viernes, 22 de noviembre de 2013

Burbujas

Durante los años setentas cuando aún existía el cine Diana, veía proyectado en su enorme pantalla – ¡esa si era una mega pantalla! No como las que ahora nos quieren hacer creer que lo son–, en la película The Boy in the Plastic Bubble, a un escuálido y de larga cabellera John Travolta interpretar a Tod Lubitchun, joven que al carecer de defensas tenía que vivir en una especie de burbuja que lo mantuviera asilado de cualquier microorganismo patógeno que pudiera sesgar su vida.

Como el personaje de esta película, muchos de nosotros ocupamos nuestras propias burbujas que nos protejan de las fobias, aversiones, prejuicios y mala ondes que solitos hemos generado a partir de entrar en contacto con los demás; cuando abordo el transporte colectivo causa admiración el observar que a pesar de que muchos van parados, los asientos de al lado de los usuarios que dan a las ventanillas se encuentran desocupados. Aquí existen dos probabilidades, quienes ocupan el lugar están roñosos o resguardan con recelo ese lugar, para sentirse más seguros de que no lo ocupará toda esa gente non grata que utiliza al igual que ellos el mismo servicio de autotransporte.

Cuando voy sentado en ese lugar del camión que da a la ventanilla, desde lo alto, disfruto ver como los conductores de coches particulares que pasan o en algún semáforo se detienen cerca, van a sus anchas, se les mira relajados, es más, algunos de tan alivianados que se notan, olvidan que están en la vía pública y tocan sus partes íntimas, introducen su índice en una de las fosas nasales o el meñique en algunas de sus orejas, cuando sacan algo extraño, lo observan con curiosidad científica, se huelen la palma de sus manos o rascan la cabeza cual chiquillo piojoso, no sienten vergüenza alguna, pues van encerrados en sus pequeños mundos, que les brindan seguridad.

Son sujetos que experimentan esa sensación de intimidad semejante a la de aquel adolescente cuyo cuarto lo ha convertido en una especie de bóveda bancaria, donde sólo él es quien debe autorizar el ingreso, cual frontera a un inmigrante. Hay quienes hacen de su persona una barrera impenetrable, producto de los miedos que ellos solos se crearon, buscan el aislamiento y cuando lo logran, luego andan por ahí quejándose de incomprendidos, solitarios y que nadie los toma en cuenta, amigos cómo los van a tomar en cuenta si ustedes mismos se recluyeron o autoexiliaron.

Hay que dejar de andar por la vida con el escudo por delante, pues eso sólo nos genera antipatías, uno ya sabe que no es monedita de oro, a muchos no les agradamos, pero a otros si, entonces para qué desgastarnos la vida encerrándonos en burbujas, salgamos de ellas y si alguien nos hace daño, pues es su problema, nosotros hagamos de las broncas un trampolín y no un columpio.

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