miércoles, 6 de noviembre de 2013

El cuento de nunca empezar

Durante la efímera infancia de los que ya peinan canas o se frotan protector solar en el cráneo liso –digo a algunos sin ser palmera ya se nos ve el coco–, nos fascinaban nuestros progenitores con historias llenas de fantasías, seres extraordinarios con poderes morales capaces de hacernos reflexionar sobre el bien y el mal a tan corta edad; recuerdo acomodarme sobre la cama antes de dormir y de decir mis plegarias al Ángel de la Guarda, que le pedía a mamá una narración de esas bonitas, donde el valiente príncipe rescataba de las garras de la maldad a la hermosa princesa.

En la actualidad, en estos aciagos días, donde nadie ayuda a nadie, cuando ser honesto, leal, servicial y caballeroso son signos de debilidad, las nuevas generaciones carentes de capacidad de asombro y con su aburrimiento crónico, suponen a los llamados cuentos de hadas, tonterías y estupideces para niños imbéciles, o sea, desarrollar la imaginación es sinónimo de idiotez.

Es tanta la seriedad que pretendemos heredar a la actual infancia, que los consideramos como adultos de baja estatura, cuando les atiborramos de información actualizada con tal de mantenerlos modernizados, olvidándonos que entre tantos datos se nos pueden escapar cosas que a cierta edad son difíciles de comprender, sin la ayuda de un adulto.

Son generaciones que acompañan a sus madres a ver las telenovelas o programación televisiva no aptos de su edad, como reality show o noticieros, razón por la cual se llegan a sentir en igualdad de condiciones que sus padres, incluso discuten sobre temas de actualidad, generando la apariencia de cierta intelectualidad que sus antecesores no tuvieron a esa edad.

Por tal razón, para esta clase de infantes es más agradable que en los cuentos de hadas el Gato con Botas, sea considerado un vil estafador que debería ser sometido a juicio y encarcelado, Blanca Nieves bien podría cantar con Alicia Villarreal “dónde está el príncipe que me besará”, Hansel y Gretel hubieran sido unos hábiles empresarios de dulces y golosinas, Cenicienta bien sería la dueña de una agencia de servidoras domésticas, mientras que Rappunzel y la Bella Durmiente triunfarían como modelos en los infomerciales anunciando las bondades de ciertos Shampoo y pastillas para conciliar el sueño, y Pinocho estaría al frente de una cadena de muebles de madera a nivel internacional que lo colocarían en The Forbes World's Billionaires list, ya que de no abordar los argumentos bajo esta perspectiva, no resultarían atractivos.

Imagino entonces que como argumento a justificar sus futuros errores de conducta, le echarían la culpa al excesivo uso de la internet, tal como nosotros lo hemos hecho con el televisor, a poco no seguimos el ejemplo de Don Gato al reunirnos con algún pretexto con nuestra pandilla y eso que nosotros no sonamos las tapas de los botes de basura para convocarlos; si a veces andamos en paños menores en casa, es gracias a Tarzán que siempre cubrió sus partes íntimas con una piel de felino; no le encuentro ningún sentido gay a tener un inseparable amigo, si Batman siempre ha tenido a Robín y en Plaza Sésamo Beto y Enrique hasta comparten cuarto para dormir.

Los que manejan sus coches a 320 Km/h., simplemente lo hacen porque el Avispón Verde así conducía su Black Beauty. La tierna Candy Candy tenía dos novios, ¿alguien la clasificó de zorra? Popeye para realizar trabajos pesados se metía hierba en el cuerpo, y nunca lo han tachado de pacheco; en fin todos ellos vivieron felices para siempre, ¿por qué uno no?

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