martes, 1 de abril de 2008

Literatura de ficción

Los hombres nacen ignorantes, no estúpidos;
la estupidez es el resultado de la educación.
Bertrand Russell
El pasado fin de semana mi sobrino que estudia el cuarto semestre de bachillerato desesperado me dijo que la profesora de literatura le había dejado hacer un resumen del libro “La Metamorfosis” de Edgar Allan Poe, y como en Internet es fácil encontrar sinopsis de cualquier obra, pues se dio a la tarea de buscarlo, y hasta el momento sólo encontró en google.com, 401,000 páginas en español que hacían mención del autor y 290,000 que versaban sobre el título de la obra, pero que se la atribuían a un tal Franz Kafka.

Intrigado me dijo que si no se trataba de un seudónimo, y como ustedes saben, en efecto Kafka es el autor de la “Metamorfosis”; y bueno Poe, pues es autor de otros textos clásicos de misterio y suspenso recomendables. Cómo extraño la sadodidáctica de una docente que conocí y que el tiempo la alcanzó antes de tiempo, pues la jubilaron y dejó de obligar a las nuevas generaciones de estudiantes a leer literatura clásica, práctica con la cual enriquecían su capital cultural y menguaba lo absurdo de su lenguaje.

Esta forma de proceder de la profesora de mi sobrino me recordó la vulgarizada cita “textual” del Quijote que algunos utilizan como mecanismo de defensa a su actuar y con la cual intentan ufanamente de demostrar ser ávidos lectores: Ladran Sancho, señal que cabalgamos, hágame usted el favor, tal cita ni existe en la obra cumbre de Cervantes, como una vez dijo un amigo experto en este libro, “El Quijote es muy citado, más no leído”. Existe el mito de que esa frase fue sustraída del guión cinematográfico de un proyecto de Orson Welles sobre la novela del Quijote (Quixote, en su lengua natural), la cual nunca vio su materialización, más esto no signifique que sea oficial y que cualquiera que presuma de erudición la pueda decir como un cumplido de sabiduría.

Y que decir del “Elemental, mi querido Watson” (Elementary, my dear Watson), frase que nunca puso en labios de Sherlock Holmes, sir Arthur Conan Doyle; más bien fue el séptimo arte quien la dio a conocer a través de los filmes de Basil Rathbone, los cuales no precisamente se basaban en las obras de éste escritor escocés, sino más bien en los guiones que de ellos se hacían, claro está que ahí entraba la subjetividad e inspiración de quienes los elaboraban.

Esta frase algunos se la atribuye también al cuento “El hombre encorvado” sustraído de la colección “Las memorias de Sherlock Holmes”, pues según dicen, las expresiones “mi querido Watson” y “elemental” son redactados en párrafos sucesivos; si a esto se le agrega que la traducción al castellano de la palabra elemental aplica de forma correcta a lógico, pues el argot anglo elementary se relaciona más con tal significado, lo que entonces nos da como resultado otro embuste más de nuestro nutrido lenguaje coloquial.

Quién no ha sucumbido ante el romance de Romeo y Julieta, y lo que resulta sorprendente es saber que este relato no fue escrito por William Shakespeare, sino por Luigi da Porto de Vicenza, varios años antes de que él la hiciera obra teatral; por cierto este texto es muy semejante al argumento expuesto por Fernando de Rojas en “La Celestina”. Imagine amigo lector a un profesor de literatura exigiendo a sus alumnos revisar los capítulos de la comedia El sueño de una noche de verano (A Midsummer Night's Dream), a sabiendas de que Shakespeare nunca dividió sus obras en capítulos sino en actos, no hay que olvidar que antes de pensar en hacer libros, Shakespeare se interesaba en producir obras para los teatros.

Entonces que autoridad le concede la venia a un docente de exhibir sus dotes de ignorancia, al expresarse ante sus pupilos con agravios verbales, peor aún solicitar trabajos que confundan la floreciente intelectualidad de los alumnos; tal vez una posible respuesta se encuentre en la perplejidad de los discípulos al escuchar sus sentencias, pues seguimos dictándoles, ordenándoles y solicitándoles a ellos lo que consideramos deben de aprender, saber y a veces hasta pensar, como si se tratarán de los principios que hace el emperador a sus lacayos.

La escuela no debe de ser un espacio baladí, sino por el contrario debe de ser un recinto en donde se fomente la ascesis con el propósito de evitar todo tipo de diatriba que perjudique a los seres humanos.

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