miércoles, 11 de diciembre de 2013

#YOLO = #m3v4l3m4dr3

A los extranjeros les causa simpatía escuchar en labios de nuestros adolescentes al saludar la expresión “¡qué onda!”. Dicen que se les hace muy mexicana, algo semejante nos ocurre con el “chévere” de los venezolanos y puertorriqueños, no sabemos su significado pero nos causa gracia; es curioso como en la adolescencia el diccionario verbal de cada chico se reduce a la simple repetición de unas cuantas palabras, por ejemplo wey o we´ –imagino que esta palabra es un difuso intento por hacer alusión al macho bovino castrado, dedicado específicamente al engorde y sacrificio–, es utilizado como comas al intentar comunicarse seguido de un centenar de improperios.

Ahora con las redes sociales y su vorágine de ideas, los jóvenes se apropian de palabras distintas, tanto nacionales como de otros países; cierto día sentado sobre la jardinera de uno de los pasillos del bachillerato dos alumnas discutían sobre equis tema, de pronto una de ellas dijo “si, ya sé que tiene novia, YOLO”. ¿Qué dijo al último? Después supe que se trata de un acrónimo de origen gringo que significa “You only live once”, que al castellanizarse equivale a “sólo se vive una vez”, el cual se utiliza como especie de justificación ante ciertos actos audaces o para evadir responsabilidades en perversas acciones que se ha incurrido de forma relajada y despreocupada.

Es sorprendente como este acrónimo se ha vuelto una especie de filosofía entre la chamacada, ahora cuando comentan algo que saben es incorrecto para los adultos, salen con discursos como “me pase el semáforo en rojo, YOLO”, “mira mami, reprobé, pero equis, tú sabes somos la chaviza YOLO”, “Profe, no traje la tarea, pus…estaba mejor el argüende en el feis, usted sabe YOLO”. Mientras los abnegados mayores creen que están hablando un lenguaje distinto y no los entienden –bueno, si es que les pusieron atención–, si esa misma momiza que en su juventud también recurrió a siglas o frases raras para intentar justificarse.

Así como la que algunos grandecitos hoy utilizan, y que la verdad es bien naquísimo, pues ni siquiera es una cita del libro de Miguel de Cervantes, me refiero a la tan utilizada, “ladran, Sancho, señal que cabalgamos”, la cual se emplea igual que la de los jovencitos, sólo que aquí el que la dice, además de justificarse, se muestra ufano, pues cree que al hacerlo le otorga cierto aire de intelectualidad, mas lo único que está evidenciando es que el Quijote sea erróneamente muy citado y poco leído. Gracias a esa supuesta cita hemos escuchado argumentos como “papá, dicen en la escuela que organizas viajes de estudio para cachondear con mis compañeras. Ladran m´hija, señal de que cabalgamos”, “mujer, las vecinas comentan que en tu oficina te acuestas con el jefe. Ladran mi amor, voy cabalgando”.

Ahora que los adultos son jinetes y la juventud sabe que únicamente una vez tendrá su oportunidad, es bueno considerar que si uno se apropia de lemas o palabras que ni son nuestras, pues hay que tener el cuidado de investigar su significado, procedencia e intenciones, no solamente porque la escuchó por ahí, y a ese alguien se le oyó bien, se va a empoderar de ella, que tal si en lugar de YOLO, se tratase de YODO (no me estoy refiriendo al elemento químico cuyo número atómico es 53 y que se sitúa en el grupo 17 de los halógenos en la tabla periódica de los elementos­), sino al “You Only Die Once”, transformando ese acto de rebeldía, coraje o valentía en lo último que se haría, pero en fin se trata de una frase más que se suma a lo eclético de nuestro lenguaje.

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