y basadas en evidencias. Qué hacer admite, primero, buenos diagnósticos, luego reconocer avances, identificar dificultades y definir proyectos alternativos. El país no puede lanzarse en aventuras delirantes e insensatas. Los avances, siendo magros y desigualmente repartidos, existen, como hay esfuerzos genuinos, valiosos y encomiables en todas partes. Eso es imperativo: reconocerlos y alentarlos.

Profundizar los progresos, colocando a las escuelas en el centro de la acción educativa, pero tomando como la bandera que los profesores y directivos asuman a los aprendizajes como la savia vital; aprendizajes en todos los sujetos, no solamente en los estudiantes.


En el orden estructural, se precisan presupuestos extraordinarios. Muchas escuelas de media superior, en especial las que fueron impulsadas por el sexenio pasado (telebachilleratos) funcionan en condiciones precarias, en contextos depauperados y regímenes laborales inaceptables. En los telebachilleratos, como en los centros de educación media superior a distancia (EMSAD) se repite una desgracia que atraviesa todo el sistema educativo: la educación más pobre la reciben los últimos en la escalera social que llegaron apenas a arañar la inscripción a un plantel.

Los desafíos y alternativas existen también en el ámbito de las escuelas, no todo es responsabilidad de los políticos y los gobernantes, ni de quienes toman las decisiones de mayor alcance, pero su rol será decisivo para el futuro de la educación media superior y de los millones de mexicanos que hoy, y en los próximos años, llegarán a las aulas para cursar un buen bachillerato o solo para ser desterrados a la exclusión social.

jueves, 14 de octubre de 2021

Letras prohibidas.

Frank Zappa cierta vez dijo que las pretensiones de censura en su país eran como querer quitar la caspa decapitando a la persona, sus vecinos de por acá no nos quedamos exentos de tales prejuicios, un claro ejemplo es el que aborda Federico Arana en su libro: Guaraches de Ante Azul, donde menciona que el bolerista cubano José Antonio Méndez cambio la siguiente letra de su canción: “Renuncio a Dios porque al tenerte yo en vida. No necesito ir al cielo…” haciendo el remiendo puritano de: “Bendito Dios porque al tenerte…”; debido a las inquisitivas intenciones de quienes intentaban fomentar las sanas y buenas costumbres en nuestro país, esto, orillo a los primeros grupos de rock mexicano a realizar adaptaciones simplonas e inocentonas, modificando la letra original de algunas canciones del rocanrol de los sesenta por otras que contaran con la aprobación eclesiástica de la sociedad.

Así nos encontramos que Good Golly Miss Molly de Little Richards narra las peripecias de una sexoservidora que chambea un titipuchal, se le llamó La Plaga, cuya letra en español trata sobre una chamaca que baila tan bien que el cantante enamorado de ello, solo quiere llevarla al altar. Otra canción de Ricardito -como le decían al Arquitecto del rock and roll, en Tierras Aztecas-, Tutti Frutti, en la que se alardea de las habilidades sexuales de sus amantes con textos libidinosos como “boy, you don´t know what she do to me”, que se traduce como “chico, no sabes lo que ella me hace”, en la letra mexicana, se convirtió en la historia sobre un joven que le ofrece a su novia helados de sabores para demostrar su amor. Enrique Guzmán en su traducción de la canción Boney Morony, del músico Larry Williams, en donde la letra original incluye textos sugerentes como: “Oh how happy now we can be, making love underneath the apple tree”, opto cambiarlo por “Popotitos no es un primor, pero baila que da pavor, a mi Popotitos yo le di mi amor”.


Irónicamente con el arribo de los roqueros bilingües a principios de los setenta, los autores al escribir las letras en el idioma de Shakespeare se dieron vuelo, ahí tenemos el rasposo tema Nasty Sex, de La Revolución de Emiliano Zapata, en donde se canta: “Can’t you see that this kind of sex is gonna let you down?” o la rolita Easy Woman de El Ritual con fragmentos como: “I wanna-wanna touch your skin now, I wanna-wanna feel your legs now. Take it from me!”, y que por ignorancia de quienes examinan el contenido de las canciones nunca se suprimieron o modificaron su contenido, convirtiéndose en las favoritas de la radio y de programas de televisión, es más, hasta Raúl Velasco alguna vez los invitó a Siempre en Domingo. En fin, si alguna vez pensaste que las canciones eran el ágora de la expresión, no caíste en la cuenta de que el contenido de sus letras se vería amenazadas por diversas formas de censura a lo largo de los tiempos. Algunas en la actualidad tampoco están exentas de esa lacra.

jueves, 7 de octubre de 2021

Un afilado eslabón.

Es un sábado cualquiera, de pronto la cotidianidad se rompe gracias a los acordes de determinadas notas en la escala musical de una flauta de plástico bicolor –dicen que el Dios Pan de la mitología griega poseía un instrumento musical semejante a ese–, cuyo sonido anuncia a varios puntos de la geografía urbana, el arribo a las empedradas calles de la colonia del afilador, como siempre montado en su bicicleta lechera que en lugar de pintura en su estructura metálica, la recubre polietileno de varios colores, así como las bolitas que suben y bajan en cada vuelta de las ruedas.

Cual flautista de Hamelín, amas de casa, trabajadoras del hogar y chiquillos juguetones salen tras de él, las dos primeras a solicitar de sus servicios, mientras que los terceros lo siguen por simple curiosidad; quien firma lo que escribe al escucharlo experimenta la nostalgia de su sonido que se equipara en mi memoria miope a la campanita de la máquina de escribir al llegar al final del rodillo y al silbato del tren que fueron devorados por el monstruo de la indiferencia.


Artesano nómada que se rehúsa al olvido en tiempos modernos invadidos por la jodidísima cultura del consumo basado en el uso y deseche, sujeto que desafía la evolución tecnológica de las cocinas, gracias a esa ínclita labor de sacarle filo a los cuchillos y tijeras a través de la rueca de piedra que porta en la parte trasera de su medio de transporte, la cual hace girar con unos pedales, alargando así la vida útil de los citados utensilios.

Puedo finalizar comentando que este empleo heredado de generación en generación, es un arte debido a la destreza y precisión en el manejo del esmeril o que quienes lo desempeñan lo hacen con gusto y orgullo, pero lo más probable es que estaría aludiendo a una ilusión de mi parte, pues, es en realidad la fuente de ingresos de quienes lo practican. El día en que ya no los escuchemos por nuestro barrio o colonia, correríamos el riego de perder un trozo del eslabón en nuestra identidad.

jueves, 30 de septiembre de 2021

¿Por qué no puedo ser como tú?

Años atrás, antes de que un ojete virus nos robará la libertad, había pachangas de esas que en el merequetengue uno podía comer hasta reventar los botones de la ropa cual rosal de jardín, tomar líquidos de dudosa procedencia que nos hacía platicar con los monstruos, bailar rompiendo el piso que yo lo pago y echar la chacota entre decibeles altísimos, aquello era toda una ecolalia del parlanchismo sin freno de los invitados y gorrones. Quien firma lo que escribe nunca ha sido afecto de convivir entre varios humanos, pues el ánimo de los tragos hace que esa socialización concluya con antipatías.


Estando en una de esas fiestas, mi prima harta de que su primogénito no le deje estar en la guáguara, con enfado le dice: “Si continuas así, lo más seguro es que cuando seas grande vas a ser como Marcial”, en mi oído tales palabras se escucharon como cuando se te raya un vinilo, de pronto dejé de oír la música y las charlas, para responder: “¿Por qué prima? ¡Sí es tan chingón!” (Nótese apreciado lector, que socializar de esta forma me obliga a recurrir a mecanismos de defensa tan baratos como el antes expresado). Ella solo se limitó a señalarme a su hijo.

En la noche, lleno de morbo y curiosidad, visité el Facebook del escuincle, ustedes saben, esa idiotez del orgullo paterno de crearle una red social a un menor de edad con tal de presumir sus hazañas, méritos y virtudes -3, 2, 1… me acabo de ganar más haters-, además, uno ahora puede encontrar un titipuchal de respuestas o referencias de cualquier persona en Instagram, Twitter, TikTok, etcétera; al ver sus fotos, me di cuenta de que si se parece a mí, pues, desde que nació ha sido cachetón y gordo como yo, juega monitos, hace dibujos de sus padres con crayolas tipo pintura rupestre en donde les escribe frases de cariño -¡ay, ternurita! -, al terminar de stalkear, pensé, ni modo… ¡Éxito, para ti chamaquito!

Ya relajado y después de escuchar Oxygène, ese perrísimo álbum de Jean-Michel Jarre, llegué a la conclusión de que mi prima espera que su hijo no sea como yo -repito… ¡Éxito, para ti chamaquito! -, nada más que al observar esas fotos que ella misma y su marido subieron, así como le cuelgan cualidades e ideas llenas de buena voluntad, sentí padrísimo porque yo ya no tengo que esperar, la neta, de niño yo nunca fui como él.

jueves, 23 de septiembre de 2021

Simulacro de tensión.

Los sismos del 19 de septiembre de 1985 y 2017 -¿qué onda con la naturaleza? ¡Mira que provocar dos movimientos telúricos en una misma fecha! Me da la impresión de que fue su desafío al supuesto pensamiento crítico y racional-, permanecen indelebles en la memoria de cualquier chavoruco coleccionista de discos y monitos; días de susto y de darnos cuenta de lo mejor y lo peor de la población, manifestaciones de solidaridad no solo de nuestra gente, sino de otros países, el simbólico puño en alto en señal de silencio para escuchar a los sobrevivientes debajo de las montañas de concreto y varillas, ese puño en alto que significaba la esperanza, los ánimos por continuar la búsqueda y la resistencia de los mexicanos en no dejar sacudirnos por las tragedias.

El domingo pasado surtiendo mi tísica y desnutrida despensa en cierta cadena de supermercados cuyo nombre omitiré para evitar ser vetado, digo, si me la hacen de tos por la bolsa de rafia color sarape que llevo, pues casi siempre los muy ojetes vigilantes me la quieren quitar, ¡ya se imaginarán si digo cuál tienda es! Esa mañana mientras me tomaba la temperatura con el termómetro infrarrojo y untaba mis manos con gel de dudosa elaboración, el personal del ingreso explicaba que iba a haber un simulacro para que no nos asustásemos al escuchar las alarmas y que siguiéramos las rutas de evacuación.


Estando en el departamento de abarrotes, uno de los empleados me dice que están sonando las sirenas de las alarmas -que por cierto ni se escuchaban-, y que tomé la ruta de evacuación siguiendo los señalamientos, al llegar a la salida de emergencia cinco personas y quien firma lo que escribe nos encontramos con la sorpresa de que ni con seis brazos la barra de pánico de la puerta de emergencia abría. De pronto llega un personal de la tienda y nos pide que salgamos por la salida principal, donde un tumulto lo hacía al igual que nosotros. En el estacionamiento había unas chicas con cartulinas que tenían escrito: “Zona segura”.

Mucha gente se fastidió y casi abuchearon al gerente, mientras este con cara de “trágame tierra” nos miraba de reojo como los perritos regañados; poco a poco entre la guasa y refrescadas de madres, ingresamos al interior del supermercado, estuve a punto de regresarme y decirle al administrador que su simulacro fue un éxito, pues sin tratarse de ninguna calamidad, había descubierto un titipuchal de oportunidades de mejora, si las corregía, lo más probable es que brindaría un lugar seguro a la clientela, pero no… no regresé, me ganó más mis prisa que la solidaridad de alzar el puño, por ese semejante que apenas hacia ruido entre los escombros de los escrúpulos y las varillas de la humillación, ¡pinche egoísmo de mi parte!

viernes, 17 de septiembre de 2021

Lo insólito.

La Feria de Todos los Santos, fue para mí, el primer parque de diversiones que conocí, la primera Rueda de La Fortuna que mis infortunios económicos no me permitieron subirme, pero me consolaba ver como otros se divertían, chistosísimo era observar como la chaviza se bajaba escurriendo agua de los troncos mecánicos, pero con unas risotadas, me erizaba la piel ese juego llamado Ratón Loco y ni imaginarme adentro de La Casa del Terror, con La Momia Azteca, ¡ay nanita! El Conde Drácula de acento yucateco que te invitaba a entrar, es más, ese tono de voz era semejante al de los gritones que ofertaban loza y ponchos para el “terrible” frio que hace en Colima. Épocas sin celular que estar viendo a cada rato, ni consultas por internet, uno se sumergía en los olores a perones, dátiles, fresas con cremas, quiebra muelas y el juguito de caña con su limón, además de la guasa de los amigos que nos sentíamos por unas cuantas horas como personajes de teleseries gringas.


Confundido entre los juegos mecánicos, había un espacio cerrado en cuyo exterior ilustraban lo que verías en su interior, unas enormes pinturas de seres extraordinarios, como sacados de La Metamorfosis de Kafka, sí, semejante a cuando Gregorio Samsa despertó esa mañana después del ojete sueño intranquilo, verse transformado en un insecto, nada más que los personajes de este espectáculo eran mitad humanos y mitad animales, así te encontrabas a la Mujer Tortuga, una Sirena a la que quería oír cantar, para comprobar la negación de Ulises de escucharlas, La Gorgona Medusa con su cabellera de serpientes que nadie se atrevía a mirar de frente por miedo a quedar convertidos en piedras, ¡chin, pinche ser catónico, y sin Perseo que nos eche la mano! Si a ello le agregamos la voz ñera del narrador al gritarle: Señorita Marbella, ¡dígales a los presentes porque tiene cuerpo de culebra! –“Por una maldición de mis padres, porque no obedecía, y un buen día, así amanecí”. La mirada triste de ella jamás la olvidaré, eso fue traumático. Bueno, además de observar en el herpetario de King Tawita, como una víbora se comía a un tierno pollito.

Ahí sí que invertía mi raquítico y tísico domingo, con tal de ver lo insólito de esas sombras errantes surgidas del México profundo, bastiones macizos del subdesarrollo de nuestro país, tramoya de la desigualdad entre las familias acomodadas y las familias que son un ejemplo cruel de que la canija vida es un hueso difícil de roer. En fin, tenemos en nuestro país un buen de ferias, desde la que a veces traemos en la cartera, las del Libro, del empleo, profesiográficas y esta que les acabo de narrar, que probablemente vivirá para siempre en mi miope imaginación.

jueves, 9 de septiembre de 2021

Bandeja de entrada.

Es común que cuando colocó en el muro de mi Facebook esos artículos que me hace el paro de publicar El Comentario, algunos les dan “me gusta”, otros por inbox comentan algo al respecto. Algunos tienen razón, la verdad si soy pesado y mamón, lo que se ve no se pregunta, como dijera nuestro mito viviente Juanga; los que me conocen, pero ni idea de quién soy, saben que no me hago “el buena onda”, ni me gusta sonreír cuando me está llevando la tiznada, no sé disimular mis enojos, qué le voy a hacer, así no me educó mi jefecita, admiro a las personas que ponen más acción que choro en sus actitudes, además, el mundo siempre ha estado de la patada, con la diferencia de que en la actualidad las redes sociales nos lo argüendean al instante y lo más lamentable es que algunos usuarios le pintan más colorado el rojo de los eventos, de esos que disfrutan del mal ajeno, pero… qué sucede cuando a ellos les pasa, pos no, quieren que todos callemos su “mal de ojo”.


A veces me da la impresión de que nos han acostumbrado a que los que se atreven a escribir, sean hipócritas y aparentes, que siempre subrayen sobre lo bien que vivimos sin reflexionar en lo mal que estamos, de esos que les llaman ahora los millennials “súper mega cool”, pero que en realidad no lo son. Es más, yo ni escritor soy, lo máximo que he escrito es un texto de 16 páginas que lo tengo en casa, y una que otra colaboración en libros, mi profesión es la docencia, que hasta a veces me da la impresión de que la ejerzo mal, pues nunca he ganado como “El Mejor Docente” en mi bachillerato, ahí sí, soy como el Cruz Azul, “El ya merito”, y nunca pues. Como ya lo expliqué en el párrafo anterior, no sonrió cuando no tengo ganas, pero si lloro cuando vale la pena y hago berrinches cuando me hacen enojar, híjole, lo más probable es que por el simple hecho de haber escrito esto, ya hay dos que tres resentidos que le darán reenviar a mi texto con el argumento de: “¡no marches, ese pinche presumido del Marcial, se cree muy nalga!”

¿Qué se le va a hacer? Si la sociedad está acostumbrada de que cuando le hablas con la neta, debemos de hacerla de tos en contra de alguien o algo, para ellos eso equivale a honestidad, a no ser hipócritas… y lo más lamentable es que a la inmensa minoría les gusta, te dicen por el inbox, ¡qué bueno que la estás armando de pedo! Ahí es cuando ni se las creo, la vida me ha enseñado que debo de cuidarme de “La mano amiga ojete”, esa que te palmea o te soba como si fueras cachorro, pero si alguien le pide su opinión de ti, es el primero en echarte tierra, ¡qué se le va a hacer, si hay gente de ocho meses, esos que ni sus madres los aguantó en el vientre! Como ustedes saben, la gente que odia es la más fácil de manipular, pues a veces ni saben lo que están detestando, y siéndoles sincero sin dejar de mentir no me gusta calentar cabezas. Espero sus comentarios en mi bandeja de entrada.

jueves, 2 de septiembre de 2021

La flota bicivoladora.

Mucho antes de que los enormes espectaculares de las tiendas con doble equis cubrieran nuestro pintoresco panorama de tendederos con desfile de ropa interior de los vecinos y los tinacos lamosos sin tapas que hay en las azoteas, así como los tenis rotos colgados en los cables de teléfono juntos con las bolas que se ponen de moda en la feria, durante mi niñez conocí a un grupo de adolescentes que cansados de ir a pescar tripones al río Colima con fisga artesanal confeccionada de un rayo de llanta, así como de cortar guamúchiles a San Cayetano, decidieron construir una pista de bicicross en lo que hoy se conoce como el Jardín “Josefa Ortiz de Domínguez”, de la colonia Corregidora.

Gracias a ellos nació en el óvalo del pozo artesiano que se ubica en el corazón del citado jardín, la curva peraltada, las rampas King Kong y rompe rilas, en donde estos chamacos organizaban competencias con tal popularidad que hasta algunos popis de ese entonces como La PuercaEl AjiurEl Farmacio y La Changa se les sumaron; después, algún arriesgado empresario las comercializó en pistas profesionales en Villa de Álvarez, mientras que en la Unidad Deportiva Morelos se concursaba tipo exhibición con trofeos, medallas y dinero en efectivo a los ganadores, sin champaña con qué celebrar, pero si con unos chescos bien fríos y productos Costeño.


Eran las décadas de los setenta y ochenta, sin la existencia de los medios de comunicación que contamos en el Siglo XXI, estos jóvenes se enrolaron a participar en competencias a Guadalajara; mis hermanos, quienes formaban parte de esa flota, le dijeron a la jefecita que iban a ir a visitar a unos parientes de por allá. Con la bendición de ella y la confianza que siempre tuvo a sus retoños los dejo ir. Partieron pues mis carnales junto con el TitinoShaggyCabinhoPopochas y El Buches, bicicleta al hombro hacia Guanatos, en esa quimera legendaria llamado tren, que representaba la fuga, la libertad, las ganas de competir por el desmadre y conocer nuevas chicas, quienes atraídas por el complejo de cavernícola que veían en ellos la respuesta al despertar de su sexualidad y, una manifestación rebelde ante la momiza de sus padres, demostrándoles que ya eran mujeres dignas de merecer ese sudor que se transpira con el gusto de darle deleite al cuerpo.

Hoy cada vez que veo a través de Netflix a los chicos de la serie de “Stranger Things” correr en sus bicis por los suburbios de Hawkins, viene a mí un flashback borroso de aquella flota deambulando por las transitadas avenidas de una ciudad speedica, como la recién graduada de metrópoli Guanatos, sorteando coches, calandrias, peatones y motos, mientras en sus walkmans infectadas de frenesí por la canción de Queen “Bicycle Race”, se miran con una enorme sonrisa, durmiendo por las noches en medio del círculo que hacían con las biclas en los andenes de la estación de trenes, sin pañuelos que les dieran la bienvenida o despedida, pero siempre en sus transportes, que volaban a través de su imaginativo colectivo.

jueves, 26 de agosto de 2021

Sin remitente.

En este país la gente padece mucho ese pedo de competir, se transita por las polvorientas y contaminadas calles de Colima comparando la mejor bicicleta, moto o coche, con el retrasadísimo propósito de que no superen a los de ellos, otros se dedican a observar quién te gana a vestir con garras de buena marca, ¡weeey, si la única marca de calidad es la que te deja el cinturón, así como el resorte de los calzones Ramírez, donde una vez estuvo la cintura y el pinche elástico de los calcetines! En las redes sociales sobran esos que se creen muy nalguitas, atorones, contestatarios, así como “yo soy más cabrón que todos mis pendejitos contactos”, por eso me atrevo a tirarle inmundicias a cualquier autoridad y a las instituciones, para esta clase de vatos lo mismo les da ofender a chairos que a fifís, es más, a veces dan la impresión de que pertenecen a ambos bandos, pero la neta es que no son tan reatas como lo presumen.

En realidad, existen individuos que, sí tienen transportes lujosos, se visten de las mejores marcas, que sí son chiludos y bien bragados, pero que ni lo presumen ni lo cacaraquean; si a ello le agregamos que hemos regresado a la desaparecida Guerra Fría de los 80’s en donde rojillos siempre estaban de la greña con los capitalistas. Para qué nos hacemos tarugos, si ser capitalista bien que nos repapalotea un titipuchal, acuérdese mi estimado lector que de niño disfrutaba sacando sus despiadados y peores instintos al aplastar a sus amiguitos jugando al Turista Nacional. A quien firma lo que escribe no le late ser así, se ve uno bien ridículo pretendiendo ser lo que no se es.


En fin, qué le vamos a hacer, con todos esos revolucionarios de teclado que tampoco lo son, que cuando leen mis artículos dicen que les da hueva la gente que se cree chingona, la neta, yo no escribo por demostrar que soy más inteligente que otros, ni pretendo pertenecer a esa casta sacerdotal que es la intelectualidad, no, y menos me preocupan esas nimiedades de que cuelgo en el Facebook fotos más perronas que las de otros, que escucho música mejor que la que tú oyes, porque cansa y ahí sí, es de hueva, igual este texto no va dirigido a nadie, ¡weeey, no lleva remitente! Bueno, pueque a lo mejor sí, en el sentido de que es para esos que saben criticar en buen pedo (lo que les lata o no) y que quede bien claro que yo no estoy en competencia con nadie.