miércoles, 26 de junio de 2013

Pescando millones

En últimas fechas mi ánimo se encuentra entusiasmado, pues un tal Paul Fletch de Harlsden, ubicado al noroeste de Londres en Inglaterra, quien asegura trabajar en el Santander City Bank de ese país, me comunica vía correo electrónico que es el contador personal del señor Ron Bramlage, empresario estadounidense que lamentablemente perdió la vida el 7 de junio del año 2012 junto con su esposa y sus cuatro hijos, cuando su avioneta se estrelló en una zona pantanosa de la Florida Central.

Al no tener familiar alguno, el contador Harlsden por una hermosa casualidad del destino ubicó mi dirección electrónica con el firme propósito de compartir la nada deleznable cantidad de trece millones setecientos mil libras, con tan sólo proporcionarle por E-mail mis datos personales, obviamente que no iba a dejar pasar esta oportunidad y lo más rápido posible se los envié, pues sólo tenía cinco días hábiles para hacerme millonario.

Ahí no acaba el regocijo, pues la dicha y prosperidad tocan a mi bandeja de entrada por segunda ocasión, ya que en esa misma semana recibí dos correos más, el primero de ellos era de la Señorita Sylvie Kamara, hija de un rico empresario cafetalero y terrateniente colombiano, quien al morir heredó a la señorita Kamara nueve millones setecientos mil euros, más su tío paterno por este hecho y corroído por la envidia ha intentado en más de una ocasión de asesinarla para quedarse con los centavos, razón por la cual en su desesperación buscó en la red y al ver mi dirección electrónica, una corazonada le inspiró confinancia hacia mi persona, motivo por el cual desea compartir su legado conmigo siempre y cuando le remita por correo el número de mi cuenta de ahorros; ya lo hice, y ahora sólo resta esperar a que se engorde mi capital.

La segunda oportunidad llegó por la misma vía, una mujer de 49 años, llamada Luciana Hernández, quien dijo ser de nacionalidad francesa –¡que la verdad no le encuentro lo afrancesado al apelativo!– y que se encuentra bajo cuidados intensivos en un hospital del Reino Unido; dama gustosa de hacer feliz a familias de escasos recursos y pobreza extrema, personas huérfanas y a jóvenes empresarios que buscan financiamiento para desarrollar áreas de negocios; ese día tuvo el ferviente deseo de satisfacer las necesidades económicas de una persona anónima en la web, ¿y a quién creen que eligió?

A este su inseguro servidor, si, efectivamente de los millares de cuentas de correo electrónicas que existen en el mundo, esta moribunda mujer, seleccionó la mía para donarme la suma de cinco millones de dólares americanos, y lo único que tuve que hacer para que me los haga llegar es responder a su correo proporcionándole mi número de tarjeta de débito y el de la cuenta bancaria, ahora estoy a la espera de todos esos billetes que asegurarán mi futuro, ¡la verdad no tengo palabras para agradecer la infinita bondad de estas generosas personas!

De igual forma, expreso mi gratitud a quienes administran cierta dirección electrónica, cuya capacidad futurológica me previene antes de que se sature la bandeja de mi correo electrónico, pues cada vez que me advierten y en cuanto doy clic en su dirección para validar mis datos, a las pocas horas se llena con miles de correos que ni conozco, ¡es increíble eso que hacen de anticipar los sucesos!

No creo que todo lo anterior sea una estafa, ya que estoy seguro de que esa lotería que continuamente gano sin comprar un número o la posible clausura temporal del Facebook y del correo electrónico comercial que empleo si no lo difundo entre mis contactos, si son embustes producto del ingenio de algún charlatán cibernético, además tengo la plena seguridad de que quienes administran las cuentas de imeil que utilizo constantemente detectan y bloquean los mensajes fraudulentos en el servidor de correo, ¿o tal vez no?

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