jueves, 27 de junio de 2019

Suerte.

Gracias a un lector, por fin me cayó el veinte de que no a todas las personas les importan esas cosas que rondan por mi cabeza, ¡neta, es que a todos les vale un carajo lo que escribo! Creo que esta vibra enojona que traigo ha hecho que la gente empiece a alejarse de mí, es más, hasta mi pareja está cansándose de eso y ya ni le caigo bien cuando sonrío. De nada sirvió ir a la pirámide de El Chanal durante el equinoccio de primavera a llenarme de energía positiva, si un comentario iba a atrofiar mis torpes intentos de articulista, creo que ya es momento de quitar esos ajos con el moño rojo y el borreguito detrás de la puerta, para atraer la fortuna y alejar la energía negativa.

Salí corriendo al mercado “Manuel Álvarez” en busca de un Pajarito de la Suerte, esas aves que salían de sus jaulitas coloridas para sacar con su pico de una caja cierto papelito al azar con el destino astrológico escrito a cambio de una dotación de alpiste, para mi desgracia los locatarios aseguran que desde hace más de veinte años que ni se ve ninguno, ya se imaginarán por qué la profesión de estas aves desapareció; le pido al yerbero un trébol de cuatro hojas, sale con el cuento de que se le acabaron. En un fallido intento por tocarle la cabeza al pelirrojo carnicero, éste se molesta al grado de refrescarme la memoria de mi santa jefecita; voy a la casa esotérica de al lado en busca de una herradura con colorines incrustados que tampoco encuentro y el administrador se encabrona cuando en mi desesperación intento sobarle la panza a la efigie del Buda de la entrada, para colmo en el restaurant chino se terminaron las galletas de la suerte, además, los muy ojetes no quisieron venderme ese gato dorado tipo cerámico que mueve la manita.

Ahora comprendo por qué esos aspirantes a licenciatura el pasado jueves, antes de realizar el Examen Nacional de Ingreso, se deseaban suerte, y quien firma lo que escribe en su terco escepticismo se admiró de escucharlos, pensando: ¡No manches, basta con estudiar bien! Siempre he creído que si un pájaro hace sus necesidades fisiológicas sobre la cabeza de alguien es pura casualidad, si me toca el corte de caja en el súper o la fila es larga para realizar algún pago es por culpa del destino, igual también cuando me estoy haciendo del baño y la persona que se encuentra adentro no sale. Suerte, ¿dónde andas ahora que tanto te necesito? ¡Buaaaa!

jueves, 20 de junio de 2019

¡Se robaron mi idea!

Por mucho tiempo llegué a creer que ese cuento de que el Himno Nacional se encontraba registrado en los Yunaites Esteits era una leyenda urbana, hasta que en páginas del libro Más pendejadas célebres en la historia de México, su autor Antonio Garci, con los pelos de la burra en mano, muestra una fotocopia en la cual se lee que nuestro Masiosare fue registrado en la editora BMI, a nombre del gringo Edward B. Marks, quien además, el muy gandalla, también registró los himnos de Cuba, Colombia, Venezuela, Argentina, Chile, Francia, Camboya y Japón. ¡Lo bueno que no juimos los únicos torcidos! Ya lo veo después de los días quince y dieciséis de cada septiembre cobrando sus regalías.

Imagino que la musa inspiradora de este fulano fue su paisa Joel Roberts Poinsett, primer ministro de los Estados Unidos en México, en tiempos de la Independencia, quien registró a su nombre y comercializó por toda Gringolandia y Europa nuestra flor Cuetlaxóchitl (flor de cuero o que se marchita), pastora o flor de Nochebuena pa´la raza, pero que en algunas partes del mundo se conoce como Poinsettia, ¡y tú que pensabas que era el nombre científico! Na’ que ver, en fin, otro que se birla una idea nuestra.

Ahora sí que me preocupé, imagínense cuántas existen sin documentar, pues éstas son apenas dos. Entonces, apreciado lector, hagamos changuitos con los dedos para que solo sea mito urbano eso de que un chino patentizó la imagen de nuestra Lupita.

jueves, 13 de junio de 2019

¡Eureka, puras fotostáticas!*

El concepto de originalidad está muy pervertido por el mito novelesco del artista que crea de la nada, el genio que de repente se le ocurre algo, ¡Eureka! Y entonces se vuelve una originalidad, la neta eso no existe en la era moderna, funcionó en su tiempo, allá por los siglos 18 y 19 -¡sí, en arábigo, porque soy bien pinche original!–; pero, vamos a analizarlo, ha pasado el tiempo y las nuevas generaciones que reenvían y vuelven a reenviar memes, stickers, GIF, sin importarles la leyenda de “Reenviado”, les vale un comino si alguien los va a reconocer como ingeniosos, o sea, basta ya de tanta mamarrachada y de considerar al artista como la persona que se le ocurren las cosas como generación espontánea y de repente es el primero en hacer algo, o sea, de su cerebro surge algo bien chido.

En la década de los ochentas, cuando el acné retocaba mi nariz de chile relleno tipo bruja de Blanca Nieves -¡sí, escrito por separado, porque soy rete pinche original!-, me di cuenta de que todo era copia de copia, pues tantas canciones pop italianas que nos hicieron creer Yuri, Daniela Romo y Verónica Castro que eran de su cosecha y pos no wey, mientras un cubanito llamado Franco y nuestro Emmanuel versionaban “Toda la vida” (Tutta la vita) de Lucio Dalla, por su parte, Laureano Brizuela, Menudo y Miguel Mateos invadían las frecuencias de A.M., con la misma rolita: “Cuando seas grande”, ¡oye wey, qué padre canción! En los setenta era la onda que todos al hablar utilizaran el “chido”, en los ochenta escuchar que todo era “padre” hacia original un lenguaje y en los noventa las comas fueron sustituida por el “wey” y en el dos mil, un “o sea” daba ese retoque de autenticidad al habla.

En conclusión, la creatividad es hacer lo mismo siempre pero que parezca que se hizo por vez primera, es decir, fingir las veces que sea hasta que te salga de verdad, entonces, imitar y copiar es la única forma de empezar a hacer cosas auténticas, genuinas wey. ¡Si no me creen! Basta darse una vuelta a la cafetería de la escuela y encontrarse con infinidad de Daddy Yankee, Maluma, Miley Cyrus y Becky G, pues como ustedes saben se copia lo que gusta, así es como aprendemos de niños los hábitos, las costumbres, ya lo decía Picasso: “Los buenos artistas copian, los genios roban”.

*Basado en las chidísimas ideas de Juan Ignacio Delgado Alemany y algunos números de la revista Algarabía, o sea, wey, es una copia de copia, pero bien padriuris.

jueves, 6 de junio de 2019

El fruto prohibido.

Es el fruto prohibido del pecado original, algunos le adjudican propiedades que mejoran el organismo, pues contiene potasio, fósforo, fibra, calcio, sodio, magnesio, hidratos de carbono, hierro y vitaminas A, B, C y E, su nombre también se utiliza para denominar al espacio urbano destinado a la edificación, generalmente cuadrangular, que está delimitado por calles. El suizo Guillermo Tell la sacrificó por salvar la vida de su hijo, de no ser por ella que golpeó el cráneo de sir Isaac Newton, la fuerza de gravedad no tuviera explicación sencilla a los imberbes bachilleres en las tediosas clases de física.

Hércules las birló del jardín de las Hespérides con tal de completar sus doce trabajos, fue el nombre de la empresa discográfica que se convirtió en la pesadilla de The Beatles, y que ahora los mileniall la identifican como el sello corporativo de una marca tecnológica, se ha utilizado su nombre para llamar así a la protuberancia o abultamiento ubicada en la parte delantera del cuello y formada por la articulación de las dos láminas del cartílago tiroides que rodea la laringe.

La malvada madrastra la dio a morder a Blancanieves para causar la sintomatología de la muerte dormida, haciéndonos aficionados a despertar a nuestras parejas de su letargo mediático de WhatsApp con un ósculo de amor -¡Muac!-, mientras que el humano promedio hasta los seis meses de nacido la puede consumir en papilla. El origen de su palabra en latín, tal vez sea la causante de su difusión negativa y que se le adjudique al árbol de la sabiduría que la inocente Eva de su fruto ofreció a Adán, es decir, el malum, que se traduce como “malo” y que alguien en un descuido confundió en la traducción del Génesis con Mãlum, palabra latina tomada del griego que significa manzana.