jueves, 17 de diciembre de 2020

Canciones de fe y devoción.

Algunas personas como estrategia de cuidados ante el Coronavirus optan por realizar las compras de los abarrotes a través de Internet, otros como quien firma lo que escribe preferimos ir con cubrebocas y careta, además de que en el mercado a donde voy, los locatarios han colocado por la única puerta accesible un filtro que consiste en una persona que no deja ingresar a nadie sin cubrebocas, te toma la temperatura con termómetro digital, ofrece las opciones de desinfectarte las manos con gel antibacterial o agua clorada y jabón líquido. El sábado pasado al llegar, mientras aferraba la bicla a un poste de teléfonos despejando así cualquier ilusión a los cacos, llamó mi atención el clásico sonido de trompetas de mariachis, inmediatamente por entre las rejas de la entrada los pude ver haciendo una especie de semicírculo ante la pequeña imagen de la Virgen de Guadalupe que descansa sobre un altar lleno de foquitos navideños, Rosa, la del pollo, con los ojos blanquitos tipo “Candy Candy”, me dice con voz rasgada: “¡Qué bonito!”.

    En el interior Doña Silvia, la que vende pan y las señoras de Zacualpan junto con Trini, la menudera, cantan El Himno Guadalupano, mientras en sus ojos las lágrimas escurren ríos de emoción, que como esponja exprimen sus corazones con la esperanza de que la Morenita del Tepeyac saque de lo malo de este 2020 algo bueno, así como nos lo ha enseñado a los mexicanos que después de la oscuridad al fondo se vislumbra la luz, pues a la adversidad hay que superarla. Después entonaron “La Guadalupana”, mientras Leonor la de las frutas y verduras, apretaba sus manos contra el pecho al mismo tiempo que por las mejillas escurrían saladas lágrimas que sabían a miel sentimental; no era una romería en sí, ni hubo danzantes con sus típicos bailes, solo bastaron unas pocas ofrendas florales en la catedral del corazón de cada uno de ellos, así como las guitarras, vihuelas y trompetas de esos mariachis.

    Al final, los músicos disfrutaron unos ricos tamales de ceniza con café bien cargado, las señoras de Zacualpan regresaron a sus locales donde les esperaban los nopales y chayotes cocidos, así como la gallina chana y la buche pelón que tienen amarradas a la mesa, doña Silvia a su puesto de pan, mientras Rosa la del pollo, le subió al volumen a su bocina dejando escapar la rolita Palabras Tristes de Los Yonic’s, y quien firma la que escribe, se fue a surtir la despensa con la alegría de que aún existen personas que gracias a la fe mantienen la ilusión de que se le puede dar la vuelta a los problemas derivados de la pinche pandemia cada quien desde su respectiva ocupación.

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