miércoles, 3 de julio de 2013

Hacer el pelo

Durante la infancia mi peinado era el clásico de todo niño, el de raya a un lado, con brillantina lo fijaban para que cuando corriera o brincara no se me deshiciera el look; en la adolescencia desaparece la raya para darle la bienvenida al cabello hacia atrás, lo cual me hacía sentir un cuasi adulto y para complementar la imagen no podía faltar el cigarro que me transformaba en hombre. Actualmente los folículos sobre mi cráneo son escasos, por tal motivo el poco cabello que tengo lo peino como se pueda e intento mantenerlo sobre la cabeza y no en el suelo, razón por la cual soy cliente preferido de los peluqueros, ya que invierten el mismo tiempo que un corte normal, más el esfuerzo es poco o tal vez hasta nulo por la poca cantidad que cortan.

Por las épocas de los sesentas, setentas y a mediados de los ochentas, cuando los del género masculino querían cortarse el pelo o como antiguamente le llamaban a esta acción “hacerse el pelo”, acudían a la peluquería, por su parte las hembras iban al salón de belleza; con el transcurrir de los años las salas de belleza se convirtieron en Estéticas –con el concepto de unisex–, creo que apegándose al coloquialismo que denota en general lo bello, pues si es desde la acepción filosófica, además de la belleza abarca el arte y algunas estilistas carecen de esta última.

Hoy existen ambos establecimientos donde se ofrece a los clientes servicios que se asemejan pero con nombre distinto, en uno se afeita y en el otro se depila; en lo que a eficiencia en la atención se refiere, al llegar a la peluquería, si hay gente esperas turno y si no inmediatamente te atienden, mientras que en las estéticas tienes que apartar cita así el lugar se encuentre más desolado que el desierto del Sahara. Mientras aguardas turno, en las estéticas es común que tengan revistas del corazón que tratan sobre el Jet set internacional, nacional o local y en las peluquerías encontrarás revistas masculinas con muchas fotos de anatómicas féminas en paños menores como las del conejito o las de la octava letra y la sexta consonante del alfabeto español.

En las estéticas además de aprender un lenguaje nice mezcla de spanglish con palabras coloquiales en diminutivo, las charlas de la clientela y las prestadoras del servicio abordarán temáticas glamurosas, haciendo un análisis crítico del medio del espectáculo nacional e internacional, como si se tratase de algún programa de chismes por televisión, en cambio en las peluquerías dominarás el lenguaje guarro, alburero y en doble sentido, mientras a través del diálogo se hace un somero análisis que versará en una temática importantísima como lo son las estadísticas de la liga de fútbol.

En las peluquerías tienes la capacidad de elegir el corte de cabello en cambio las estilistas te hacen los cortes que ellas consideran conviene a tu “imagen”, haciéndote creer que te están favoreciendo, pero lo más seguro es que tal vez sea el estilo de corte que se les facilita, pero mientras conserve algo de cabello sobre la mollera, es de rigor que tenga que recurrir a los servicios de uno o del otro para que recorten el que crece a los lados, en la parte de atrás y las patillas, pese a que sin ser palmera se me vea el coco.

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