jueves, 10 de diciembre de 2020

El virus se mani-fiesta.

Muchos ya estamos hasta la tiznada de la crisis sanitaria por Covid-19, a más de ocho meses de este pasado de lanza 2020, que la neta se nos ha hecho un año larguísimo, enmarañado y apocalíptico, vemos la llegada de diciembre cargado de sus momentos navideños con la esperanza de que el panorama cambie, según mi opinión no creo, pues aún existe una inmensa minoría que continua con la incredulidad de la existencia del multicitado virus. A quienes los vemos invadir las calles con sus cubrebocas dentro de las bolsas del pantalón o el bolso de brazo -además, creo que algunos traen el mismo desde marzo, pues ya parece de papel de china con tanta lavada, como hamaca de papada, arete en una oreja, y si lo traen puesto, la nariz la dejan afuera para respirar bien, ¡ya ni la amuelan! O sea, lo llevan consigo, simplemente porque sin él no los dejan entrar a ciertos lugares.

En la era cuando los medios digitales se volvieron básicos para sobrevivir en el desarrollo escolar, laboral y uno que otro momento de diversión -sí, de los mil que tenemos-, tal parece que la infondemia, en esos escépticos no ha tenido efecto, es más, hasta creo que los memes sobre el Coronavirus les han servido de terapia en línea. Luego nos quejamos de que las autoridades la hacen mucho de tos con las restricciones, pero si no agarramos la onda de los riesgos que corremos al empeñarnos en continuar siendo mamíferos sociales, no la hagamos de pedo porque no habrá posadas donde corran ríos de chupe, berridos a causa del karaoke, que la neta, sin posado godín, ¡ya la hicimos a los que nos tocaban en el intercambio los regalos más chafas! Además, en la pinche rifa nunca me sacaba ni la lengua.


No habrá compras de pánico, pues las tiendas y centros comerciales mantendrán sus horarios y aforo reducidos como hasta ahora, así que este año no veremos el titipuchal de gente comprando regalos o el bolillo a última hora y, lo mejor, sin encabronarse porque no hay lugar en el estacionamiento, por fin no echarán esa mala vibra a las personas con discapacidad por tener tantos espacios reservados sin ocuparlos. Antes era común al caminar por las calles encontrarse con cascaras de plátano, bolsas de papas fritas o envolturas de Gansito, ahora, es pior, uno se topa con cubrebocas que se adhieren a las suelas, pañuelos desechables embalsamados de gel pegosteoso -sí, del corrientito que te ponen en la entrada del súper-, guantes de látex rotos y changarros que ni respetan las medidas de salud con tal de ganarle la clientela a las tiendas de cadena comercial.

Celebraremos la fiesta del 12 en honor a la virgen de Guadalupe desde él chante a través de Internet o por televisión abierta, continuaremos, quienes estamos conscientes de lo contagioso del virus que se manifiesta en las fiestas, de fomentar el amor de confinamiento a un metro y medio de nuestras parejas, pero con ojos de borrego a medio morir, además de ofrecerle una enorme disculpa a nuestras mascotas quienes nos han soportado más horas al día de lo acostumbrado y, claro, está, el lado positivo es que este año no habrá berrinches por lo horrible de los regalos en los intercambios ni trompadas por aquello de la sana distancia.


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