martes, 8 de abril de 2008

MAYÉUTICA ESCOLAR

"Por que yo se la química retórica botánica,
botánica retórica y sistema decimal."
Dominio Público

Esta historia se situa en un remoto país de la América actual, donde el progreso ha pincelado el avance social hacia un modernismo vanguardista burdo reflejo de otras naciones. En ese paraiso bananero también se considera, como en otros sitios, a la educación como palanca de desarrollo; en consecuencia el gobierno invierte un considerable presupuesto para mejorar la calidad de la enseñanza, los alumnos asisten más horas a clases para garantizar un mejor rendimiento escolar, las aulas reciben a un selecto y reducido número de estudiantes con el firme objetivo de alcanzar la anhelada excelencia educativa.

Como orgullo de la ciudad capital se encuentra la escuela preparatoria "Monte Bello", institución privada que alberga a los hijos de las familias acomodadas; a esta escuela, por tradición, se le atribuye la característica de formar alumnos con propiedades de líderes, se supone que de ella surgirán los futuros mandatarios y empresarios que, sin lugar a dudas, contribuirán al progreso nacional. Su planta docente se conforma de una variedad de profesionales sobresalientes en los distintos aspectos sociales, culturales y académicos de la región; cada fin de semestre el personal académico es capacitado en infinidad de cursos de actualización didáctico-pedagógico y sobre las diferentes disciplinas que imparten, además de recibir incentivos económicos que los motivan cada día a ser mejores catedráticos.

Entre los docentes se encuentra el eximio profesor Macedonio Pérez Cortés, ingeniero topógrafo geodesta, egresado del Honorable Colegio Militar, del cual siempre ha disertado de su preparación, pues según él, a través de la formación militar se va eliminando toda posibilidad de elección en la vida, haciendo que el régimen educativo se vuelva un dogma; por tal razón todas las experiencias que ha tenido le han dado a pensar que la verdadera escuela es la vida, es por ello que a diario se esmera por ser un buen aprendiz. Nació el 18 de octubre de 1945, y desde que cumplió los cuarenta años, presumidamente siempre ha declarado una fecha imprecisa de su nacimiento con tal de ahorrar los años que su vanidad no le autoriza decir. Aguerrido solterón, pues desde su perspectiva, las palabras matrimonio, hijos y hogar son sinónimos de martirio, responsabilidad y angustia, espejo de una vida sedentaria, monótona, doméstica y por lo tanto aburrida.

De aspecto arcaico instalado en una forma de vestir que data de los años setentas, no logra concebir como la caterva de adolescentes se ha olvidado por completo de los esquemas de diversión heredados de sus padres, dando paso a nuevos modos de fomentar una cultura de holgazanería; los castos bailes de salón quedaron atrás, dando origen a las sacudidas de cuerpo que emulan dinámicas coitales en los monasterios de placer a los que llaman discotecas; en esos sitios además de disfrutar del afrodisiaco cóctel de adicciones e intransigencias que a diario constituye su único horizonte cotidiano, también se da el intercambio cultural como embajada de los nuevos patrones de comportamiento.

Según don Macedonio, es precisamente en esta etapa de la vida donde se fomenta un eficiente método pedagógico, mediante el cual se logra aprender en menos de tres horas todas las porquerías sociales que los adultos se han pasado por años ocultándoles; es como si a las nuevas generaciones lo único que les angustia es morir jóvenes sin haber conocido el placer que brinda una copulación. Es como si a la juventud le hubieran sepultado la inocencia y el pudor en la cripta de las generaciones pasadas.

Titular de la asignatura de matemáticas por más de veinte años, experiencia catedrática que le ha permitido considerarse un docto, erudito y letrado del cálculo numérico y sus ecuaciones; pericia que entre sus colegas profesores pletóricamente alardea y encomia con el firme propósito de amedrentar los egos profesionales de sus compañeros, pero en realidad lo único que consigue siempre con su diatriba, es una eufemismada mofa de su persona.

La educación escolar la considera como un suplicio del que los adultos se valen para tratar de evitar que sus retoños salgan igual a ellos, con esta difusa ilusión los padres de familia depositan la formación académica de sus hijos en unos perfectos desconocidos; creyendo que una prestigiada escuela va a darles la inteligencia que la buena crianza no les dió, haciéndolos más dependientes que los parásitos intestinales; sin saber que algunas veces la escuela hace sentir a los muchachos como si fueran una especie en cautiverio que ven el receso como un tiempo limitado de relajamiento, que viene a compensar la inestabilidad emocional que el aula provoca en cada clase; eso justifica porque el docente se ve en la necesidad de utilizar la calificación como el mejor instrumento coercitivo para aplacar aquellos ímpetus de libertad sin responsabilidad que los púberes ansían.

A veces se pregunta por qué si la tecnología está tan avanzada en los últimos años, todavía no logran inventar un catalizador cerebral que se les inserte a los alumnos como una especie de chips, para así evitar los constantes padecimientos de diarrea mental que los hace decir infinidad de inmundicias lingüísticas producto de su acostumbrada escatofagía televisiva.

Sus clases están siempre impregnadas de una tediosa solemnidad, de por si la matemática es una asignatura huidiza, y si a eso se le agrega la particularidad anterior, la ciencia exacta se reviste de un clima ríspido insoportable que hace de cincuenta minutos un verdadero martirio; para muestra basta repasar lo ocurrido un día cualquiera, en su hora de clase.

Son las 7: 50 de la mañana, los alumnos se encuentran sentados en sus pupitres de madera, los cuales al mediodía les dejan los glúteos tan duros como piedra; ha terminado el letargo de la materia de Sociología que la profesora Hortensia Quiñones imparte de forma esmerada, con tal de hacerla digerible a sus pupilos. Atónitos los jóvenes ven aproximarse al salón a don Macedonio Pérez, estupor causado por la memoria que en esos momentos les hace recordar que precisamente a esa hora tienen que presentar la prueba de Matemáticas III.

Al llegar al aula, un optimista alumno le saluda: ¡Buenos días profe!
Inesperadamente don Macedonio responde: ¿Qué?
Temeroso el alumno insiste: Dije buenos días.
Con acento petulante el profesor le saluda: ¡Buenos días!
Gracias. -Reitera el muchacho-
Con cierta displicencia el docente señala: Para hablar se utilizan 72 músculos, pero para dirigirme a ustedes ocupo sólo la mitad, además que quieren que les diga: ¡Ay señores, buenos días! Bueno ya basta de cursilerías, ayer les dije que íbamos a tener prueba, pero nuestro Coordinador no ha llegado y el sabe donde están; no se qué les pasa a estos sujetos administrativos que cada día les pagan por venir a este plantel a rascarse los piojos y las ladillas.
Esto causa incomodidad por lo que los alumnos empiezan a hablar al mismo tiempo.
Para hacerlos callar, como en toda institución educativa, comienza con el acto protocolario que la administración escolar ha impuesto a la escuela, el pase de lista.
Una vez hecho esto, el profesor se dirige a una alumna y le dice : A ver cariño, dónde nos quedamos. ¡Cariño mío ! - Canturrea- Vamos tú y yo a hacer una actividad de la cual éstos deben enterarse.
¿Me dice a mí? -Contesta la chica-
¡Claro, cariño mío! -De nuevo con acento melódico- Carlos Gardel hubiera sido una maravilla a mi lado. En la página número 66. Primero que nada observen ustedes como dice cada uno de los ejercicios que pone el autor. Que dice así, que dice así -A ritmo de tango- En la página sesenta, ¿y qué dijimos?
A lo que todos contestan: ¡66!
Como juez que pronuncia una sentencia, adquiere el anguloso arte de dictar: "se sabe que un ángulo del primer cuadrado tiene las funciones que en cada caso se indica; calcula el valor de las demás funciones trigonométricas". Me gustaría que antes de que empezáramos a ver esto... Usted señorita - Señalando de nuevo a la misma chica - pase y escriba las fórmulas que demostramos ayer, porque con esas fórmulas se pueden resolver una infinidad de problemas. Pero como les dije ayer hay que memorizar las fórmulas, quien no memorice las fórmulas no puede hacer las cosas que vamos a despejar.
Con cierta duda la alumna cuestiona: ¿Con el procedimiento también?
No, las puras fórmulas. A ver ponga atención "el seno de a vale 0.3, hallar el coseno, la tangente, la cotangente, la secante y la cosecante, cuando el seno cuadrado de a más el coseno cuadrado de p vale la unidad".

De pronto se da cuenta que una alumna no trae libro y le pregunta: ¿Muñeca, y tu libro?
Ofuscada la chamaca responde: No lo traje.
Ya la oyeron. Si viene a clases muy bonita enseñando sus piernotas, pero el pinche libro no entró a su mochila esta mañana.
Al decir eso descubre a un alumno transcribiendo las fórmulas del texto a su cuaderno y le dice: Hay papacito no te sabes las fórmulas y así ibas a hacer examen.
A lo que el alumno replica: ¿A poco también esto lo va preguntar?
¿Por qué no? Si les toca la prueba que yo elaboré en el semestre de seguro que nadie la pasa. No me cabe la menor duda, ¿Por qué? Porque son una bola de flojos; supliquen a su dios que no les toque esa prueba, porque de plano nadie la pasa. Pero la prueba que yo elaboro casi nunca la mandan a los grupos que yo imparto clase.
Con tono irónico señala el alumno: ¡Que mala suerte!
Pues sería de buena suerte, porque en la prueba que yo hice, tienes que realizar demostraciones como las que analizamos ayer. A ver Lalito, ¿Dónde está el borrador ?
Eduardo no ha venido desde el martes. -Responde una chica-
Indignado don Macedonio señala: Pues le dicen que si el lunes no trae el borrador, no va a entrar a clases.
¿Y si está enfermo? -Reitera la joven-
¡A mí me vale un gorro! ¿Cómo haríamos para buscar la tangente?
Los alumnos contestan al unísono: Restando al cuadrado de a.
En tono pedagógico responde: La tangente indios, ¿Cómo haríamos? Cómo son de tontos, por eso tengo una fórmula que dice: "el seno sobre coseno es igual a la tangente", no sean babosos. Bueno, háganlo. A ver pase a hacerlo señorita Nava, porque si pasamos a alguna otra niña, son tan pendejas que no lo saben hacer. ¿No se por qué ustedes las mujeres son tan inútiles? -La muchacha asustada sube a la plataforma del poder-
Con gesto frívolo el profesor demanda: ¿Y como harán para encontrar la cotangente cariño? Vamos nena te estoy esperando para que la saques... claro está que me refiero a la cotangente.
Entonces un alumno irrumpe el proceso: ¿Maestro?
¿Que quieres?
No me acuerdo cómo se hace.
No te acuerdas porque eres nango, si ya te dije que tu no sirves para estudiar. Ya sé que tu sigues aquí porque te han estado regalando la calificación miserablemente. Por ejemplo su maestra de Literatura, que por leer libros de memoria sin entender les pone diez, incluso de autores que ella jamas ha leído.

Una vez dicho esto se dirige a la alumna que estaba en el pizarrón y le pregunta: ¿Qué cosa es la cosecante de p? Parece que tu no has entendido todavía, deja eso ya, mientras le damos oportunidad a.... a ver pasa niña, tu que dices que si la sabes hacer. Ay, ay yajua. Demuestra que además de guapa eres inteligente, ¿Cuál vas a buscar amor?
Un poco extrañada contesta la chamaca: La secante.
Lo que quieras amorcito, lo que quieras. ¿No hay muchos perros por tu barriada para llevarte gallo una madrugada?
¿Qué?
¿Que si no hay muchos perros por tu barriada para llevarte serenata?
¡No!
Porque si llevo a los mariachis y nos salen un montón de perros, híjole. ¿Y no es bravo tu papa? ¿No es de esos pistoleros, bigotones y celosos?
No.
¡Aguas! Ya párale nena que si te rapto. ¡Ay que bonito hueles, a puro nardo! Huummm. -De pronto se escucha un rechinido- ¿Qué estás haciendo Martina que no estás en tu color? Estás escribiendo con las uñas o tan sólo las estas afilando a la antiguita.
Avergonzada la chica responde: No, sólo raspe el gis.
Bueno no llores. "Sólo raspe el gis", ni que fuera estropajo. -Al parecer eso le incomoda y se dirige molesto hacia los demás- A todos les digo inútiles, el maestro Godofredo, les regaló a ustedes la calificación de Matemáticas II, porque ustedes no pueden con esta cosa, no pueden porque ustedes no están acostumbrados a estar en preparatoria, ni están disciplinados a trabajar, nada más se la llevaban tranquilamente poniendo las nalgas lo más cómodo posible.

Con gesto de enfado se dirige a la alumna del pizarrón y le dice: Siéntate niñita, a ver vamos a pasar a un señorito, usted joven, el último de esa fila. Se hacía el tonto como que no oía, ¿verdad? No tiene ganas de pasar allá usted, busquemos a otro.
Un entusiasmado alumno participa rápidamente: Yo profe, yo.
No, tú eres muy buey. -Dirigiéndose a una alumna que está próxima a la entrada le dice- Cierra la puerta cariñito porque la luz me está fregando mis pupilas de gato montes.
Y prende el clima. -Replica un alumno-
Como si le hubieran dicho al docente esto, él responde: ¿La estás ayudando o la estas amando mucho por las noches, para que le des órdenes también?
A lo que apresuradamente el alumno aclara: No, lo que pasa es que ya empieza a hacer calor.
Posando su mano sobre el hombro del chamaco dice: Muchachos, éste es el Kalimán de la preparatoria.
Extrañado pregunta el joven: ¿Qué es eso?
A lo que el docente explica: Increíble que sea hombre. No te vayas a traumar, con esto que dije. ¿Ya tienes novia aquí?
No, ¿Por qué?
Claro, con esa cara grasienta, de la única forma en que las mujeres se van a quitar las pantaletas delante de ti, será sólo que estudies ginecología. A mí se me hace que eres como los de la Villa.
¿Y cómo son los de la Villa, profe?
Como los de la Villa, ¡ Ay sí ! -torciendo la muñeca como vulgarmente se estereotipa a la homosexualidad- Bien, vamos a copiar otros problemas y vamos a hacerlos, y dice así.
¿Apuntamos? -Preguntan en su mayoría los alumnos-
Dije que vamos a dictar otros problemas, ni modo que les traiga la piedra y el cincel y empiecen a escribir. Ay niños como que a ustedes les faltó un poco más de sesera.
¿ Qué es eso profe ? -Interpela un sarcástico alumno-
La materia gris que tienen en el cerebro.
Tenazmente insiste el muchacho: ¿Y los que no tienen?
Pues son unos tarados, estoy viendo aquí a muchos y no quiero decir nombres, para que no se vayan a ofender, y luego acudan con el director a acusarme como saben hacer ustedes.
Bueno, ¿Quién quiere pasar al pizarrón? ¿Quién quiere? Si no digo quien pasa al pizarrón, nadie. A ver tu preciosa. -Dirigiéndose a una chica de la última fila-
Tímidamente la adolescente contesta: ¡Ay no, no sé!
Como desquiciado el profesor se suelta diciéndoles: ¿Qué no te sabes? ¿Y por qué no te has salido de la escuela si no sirves para esto mamacita? Pero como te regalo la calificación el profesor Godofredo el semestre pasado por eso sigues aquí. Me gustaría llamarlo para enseñarle como son sus alumnitos que mandó a aquí al tercer semestre, y lo voy a llamar. ¿Por qué? Porque lo que necesitamos en este plantel es que aprendan y vienen a aplastarse, a estar con su parejita apretando, a estar comiendo, a estar tragando lo que sea y nada les preocupa, pues así no tiene ningún sentido que estén aquí.

De pronto, el silencio que los alumnos habían guardado, se rompe al escucharse el tronido de una flatulencia, que además del sonido viene acompañada de un peculiar aroma.

Molesto don Macedonio les dice: Esto ya es el colmo, son en verdad una manada de antropoides; y para que aprendan a respetar el esfuerzo que hago por darles mi conocimiento, que en realidad estoy desperdiciando con personas que tienen guano por cerebro, doy por visto el tema de hoy; aquí termina la clase. Pero eso sí, no se les vaya a olvidar que si el coordinador se digna a venir a trabajar mañana, hay prueba y claro esta que el tema de hoy se incluye, entendido.
Todos los alumnos alegremente gritan: ¡Siiiii!

Diez meses más tarde don Macedonio recibe de manera extraña su jubilación anticipada, pues según él aún le quedaban cuatro años; paradójicamente los alumnos aseguran que les hace falta la forma de impartir sus clases y que tercero y cuarto semestre ya no son lo mismo sin su presencia. En fin, simples excentricidades de los seres humanos.

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