jueves, 12 de noviembre de 2020

Diarios de bicicleta.


Ya se la saben qué a quién firma lo que escribo, la
 repapalotean las cosas tangibles, es decir, lo digital uno no lo puede oler, ni sentir, ni hojear, y menos coleccionar hasta hacer de tu cuarto un pinche laberinto, el martes pasado iba con toda la intención de comprar unos libros, y resulta que la librería abre otros días menos los martes, pueque sean devotos de las encaladillas, por eso ni me encabroné y se los dejé pasar. Mientras las llantas de mi bicla cruzaban la Madero rumbo al chante, me lleno de ternura esa cartulina fluorescente que con plumón negro ofrecía gatitos chiquitos reté bonitos gratis, la neta más vale encontrarles dueño que echarlos a la calle y luego los vemos maullando entre el tránsito de la kamikaze avenida Maclovio Herrera, y pos… nos acordamos de Remi cuando lo separan de su jefecita y se nos pone el ojito blanco como él.


Afuera de algunos cantones, yacen olvidadas las macetas negras con sus marchitas flores de cempasúchil, tan tristes como el uno y dos de este mes cuando fueron compradas para alegrar la memoria de los difuntitos, al doblar en la esquina, me topo con el negocio de carnitas en donde un dibujo del cerdito auto cocinándose, inmediatamente lleva al nirvana mi antojo y el paladar encuentra un mantra en ese taco de doble tortilla con trompita y maciza, salsa de aguacate aderezada con su fruta en vinagre, ¡ay, Colima no te rajes que es cortada!

En Nigromante la esporádica, así como veloz cual caracol practicando taichí, Ruta Cinco, me rebaza, mientras escucho que lleva a tope esa rolita de Chico Che y La Crisis, “¿Quién pompó?”, ¡al mal tiempo buenas cumbias! De eso que ni que, una buena canción es la pócima para soltar el año, a todos bien que nos hace falta una catarsis musical… hay que ir pensando en los deseos de año nuevo, por ejemplo, ¡ya saquen la vacuna! Para que en este diciembre encerrado en casita chutarme por Canal 5, las tres partes de “Mi pobre angelito”, y decir, ¡ay, no manches sale Donald Trump!

Al pasar por Bodega, veo a las señoras con las manos llenas de abarrotes, pues se les olvida que ya no dan bolsas, de todos modos ellas se observan satisfechas de haber surtido su canasta básica emocional, imagino que tal actividad les sirve como analgesia a la memoria y poco a poco el confinamiento se hace menos pesado, mientras Silvestre en su puesto de revistas inventa, redefine y establece nuevas prácticas sociales, yo sigo pedaleando para seguir de pie como muchos en esta ciudad.

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