martes, 1 de abril de 2008

Mutación de la palabra

Como en toda relación social es común expresarse políticamente correcto, más al realizar tal actividad lingüística muchas veces cometemos diversos errores, y lo más desafortunado es que éstos con el paso del tiempo se hacen tan comunes que se oficializan como formas de expresión propias de un idioma, por ejemplo al referirnos a los ancianos les llamamos "adultos mayores", ¿Acaso existen adultos menores? A las personas con alguna discapacidad física les decimos "personas con capacidades diferentes", ¿Entonces los demás seres humanos poseemos las mismas capacidades? Ellos en convención internacional en el año 2006 acordaron ser llamados “personas con discapacidad”, no discapacitados ni minusválidos o peor aún plusválidos. A los nativos de la India les llamamos incorrectamente Hindúes, pues el hinduismo es su organización socioreligiosa, entonces ellos son en realidad Indios, pero como este término en nuestro país se utiliza para nombrar al sujeto autóctono de algún grupo étnico o para llamar de forma despectiva a alguien que se considera inferior, mejor lo decoramos lingüísticamente con el concepto anterior, a sabiendas o tal vez a ignorancia del error, pues además nuestros grupos étnicos no son indios ni tópiles, son indígenas, y al comunicarse lo hacen a través de una lengua distinta, no un dialecto como por ahí se dice; a las mujeres que se dedican al oficio de limpiar las casas, no son ni gatas, ni chachas, ni sirvientas, son “trabajadoras o empleadas del hogar”, hace dos años eran oficialmente llamadas empleadas domésticas, pero como este título era algo peyorativo, se optó por llamarles de esta forma.

De igual forma frases mal empleadas con el transcurrir de los años se van convirtiendo en sinónimos; por citar algunas de ellas; a la bragueta o abertura del pantalón se le llama "manera" y esta palabra también se utiliza para referirse al porte y modales de una persona; de igual forma el concepto de "pena" adquiere diversas acepciones entre las que se cuentan la que hace alusión al dolor, tormento o sentimiento corporal y por otro lado está la que denota en sentido figurado la vergüenza que una persona experimenta al ver u oír algunas situaciones embarazosas. Qué tal cuando queremos denotar el deseo de que suceda algo, y decimos “ojalá y dios quiera”, al pronunciar estas frases estamos cometiendo un pleonasmo, pues ojalá es la castellanización del término árabe law šá lláh, que significa “si Dios quiere”.

Una de las palabras que con el correr de los años ha cambiado casi en su totalidad el significado es ¡Hola!, pues de ser una expresión que en épocas pasadas denotaba sentimientos de desagrado al referirse a personas inferiores, en la actualidad es una salutación familiar. Como prueba de ello encontré que en dos Biblias publicadas durante la década de los años cincuenta dentro de los evangelios de San Mateo (Capítulo XXVII, versículo 40) y San Marcos (Capítulo XV, versículo 29), es citada esta palabra como uno de los insultos e improperios que los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley le decían a Jesús cuando éste se encontraba clavado en la cruz.

De acuerdo a su origen etimológico ¡Hola! se deriva de la interjección griega ´Ovaí que vulgata se traduce Vah y al castellanizarse se refiere a la expresión de alguien que detesta una persona o cosa; con la vulgarización de esta palabra como saludo el Vaticano decidió omitirla de las Biblias modernas, razón por la cual ya no es posible encontrarla.

Entonces mi estimado lector cuando vaya hablar en público siga el sabio consejo del cantautor español Joaquín Sabina "diga lo que piensa, pensando antes lo que va a decir" o calle para siempre si tiene alguna duda, pues más vale declararse incompetente en materia del lenguaje que aparentar ser un erudita de tianguis.

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