miércoles, 21 de agosto de 2013

Estrellas en la panza

Hace varios años, en una entrevista el cantautor español Joan Manuel Serrat dijo que es imposible ser feliz en un mundo de infelices. ¿Qué nos hace infelices, una necesidad sin satisfacer? ¡Pero si nada nos satisface del todo, a los habitantes del globo terráqueo nada nos resulta suficiente! Los pobres quieren ser ricos, los ricos desean ser más ricos, el flaco intenta engordar y el gordo hace mil barbaridades para perder esos kilos que tiene de sobra.

En esta última categoría estoy, durante mi adolescencia y adultez primaria estar pasado de peso no me importaba, disfrutaba de engullir cualquier cosa que dejara transparente la servilleta de papel, era un deleite esos pastelitos que tienen nombre de aves o los chicharrones en taco de doble tortilla, ¡huy, la delicia de los churros con chocolate bien caliente! Con el arribo del siglo XXI, a los obesos se nos acusó de desorden nutricional, pues según eso tenemos malos hábitos alimenticios –entonces, ¿por qué tiznados continúan promocionando la venta de golosinas, frituras, pizzas y otras delicias?

Antaño la preocupación era por la desnutrición, te exhibían a niños que de tan flaquitos se les notaban las costillas sin secarse radiografía alguna, ahora vemos al maltratado gordito, que además de sobrarle apodos en cualquier nivel escolar, todavía aseguran los médicos que de continuar así, en unos años más se convertirá en paciente con diabetes e hipertensión. Imagínese, con tan oscura publicidad y la llegada a la edad de los “enta”, es decir, treinta, cuarenta, etcétera, etc., invadió a mi mente un pánico terrible por bajar de peso, si a ello le sumamos que nos bombardean las campañas de marketing con una imagen estilizada donde los panzones no tenemos cabida por ser así.

Es más, es tanta la psicosis, que a veces llego a creer que si lamo una dona, voy a aumentar unos gramos, curiosamente siempre que empiezo un régimen alimenticio bajo en calorías, me da la impresión que mi pareja pone a prueba mi capacidad de resistencia, haciéndome pasar por reposterías, taquerías, panaderías y cenadurías de esas del foquito y la mesa en la calle.

Por fortuna toda dieta tiene su día libre, donde sin ningún complejo le atoro a todo lo que en otros días me abstuve, pero como les sucede a los adictos, al día siguiente tengo una cruda moral, y con la exclusividad de sus respectivas flatulencias. Una exalumna de la escuela de nutrición, me pasó el tip de eso que llegué a criticar sobre las personas que se comen tres sopes de trompa con un refresco light, tiene su efecto positivo en las dietas, pues al combinarlos evitas consumir el doble de calorías que con una bebida normal, más los tres sopes, ¡esos, lo más seguro se te quedarán guardados en tu abdomen!

Otra cosa que influye en castrar una dieta es la pésima costumbre al atractivo visual, pues no resulta nada antojable la imagen de una ensalada de apio con champiñones a diferencia de la humeante torta de pierna con su jitomate y aguacate saliendo de entre la telera, el primero parece alimento de conejos y el segundo se antoja darle un atascón. Otro punto que evita continuar bajo cierto régimen alimenticio son los colegas de la chamba, pues ellos en realidad no tienen culpa alguna de que ahora los veas como gánster peligrosos que te invitan o según tú “te obligan a romper tu voto de castidad alimenticio” al ofrecerte esos grasocitos tamales de ceniza.

Desesperado recurres a una solución mágica o milagro de la ciencia, a esas pastillas o tés que quemarán tu grasa corporal sin necesidad de ejercicio o dieta alguna, aquí si existe la posibilidad de perder dos cosas, parte de tu salario y lo que el cuerpo no necesita, pues algunos de esos productos convertirán el esfínter en una especie de regadera, que te hará pasar minutos de ansiedad por acudir al baño más cercano.

Apreciable lector, si crees que los zancudos en lugar de chupar sangre deberían sustraer nuestra grasa, te estresa el tener cerca de ti una báscula y cuando te montas en ella descubres que la aguja avanza de forma vertiginosa hacia adelante, no te preocupes, recuerda que el 70% del cuerpo está constituido por agua, así que uno no está gordo, está inundado, además un hombre sin panza, es como un cielo sin estrellas.

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