miércoles, 11 de septiembre de 2013

Los Banqueros Vampiros

Gracias a la dedicación y el esfuerzo de resistirme a comprar cualquier porquería, logré ahorrar unos cuantos centavos. Con el capital en casa, mi familia me recomendó que debajo del colchón no era ideal guardarlo, entonces recordé que tenían razón, pues durante mi adolescencia cuando ahí escondía las revistas para adultos, por un extraño efecto del colchón las páginas se almidonaban, ¡y no quería que eso le sucediera a mis billetes! Tampoco en la arcaica enciclopedia de doce tomos que hace más de veinticinco años la adquirí en abonos a la editorial del Pegaso. Puede que en ella hasta a mi se me olviden de tanto tiempo que ya ni la utilizo. Entonces, uno de mis hermanos, sabiamente recomendó que abriera una cuenta en algún banco y los depositara, que ahí estarían seguros.

C
omo autómata seguí el consejo, llegué al lugar y un asesor financiero de saco tipo encargado de tienda departamental muy amablemente atendió a mi solicitud, después de “aperturar” la cuenta como ellos dicen –es más, esta pinche expresión ni existe en nuestro idioma–, toma mis datos oficiales y solicita como adicionales, el número de teléfono de casa, celular y alguna cuenta de correo electrónica, pues ahora con lo avanzado de la tecnología, los estados financieros llegarían por mail o por mensaje de texto.

Ahí está su tarado favorito proporcionándoselos, fatal error, pues desde hace unas semanas, llaman a mi casa sin importar la hora, una serie de individuos para ofrecerme mil un promociones, desde tarjetas de crédito que me sacarán de esos pequeños apuros –ajá, para meterme en grandes adeudos–, préstamos preaprobados a sesenta meses, con cero comisión, tasas fijas quincenales y hasta un seguro de vida, con el cual al morir, mi gato sería un magnate de los tejados.

El celular suena cada dos horas, con la misma pinche cantaleta de los promocionales bancarios, según yo, haciendo uso del austero cerebro, le puse nombre al número para cuando escuchara el timbre, poder verlo en el identificador y rechazarla, pero ese ejército de tipos con acento de centroamericanos –que ni siquiera saben pronunciar de forma correcta mi apellido–, resultaron más hábiles, pues ahora utilizan un teléfono que el identificador sólo señala como “número desconocido”, y resulta que esa misma leyenda la pone cuando se trata de la compañía telefónica cuyo nombre se asemeja al de la empresa agroalimentaria de Vevey, Suiza, y que casualmente muchos de los compañeros de trabajo utilizan, ya se darán una idea que de nuevo tengo que contestar para saber de quién se trata y va de nuevo la burra al trigo.

Por correo electrónico es igual, cada semana recibo en promedio tres mail, donde me describen las ventajas, bondades y virtudes de los créditos y tarjetas del terrorífico banco; harto de eso, una tarde llamé a mi supuesto asesor financiero con el propósito de reclamarle, este después de preguntarme las causas de rechazar tan exclusivos beneficios, salió con el cuento de que él no puede dar de baja los números telefónicos ni la cuenta de E-mail, que llamará a una serie de oficinas donde debía justificar mil razones por las cuales no quería recibir nada, pues al ser cuentahabiente, él no podía desligarme así de fácil.

Es en situaciones como estas, cuando más me pesa que ya no esté con nosotros Rodolfo Guzmán Huerta, a quien todos conocíamos como El SantoEl Enmascarado de Plata”, pues de seguro vendría en nuestro auxilio a luchar contra los Banqueros Vampiros, que a como dé lugar quieren chupar hasta el último céntimo a los desvalidos ahorradores del poco capital que a cuesta de sudor, esfuerzo y desvelo han reunido, pero como dijera Don Chava Flores, “con sueños de opio no conviene ni soñar”.

Si la esencia de los bancos en sus orígenes era recibir ahorros, ¿ahora por qué hacen hasta lo imposible porque te endeudes con ellos? Además si de contar con dinero rápido se trata, pues ahí está el Monte de Piedad que no raja, y respecto a los telefonistas “Martínez Marroquín” a esos, mejor corro a la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros a ponerles una demanda.

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