jueves, 24 de abril de 2008

A PUNTA DE BUENAS MANERAS

En nuestros días algunas palabras que deben denotar ciertos sentimientos propios del ser humano, son más fríos que el metal a la intemperie, y me refiero a las que se vinculan con las reglas de cortesía, para empezar, al decir que se trata de reglas ya nos predispone para algo coercitivo, y como ustedes saben lo que implica el rigor de la imposición nunca nos ha gustado.

Considero que la cortesía es una forma de hacer más fraternal el convivir entre nosotros, entonces, ¿Por qué resulta a veces difícil expresar lo que uno siente? Por ejemplo al saludar lo hacemos tan monótono, sin entusiasmo alguno, exento del calor humano, y lo que resulta peor, algunas ocasiones emanamos un saludo por el simple hecho de evaluar hasta donde es cortés o “educado” el prójimo; es entonces cuando la reverencia se transforma en un cumplido, en una etiqueta, algo que bien podría catalogarse como un gesto banal, mera costumbre, palabras vacías, hábitos, etc...

Desde que hemos tenido uso de razón fuimos asimilando comportamientos de nuestros semejantes, que algunas veces eran forzados, como el saludo y el agradecimiento, recuerden a sus progenitores obligándolos a decir estas palabras a sus congéneres, sin antes explicarles el sentimiento que implican, con el paso del tiempo esta instrucción fue aderezada gracias a la larga estancia en los recintos escolares, donde a rigor del sarcasmo por parte del docente nos tuvieron que domesticar bajo sus propias “reglas”. Después a fuerza de serle frente a la vida en sus distintas facetas se reafirma esta sabiduría popular.

La verdad es que no estamos solos en este planeta. Tan sólo basta salir a la calle para poner en práctica el ejercicio de relacionarnos con otras personas, ya sea en una plaza comercial, una oficina donde realizamos gestiones, al encontrarnos con gente conocida, etc. Es increíble cómo detalles que son tan comunes o para algunos resultan insignificantes por la poca atención que les ponemos, nos van haciendo la vida más grata; ¿Cómo cuales? Pues ceder el asiento a una persona en el servicio de transporte colectivo, abrirle la puerta a alguien para su ingreso o egreso, entre otras; lo único malo es cuando ejecutamos tales acciones como autómatas, sin nuestro consentimiento, sólo por el simple hecho de quedar bien o aparentar ser una persona que en ese momento no somos, tal pareciera que en ese preciso instante utilizáramos gafas de sol detrás de los ojos.

No es lo mismo dar las gracias o saludar por el simple hecho de cumplir con una regla que expresar nuestros sentimientos a través de desear un excelente día, una buena noche o decir gracias por un favor recibido; tampoco hay que caer en extremos de confundir la cortesía con la adulación, hay que recordar que adular es alabar las cualidades que las personas alguna veces no tienen, claro está, devoramos de una mordida a la mentira que nos adula y a cuenta gotas la verdad que nos amarga. Al igual que no hay que olvidar que si la amistad sólo se fomenta con la gratitud, se vuelve una fotografía que con el transcurrir de los años se borra.

La ocasión que asaltaron a mi madre, el ladrón antes de amenazarla con la navaja, le saludo deseándole buen día, ¿Acaso esto es cortesía? Por supuesto que no, para mí que soy el hijo de la agraviada, me resulta cínico tal gesto, pero en esos momentos el delincuente en sus sentimientos afloraba el júbilo de tener un “cliente”, y claro que el buen día, no era para su víctima, sino para él.

Lo mismo acontece cuando cede el paso a una dama y se adelanta un hombre ganándole el acceso. ¿Acaso en ese instante no se enfada por el abrupto acto cometido por tal semejante? Entonces la cortesía es cuestión de género, de edad cuando es para los ancianos, para los débiles cuando se trata de las personas discapacitadas. Eso significa que no todos tenemos las mismas oportunidades en materia de cortesía, si es nuestro sentir positivo hacia el otro, lo que nos hace de verdad personas.

Algo parecido sucede cuando a causa del estrés y hastío laboral, esquivamos a la gente para evitar así saludarlas o si lo hacemos sentimos como si esa persona no sabe de nuestros asuntos y muy efusiva te desea lo mejor a ti; es como dar limosna a quien se considera no lo merece, y después arrepentirse de ello, o sea, nos queda la zozobra o el remordimiento interno de haber hecho lo correcto socialmente, pero la insatisfacción o enfado con nosotros, porque creemos que ese individuo se está mofando de lo que tal vez ignora de nosotros.

No te circunscribas a los hábitos, a las costumbres, evita ser parte de cierto sectarismo, si no sientes el deseo de saludar en ese momento, pues mejor no lo hagas, sólo sonríe, más si lo haces por simple regla social, creo que estarías incurriendo en la terrible enfermedad que aqueja a casi toda nuestra humanidad que es la hipocresía; mejor respira profundo, no cuentes hasta diez, pues en el tiempo que inviertes haciéndolo, existe la posibilidad de que varias personas pasen a tu lado y tú en el limbo de la aritmética.

Mejor aflora el sentir con beneplácito al encontrarte a alguien, sonríele y esboza tus mejores deseos dependiendo de la hora, pero que salga de ti, y olvídate primero de tu mal carácter, deja a un lado la etiqueta o protocolo, pues la buena educación y el saber estar, fincan sus bases en los sentimiento positivos que uno emana, y si logramos contagiarlos a otros ya no somos los únicos en intentar ser felices en este mundo lleno de insatisfechos.

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